Archivo de demofascismo

LA HERRAMIENTA O EL MAPA

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La herramienta o el mapa

NÚCLEOS Y ADYACENCIAS DE LA ANTIPEDAGOGÍA Y DE LA DESISTEMATIZACIÓN

(Sugerencias, documentos y propuestas para ahondar en la crítica radical)

Presento una “caja de herramientas” para la deconstrucción o, cambiando de metáfora, una cartografía de territorios acaso inhóspitos, aunque también saludables, con localización de fuentes y de refugios. Facilito el acceso libre a las obras, de diversos géneros, sobre las que descansa la crítica de la pedagogía y, en general, de las sociedades capitalistas occidentales.

Esta recopilación de creaciones y de referencias ha sido motivada por el conjunto de charlas-coloquio que desarrollaré desde fines de marzo en el contexto del proyecto “Educación para la vida”. Serán ocho sesiones de dos horas, virtuales, centradas en los siguientes asuntos:

1) La Industria de la Educación Alternativa. Reformismo pedagógico, cosméticas de lo alternativo e intertexto antipedagógico

2) La educación demofascista. Sobre la alterno-represión institucional

3) La Escuela y su Otro. Modalidades educativas refractarias al dispositivo socializador occidental

4) Los límites de la innovación pedagógica. Retrato-robot de las Escuelas Alternativas

5) Iván Illich: tránsitos y paradojas de un desescolarizador intempestivo

6) Legitimaciones ideológicas de las tecnologías educativas “alternativas”: interculturalismo cínico, integracionismo alterófobo y ciudadanismo universalista etnocida

7) De la alfabetización de la mentalidad a la psique cibernética. Escuela y “homo digitalis”

8) Hacia un nuevo Orden Educativo Mundial (Conclusión)

A disposición de las personas inclinadas a participar en estos encuentros telemáticos, o simplemente interesadas por los asuntos que involucran, queda, a modo de mesa servida con manjares y con venenos, o de repertorio de mapas para no perderse o extraviarse sin remedio, la presente colección de ensayos, narrativas y producciones cinematográficas. Fiel a mi estilo, preparo la página y su contenido para descarga abierta, libre y gratuita.

Todas las obras pueden descargarse también desde esta página, que habilité en mi blog:

Adorno, Th. W., (2007) Dialéctica de la Ilustración, Madrid, Akal

Agamben, G., (2000) Lo que queda de Auschwitz, Valencia, Pretextos

Agamben, G., (1996) Política del exilio, Barcelona, Revista Archipiélago, núm. 26-27

Alain-Fournier, (1913) novela El gran Meulnes

Angelopoulos, N., (1995) filme La mirada de Ulises

Arendt, H., (2012) Eichmann en Jerusalén. Un estudio sobre la banalidad del mal, Barcelona, Lumen

Arguedas, J. M., (2006) novela Los escoleros

Artaud, A., (1978) El teatro y su doble, Barcelona, Edhasa

Artaud, A., (2007) Heliogábalo o el anarquista coronado, Buenos Aires, Argonauta

Bakunin, M., (2008) Dios y el Estado, La Plata (Argentina), Utopía Libertaria, Terramar

Bakunin, M., (2010) Federalismo, Socialismo y Antiteologismo, en SOV Madrid, CNT Textos

Bataille, G., (1987) “La noción de gasto”, en La parte maldita, Barcelona, Icaria

Baudrillard, J., (1978) Cultura y simulacro, Barcelona, Kairós

Bauman, Z., (2012) «Entrevista de Glenda Vieites a Zygmunt Bauman», en http://www.slideshare.net

Bauman, Z., (2008) “Los extranjeros”, en Pensando sociológicamente, Buenos Aires, Nueva Visión

Bauman, Z (2003) “Prólogo” de La Modernidad Líquida, Madrid, F.C.E.

Benedek Fliegauf, (2012) filme Solo el viento

Benjamin, W., (1975) “Tesis de Filosofía de la Historia”, en Discursos Interrumpidos I, Madrid, Taurus

Bernhard, Th., (2008) novela Maestros antiguos

Bourdieu, P., (2002) Espíritus de Estado, Lima (Perú), Instituto de Estudios Peruanos

Brontë, A., (1847) novela Agnes Grey

Buñuel, L., (1961) filme Viridiana

Buñuel, L., (1933) filme Tierra sin pan

Camus, A., (2012) El mito de Sísifo, Madrid, Alianza

Canguilhem, G., (1998) “¿Qué es la Psicología?”, Bogotá, Revista Colombiana de Psicología, núm. 7

Cantet, L., (2008) filme La clase

Carrión Castro, J. C., (2005) Pedagogía y regulación social. Vigencia de Auschwitz, Ibagué (Colombia), El Poira Editores

Caviglia, S. E., (2011) La educación en el Chubut 1810-1916, Chubut (Argentina), Ministerio de Educación de la Provincia de Chubut

Chaplin, Ch., (1916) filme El vagabundo

Cingolani, P., (2012) Nación Culebra. Una mística de la Amazonía, La Paz (Bolivia), FOBOMADE

Cioran, E. M., (1986) “Retrato del hombre civilizado”, en La caída en el tiempo, Barcelona, Planeta-De Agostini

Cioran, E. M., (1986) “Los peligros de la sensatez”, en La caída en el tiempo, Barcelona, Planeta-De Agostini

http://estafeta-gabrielpulecio.blogspot.com/2010/11/emil-m-cioran-los-peligros-de-la.html

Clastres, P., (1978) La sociedad contra el Estado, Caracas, Monte Ávila Editores

Clavell, J., (1967) filme Rebelión en las aulas

Clébert, J. P., (1965) Los gitanos, Barcelona, Aymá

Cordero, C., (2001) El derecho consuetudinario indígena en Oaxaca, Oaxaca, Instituto Electoral Estatal

Cuerda, J. M., (1999) filme La lengua de las mariposas

Derrida, J., (1997) «Una filosofía deconstructiva», en Zona Erógena, Buenos Aires, núm. 35

Doin, G., (2012) filme La educación prohibida

Dussel, E., (1992) 1492. El encubrimiento del otro. Hacia el origen del mito de la modernidad, Madrid, Nueva Utopía

Elias, N., (1987) El proceso de civilización. Investigaciones sociogenéticas y psicogenéticas, Fondo de Cultura Económica, México

Ellul, J., (2003) La Edad de la Técnica, Barcelona, Editorial Octaedro

Ende, M., (1973) novela Momo

Esteva, G., (2009) “Más allá del desarrollo: la buena vida”, México, Revista “América Latina en Movimiento”, núm. 445

Ferrer Guardia, F., (1976) La Escuela Moderna, Barcelona, Tusquets Editor

Ferrière, A., (1998) “Adolfo Ferrière y la Escuela activa”, artículo de Carmen Labrador, Bogotá, Revista “PyM”, núm. 242

Freinet, C., (2005) Técnicas Freinet de la Escuela Moderna, México, F.C.E.

Freire, P., (1975) Pedagogía del oprimido, Madrid, S. XXI

Foucault, M., (1992) El orden del discurso, Buenos Aires, Tusquets Editores

Foucault, M., (1979) «Los intelectuales y el poder. Entrevista de Gilles Deleuze a Michel Foucault», en Microfísica del Poder, Madrid, La Piqueta

Foucault, M., (1980) «Nietzsche, la genealogía, la historia», en Microfísica del Poder, Madrid, La Piqueta

Foucault, M., (2013) «Nacimiento de la biopolítica», Traducción del francés de Fernando Álvarez-Uría, París, Anuario del Colegio de Francia

Foucault, M., (1980) «Por qué hay que estudiar el poder», en Materiales de Sociología Crítica, Madrid, La Piqueta.

Foucault, M., (1976) Yo, Pierre Rivière, habiendo degollado a mi madre, mi hermana y mi hermano… Un caso de parricidio del siglo XIX presentado por Michel Foucault, Barcelona, Tusquets

García Olivo, P., (2013) Cadáver a la intemperie. Para una crítica radical de las sociedades democráticas occidentales, Girona, Logofobia.

García Olivo, P., (2003) Desesperar, San Sebastián, Iralka Editorial

García Olivo, P., (2005) El enigma de la docilidad. Sobre la implicación de la Escuela en el exterminio global de la disensión y de la diferencia, Barcelona, Virus Editorial

García Olivo, P., (2009) La bala y la escuela. Holocausto indígena, Barcelona, Virus Editorial

García Olivo, P., (2000) El Irresponsable, Sevilla, Las Siete Entidades

García Olivo, P., (2007) filme Cuaderno chiapaneco 1. Solidaridad de crepúsculo, Valencia, Los Discursos Peligrosos Editorial [Disponible en YouTube, en siete capítulos]

García Olivo, P., (2009) El educador mercenario, Madrid, Brulot

García Olivo, P., (2014) Dulce Leviatán. Críticos, víctimas y antagonistas del Estado del Bienestar, Barcelona, Bardo Ediciones

García Olivo, P., (2019) La Peste Pedagógica. Escuela, Protesta, Estado y Razón lúdica, Antofagasta (Chile), Mar y Tierra Ediciones

García Olivo, P., (2018) Me enseñó a ser árbol. Composiciones intempestivas desde la antipedagogía y la desistematización,Antofagasta (Chile), Mar y Tierra Ediciones

García Olivo, P., (2018) Mundo rural-marginal. Diferencia amenazada que nos cuestiona, Valencia, Ediciones Marginales

García Olivo, P., (2016) La gitaneidad borrada. Si alguien te pregunta por nuestra ausencia, Valencia, Ediciones Marginales

Gide, A., (1962) El regreso del hijo pródigo, Buenos Aires – París, Tirso S.R.L.

Gimbutas, M., (2014) Diosas y dioses de la Vieja Europa (7000-3500 a. C.), Madrid, Siruela

Gary, R., (1975) novela La vida ante sí

Gatlif, T., (1989) filme El extranjero loco

Gatlif, T., (2010) filme Liberté

Godard, J. L., (1967) filme La Chinoise

Golding, W., (1954) novela El señor de las moscas

Grande, F., (2005) “El flamenco y los gitanos españoles”, en Memoria de Papel 1, Valencia, Asociación de Enseñantes con Gitanos

Grosfoguel, R., (2007) “Descolonizando los universalismos occidentales: el pluri-versalismo transmoderno decolonial desde Aimé Césaire hasta los zapatistas”, en Castro-Gómez, S. y Grosfoguel, R. [ed.], El giro decolonial. Reflexiones para una diversidad epistémica más allá del capitalismo global, Bogotá, Siglo del Hombre Editores

Hayek, F. A., (2011) Camino de servidumbre (The Road to Serfdom, Universidad de Chicago, Rouledge Press, 1944), traducción al castellano digitalizada por Biblioteca de la Libertad

Heidegger, M., (2000) Carta sobre el Humanismo, Madrid, Alianza

Heidegger, M., (2016) “Construir, habitar, pensar”, Buenos Aires, Artnovela

Heraud, J., (2015) No tengo miedo de morir entre pájaros y árboles. Selección de poemas de Javier Heraud, Valencia, Los Discursos Peligrosos Editorial (LDPE)

Illich, I., (2012) La sociedad desescolarizada, Madrid, Brulot

Illich, I., (2012) La convivencialidad, Barcelona, Virus Editorial

Illich, I., (2016) Energía y equidad, Valencia, Los Discursos Peligrosos Editorial (LDPE)

Illich, I, (2017) Al diablo con las buenas intenciones (¡No nos vengan a ayudar!), Valencia, Los Discursos Peligrosos Editorial (LDPE)

Illich, I., (2016) Desempleo creador. La decadencia de la sociedad profesional, Valencia, Los Discursos Peligrosos Editorial (LDPE)

Jaspers, K., (1963) Nietzsche, Buenos Aires, Editorial Sudamericana

Jaulin, R., (1970) La paz blanca [fragmento], Paris, Editions du Seuil

Kafka, F., (2000) Carta a su padre, elaleph.com

Kipling, R., (2022) Capitanes intrépidos, Valencia, LDPE a partir de Librodot.com

https://pedrogarciaolivo.files.wordpress.com/2022/02/capitanes_intrepidos.doc

Kleist, H. V., (2010) El terremoto en Chile, Valencia, Los Discursos Peligrosos Editorial (LDPE)

Kropotkin, P. (2001) El Estado, Biblioteca digital «Difunde la idea» (CGT)

Kusturica, E., (1989) filme El tiempo de los gitanos

Kusturica, E., (1998) filme Gato negro, gato blanco

Kymlicka, W. y Norman, W., (1996) “El retorno del ciudadano. Una revisión de la producción reciente en teoría de la ciudadanía”, en Cuadernos del CLAEH, Montevideo, núm. 75

La Boétie, E., (2022) “Sobre la servidumbre voluntaria (1548)”, Valencia, Los Discursos Peligrosos Editorial (LDPE)

Larcio, D., (2022) Vida de los filósofos más ilustres (los cínicos y Crates), Valencia, LDPE

Lazzarato, M., (2000) «Del Biopoder a la Biopolítica», París, Revista “Multitudes”, núm. 1

Lenkersdorf, C., (2012) “La filosofía tojolabal”, Valencia, LDPE

Liégeois, J. P., (2004), “La escolarización de los niños gitanos”, París, Revista “Educatio”, núm. 22

London, J., (1906) novela Colmillo blanco

Makarenko, A., (1985) Poema pedagógico, Madrid, Ediciones Akal

Mainlander, Ph., (2022) “Recepción de Mainlander”, Valencia, LDPE

Maldonado, B., (2022) Autonomía y comunalidad india. Enfoques y propuestas desde Oaxaca, Valencia, LDPE

Mariátegui, J. C., (2007) Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana, Caracas (Venezuela), Fundación Biblioteca Ayacucho

Marker, Ch., (1983) filme Sin sol

Marker, Ch., (1992) filme El último bolchevique

Martí, J., (1977) Nuestra América, Caracas (Venezuela), Fundación Biblioteca Ayacucho

McLuhan, M. y Carpenter, E., (1974) El aula sin muros, Barcelona, Laia

Medvedkin, A. I., (1935) filme La felicidad

Miller, A., (1998) Por tu propio bien, Barcelona, Tusquets

Mishima, J., (2022) Cuentos, Valencia, LDPE

Montessori Escuelas., (2022) Manual del método Montessori, Valencia, LDPE

Moore, M., (2002) filme Bowling for Columbine

Morín, E., (1999) Los siete saberes necesarios para la educación del futuro, París, UNESCO

Mumford, L., (1971) Técnica y Civilización, Madrid, Alianza

Naes, A., (2022) Metafísica del límite arbóreo, Valencia, LDPE

Negri, A., (2006) La nueva fase del Imperio, Barcelona, Paidós

Nietzsche, F., (2000) Sobre el porvenir de nuestras escuelas, Barcelona, Tusquets

Onfray, M., (2002) Cinismos. Retrato de los filósofos llamados perros, Buenos Aires, Paidós

Parker, A., (1982) filme El muro

Pérez Galdós, B., (1895) novela Nazarín

Pestalozzi, J. H., (2022) Cartas sobre educación infantil, Valencia, LDPE

Philibert, N., (2002) filme Ser y Tener

Pie Balaguer, A., (2014) Por una corporeidad postmoderna. Nuevos tránsitos sociales y educativos para la interdependencia, Barcelona, Editorial UOC

Pinter, H., (2022) Discurso de agradecimiento en la recepción del Premio Nobel de literatura, Valencia, LDPE

Platón (1872) Diálogos (El Político, Timeo y Critias), Madrid, Medina y Navarro Editores

Polanyi, K., (1989) La gran transformación. Crítica del liberalismo económico, Madrid, La Piqueta

Rilke, R. M., (1986) Canción de amor y muerte del corneta Cristóbal Rilke. Madrid, F.C.E.

Rousseau, J. J., (2022) Emilio o la educación, Valencia, LDPE a partir de la digitalización de librodot-com

Rovira Beleta, F., (1963) filme Los tarantos

San Román, T., (2005) “La necesidad y la agonía de seguir siendo gitanos”, en Memoria de Papel 1, Valencia, Asociación de Enseñantes con Gitanos

Salinger, J. D., (1951) novela El guardián entre el centeno

Sitios web:

– “Asociación por la Libre Educación” (http://aleenred.blogspot.com.es/)

– “Baval”, de Francia (http://balval.pagesperso-orange.fr/)

– “Bizitoki. Espacio para vivir” (http://www.bizitoki.org/)

– “Casa Taller Los Moya” (https://www.facebook.com/casatallerlasmoya/)

– “Caso Omiso” (http://caso.omiso.org/)

– “Collage. Espacio Social y Cultural” (https://www.facebook.com/Agenda-Cultural-Collage-455144097993552/)

– “Crecer en Libertad” (http://www.crecerenlibertad.org/)

– “En la Fila de Atrás” (http://enlafiladeatras.wordpress.com/)

– “Fundación Secretariado Gitano” (http://www.gitanos.org/)

– “Loco Matrifoco” (https://locomatrifoco.blogspot.com/)

– “Olea” (https://asociacionolea.blogspot.com/)

– “O Vurdón”, de Italia (http://www.provincia.torino.gov.it/xatlante/mediaecomunita/rom_sinti.htm)

– “Patrin”, en inglés (http://www.reocities.com/~patrin/), — “Unión Romaní” (http://www.unionromani.org/)

– “Red colombiana de Educación en Familia” (https://www.enfamilia.co/)

Sloterdijk, P., (2014) Reglas para el Parque Humano. Una respuesta a la “Carta sobre el Humanismo”, Valencia, Los Discursos Peligrosos Editorial (LDPE)

Sloterdijk, P., (2000) “La utopía ha perdido su inocencia. Entrevista con Fabrice Zimmer” (traducción de Ramón Alcoberro), París, Magazine Littéraire

http://www.alcoberro.info/V1/sloterdijk.htm#slo1

Smith, J. N., (1995) filme Mentes peligrosas

Steinbeck, J., (1947) novela La perla

Steiner, G., (2011) Lecciones de los maestros, Madrid, Siruela

Sternberg, J. V., (1930) filme El Ángel azul

Stirner, M., (2003) El Único y su propiedad, edición cibernética a cargo de Chantal López y Omar Cortés

Stirner, M., (2022) “El falso principio de nuestra educación” (Prólogo de Christian Ferrer), Valencia, LDPE

Tavernier, B., (1999) filme Hoy empieza todo

Truffaut, F., (1959) filme Los cuatrocientos golpes

Valle-Inclán, R., (1924) obra de teatro Luces de Bohemia

Varda, A., (1985) filme Sin techo ni ley

Varda, A., (2000) filme Los espigadores y la espigadora

Vigo, J., (1933) filme Cero en conducta. Pequeños diablos en la escuela

Wajda, A., (1983) filme Danton

Weber, M., (2000) ¿Qué es la burocracia?, elaleph.com

Wilde, O., (2022) El crítico artista, Valencia, LDPE a partir de Librodot.com

Williams, J., (1965) novela Stoner

Zweig, S., (2022) La lucha contra el demonio. Hölderlin, Kleist y Nietzsche, Valencia, Los Discursos Peligrosos Editorial (LDPE)

Pedro García Olivo

Alto Juliana, Aldea Sesga, Rincón de Ademuz, Valencia, 22 de febrero de 2022

www.pedrogarciaolivo.wordpress.com

CUOTA DE «LIBERTAD» EN EL OCIO PARA REFORZAR LA JAULA ESCOLAR Y LABORAL

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TE CONCEDEMOS UNA CUOTA DE «LIBERTAD» EN EL OCIO PARA DEJARTE LUEGO, DESAHOGADO, EN LA REFORZADA JAULA ESCOLAR Y LABORAL

El «policía de sí mismo» característico de las sociedades democrático-fascistas está dejando paso al Ciudadano-Robot. El policía de sí se reprimía sin cesar desde la base se su consciencia, que era fabricada de una forma biopolítica ya antigua.

El Robot contemporáneo obedece a una biopolítica actualizada: sigue a su consciencia, pero esta salta constantemente de un término a otro. Ahora las mascarillas aún no, ahora sí y siempre, ahora estos cierres y ahora estas aperturas, ahora así tienes que vivir en tu localidad y esto es lo que pudes hacer, después de ahora tienes que vivir de otro modo en tu
pueblo y son otras las cosas que se te permiten…

El Policía de Sí Mismo tenía una constancia en su obediencia, y eso lo hacía menos temible. Porque el Robot carece ya de esa regularidad: se codifica, se descodifica y se recodifica; se programa, se desprograma y se reprograma. No tiene un ancla en su ser, aunque aparece como una apoteosis de la aquiescencia.

El Capitalismo Vírico está propiciando este tránsito desde el Plicía de Sí Mismo al Ciudadano-Robot. Por miedo a un virus al que se le abrieron las puertas, útil para el Capitalismo Necrófago en la medida en que lo libraba de estorbosos ancianos, indigentes, inmigrantes precarios, etc., las poblaciones terminaron aceptando su robotización metódica.

Y la Escuela se ha sumado con entusiasmo a este programa socio-eutanásico y robotizador. Siempre exhibió una gran capacidad para reproducir el Sistema Capitalista en cada una de sus fases de desarrollo… Ahora coadyuva a la forja del Ciudadano-Robot mediante su transfiguración telemática, virtual, digital.

De esto quiero hablar el día 15 de mayo, en Barcelona, en el seno del Festival organizado por Basket Beat: «Reinvenciones perversas de la Escuela. Reformismo pedagógico progresista y paulatina robotización de la sociedad».

Se ha iniciado una ofensiva para robar a los disidentes la palabra «libertad». Ahora resulta que son libres aquellos a los que un amo astuto les alarga la cuerda del ocio. Y disfrutan y disfrutan, un poco antes de retornar a sus jaulas escolares y laborales, que quedaron reforzadas. «No porque se le dé más cuerda al perro, deja este de estar atado», dice un refrán popular aragonés. Fuera de las meditadas intoxicaciones léxicas y de los reclutamientos demo-despóticos del lenguaje, «libertad», en mi opinión, quiere decir «estar a salvo del trabajo en dependencia y de todas las liturgias del voto». Los pocos «libres» que en el mundo son ni trabajan para otro ni votan. Esa bella insubordinación contra el principio de realidad de la sociedad mercantil-estatal se da aún en los márgenes.

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(https://twitter.com/fabraicoats_fic/status/1384478766643044354?s=03)

Alto Juliana, Aldea Sesga, donde los árboles, las plantas y la fauna

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LA MÁQUINA EN EL CORAZÓN

Posted in Uncategorized with tags , , , , , , on marzo 2, 2021 by Pedro García Olivo

Trabajar, cobrar, criar y morir

Pequeño ensayo absolutamente liberado, ofrecido para cualquier uso (copia, recreación, difusión o edición)

Sí, robaron la tierras,

que nunca deberían tener dueño.

Sí, mataron la cultura

porque no coincidía con la dictada.

Sí, impusieron leyes represoras

contra costumbres

y contra anhelos.

Secuestraron también el tiempo

y la sociedad se maquinizó

hasta extremos impensables.

Luego, para absolutizar el dominio,

abrieron la puerta a enfermedades

y las gestionaron.

Quedó el Ciudadano-Robot,

que nos rodea por todas partes

y que fecundó nuestro corazón

y nuestro cerebro.

Sin tierra,

sin cultura,

sin costumbres

y sin anhelos,

sin tiempo,

acaso enfermo,

el Ciudadano-Robot,

que me asusta,

es el Macho Alfa

de la sensiblería comercial

y del Pensamiento Unificado

Trabaja, cobra, cría y muere,

tal toda la gente

de vida mecanizada.

En Arroyo Cerezo, bella aldea del entorno rural-marginal, ya no quedan pastores. Ni casi pobladores. Murió mi queridísimo amigo Luis el Chamorro, que no comía nada que no procediera de su propio huerto y no hubiera sido cocinado por él. Murió Vicenta la del Bar, cuyo negocio era un no-negocio abierto a la conversación espontánea y al juego de los vecinos. Murió Antonino, el pastor antiguo que vivía con su ganado de día y de noche. Murió Petra, la bruja, la curandera, la sabia, la “mujer de respeto”, lider natural de una comunidad matrística.

En Sesga, preciosa localidad marginal, murió Fermín el Cestero, magnífico artesano que inventaba útiles a partir de las plantas de la zona. Murió Erminio el Exterminio, cazador furtivo de subsistencia, maestro en la ciencia noble de conocer a los animales y terrible por su destreza a la hora de cazarlos. Murió Juanico, agricultor verdadero que, sin vender su fuerza de trabajo, lograba aprovisionarse de todo lo necesario para la sobrevivencia familiar: pan, fruta, verdura, aceite, carne, vino y licores… Antes, había muerto Presentación, líder espiritual, mujer dignísima siempre al frente de este matriarcado local.

Todos murieron, y con ellos fue muriendo el mundo que los engendró… Personas increibles, dotadas de un poderoso espíritu de libertad, ineptas para trabajar para otro o para una organización, nos fueron dejando. Eran capaces de vivir al margen de los mercados y de las autoridades, como los indígenas de los Andes o de Mesoamérica antes de la llegada de los imperialistas de la región y, luego, de Europa; como los nómadas cuando todavía caminar de día por cualquier parte y dormir de noche en cualquier lado era una opción de la libertad, individual o grupal. Vivían al margen como los llamados “hombres-basura” de las ciudades, que rebuscan sus alimentos precisamente en la basura.

Y, con ellos, murió también el mundo de la libertad posible, de la individualidad respetuosa y de la comunidad soberana, que era reducido. Quedan, ahora, los robots, que no morirán nunca. Son eternos. Usan mascarillas para la boca, encima de una mordaza que se ve menos. Y llevan una máquina en el lugar del corazón. Cuando desaparece uno, es reemplazado por cientos. En este sentido, son ciudadanos eternos…

GUERRA MUNDIAL DE LOS ESTADOS CONTRA LAS GENTES

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Capitalismo vírico: el Coronavirus en tanto cifra de una nueva forma de reproducción de la sociedad mercantil

¿Es la hora del apretón de manos, del abrazo y del beso como forma de resistencia?

1. La inteligencia del Capital comprendió de una vez que el «crecimiento indefinido» de la economía no era tolerado por la Biosfera: supo que era preciso detener esa carrera frenética que abocaba al «fin de todo» y preparó episodios de destrucción-regeneración para que el sistema capitalista se perpetuara de un modo nuevo.

Se requieren intermitentes «destrucciones», «devastaciones», «crisis agudas» que originen quiebra de muchas empresas y surgimiento de otras, naufragio de bastantes negocios y emergencia de otros, declive de formas tradicionales de obtener beneficios y ascenso de nuevas maneras para el enriquecimiento… Una «salutífera» destrucción-renovación de la economía, como la que conoció Europa tras las dos Guerras Mundiales, como la que experimentó Alemania tras la frustración del sueño nazi: este es el caso de la actual «conflagración mundial contra la sociedad» que se sirve del coronavirus para reproducir el Capitalismo de un nuevo modo traumático.

2. Este «rejuvenecimiento» del Capitalismo, esta higiene profunda del sistema establecido, que exige la extirpación de buena parte de sus tejidos enfermos o seniles, va a presentar una factura: la pagarán los más pobres, los vulnerables, los desposeídos, los más explotados y oprimidos. Porque el coronavirus tiene dos vertientes beneficiosas para el sistema: su lado «destructor», que aniquila para regenerar, que «borra para escribir», que mata para alumbrar; y su lado «conservador», que ratifica la fractura social, la división en la comunidad, y hunde todavía más a «los de abajo» para que permanezcan en lo alto o sigan ascendiendo «los de arriba».

3. Se siguió el modelo del «campo de concentración», pero con una salvedad… Las gentes estuvieron confinadas y solo pudieron salir para trabajar o para comer (comprar alimentos), lo mismo que en Auschwitz. Mientras dura el encierro y ya solo se sale para trabajar o alimentarse, muchos mueren… Y esta es la salvedad: nadie, en los campos de trabajo y de exterminio, estaba de acuerdo con la clausura, con la reclusión, mientras nosotros agradecemos este «arresto domiciliario» y nos reprimimos a nosotros mismos para cumplir con las ordenanzas que emana el Estado. Somos auto-policías y albergamos Auschwitz en nuestro corazón y en nuestro deseo.

4. Es evidente que están ocurriendo dos cosas distintas: una lucha legítima contra la enfermedad y, lo más importante, un aprovechamiento de la coyuntura sanitaria para reforzar de una vez modalidades de sumisión absoluta (de la comunidad y del individuo) a los designios del Estado y del Capital. Bajo la sobre-actuación de los aparatos represivos del Estado (policía, ejército), que estuvo aconteciendo todos los días -y de la que fueron víctimas los sin-techo, los vagamundos, los simples ciudadanos que quisieron dar un paseo o sentarse en el banco de un parque para respirar un rato el aire libre, los despistados que sintieron que tenían que salir y recibieron una multa, los amigos que quisieron encontrarse para conversar o pasar el túnel del encierro juntos y fueron castigados, etcétera-, se dejó ver otra cosa: que, de una vez y para siempre, la ciudadanía, asustada, mediáticamente aterrorizada, «consentía» esa vigilancia, ese despliegue de poder, esa presencia ofensiva del custodio, esa saturación de las calles y de las plazas por uniformes y por armas, por botas militares y por porras policíacas…Y que no solo lo consentía; que lo agradecía y hasta lo demandaba. Policías de nosotros mismos…

Eugenesia ciudadanista: por fin se obtiene el Hombre Nuevo, ese elaborado psicológico que aceptó y aceptará ya en lo sucesivo el «confinamiento», que toleró la reglamentación exhaustiva de su cotidianidad, que depositó una confianza verdaderamente homicida en sus gobernantes y en sus médicos, en sus polito-epidemiólogos y en su polito-virólogos. El hombre nuevo es un robot, algo más y algo menos que un esclavo.

La Escuela se irá preparando para olvidarse de sus paredes físicas, de su tipología clásica de encierro de los jóvenes en un edificio, para admitir nuevos muros virtuales, con un secuestro horario de los alumnos delante de la pantalla de un ordenador. La posición autoritaria del Profesor no se verá afectada, antes al contrario; la Pedagogía seguirá rigiendo todo el proceso, para la “adaptación social” de los menores, vale decir, para su poda y su doma. El Aula, ese arbitrariedad tan infanticida, será en lo sucesivo cada vez más «virtual». Solo eso.

5. Ha llegado el momento de la «desobediencia civil» para hacer frente a esta perversa estrategia regeneradora del Capitalismo: dejar de pensar que el Estado, con su policía y su ejército, nos está «haciendo un favor», para empezar a hacérnoslo nosotros mismos. Y juntarnos, sí, y organizarnos, y actuar, para cooperar, por ejemplo, con las personas que a día de hoy están padeciendo en primer lugar tal estrategia, los más desacomodados en el sistema, los precarizados, los marginados y también los marginales, los elegidos como «cebo» de la anulación psíquica y de la indigencia venideras.

«Desobediencia civil» y «objeción de conciencia» para recuperar los deteriorados valores del apoyo mutuo, del don recíproco, de la auto-regulación comunitaria e individual. «Desobediencia civil»: no hacer caso de esa «separación de metro y medio entre las personas» que pretende ultra-individualizarnos, que quisiera erigirnos en una suerte de egotistas combatiendo airadamente por el alejamiento de todos los demás, solipsistas encerrados en un mundo tan propio como sucio. Es la hora del apretón de manos y del abrazo como forma de resistencia. Y del beso, que amenaza convertirse en asunto de privilegiados existenciales.

Hora de desobedecer, pero no para el mero disfrute personal o el hedonismo mal entendido, sino para inventar o reinventar redes de ayuda comunitaria, texturas insumisas de colaboración individual y trans-individual, maneras de neutralizar esta «guerra mundial de los Estados contra la sociedad».

Que la enfermedad deje de ser una excusa para aherrojarnos, para apretar todavía más los grilletes que nos aplicaron la administración y el mercado. Y algo más: recuperar el derecho de las comunidades a subsistir y resplandecer al margen e incluso en contra de los Estados avasalladores. Esgrimir el anhelo personal y colectivo de vivir en libertad.

(Fragmento, reiterado, de “La forja del ciudadano robot”, ensayo en fase de reelaboración que pronto compartiremos)

Audios relacionados: https://alegrialibertaria.org/wp/ciudadano-robot-de-pedro-garcia-olivo/

Pedro García Olivo

Buenos Aires, 8 de febrero de 2021

ARTIFICIO PARA DOMAR

Posted in Activismo desesperado, antipedagogía, Autor mendicante, Breve nota bio-bibliográfica, Crítica de las sociedades democráticas occidentales, Descarga gratuita de los libros (PDF), Desistematización, Indigenismo, Sala virtual de lecturas incomodantes. Biblioteca digital with tags , , , , , , , , , , , , , , , , , on septiembre 19, 2020 by Pedro García Olivo

ESCUELA, REFORMISMO Y DEMOCRACIA

1) POSIBLE AÚN DESPUÉS DE AUSCHWITZ

(INTRODUCCIÓN/CONCLUSIÓN)

Me gustaría empezar definiéndome, poniendo boca arriba todas mis cartas -aunque, de este modo, quizás acabe (¿en beneficio de quién?) con aquella “partida contra un ventajista” en que tan a menudo se convierte la lectura de un texto. Soy un anti-profesor, un exiliado de la enseñanza que todavía se subleva contra el discurso vanilocuente de los ‘educadores’ y contra la sustancial hipocresía de sus prácticas. Comparto la opinión de Wilde: “Así como el filántropo es el azote de la esfera ética, el azote de la esfera intelectual es el hombre ocupado siempre en la educación de los demás” (1). Y creo asimismo que la pedagogía moderna, a pesar de esa bonachonería un tanto zafia que destila en sus manifiestos, ha trabajado desde el principio para una causa infame: la de intervenir policialmente en la conciencia de los estudiantes, procurando en todo momento una especie de reforma moral de la juventud. “Un artificio para domar”: así la conceptuó Ferrer Guardia, como si por un instante se tambaleara su desesperada fe en la Ciencia (2). Pugno, en fin, por desescolarizar mi pensamiento, empresa ardua e interminable. Me temo que también la Escuela, otra vieja embustera, se ha introducido en el Lenguaje; y por ello se hace muy complicado deshollinar de escolaridad los modos de nuestra reflexión.

Incluso en la célebre interrogación de Adorno (“¿Es todavía posible la Educación después de Auschwitz?”) se percibe como un eco de este inveterado prejuicio escolar. Con su tan citada observación, el filósofo alemán se estaba refiriendo, en efecto, a una Educación Ideal, benefactora de la Humanidad, en la que aún destellaría una instancia crítica, un momento emancipatorio, negador de todo Orden Coactivo; una Educación testarudamente fiel al programa de la Ilustración, desalienadora, destinada a influir positivamente sobre la conducta de los hombres, a llevar “más lejos” su pensamiento; una Educación capaz de contribuir a la reforma de la sociedad, a la reorganización de la existencia… Se preguntaba por la ‘posibilidad’, después de Auschwitz, de una Educación que nunca ha existido -o ha existido solo como “falsa consciencia”, como mito, como componente esencial de la “ideología escolar”. Esa Educación de Adorno tampoco fue posible “antes” de Auschwitz. Más aún: los campos de concentración y de exterminio fueron concebidos y realizados gracias, en parte, a la educación “real”, “concreta”, que teníamos y que tenemos -la educación obligatoria de la juventud ‘recluida’ en Escuelas; la educación que segrega socialmente, que aniquila la curiosidad intelectual, que modela el carácter de los estudiantes en la aceptación de la Jerarquía, de la Autoridad y de la Norma, etc. Esta es la única “educación” que conocemos, a la cual las democracias contemporáneas pretenden meramente lavarle la cara; y esta educación ‘efectiva’, de cada día en todas las aulas, habiendo coadyuvado al horror de Auschwitz, sigue siendo perfectamente posible después… (3).

En resumen, me defino como un anti-profesor, un enemigo de toda pedagogía y un gran odiador de la Escuela. Me gusta pensar que tiendo a desescolarizar algo…

****

Pretendo mostrar en este estudio cómo bajo la Democracia, y al socaire de unos presupuestos ebrios de pedagogismo, se articula un tipo específico de práctica educativa (definible como “reformista”); una forma de organizar en lo inmediato la transmisión cultural, que, si bien se presenta como ‘superación’ de los modelos autoritarios de enseñanza, en último término tiende a perfeccionar el funcionamiento represivo de la Institución, instaurando modos encubiertos de despotismo profesoral. A tal fin, las estrategias educativas progresistas (encauzadas por las sucesivas “legalidades” o desplegadas espontáneamente por el profesorado ‘inquieto’) ensayan una reformulación -y he aquí mi objeto de análisis- de los principales componentes del hecho docente: asistencia, temario, método, examen y gestión.

Tales prácticas “progresistas” de enseñanza, que bajo la Democracia cohabitan con modelos clásicos, inmovilistas, anclados en el pasado, cuentan en estos momentos con el respaldo de la Administración, con el beneplácito del reformismo institucional, pues a través de ellas la Escuela atiende a sus objetivos de siempre (‘subjetivizar’ a los jóvenes conforme a las necesidades de la reproducción del Sistema) ahorrándose los peligros inherentes al enquistamiento de los usos tradicionales: aburrimiento en las aulas, sensación creciente de injusticia y arbitrariedad, exacerbación de la resistencia estudiantil,…

Renunciando a un análisis histórico-sociológico de la Escuela bajo la Democracia (configuración legal, cometido social y político, etc.) y también a una perspectiva de mera crítica ideológica de los currícula oficiales, me propongo subrayar las “regularidades” perceptibles en el ejercicio cotidiano de la docencia por parte del profesorado ‘moderno’, ‘crítico’, ‘renovador’, etc. -esa porción del profesorado que, abrazando la causa de la reforma institucional o ensayando por su cuenta métodos alternativos, satisface, consciente o inconscientemente, en el acatamiento o en la desobediencia de la ley, una demanda clamorosa de la Democracia: la de maquillar la Escuela, la de darle un rostro distinto a ese que ofrece bajo las dictaduras, manteniéndola no obstante fiel en lo profundo a sí misma, esencialmente idéntica a lo largo del tiempo, siempre la Escuela del Capitalismo, siempre la Escuela burguesa, siempre “la Escuela”. Asumo, de alguna forma, una vieja propuesta de Foucault (“avanzar hacia una nueva comprensión de las relaciones de poder que sea a la vez más empírica, más directamente ligada a nuestra situación presente y que implique sobre todo conexiones entre la teoría y la práctica”) (4), al atender a esta lógica del funcionamiento diario de la Institución, a esta mugre de debajo de las uñas con frecuencia desconsiderada por la soberbia de las ciencias o por el “culto a la abstracción” de los analistas de despacho.

Considero que la Escuela de la Democracia es una escuela en tránsito, casi un proceso, una voluntad de alejarse de los modelos ‘clásicos’, hegemónicos bajo el Franquismo, y de encontrar sus propias señas de identidad -un simulacro de libertad en las clases, una participación de los alumnos en la dinámica educativa, una invisibilización de las relaciones de dominio,… Es, por tanto, una escuela en redefinición, que ha hecho del “reformismo pedagógico” su propia instancia modeladora, su propio motor (5). En mi opinión, la forma de Escuela hacia la que apunta sabe en secreto de aquel fascismo de nuevo cuño del que ha hablado, entre otros, E.Subirats, y que se caracterizaría por hacer de cada hombre algo más y algo menos que un “policía de todos los demás”: un policía de sí mismo (6). Mi idea es que tanto el reformismo “individual” (espontáneo) del profesorado ‘inquieto’ como el reformismo “alternativo” de las escuelas anticapitalistas contribuyen inadvertidamente a hacer realidad ese sueño de la Democracia. Estimo que los tres reformismos (el administrativo, el individual y el alternativo) han empezado a alimentarse entre sí, a reforzarse mutuamente, fundiéndose en lo profundo y marcando el camino de la Escuela venidera; y que, a su lado, las prácticas inmovilistas, propias del profesorado autoritario clásico, van a jugar un papel cada vez menos importante, entrando (por disfuncionales; es decir, por remitir a un tiempo que ya no es el nuestro y a un modelo periclitado de fascismo) en un lento proceso de extinción.

Mi tesis (y me permito aquí un gesto desautorizado por Derrida: anticipar la conclusión en el desenvolvimiento de una Prólogo que no renuncia a serlo) (7) es, en parte, la de muchos otros: que el “reformismo pedagógico” de la Democracia tiene como finalidad convertir al estudiante en un cómplice de su propia coerción, reconciliándolo con el Orden de la Escuela mediante un ocultamiento de los dispositivos coactantes que lo erigían en su víctima. Pero extraigo de ahí una consecuencia práctica respaldable tan solo por unos pocos: la necesidad de sembrar, desde la docencia, el Crimen en las aulas (Crimen: una violación de la Ley desde fuera de la Moral); y de perseguir, a través de una lucha embriagada de arte y quizás también de locura, la más diáfana de las victorias -la conquista de la Expulsión. De esta parte “insuscribible” de mi análisis trata El Irresponsable (8), ensayo editado hace unos años por Las Siete Entidades. De aquella otra parte “admisible” (del modo en que cada día, y para tantísimos jóvenes, se resuelve en ‘escuela reformada’ esa Educación posible aún después de Auschwitz) me ocuparé ahora…

2) LA ESCUELA DE LA DEMOCRACIA Y LA DEMOCRACIA DE LA ESCUELA

(MISERIA DEL REFORMISMO PEDAGÓGICO)

2-1) Pedagogismo

El saber pedagógico ha constituido siempre una fuente de legitimación de la Escuela como vehículo privilegiado, y casi excluyente, de la transmisión cultural. En correspondencia, la Escuela (es decir, el conjunto de los discursos y de las prácticas que la recorren) ha sacralizado los presupuestos básicos de ese saber, erigiéndolos en dogmas irrebatibles, en materia de fe -y, a la vez, como diría Barthes, en componentes nucleares de cierto verosímil educativo, de un endurecido sentido común docente.

La escuela de la Democracia profundiza aún más, si cabe, su “pedagogismo”, apoyándose en conceptos que, desde el punto de vista de la filosofía crítica, conducen a lugares sombríos y saben de terrores pasados y presentes. Hay, en concreto, un supuesto (¿puedo decir abominable?) sobre el que reposa todo el reformismo educativo de la Democracia, un supuesto que está en el corazón de todas las críticas ‘progresistas’ a la enseñanza tradicional y de todas las ‘alternativas’ disponibles. Es la idea de que compete a los “educadores” (parte selecta de la sociedad adulta) desarrollar una importantísima tarea en beneficio de la juventud; una labor ‘por’ los estudiantes, ‘para’ ellos e incluso ‘en’ ellos -una determinada operación sobre su conciencia: “moldear” un tipo de hombre (crítico, autónomo, creativo, libre, etc.), “fabricar” un modelo de ciudadano (agente de la renovación de la sociedad o individuo felizmente adaptado a la misma, según la perspectiva), “inculcar” ciertos valores (tolerancia, antirracismo, pacifismo, solidaridad, etc.),…

Esta pretensión, que asigna al educador una función demiúrgica, constituyente de “sujetos” (en la doble acepción de Foucault: “El término ‘sujeto’ tiene dos sentidos: sujeto sometido al otro por el control y la dependencia, y sujeto relegado a su propia identidad por la conciencia y el conocimiento de sí mismo. En los dos casos, el término sugiere una forma de poder que subyuga y somete”) (9), siempre orientada hacia la “mejora” o “transformación” de la sociedad, resulta hoy absolutamente ilegítima: ¿En razón de qué está capacitado un educador para tan ‘alta’ misión? ¿Por sus estudios? ¿Por sus lecturas? ¿Por su impregnación “científica”? ¿En razón de qué se sitúa tan ‘por encima’ de los estudiantes, casi al modo de un “salvador”, de un sucedáneo de la divinidad, “creador” de hombres? ¿En razón de qué un triste funcionario puede, por ejemplo, arrogarse el título de forjador de sujetos críticos? Se hace muy difícil responder a estas preguntas sin recaer en la achacosa “ideología de la competencia”, o “del experto”: fantasía de unos especialistas que, en virtud de su formación científica (pedagogía, sicología, sociología,…), se hallarían verdaderamente preparados para un cometido tan sublime. Se hace muy difícil buscar para esas preguntas una respuesta que no rezume idealismo, que no hieda a metafísica (idealismo de la Verdad, o de la Ciencia; metafísica del Progreso, del Hombre como sujeto/agente de la Historia, etc.). Y hay en todas las respuestas concebibles, como en la médula misma de aquella solicitud demiúrgica, un elitismo pavoroso: la postulación de una nutrida aristocracia de la inteligencia (los profesores, los educadores), que se consagraría a esa delicada corrección del carácter -o, mejor, a cierto diseño industrial de la personalidad. Subyace ahí un concepto moral decimonónico, una ética de la ‘amputación’ y del ‘injerto’, un proceder estrictamente religioso, un trabajo de ‘prédica’ y de ‘inquisición’. Late ahí una mitificación expresa de la figura del Educador, que se erige en autoconciencia crítica de la Humanidad (conocedor y artífice del “tipo de sujeto” que esta necesita para ‘progresar’), invistiéndose de un genuino poder pastoral e incurriendo una y mil veces en aquella “indignidad de hablar por otro” a la que tanto se ha referido Deleuze (10). Y todo ello con un inconfundible aroma a filantropía, a obra humanitaria, redentora…

De la mano de esta concepción de la labor del “educador”, se filtra también en la práctica docente ‘reformista’ de la Democracia una modalidad subrepticia de autoritarismo: al colectivo estudiantil se le reclama una sumisión ‘inteligente’ al activismo de las metodologías-punta, que suele implicar una mayor colaboración con la Institución; en su posición irremediablemente subalterna, los alumnos deben “dejarse trabajar”, “dejarse modelar”, siempre por su propio ‘bien’ e incluso por el de la comunidad toda.

Aquí radica una diferencia reseñable entre la escuela de la Democracia y la de la Dictadura. Durante el Franquismo, los “educadores”, concentrando en su persona las prerrogativas de un Juez, un Padre, un Predicador y un Verdugo, y pudiendo administrar libremente la violencia física y la agresión simbólica, no sentían la necesidad de disimular su despotismo bajo un dispositivo pedagógico prediseñado, por lo que se entregaban a aquella recreación puntual del carácter estudiantil de manera directa e inmediata, sin subterfugios ni intercalaciones.

Bajo la Democracia, por el contrario, los profesores se sienten impelidos a desaparecer estratégicamente de la escena, a colocar entre ellos y el alumnado una suerte de artefacto pedagógico, una estructura didáctica y metodológica a la que, en rigor, incumbiría la mencionada tarea subjetivizadora. Y será esta estructura la que, inculcando “hábitos”, imponiendo disciplinas secretas, actuará sobre la conciencia de los estudiantes, moldeando insidiosamente la personalidad. El educador sostendrá la representación, reparará circunstancialmente el aparato y procurará convertir a los jóvenes en un resorte más del engranaje “formativo” -de ahí el interés en que las clases sean ‘participativas’, ‘biunívocas’, ‘dialogadas’,… En ocasiones, y dado el margen de autonomía que la legislación “democrática” confiere al enseñante, puede a este caberle el orgullo de haber ‘diseñado’ la tecnología educativa por su cuenta, de haber ‘engendrado’ el monstruo pedagógico… Este es el tipo de “profesor” que la Democracia anhela: un inventor de ‘métodos alternativos’, un forjador de ‘ambientes escolares’, y ya no un dictador detestable aferrado a la tediosa “clase magistral” de siempre. Se quiere un déspota (más o menos ‘ilustrado’); pero un déspota casi ausente, camuflado, impalpable, en cierto sentido silencioso.

Otro presupuesto de la pedagogía moderna estriba en el axioma de que “para educar es necesario encerrar”. Todas las propuestas reformistas parten de esta aceptación del Encierro; y luego estudian el modo de “amenizarlo”, de “amueblarlo” (procedimientos, didácticas, estrategias), siempre con la mirada puesta en el ‘bien’ del estudiante y en la ‘mejora’ de la sociedad… Sin embargo, la juventud también se auto-educa en la sociedad civil, fuera de los muros de la Institución, mediante la lectura no-dirigida, el aprovechamiento de los diversos canales de transmisión cultural independientes de la Escuela (entidades culturales, medios de comunicación, asociaciones,…), la relación informal con los adultos, los viajes, la asimilación de las experiencias laborales, etc. Hay, pues, al margen de la Escuela, un vasto campo de posibilidades de auto-formación, de auto-educación, difuso y complejo, que impregna casi todo el tejido de la vida cotidiana, de la interacción social; campo de posibilidades que está siendo explotado, de hecho, por la juventud, y probablemente más por la juventud no-escolarizada que por la escolarizada, más por los trabajadores que por los estudiantes (demasiado encastillados, estos últimos, en la mansión universitaria). A lo largo de nuestra vida, casi todos nosotros habremos tropezado, más de una vez, con algún exponente de esos jóvenes trabajadores “sin estudios” (desechados por el sistema escolar o desertores voluntarios del mismo) que nos ha sorprendido no obstante por la riqueza y consistencia de su bagaje cultural, por el modo en que se ha auto-educado y por su forma de entender el saber, tal y como quería Artaud, “a la manera de un instrumento para la acción, una especie de nuevo órgano, un segundo aliento” (11); exponente de una cierta juventud trabajadora que ha sabido llevar a la práctica la consigna de W. Benjamin: “liberar la tradición cultural del respectivo conformismo que, en cada fase de la historia, está a punto de subyugarla” (12).

Como ha comprobado Querrien, precisamente para fiscalizar (y neutralizar) los inquietantes procesos populares de “auto-educación” -en las familias, en las tabernas, en las fábricas, etc.-, los patronos y los gobernantes de los albores del Capitalismo tramaron el Gran Plan de un “confinamiento educativo” de la Juventud (13). No olvidemos que la enseñanza moderna, estatal, se generaliza a lo largo del siglo XIX a fin de conjurar un problema creciente de deterioro del orden público, en gran medida estimulado por la no-regularización administrativa de los procesos de transmisión cultural. Poco a poco, la escolarización, rigurosamente obligatoria, empieza a competir con éxito por la hegemonía como instrumento de la socialización de la Cultura, debilitando el influjo de las restantes instancias, pero no acabando literalmente con ellas. Quiero decir, con todo esto, que, como ha subrayado I. Illich, el “encierro” no es la condición fundamental de la Educación, no es una premisa insuprimible, aunque así los postule la ideología escolar. Y ha sido esa ideología profesional de los pedagogos y de los docentes, de acuerdo con los intereses del Estado, la que ha centrado todo el debate a propósito de la Educación en torno a la figura de la Escuela. Naturalizada, presa de lo que Lukács denominó el maleficio de la cosificación, la institución escolar se ha convertido finalmente en un fetiche, en un ídolo sin crepúsculo. Y la exigencia del confinamiento educativo aparece hoy como un dogma de toda pedagogía, reformista o no; como un “credo” al que se abrazan sin excepción los Estados, dictatoriales o democráticos.

Hay, sin embargo, una diferencia entre las estrategias desplegadas por la Democracia y por la Dictadura para ‘controlar’ los hipotéticos efectos de la transmisión cultural no-institucionalizada, el desenlace de los procesos no-escolares de aprendizaje y formación. El Franquismo optó por disecar el horizonte cultural, por constituir un panorama educativo raquítico y monocolor: Escuelas y Universidades, de un lado, estatales o para-estatales (privadas, confesionales); y entidades culturales ideológicamente afines de otro, con un desenvolvimiento y una producción supervisadas. Aunque, con el paso del tiempo, el régimen franquista limó sus aristas más duras y se flexibilizó efectivamente, siempre tendió a una calculada contención de la oferta cultural, a un encogimiento máximo de la esfera intelectual. La Democracia prefiere, por el contrario, también en este terreno, el éxtasis de la producción, la hipertrofia de la factoría cultural, convencida de que la lógica del Mercado, en el estadio actual de dominación de las conciencias, se bastará por sí misma para maniatar y casi ahogar los proyectos culturales opositores, las experiencias educativas anticapitalistas. Casi no requiere un verdadero trabajo de “policía cultural”, pues la precariedad económica de los colectivos resistentes, sus limitaciones materiales y sus escrúpulos ideológicos (cierta fobia a la ganancia, al beneficio, a la rentabilidad, en muchos casos) determina frecuentemente el fracaso de sus empresas, o los aboca a una presencia testimonial, dramáticamente anecdótica. En lugar de combatir y clausurar los dispositivos ‘contestatarios’ de transmisión cultural, la Democracia los deja estar, consciente de que su vuelo es corto y su incidencia social casi nula, pero procura siempre centrarlos de una forma o de otra sobre el modelo de la “Escuela”, institucionalizarlos, soldarlos al aparato del Estado, alejarlos de la informalidad y de la no-organización. Es propio de las estrategias democráticas favorecer la proliferación de las escuelas, se acojan al rótulo que se acojan. Incluso las Escuelas Libres son admitidas sin aspavientos, pues nada

se teme de ellas y en muy poco se distinguen de las escuelas estatales.

2-2) Microfísica del poder en las aulas

¿Cómo se define en lo empírico la Escuela de la Democracia (esa Escuela que la Democracia tiende a constituir, negación inconcluyente de la “escuela tradicional” vehiculada por el Franquismo)? ¿Qué microfísica del poder opera cada día en nuestras aulas? ¿Cuáles son, en síntesis, los rasgos identificativos, vertebradores, del Reformismo Pedagógico?

a) La aceptación -por convencimiento o bajo presión- de la obligatoriedad de la Enseñanza y, por tanto, el control más o menos escrupuloso de la asistencia de los alumnos a las clases. Las formulaciones reformistas aceptan este principio de mala gana, se diría que a regañadientes, y buscan el modo de ‘disimular’ dicho control, evitando el “pase de lista” tradicional, omitiendo circunstancialmente alguna falta, etc. Pero no se da nunca un rechazo absoluto, y explícito, del correspondiente requerimiento administrativo.

Para claudicar, aún de forma revoltosa, ante la exigencia del mencionado control, el profesorado ‘disidente’ cuenta con los argumentos de varias tradiciones de Pedagogía Crítica, que aconsejan circunscribir las iniciativas innovadoras, los afanes transformadores, al ámbito de la ‘autonomía real’ del profesor, al terreno de lo que puede efectivamente hacer sin violar las principales figuras legales de la Instituciónpor ejemplo, las pedagogías no-directivas inspiradas en la psicoterapia, con C.R. Rogers como exponente; y la llamada “pedagogía institucional”, que se nutre de las propuestas de M. Lobrot, F. Oury y A. Vásquez, entre otros (14). Recabando la comprensión y la complicidad de los alumnos en un lance tan enojoso, sintiéndose justificado por pedagogos muy radicales, y sin un celo excesivo, el educador progresista controla, de hecho, la asistencia. Ignorando la célebre máxima de Einstein (“la educación debe ser un regalo”), despliega sus “novedosos” y “beneficiosos” métodos ante un conjunto de interlocutores forzados, de ‘partícipes’ y ‘actores’ no-libres, casi unos prisioneros a tiempo parcial. Y, en fin, se solidariza implícitamente con el triple objetivo de esta “obligación de asistir”: dar a la Escuela una ventaja decisiva en su particular duelo con los restantes, y menos dominables, vehículos de transmisión cultural (erigirla en anti-calle); proporcionar a la actuación pedagógica sobre la conciencia estudiantil la duración y la continuidad necesarias para solidificar hábitus y, de este modo, cristalizar en verdaderas disposiciones caracteriológicas; hacer efectiva la primera “lección” de la educación administrada, que aboga por el sometimiento absoluto a los designios del Estado (inmiscuyéndose, como ha señalado Donzelot, en lo que cabría considerar esfera de la autonomía de las familias, el Estado no solo secuestra y confina cada día a los jóvenes, sino que fuerza también a los padres, bajo la amenaza de una intervención judicial, a consentir ese rapto e incluso a hacerlo viable). He aquí, desde un primer gesto, la doblez consustancial de todo progresismo educativo…

b) La negación (en su conjunto o en parte) del temario oficial y su sustitución por “otro”considerado ‘preferible’ bajo muy diversos argumentos -su carácter no-ideológico, su criticismo superior, su ‘actualización’ científica, su mejor adaptación al entorno geográfico y social del Centro, etc. El “nuevo” temario podrá ser elaborado por el profesor mismo, o por la asamblea de los educadores disconformes, o de modo ‘consensuado’ entre el docente y los alumnos, o por el ‘consejo autogestionario’, o, en el límite, solo por los estudiantes…, según el grado de atrevimiento de una u otra propuesta reformista. Debidamente justificada, esta programación sustitutoria suele obtener casi de trámite su aprobación por las autoridades educativas, pues, dada la decantación ideológica de los profesores (que en la mayoría de los casos no va más allá de un progresismo liberal o socialdemócrata), tiende a tomar como referencia el patrón ‘oficial’, y se limita a desplazar los acentos, añadir cuestiones complementarias, suprimir o aligerar otras, etc.

En el área de las humanidades, en particular, los temarios alternativos de nuestros días apenas sí se distinguen de los ‘oficiales’ por la mayor atención que prestan a los asuntos de crítica y denuncia social; por la apertura a temas eventualmente ‘de moda’, como el feminismo, el ecologismo, el pacifismo, el antirracismo, etc., y a problemáticas de índole regional, nacional o cultural; y por la ocasional asunción de aparatos conceptuales o bien pretendidamente “más críticos” -el materialismo histórico, de forma residual-, o bien presuntamente “más científicos” (jergas funcionalistas, o estructuralistas, o semiológicas,…).

Solo entre los profesores de orientación libertaria, los docentes formados en el marxismo y los educadores que -acaso por trabajar en zonas ‘problemáticas’ o socio-económicamente degradadas- manifiestan una extrema receptividad a los planteamientos concienciadores tipo Freire, cabe hallar excepciones, aisladas y reversibles, cada vez menos frecuentes, a la regla citada, con un desechamiento global de las prescriptivas curriculares de la Democracia y una elaboración detallada de auténticos temarios ‘alternativos’. Y en estos casos en que el currículum se remoza de arriba a abajo, surge habitualmente una dificultad en el seno mismo de la estrategia reformista. Si bien esos profesores aciertan en su crítica de los programas vigentes (efectivamente legitimatorios) (15), luego confeccionan unos temarios de reemplazo demasiado cerrados, casi de nuevo dogmáticos, que sirven de soporte a unas prácticas en las que el componente de ‘adoctrinamiento’ no puede ocultarse, entrando en contradicción con los propósitos declarados de formar hombres “críticos”, “moral e ideológicamente independientes”, etc. Reproducen así, de algún modo, la aporía que habitó entre los proyectos de sus viejos inspiradores pedagógicos (Ferrer Guardia y los pedagogos libertarios de Hambugo, valga el ejemplo, por un lado; Blonskij y Makarenko, por otro; y el propio Freire, con sus seguidores, casi insinuando una tercera vía) (16). Por último, y como han subrayado Illich y Reimer, registrándose acusadas diferencias al nivel de la pedagogía “explícita” (temarios, contenidos, mensajes,…) entre las propuestas ‘conservadoras’ y las ‘revolucionarias’, no ocurre lo mismo en el plano de la pedagogía “implícita”, donde se constata una sorprendente afinidad: las mismas sugerencias de heteronomía moral, una idéntica asignación de roles, semejante trabajo de normalización del carácter, etc. (17).

En definitiva, participe o no el alumnado en la tarea de “rectificación curricular”, y destaque o no esta por su envergadura, el revisionismo de los temarios nunca podrá considerarse un instrumento efectivo de la praxis transformadora, pues, sujeto a veces a afanes proselitistas y de adoctrinamiento (que constituyen, en sí mismos, la negación de la autonomía y de la creatividad estudiantiles), queda invariablemente preso en las redes de la “pedagogía implícita” -atenazado y reducido por esa fuerza etérea que, desde el trasfondo del momento verbal de la enseñanza, influye infinitamente más en la conciencia que todo discurso y toda voz.

c) La modernización de la “técnica de exposición” y la modificación de la “dinámica de las clases”. La Escuela de la Democracia procura explotar en profundidad las posibilidades didácticas de los nuevos medios audiovisuales, virtuales, etc., y está abierta a la incorporación ‘pedagógica’ de los avances tecnológicos coetáneos -una forma de contrarrestar el tan denostado “verbalismo” de la enseñanza tradicional. Proyecta sustituir, además, el rancio modelo de la “clase magistral” por otras dinámicas participativas que reclaman la implicación del estudiante: coloquios, representaciones, trabajos en grupo, exposiciones por parte de los alumnos, talleres,… Se trata, una vez más, de acabar con la típica pasividad del alumno -interlocutor mudo y sin deseo de escuchar-; ‘pasividad’ que, al igual que el fraude en los exámenes, ha constituido siempre una forma de resistencia estudiantil a la violencia y arbitrariedad de la Escuela, una tentativa de inmunización contra los efectos del incontenible discurso profesoral, un modo de no-colaborar con la Institución y de no ‘creer’ en ella…

Todo el énfasis se pone, entonces, en las mediaciones, en las estrategias, en el ambiente, en el constructivismo metodológico. Estas fueron las inquietudes de las Escuelas Nuevas, de las Escuelas Modernas, de las Escuelas Activas,… Hacia aquí apuntó el reformismo originario, asociado a los nombres de Dewey en los EEUU, de Montessori en Italia, de Decroly en Bélgica, de Ferrière en Francia,… De aquí partieron asimismo los “métodos Freinet”, con todos sus derivados. Y un eco de estos planteamientos se percibe aún en determinadas orientaciones “no-directivas” contemporáneas. Quizás palpite aquí, por ultimo, el corazón del reformismo cotidiano, ese reformismo de las Escuelas de la Democracia, de los Institutos de hoy, de los profesores renovadores, inquietos, contestatarios… Es lo que, en El Irresponsable, he llamado “la Ingeniería de los Métodos Alternativos”; labor de ‘diseño didáctico’ que, en sus formulaciones más radicales, suele hacer suyo el espíritu y el estilo inconformista de Freinet: una voluntad de denuncia social desde la Escuela, de educación desmitificadora para el pueblo, de crítica de la ideología burguesa, apoyada fundamentalmente en la renovación de los métodos (imprenta en el aula, periódico, correspondencia estudiantil, etc.) y en la negación incansable del sistema escolar establecido – “la sobrecarga de materias es un sabotaje a la educación”, “con cuarenta alumnos para un profesor no hay método que valga”, anotó, por ejemplo, Freinet.

Cabe detectar, me parece, una dificultad insalvable en el seno de estos planteamientos: el “cambio” en la dinámica de las clases deviene siempre como una imposición del profesor, un dictado de la Autoridad; y deja sospechosamente en la penumbra la cuestión de los fines que propende. ¿Nuevas herramientas para el mismo viejo trabajo sórdido? ¿Un instrumental perfeccionado para la misma inicua operación de siempre? Así lo consideraron Vogt y Mendel, para quienes la fastuosidad de los nuevos métodos escondía una aceptación implícita del sistema escolar y del sistema social general (18). No se le asigna a la Escuela otro cometido mediante la mera renovación de su arsenal metodológico: esto es evidente.

Por añadidura, aquella “imposición” del sistema didáctico alternativo por un hombre que declara perseguir en todo momento el ‘bien’ de sus alumnos, sugiere -desde el punto de vista del ‘currículum oculto’- la idea de una Dictadura Filantrópica (o Dictadura de un Sabio Bueno), de su posibilidad, y nos retrotrae al modelo histórico del Despotismo Ilustrado: “Todo para el pueblo, pero sin el pueblo”. Aquí: “Todo para los estudiantes, pero sin los estudiantes”. Como aconteció con la mencionada experiencia histórica, siendo insuficiente su Ilustración -poco sabe de la dimensión socio-política de la Escuela, de su funcionamiento clasista, que no se altera con la simple sustitución de los métodos; demasiado confía en la espontaneidad del estudiante (Ferrière), en los aportes de la ciencia psicológica (Piaget), en la magia de lo colectivo (Oury); nada quiere oír a propósito de la “pedagogía implícita”, de la hipervaloración de la figura del Educador que le es propia, etc.-, su Despotismo se revela, por el contrario, excesivo: es el Profesor el que, desde la sombra y casi en silencio, lleva las riendas del experimento, examinándolo y evaluándolo, y reservándose el derecho a ‘decretar’ (si es preciso) las correcciones oportunas…

Gracias al vanguardismo didáctico, la educación administrada se hace más soportable, más llevadera; y la Escuela puede desempeñar sus funciones seculares (reproducir la desigualdad social, ideologizar, sujetar el carácter) casi contando ya con la aquiescencia de los alumnos, con el agradecimiento de las víctimas. No es de extrañar, por tanto, que casi todas las propuestas didácticas y metodológicas de la tradición pedagógica ‘progresiva’ hayan sido paulatinamente incorporadas por la Enseñanza estatal; que las sucesivas remodelaciones del sistema educativo, promovidas por los gobiernos democráticos, sean tan receptivas a los principios de la Pedagogía Crítica; que, por su oposición a las estrategias ‘activas’, participativas, etc., sea el proceder inmovilista del “profesor tradicional” el que se perciba, desde la Administración, casi como un peligro, como una práctica disfuncional -que engendra aburrimiento, conflictos, escepticismo estudiantil, problemas de legitimación,… Tampoco llama la atención que buena parte de las experiencias de renovación didáctica y metodológica se lleven a cabo sin operar cambios importantes en la programación, como si se contentaran con “amenizar” la divulgación de las viejas verdades, con “optimizar” el rendimiento ideológico de la Institución (19).

d) La impugnación de los modelos ‘clásicos’ de examen (trascendentales, memorístico-repetitivos), que serán sustituidos por pruebas menos “dramáticas”, a través de las cuales se pretenderá calificar ‘actitudes’, ‘destrezas’, ‘capacidades’, etc.; y la promoción de la participación de los estudiantes en la definición del tipo de examen y en los sistemas mismos de calificación. Permitiendo la consulta de libros y apuntes en el trance del examen, o sustituyéndolo por ejercicios susceptibles de hacer en casa, por trabajos de síntesis o de investigación, por pequeños ‘controles’ periódicos, etc., los profesores reformistas desdramatizan el fundamento material de la evaluación, pero no lo derrocan. Así como no niegan la obligatoriedad de la Enseñanza, los educadores ‘progresistas’ de la Democracia admiten, con reservas o sin ellas, este imperativo de la evaluación. Normalmente, declaran calificar disposiciones, facultades (el ejercicio de la crítica, la asimilación de conceptos, la capacidad de análisis,…), y no la repetición memorística de unos contenidos expuestos. Pero, desdramatizado, bajo otro nombre, reorientado, el “examen” (o la prueba) está ahí; y la “calificación” -la evaluación– sigue funcionando como el eje de la pedagogía, explícita e implícita.

Por la subsistencia del “examen”, las prácticas reformistas se condenan a la esclerosis político-social: su reiterada pretensión de estimular el criticismo y la independencia de criterio choca frontalmente con la eficacia de la “evaluación” como factor de interiorización de la ideología dominante (ideología del fiscalizador competente, del operador ‘científico’ capacitado para juzgar objetivamente los resultados del aprendizaje, los progresos en la formación cultural; ideología de la desigualdad y de la jerarquía naturales entre unos estudiantes y otros, entre estos y el profesor; ideología de los dones personales o de los talentos; ideología de la competitividad, de la lucha por el éxito individual; ideología de la sumisión conveniente, de la violencia inevitable, de la normalidad del dolor -a pesar de la ansiedad que genera, de los trastornos psíquicos que puede acarrear, de su índole agresiva, etc., el “examen” se presenta como un mal trago socialmente indispensable, una especie de adversidad cotidiana e insoslayable-; ideología de la simetría de oportunidades, de la prueba unitaria y de la ausencia de privilegios; etc.). En efecto, componentes esenciales de la ideología del Sistema se condensan en el “examen”, que actúa también como corrector del carácter, como moldeador de la personalidad -habitúa, así, a la aceptación de lo establecido/insufrible, a la perseverancia torturante en la Norma. Por último, y tal y como demostraron Baudelot y Establet para el caso de Francia, el “examen”, con su función selectiva y segregadora, tiende a fijar a cada uno en su condición social de partida, reproduciendo de ese modo la dominación de clase (20). Elemento de la perpetuación de la desigualdad social (Bourdieu y Passeron) (21), destila además una suerte de “ideología profesional” (Althusser) que coadyuva a la legitimación de la Escuela y a la mitificación de la figura del Profesor… Toda esta secuencia ideo-psico-sociológica, tan comprometida en la salvaguarda de lo Existente, halla paradójicamente su aval en las prácticas evaluadoras de esa porción del profesorado que, ¿quién va a creerle?, dice simpatizar con la causa de la “mejora” o “transformación” de la sociedad…

Tratando, como siempre, de distanciarse del modelo del “profesor tradicional”, su enemigo declarado, los educadores reformistas pueden promover además la participación del alumnado en la ‘definición’ del tipo de examen (para que los estudiantes se impliquen decididamente en el diseño de la tecnología evaluadora a la que habrán de someterse) y, franqueando un umbral inquietante, en los sistemas mismos de calificación -nota consensuada, calificación por mutuo acuerdo entre el alumno y el profesor, evaluación por el colectivo de la clase, o, incluso, auto-calificación ‘razonada’… Este afán de involucrar al alumno en las tareas vergonzantes de la evaluación, y el caso extremo de la auto-calificación estudiantil, que encuentra su justificación entre los pedagogos fascinados por la psicología y la psicoterapia (22), persigue, a pesar de su formato progresista, la absoluta “claudicación” de los jóvenes ante la ideología del examen -y, por ende, del sistema escolar- y quisiera sancionar el éxito supremo de la Institución: que el alumno acepte la violencia simbólica y la arbitrariedad del examen; que interiorice como ‘normal’, como ‘deseable’, el juego de distinciones y de segregaciones que establece; y que sea capaz, llegado el caso, de suspenderse a sí mismo, ocultando de esta forma el despotismo intrínseco del acto evaluador. En lo que concierne a la Enseñanza, y gracias al progresismo benefactor de los reformadores pedagógicos, ya tendríamos al policía de sí mismo, ya viviríamos en el neofascismo.

Recurriendo a una expresión de López-Petit, Calvo Ortega ha hablado del “modelo del autobús” para referirse a las formas contemporáneas de vigilancia y control: en los autobuses antiguos, un ‘revisor’ se cercioraba de que todos los pasajeros hubieran pagado el importe del billete (uno vigilaba a todos); en los autobuses modernos, por la mediación de una máquina, cada pasajero ‘pica’ su billete sabiéndose observado por todos los demás (todos vigilan a uno). En lo que afecta a la Enseñanza, y gracias al invento de la “auto-evaluación”, en muchas aulas se ha dado ya un paso más: no es ‘uno’ el que controla a todos (el profesor calificando a los estudiantes); ni siquiera son ‘todos’ los que se encargan del control de cada uno (el colectivo de la clase evaluando, en asamblea o a través de cualquier otra fórmula, a cada uno de sus componentes); es ‘uno mismo’ el que se ‘auto-controla’, uno mismo el que se aprueba o suspende (auto-evaluación). En este autobús que probablemente llevará a una forma inédita de fascismo, aún cuando casualmente no haya nadie, aún cuando esté vacío, sin revisor y sin testigos, cada pasajero ‘picará’ religiosamente su billete (uno se vigilará a sí mismo). Convertir al estudiante en un policía de sí mismo: este es el objetivo que persigue la Escuela de la Democracia. Convertir a cada ciudadano en un policía de sí mismo: he aquí la meta hacia la que avanza la Democracia en su conjunto. Se trata, en ambos casos, de reducir al máximo el aparato visible de coacción y vigilancia; de camuflar y travestir a sus agentes; de delegar en el individuo mismo, en el ciudadano anónimo, y a fuerza de “responsabilidad”, “civismo” y “educación”, las tareas decisivas de la Vieja Represión.

e) El favorecimiento de la participación de los alumnos en la gestión de los Centros (a través de ‘representantes’ en los Claustros, Juntas, Consejos Escolares, etc.) y el fomento del “asambleísmo” y la “auto-organización” estudiantil a modo de lucha por la democratización de la Enseñanza. En el primero de estos puntos confluyen el reformismo administrativo de los gobiernos democráticos y el ‘alumnismo’ sentimental de los docentes progresistas, con una discrepancia relativa en torno al grado de aquella intervención estudiantil (número, mayor o menor, de alumnos en el Consejo Escolar, por ejemplo) y a las materias de su competencia (¿los problemas de orden disciplinario?, ¿los aspectos de la evaluación?, ¿la distribución del presupuesto?,…). Dejando a un lado esta discrepancia, docentes y legisladores suman sus esfuerzos para alcanzar un mismo y único fin: la integración del estudiante, a quien se concederá -como urdiéndole una trampa- una engañosa cuota de poder (23).

Dentro de la segunda línea reformadora, en principio radical, se sitúan las experiencias educativas no-estatales de inspiración anarquista -como “Paideia. Escuela Libre”- y las prácticas de pedagogía “antiautoritaria” (‘institucional’, ‘no-directiva’ o de fundamentación psicoanalítica) trasladadas circunstancialmente, de forma individual, a las aulas de la enseñanza pública. Se resuelven, en todos los casos, en un fomento del asambleísmo estudiantil y de la autogestión educativa, y en una renuncia expresa al poder profesoral. La Institución (estatal o para-estatal) se convierte, así, en una escuela de democracia; pero de “democracia viciada”, en mi opinión. Viciada, ante todo, porque, al igual que ocurría con la pirotecnia de los Métodos Alternativos, es el profesor el que impone la nueva dinámica, el que obliga al asambleísmo; y este gesto, en sí mismo paternalista, semejante -como vimos- al que instituyó el Despotismo Ilustrado, no deja de ser un gesto autoritario, de ambiguo valor educativo -contiene la idea de un Salvador, de un Liberador, de un Redentor, o, al menos, de un Cerebro que implanta lo que conviene a los estudiantes como reflejo de lo que convendría a la Humanidad. A los jóvenes no les queda más que “estar agradecidos”; y empezar a ejercer un poder que les ha sido ‘donado’, ‘regalado’. La sugerencia de que la “libertad” (entendida como democracia, como autogestión) se conquista, deviene como “el botín que cabe en suerte a los vencedores de una lucha” (Benjamin), está excluida de ese planteamiento. Por añadidura, parece como si al alumnado no se le otorgara el poder mismo, sino solo su usufructo; ya que la “cesión” tiene sus condiciones y hay, por encima de la esfera autogestionaria, una Autoridad que ha definido los límites y que vigila su desenvolvimiento (24). Como se apreciará, estas estrategias estallan en contradicciones insolubles, motivadas por la circunstancia de que en ellas el “profesor”, en lugar de autodestruirse, se magnifica: con la razón de su lado, todo lo reorganiza en beneficio de los alumnos y, de paso, para contribuir a la transformación de la sociedad. Se dibuja, así, un espejismo de democracia, un simulacro de cesión del poder. De hecho, el profesor sigue investido de toda la autoridad, aunque procure invisibilizarla; y la libertad de sus alumnos es una libertad contrita, maniatada, ajustada a unos moldes creados por él.

Esta concepción “estática” de la libertad -una vez instalados en el seno de la misma, los alumnos ya no pueden ‘recrearla’, reinventarla-, y de la libertad “circunscrita”, “limitada”, vigilada por un Hombre al que asiste la certidumbre absoluta de haber dado con la Ideología Justa, con la organización ‘ideal’, es, y no me importa decirlo, la concepción de la libertad del estalinismo, la negación de la libertad. Incluso en sus formulaciones más extremosas, la Escuela de la Democracia acaba definiéndose como una Escuela sin Democracia (25)…

****

Por el juego de todos estos deslizamientos puntuales, algo sustancial se está alterando en la Escuela bajo la Democracia: aquel dualismo nítido profesor-alumno tiende a difuminarse, adquiriendo progresivamente el aspecto de una asociación o de un enmarañamiento. Se produce, fundamentalmente, una “delegación” en el alumno de determinadas incumbencias tradicionales del profesor; un trasvase de funciones que convierte al estudiante en sujeto/objeto de la práctica pedagógica… Habiendo participado, de un modo u otro, en la Rectificación del temario, ahora habrá de ‘padecerlo’. Erigiéndose en el protagonista de las clases re-activadas, en adelante se ‘co-responsabilizará’ del fracaso inevitable de las mismas y del aburrimiento que volverá por sus fueros conforme el factor “rutina” erosione la capa de novedad de las dinámicas participativas. Involucrándose en los procesos evaluadores, no sabrá ya contra quién revolverse cuando sufra las consecuencias de la calificación discriminatoria y jerarquizadora. Aparentemente al mando de la nave escolar, ¿a quién echará las culpas de su naufragio? Y, si no naufraga, ¿de quién esperará un motín cuando descubra que lleva a un mal puerto? En pocas palabras: por la vía del Reformismo Pedagógico, la Democracia confiará al estudiante las tareas cardinales de su propia coerción. De aquí se sigue una invisibilización del educador como agente de la agresión escolar y un ocultamiento de los procedimientos de dominio que definen la lógica interna de la Institución.

3) INSISTENCIA (DISCURSO DETENIDO)

Cada día un poco más, la Escuela de la Democracia es, como diría Cortázar, una “Escuela de noche”. La parte ‘visible’ de su funcionamiento coercitivo aminora y aminora. Sostenía Arnheim que, en pintura como en música, la “buena” obra no se nota -apenas hiere nuestros sentidos. Me temo que éste es también el caso de la “buena” represión: no se ve, no se nota. Hay algo que está muriendo de paz en nuestras escuelas; algo que sabía de la resistencia, de la crítica. El “estudiante ejemplar” de nuestro tiempo es una figura del horror: se le ha implantado el corazón de un profesor y se da a sí mismo escuela todos los días. Horror dentro del horror, el de un autoritarismo intensificado que a duras penas sabremos percibir. Horror de un cotidiano trabajo de poda sobre la conciencia. “¡Dios mío, qué están haciendo con las cabezas de nuestros hijos!”, pudo todavía exclamar una madre alemana en las vísperas de Auschwitz. Yo llevo todas las mañanas a mi crío al colegio para que su cerebro sea maltratado y confundido por un hatajo de ‘educadores’, y ya casi no exclamo nada. ¿Qué puede el discurso contra la Escuela? ¿Qué pueden estas páginas contra la Democracia? ¿Y para qué escribir tanto, si todo lo que he querido decir a propósito de la Escuela de la Democracia cabe en un verso, en un solo verso, de Rimbaud:

Tiene una mano que es invisible, y que mata”.

NOTAS

(1) WILDE, O., “El crítico artista”, en Ensayos y artículos, Hyspamérica-Orbis, Barcelona, 1986, p.74.

(2) FERRER GUARDIA, F., La Escuela Moderna, Tusquets Editor, Barcelona, 1976, p.180.

(3) Por todo esto, cabe concluir que ADORNO formulaba su interpretación en los términos del “pensamiento escolarizado” -una forma de discurrir que reproduce las fábulas, las autojustificaciones, del ‘pedagogismo’ moderno. Esos son los modos de reflexión que no quiero hacer míos; ese es el código de legitimación de la Escuela al que no debiéramos atenernos…

(4) FOUCAULT, M., “Por qué hay que estudiar el poder: la cuestión del sujeto”, en Materiales de Sociología Crítica, La Piqueta, Madrid, 1980, pp.28-29.

(5) Manejo un concepto “amplio” de Reformismo Pedagógico; un concepto que aglutina tanto a las sucesivas ‘remodelaciones’ del sistema escolar inducidas por la Administración (reformismo en sentido estricto, constituyente de legalidad ), como a las estrategias particulares de ‘corrección’ de los procedimientos dominantes desplegadas, desde la fronteras de la legalidad, por el profesorado disidente. Por último, también incluyo bajo este rótulo los experimentos alternativos de enseñanza no-estatal que, a pesar de su definición anticapitalista, han sido admitidos (legalizados) por el propio Sistema -p. ej., las Escuelas Libres, tipo ‘Paideia’.

(6) Véase, al respecto, SUBIRATS, E., Contra la Razón destructiva, Tusquets, Barcelona, 1979, pp. 90-91.

(7) DERRIDA, J., La diseminación, Fundamentos, Madrid, 1975, pp. 12-15 y siguientes.

(8) GARCIA OLIVO, P., El Irresponsable, Las Siete Entidades, Sevilla, 2OOO.

(9) FOUCAULT, M., op. cit., p. 31.

(10) Véase, p. ej., “Los intelectuales y el poder. Entrevista de G. Deleuze a M. Foucault”, recogido en Materiales de Sociología…, op. cit., p. 80.

(11) ARTAUD, A., El teatro y su doble, Edhasa, Barcelona, 1973, pp. 44-45.

(12) BENJAMIN, W., Discursos Interrumpidos 1, Taurus, Madrid, 1973, p. 181.

(13) QUERRIEN, A., Trabajos elementales sobre la Escuela Primaria, La Piqueta, Madrid, 1979; y también DONZELOT, J., La policía de las familias, Pre-Textos, Valencia, 1979.

(14) C. R. ROGERS, partidario de una educación “centrada en el estudiante” y en la “libertad” del estudiante, introduce enseguida una matización: “El principio esencial quizá sea el siguiente: dentro de las limitaciones impuestas por las circunstancias, la autoridad, o impuestas por el educador por ser necesarias para su bienestar psicológico, se crea una atmósfera de permisividad, de libertad, de aceptación, de confianza en la responsabilidad del estudiante” (Psicoterapia centrada en el cliente, Paidós, Buenos Aires, 1972, p. 339). Como el “control de la asistencia” es una limitación impuesta por la autoridad, por la legislación, y como el ‘bienestar psíquico del profesor’ peligra ante las consecuencias de oponerse abiertamente a él (clase vacía o semi-vacía, represión administrativa, etc.), para ROGERS, tan “anti-autoritario”, sería preferible ‘aceptarlo’ a fin de no truncar la experiencia reformadora. También la llamada “pedagogía institucional”, que adelanta reformas tan espectaculares como el ‘silencio de los maestros’, la ‘devolución de la palabra a los estudiantes’ y la renuncia al poder por parte de los profesores, explicita inmediatamente que “el grupo es soberano solo en el campo de sus decisiones” (M. LOBROT, Pedagogía institucional, Humánitas, Buenos Aires, 1974, p. 292), quedando fuera de este ‘campo’ la postulación de la voluntariedad de la asistencia. Si bien el profesor delega todo su poder en el grupo, abdica en el órgano autogestionario -el “consejo de cooperativa” de Oury y Vásquez-, es solo ese “poder real”, ese “campo de su competencia”, el que pasa a los estudiantes, y ahí no está incluida la posibilidad de alterar la obligatoriedad sustancial de la asistencia.

(15) Propaganda más que “información”, enmascaramiento y distorsión de la realidad social, difusión de los mitos del Sistema, de la representación del mundo propia de la clase dominante, como han subrayado J.C. PASSERON y P. BOURDIEU, por un lado, y E. REIMER e IVAN ILLICH, por otro.

(16) FERRER GUARDIA legitima su enseñanza en función de dos ‘títulos’ sacralizados: el racionalismo y la ciencia. Por “racionalista”, por “científica”, su enseñanza es verdadera, transformadora, un elemento de Progreso. Busca, y no encuentra, libros racionalistas y científicos (p. ej., de Geografía); y tiene que encargar a sus afines la redacción de los mismos. En la medida en que su crítica socio-política del Capitalismo impregna el nuevo material bibliográfico, este pasa mecánicamente a considerarse ‘racionalista’ y ‘científico’ y, sirviendo de base a los programas, se convierte en objeto de aprendizaje por los alumnos. El compromiso ‘comunista’ de MAKARENKO es también absoluto, sin rastro de auto-criticismo, por lo que los “nuevos” programas se entregan sin descanso al comentario de dicha ideología. Incluso FREIRE diseña un proceso relativamente complejo (casi barroco) de “codificación del universo temático generador”, posterior “descodificación”, y “concientización final”, que, a poco que se arañe su roña retórica y formalizadora, viene a coincidir prácticamente con un trabajo de adoctrinamiento y movilización. Se reproduce, así, en los tres casos, aquella contradicción entre un discurso que habla de la necesidad de forjar sujetos ‘críticos’, ‘autónomos’, ‘creativos’, ‘enemigos de los dogmas’, por un lado, y, por otro, una práctica tendente a la homologación ideológica, a la asimilación pasiva de un cuerpo doctrinal dado, a la movilización en una línea concreta, prescrita de antemano…

(17) “Poco importa que el programa explícito se enfoque para enseñar fascismo o comunismo, liberalismo o socialismo, lectura o iniciación sexual, historia o retórica, pues el programa latente ‘enseña’ lo mismo en todas partes” (ILLICH, Y., Juicio a la Escuela, Humánitas, Buenos Aires, 1973, pp. l8-l9). “Las escuelas son fundamentalmente semejantes en todos los países, sean éstos fascistas, democráticos o socialistas” (ILLICH, Y., La sociedad desescolarizada, Barral, Barcelona, 1974, p. 99).

(18) VOGT, CH. Y MENDEL, G., El manifiesto de la educación, S.XXI, Madrid, 1975, pp. l78-l79.

(19) Este hecho, el desinterés de muchos “reformadores” metodológicos y didácticos por la trastocación del temario (y por el funcionamiento socio-político de la Institución), ha sido subrayado recurrentemente por los comentaristas de la llamada pedagogía progresiva.

(20) BAUDELOT, CH. Y ESTABLET, R., La escuela capitalista en Francia, S.XXI, Madrid, 1975.

(21) Como han demostrado estos autores, es una evidencia “empírica” que el examen selecciona a los hijos de la burguesía para los estudios que dan acceso a los puestos de dirección, a las profesiones socialmente más influyentes, a los escalafones superiores de la Administración, etc.; y tiende a condenar a los hijos de los trabajadores al “fracaso escolar”, a la rama subsidiaria de la “formación profesional”, a las “carreras para pobres”,… (BOURDIEU, P. Y PASSERON, J. C., La reproducción, Laia, Barcelona, 1977).

(22) “La auto-evaluación, la propia evaluación del aprendizaje, estimula al estudiante a sentirse más responsable; cuando el estudiante debe decidir los criterios que le resultan más importantes, los objetivos que se propone alcanzar, y cuando debe juzgar en qué medida lo ha logrado, no hay duda de que está haciendo un importante aprendizaje de la libertad; la vivencialidad de su aprendizaje en general aumenta y se hace más satisfactoria; el individuo se siente más libre y satisfecho” (PALACIOS, J., a propósito de los criterios de ROGERS, en La cuestión escolar, Laia, Barcelona, 1984, p. 240).

(23) Para esta engañosa participación de los estudiantes en el gobierno de los Centros se recurre a los procedimientos característicos del representantivismo liberal: “representantes” de clase y/o de curso elegidos por los estudiantes entre diversas candidaturas; “asamblea de representantes” que toma en consideración los asuntos capitales; “super-representante” que acude a las reuniones del Consejo Escolar, con un papel en el mismo rigurosamente delimitado. Se escamotea así la posibilidad misma de una democracia de base (o directa), con “delegados” ocasionales, movibles, sustituibles; un verdadero control de su actuación por el conjunto de los alumnos; y una capacidad concreta de intervención en la gestión de los Centros escolares acorde con el peso real del estudiantado en la Institución.

(24) En el caso de PAIDEIA, esa Autoridad otorgadora del poder, definidora de sus límites y vigilante de su ejercicio está constituida por “los adultos” -en sus términos. En el caso de las “pedagogías institucionales”, la Autoridad es el maestro, el profesor, que, como señala LOBROT, “está para responder a las demandas de los estudiantes, pero no responde necesariamente a toda demanda. Si lo hiciese, perdería a su vez la libertad y se convertiría en una máquina en manos de sus alumnos” (op. cit., p. 262). PAIDEIA está diseñada por los adultos, y quien quiere estudiar en esta “Escuela Libre” debe aceptar su modo de funcionamiento. La asamblea de los estudiantes no puede ‘corregir’ esa forma de operar, no puede ‘cambiar’ el rumbo de la Institución. A los alumnos se les ha dicho que así es la verdadera “democracia”, la verdadera “autogestión” educativa; no tienen más remedio que creérselo y desempeñar en ese contexto su papel. Ya han sido redimidos, ya han sido liberados del autoritarismo escolar por la sabiduría organizativa y la clarividencia ideológica de Los Adultos. El profesor institucional pone también un límite al órgano autogestionario por él concebido para la “formación democrática” y el “aprendizaje en libertad” de sus alumnos: la asamblea no puede demandar el restablecimiento de la dinámica no-institucional, no-autogestionaria. Es libre a la fuerza, autogestionaria lo quiera o no…

(25) ”Mandar para obedecer, obedecer para mandar”: según CORTÁZAR, ese era el lema de todo tipo concebible de Escuela. “Mandar para obedecer” (los estudiantes obedeciendo al profesor anti-autoritario al tomar el mando de la clase); y “obedecer para mandar” (el profesor subordinándose aparentemente a sus alumnos para gobernarlos también de esta forma). He aquí una manifestación más de aquella “hipocresía sustancial de todo reformismo” a la que tanto se ha referido Deleuze…

(De “El enigma de la docilidad”, primera edición en 2005)

Pedro García Olivo, Alto Juliana, Aldea Sesga, Rincón de Ademuz, Valencia, 19 de setiembre de 2020

TEORÍA DEL DEMOFASCISMO

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HACIA UN “NEOFASCISMO GLOBAL” FRAGUADO EN OCCIDENTE. LA SOCIEDAD POSDEMOCRÁTICA.

Globalización” como “occidentalización”

1)

La palabra…

Si, desde el punto de vista que he adoptado, la docilidad de la ciudadanía y la disolución de la Diferencia en inofensiva Diversidad constituyen los dos rasgos capitales de Occidente, conviene añadir enseguida que esos dos preocupantes caracteres se hallan hoy en proceso de globalización, ya que nuestra Cultura avanza decididamente hacia su hegemonía planetaria -Occidente se va a “universalizar”: esta es la verdad y el contenido principal del término globalización. “Globalización” es “occidentalización” (mundialización del Capitalismo liberal), o no es nada…

Globalización aparece, pues, como una nueva palabra para aludir a una realidad ya vieja, designada por otras palabras: la realidad de la occidentalización del Planeta, de la hegemonía universal del Capitalismo. Pero no es una palabra inocente, y su función consiste en tachar lo que “occidentalización” -o “imperialismo económico y cultural”- sugiere. Produce la impresión de un ‘convivencia en armonía’, de una ‘coexistencia pacífica y enriquecedora’, entre partes distintas situadas al mismo nivel de fortaleza. Global… Hablar de “occidentalización” supone, por el contrario, señalar una imposición, una generalización coactiva; y subrayar una pérdida, una reducción complementaria de lo no-occidental. Mientras la palabra globalización desiste de delatarnos, de acusarnos, el término “occidentalización” nos identifica como representantes de una cultura avasalladora, irrespetuosa con lo extraño, con lo diferente. Globalización alimenta aún la engañifa del diálogo intercultural, la mentira de una suma de civilizaciones; es, por utilizar una expresión antigua, un término “ideológico”…

2)

El negocio…

Pero aún más: “Occidentalización” no renta como “Globalización”… En tanto término ‘económico’, inversión lexicográfica, soporte de un negocio editorial, de unas ventas de libros que lo incluyen en sus títulos, de un encadenamiento de conferencias retribuidas, de congresos, debates, intervenciones televisivas, etc., “Globalización” se erige en un nuevo estímulo, una nueva ocasión para la revitalización de la factoría cultural -de la máquina universitaria. “Occidentalización”, “imperialismo”, etc., se habían gastado; hacía falta una nueva palabra para seguir produciendo, para continuar vendiendo, rentabilizando…

“Globalización” emerge, sin duda, como un fenómeno de moda cultural, de ambiente filosófico pasajero, como lo fueron el de la “crisis de la Razón”, el de la “muerte del Hombre” (o del Sujeto), el de la “Postmodernidad”, el del “Fin de casi todo” (Fin de la Historia, Final de la Ideología, Fin de la Educación, Final de lo Social, Fin del Tiempo, etc.). Grandes montajes económico-culturales con escasa aportación analítica y teórica detrás… Temas que polarizan la atención de los autores y de los lectores, de los creadores y del público, durante unos años, con un apoyo mediático considerable y con el propósito inconfesado de reanimar la producción y el mercado cultural, surtiendo a la vez títulos de justificación (de legitimación) al orden político-social vigente. Y esto es, quizás, lo más importante…

3)

El servilismo político-ideológico de la nueva literatura…

La literatura de la globalización está sirviendo para un rearme ideológico del Capitalismo; está proporcionando una nueva ‘legitimidad’ al orden económico-político dominante. Trabaja, pues, para la conservación de lo dado y para la obstrucción de los afanes de la crítica. Desde un enfoque antiguo, se diría que es una temática regresiva, reaccionaria… Expresiones como “Retos de la Globalización”, “Desafíos de la Globalización”, “Tareas de la Globalización”, etc., (títulos de ensayos, de ‘reflexiones’, que invaden las revistas, los Congresos, las portadas de los libros, las charlas televisivas, las conferencias universitarias,…) connotan, una vez más, la perspectiva reformista -cuando no inmovilista- de que, estando ya bajo el umbral de Lo Inevitable, Lo Intocable, Lo Incuestionable (la sociedad ‘globalizada’; es decir, la implantación universal del modelo burgués de sociedad), solo cabe, en lo sucesivo, aspirar a corregir excesos, afrontar desafíos, superar retos, emprender tareas reparadoras, enmendar errores concretos, subsanar pequeñas anomalías, matizar los perfiles de unos procesos de todas formas irreversibles, etc.

4)

Pensando en el “nuevo mundo globalizado”, Galbraith apuesta por un Capitalismo de rostro humano. Ese es el sistema por cuya universalización declama… A. Giddens, testimoniando la incorporación de la izquierda anglo-americana a esta retórica, aboga por unos gobiernos de “centro-izquierda” para la sociedad globalizada; unos gobiernos inspirados en el laborismo inglés, pero “más avanzados” -habla de “alentar una renovación social y económica”, de “prestar atención a las inquietudes ecologistas”, de “reformar el mercado laboral”, de “limar desigualdades”, de “resolver los problemas de las mujeres”, de “revisar los modelos dados de familia”, etc. “La desigualdad -nos dice- es disfuncional para la prosperidad económica en el mercado mundial. En conjunto, las sociedades más desiguales parecen menos prósperas (y menos sólidas) que las sociedades con menos desigualdades. ¿Por qué no lanzar una ofensiva concertada contra la pobreza dentro de una estrategia para incrementar la competitividad económica ‘global’?”. Resulta que, desde el nuevo punto de vista, la desigualdad y la pobreza ya han dejado de ser ‘males’ en sí mismas, lacras objetivas, y ahora aparecen solo como ‘pequeñas deficiencias’ que habría que subsanar en beneficio de la competitividad económica global, de la prosperidad del mercado global. Aquí se percibe cómo la literatura de la globalización parte de una aceptación implícita, y en ocasiones explícita, de lo establecido, y solo se abre -en los autores que aún se presentan como “de izquierdas”- a un timorato reformismo conservador. Subsiste, en la base de estos planteamientos, una fetichización del crecimiento económico, de la competitividad material, convertidos en bienes absolutos, nuevos dioses laicos, lógicas eternas e inmutables, fin de todos los fines… Todo ha de disponerse para que este novísimo motor de la historia funcione como debe funcionar…

Giddens suspira, significativamente, por lo que llama centro radical. “El centro-izquierda no excluye el radicalismo -nos cuenta-, de hecho persigue desarrollar la idea del centro radical (…). Quiero decir, con esto, que existen problemas políticos necesitados de soluciones radicales, pero para los que se puede recurrir a un amplio consenso interclasista”. La misma postura reaparece en John Gray, que también se incursiona por estas temáticas de los retos de la Globalización. En el nuevo contexto del mundo globalizado, de la actual “globalización del mercado de trabajo y de los mercados de capitales”, las prácticas socialdemócratas -apunta- se revelan tan inoperantes e inviables como las prácticas neoliberales puras. Se precisa, entonces, otra cosa, algo muy parecido al “centro-izquierda” (o “centro radical”) de Giddens: “Habrá que idear -explica- instituciones y políticas que moderen los riesgos a los que la gente se ve sometida, y que le hagan más fácil conciliar en sus vidas la necesidad de relaciones duraderas con los imperativos de la supervivencia económica. Habrá que hacer más equitativa la distribución de conocimientos especializados y de oportunidades”. Gray se inclina, de forma vaga y vaporosa, hacia un sutil intervencionismo del Estado, pero en sentido no-socialdemócrata; y hacia una humanización de las instituciones y de las prácticas liberales (“A menos que sean reformadas de manera que su funcionamiento sea más tolerable en términos humanos, las instituciones liberales de mercado sufrirán una merma de legitimidad política”, concluye). Su punto de partida coincide con el de Giddens, con el de Galbraith (y de Rorty, y de Taylor, y de Habermas, y de Walzer, y de Rawls, y de casi todos los autores hoy ‘en candelero’, las cabezas visibles del Pensamiento Único…): “No hay alternativa defendible a las instituciones del capitalismo liberal, aún cuando hayan de ser reformadas”.

El Capitalismo de Rostro Humano: he aquí la meta; he aquí la última, y acobardada, utopía. (Que el Capitalismo cambie mañana de rostro, ¿no constituye, aunque disminuida y casi indigna de su nombre, una “utopía”, la más miserable y desmadejada de las conocidas hasta hoy? ¿Dónde está el cirujano, dónde la técnica plástica? ¿Cómo soñar, después de haber vivido un día, abiertos los ojos, que el Capitalismo puede hermanarse de corazón al Humanismo? El Capitalismo será siempre lo que ha sido hasta ayer, lo que está siendo hoy mismo. ¡Terrible patraña, la de alegar que podemos hacerlo otro sin que deje de ser él mismo! Como ha señalado Emil M. Cioran, el liberalismo constituye una farsa sangrienta que inauguró su historia con una soberbia campaña de matanzas -el Terror francés- y que, desde entonces, siempre ha guardado una guillotina en su trastienda).

5)

En España, Adela Cortina, por ejemplo, propone también como una de “las grandes tareas de nuestro tiempo”, y ante el “imparable proceso de globalización”, una “transformación ética de la economía” (“economía social”), para “hacerla capaz de asumir sus responsabilidades” y a fin de que no quede “socialmente deslegitimada”… Darle rostro humano a la economía capitalista, en resumidas cuentas, para que no se nos torne ‘odiosa’ en su proceso de globalización… Como los autores anteriores, aboga por un “Estado limitado”, que no puede abandonar por completo a los individuos pero que tampoco ha de acabar con su esfera de autonomía, como ocurriera bajo el comunismo. Y, en la línea de Walzer, deposita su fe en “el potencial transformador de la sociedad civil” (organizaciones voluntarias, asociaciones, opinión pública, cultura social, nuevos movimientos ciudadanos, revitalización de las profesiones,…). En definitiva, ante los retos de la Globalización, un poco de trabajo para el Estado (“social”) y mucha confianza en lo que pueda dar de sí la “sociedad civil”; todo ello, por supuesto, dentro de las coordenadas de este Capitalismo que hay que humanizar, reformar, pero que ya no cabe rebasar…

A la sombra de Rawls y Habermas, J. de Lucas convierte los “Derechos Humanos” y “la fuerza del Mejor Argumento” (el argumento ‘más razonable’) en el tribunal competente para dirimir los conflictos entre las diferentes concepciones, tradiciones culturales y pretensiones valorativas que el “proceso de globalización” pondrá irremediablemente sobre la mesa. Los “Derechos Humanos” no son considerados, por este autor, como una mera realización occidental (algo que incluso el conservador Rorty ha tenido que admitir), sino como “el producto de la conciencia histórica de justicia y de las luchas sociales en pos de la libertad y de la igualdad” -una especie de conquista de la Humanidad, un valor universal, incondicional, eterno. Pensando en el correlato jurídico del Nuevo Mundo Globalizado, en los usos de justicia a los que deberá someterse la Humanidad toda, De Lucas ‘decreta’ que “todo lo que resulte incompatible con los Derechos Humanos habrá de renunciar a encontrar cobertura jurídica”. Y así resume su postura, ingenua, idealista y racionalizadora de la pretendida excelencia de Occidente: “Que el pluralismo sea en sí un valor no significa necesariamente que haya que poner en pie de igualdad todas y cada una de las distintas ideologías, tradiciones culturales y pretensiones valorativas, sobre todo cuando se trata de extraer pautas de conducta, deberes y derechos. La preferencia entre ellas (…) debe obedecer a lo que nos parece como más razonable después de argumentar (…). Hay que distinguir entre pretensiones que resultan razonablemente dignas de la protección y garantía que comporta su reconocimiento como derechos, y las que no se hacen acreedoras a ese instrumento”. Detrás de la “indiscutibilidad” de los Derechos Humanos y de la “fuerza del Mejor Argumento” se esconde sin duda Occidente (formación que encarna esos “derechos” y que presumiblemente “argumenta” mejor), con su complejo de superioridad, parte y juez, contendiente y árbitro, de los conflictos y discusiones interculturales en el mundo ‘globalizado’…

Pero, ¿qué es, en realidad, un “derecho humano”? El Islamismo político conceptúa el interés bancario, ya lo he anotado, como un flagrante atentado contra el “derecho humano” a obtener, en caso de necesidad, un préstamo sin recargo, un dinero a salvo de la usura. ¿Qué diría de eso Occidente, tan orgulloso del poder de sus bancos? Y, ante una controversia que involucra principios filosóficos, cuestiones de hondura, y ya no solo matices de opinión, ¿dónde está y donde no está el “mejor argumento”? Las tesis de J. de Lucas, que no constituyen más que una retranscripción de las de Habermas y Rawls, entre otros, basadas en apriorismos, peticiones de principio, valores genéricos, etc. -de hecho, se insertan en la tradición kantiana-, aparecen hoy como un mero artefacto metafísico para justificar y legitimar la occidentalización ético-jurídica del Planeta. No de otra forma cabe entender, como veremos, el “Derecho de Gentes” de Rawls o la “Sociedad Liberal de Grandes Dimensiones” de Taylor…

6)

Al repasar toda esta literatura de la Globalización, se tiene la impresión de que, ante la certeza del inminente exterminio de la diferencia cultural, los filósofos de Occidente han empezado ya a lavarse las manos, cuando no a justificar cínicamente lo injustificable. Sabedores de que se está produciendo un choque, una batalla cultural, no ignoran qué formación se hará con la victoria. Nada temen, pues. Pertenecen al bando que ha de triunfar; y eso les garantiza que sus propias realizaciones, sus libros, sus tesis, podrán asimismo ‘globalizarse’, imponerse planetariamente. Les irá bien…

Pero son “filósofos”, y no les está permitido mirar a otra parte. Algo deben decir, algo han de aconsejar (a los poderes políticos, al común de las gentes, a sus estudiantes). Arrancando de la tradición kantiana, y recalando en los trabajos recientes de Habermas, Apel, Rawls, etc., ya es posible justificar la mundialización de las ideas ‘occidentales’ de Justicia, Razón, Democracia,… Estos autores parten siempre de cláusulas supuestamente transculturales, de categorías pretendidamente universales, y las conclusiones que alcanzan en Occidente (las conclusiones a que ha llegado Occidente) las consideran perfectamente extensibles a todo el Planeta. Los “pragmáticos” tipo Rorty, anti-kantianos, alardeando de un sano empirismo, no pueden hablar el mismo lenguaje, y se revelan más relativistas, más contextualistas. Pero su celebrado pragmatismo les conduce a no hacer nada “por adelantado”: será lo que tenga que ser y, sobre la marcha, haremos lo que juzguemos oportuno…

“No podemos dejar de ser Occidentales y leales con los nuestros”, advierte Rorty. Y enseguida llegan los subterfugios: “No impondremos nada a las otras culturas, pero ‘propondremos’. Les diremos: esto nos ha ido bien a nosotros, mirad si a vosotros también os funciona (…). Creo que la retórica que nosotros los occidentales empleamos al intentar que toda otra comunidad se asemeje más a la nuestra se vería mejorada si nuestro etnocentrismo fuera más franco y nuestro supuesto universalismo menor. Sería preferible afirmar: he aquí lo que, en Occidente, consideramos resultado de abolir la esclavitud, de escolarizar a las mujeres, de separar la Iglesia y el Estado, etc. Y he aquí lo ocurrido tras empezar a tratar ciertas distinciones interpersonales como algo arbitrario y no como algo cargado de significado moral. Puede que, si intentáis darle este tratamiento a vuestros problemas, os gusten los resultados”. Subterfugio grosero, no cabe duda, pues Rorty sabe que nuestros criterios se van a implantar bajo coacción (en lugar de ser ‘libremente adoptados’); y porque raya en la infamia estimar que el Otro puede aproximarse de ese modo, sin temor, sereno y reflexivo, al “ejemplo” que le suministra Occidente, a la “propuesta” que le dejamos caer tan desinteresadamente, como si lo pusiéramos todo en sus manos. Rorty se olvida de la lógica económica de dependencia que deja a ese ‘otro’ a nuestra merced, del poder de los medios de comunicación occidentalizadores, de la fascinación de los modelos aristocráticos (hoy euro-americanos) subrayada hace años por G. Duby,… Se olvida del interés concretísimo de las llamadas “burguesías externas”, de la orientación de sus gobiernos (tan a menudo dirigidos por nuestras multinacionales),… Se olvida de la situación económica, se olvida de los procesos ideológicos, se olvida de la historia,… En realidad, no se olvida de nada: finge olvidarse, y quisiera que a sus lectores les flaqueara al respecto la memoria… “Desechar la retórica racionalista heredada de la Ilustración permitiría a Occidente aproximarse a las sociedades no-occidentales como si obrase con ‘una historia instructiva que relatar’, y no representando el papel de alguien que pretende estar empleando mejor una capacidad universal”, nos dice. ¿Una historia instructiva que relatar?

Rorty, en el fondo, pugna por dulcificar y llevar de la mejor manera, más elegantemente, la occidentalización de la Tierra. Apuesta por un acercamiento al Otro menos arrogante, pero con las mismas intenciones… No en balde es un filósofo conservador, feroz partidario de la “democracia representativa” -y nunca “participativa”: “En términos políticos, la idea de democracia participativa me parece un objetivo muy poco realista. Podríamos considerarnos afortunados si conseguimos generalizar la democracia representativa como realidad política”.

Esta postura de Rorty (el pragmatismo) nos demuestra que la crítica contemporánea de la metafísica, el antilogocentrismo ambiente, el anti-racionalismo, la negación del Proyecto Moderno y de los mitos de la Ilustración, etc., han sido también absorbidos, recuperados, por el pensamiento conservador -por una fracción ‘renovadora’ del mismo-, en la línea de lo que Foster y Jameson llamaron Postmodernismo de reacción.

Hay, pues, dos modos de legitimar la occidentalización del Planeta, una “idealista” y otra “pragmatista”. Así las ha definido el propio Rorty:

“Cuando las sociedades liberales de Occidente piden a las del resto del mundo que emprendan ciertas reformas, ¿lo hacen en nombre de algo que no es puramente occidental -en nombre de la moralidad, de la humanidad o la racionalidad? ¿O son simplemente expresiones de lealtad hacia ciertas concepciones locales, occidentales, de justicia? Habermas respondería afirmativamente a la primera pregunta. Yo diría que son expresiones de lealtad hacia cierta concepción occidental de justicia, y que no por ello son peores. Creo que deberíamos abstenernos de afirmar que el Occidente liberal es mejor conocedor de la racionalidad y de la justicia. Es preferible afirmar que, al instar a las sociedades no-liberales a emprender esas reformas, lo único que hacen las sociedades liberales de Occidente es ser fieles a sí mismas”.

Parece convincente este “relativismo” de Rorty, pero oculta lo fundamental: con la invitación (irritante eufemismo, pues deberíamos decir “forzamiento”) a las ‘reformas’ no hacemos solo un acto de fidelidad a nosotros mismos; sino que procuramos sentar las bases del dominio político-militar y de la explotación económica de las mencionadas sociedades por los países del Norte… Paralelamente, la apelación al “mejor argumento” y la noción de “razonabilidad” de Rawls “limitan la pertenencia a la Sociedad de las Gentes a aquellas sociedades cuyas instituciones incorporan la mayoría de las conquistas obtenidas por Occidente desde la Ilustración, tras dos siglos de esfuerzos” (R. Rorty).

Al final, Rorty comparte con Rawls, con Habermas, etc., el “complejo de superioridad de la cultura occidental”, y es también un apóstol de la occidentalización -solo que por vías más astutas, sutiles, casi insuperablemente pérfidas: “No niego que las sociedades no-occidentales hayan de adoptar costumbres occidentales contemporáneas, como abolir la esclavitud, practicar la tolerancia religiosa, escolarizar a las mujeres, permitir los matrimonios entre miembros de distintas razas, tolerar la homosexualidad y la objeción de conciencia ante la guerra, etc. Como alguien leal a Occidente, estoy convencido de que han de hacer todas esas cosas. Coincido con Rawls acerca de qué cosas han de contar como razonables, y qué tipo de sociedades hemos de aceptar, en cuanto occidentales, como miembros de una comunidad moral de carácter global”. Resulta que la “occidentalización jurídica y moral” de todo el globo se justifica como mera consecuencia de la lealtad a la propia comunidad -que es la más poderosa-; y que la llamada “comunidad moral de carácter global” se fundamenta en nuestra particular visión de la moralidad y de la justicia. No solo se globaliza la moral de Occidente, sino que se profundiza el potencial represivo de dicha disposición ética: abolir la esclavitud, pero para afianzar la nueva servidumbre del trabajo asalariado; practicar la tolerancia religiosa, pero asegurándose de que subsistan las iglesias, esas “hermanas de la sanguijuela” (por utilizar una expresión de Lautréamont); escolarizar a las mujeres, para moldear también, en el conformismo y en la indistinción, la subjetividad femenina; permitir los matrimonios entre distintas razas, de modo que el color de la piel no sea un obstáculo para ese “fin de la experiencia” (Lawrence) que la institución familiar garantiza; tolerar la homosexualidad, pero siempre señalándola con el dedo y con una mueca de asco en el rostro; permitir la objeción de conciencia, pero solo ante la guerra (¿por qué no ante la Escuela, por ejemplo?); etc.

La justicia como lealtad extensiva” (título de un trabajo de Rorty) quiere decir, para este autor, en definitiva, que ‘hoy’ es perfectamente “fiel” a Occidente -y se muestra convencido de la preferencia, de las ventajas comparativas de nuestras prácticas e instituciones-, y que ‘mañana’ podrá ser suficientemente “fiel” (leal) a la Comunidad Moral Global en la medida en que esta incorpore las conquistas ético-jurídicas de Occidente. Se trata de llegar al mismo destino de Rawls, Habermas y Apel, pero por trayectorias no-kantianas: de ahí la necesidad de un nuevo concepto, el de lealtad extensiva, a fin de evitar las ‘incondicionalidades’ de los alemanes y del inglés. Pero la meta es la misma: glorificar una Sociedad de las Gentes que coincide con la nuestra universalizada…

7)

El neo-pragmatismo norteamericano, que halla en Rorty uno de sus voceros más carismáticos y en Dewey un venerado inspirador, proclama abiertamente que “la democracia (representativa) tiene prioridad sobre la filosofía”: la reflexión ha de partir de la Democracia, sus exigencias, sus posibilidades, sus expectativas; y no de un ‘apriori’ filosófico, de un supuesto externo, ajeno a la misma. Se piensa para la Democracia… “Cuando una concepción filosófica ha querido fundamentar un proyecto político, las consecuencias se han demostrado nefastas”, pontifica Rorty. El pensador pragmatista lleva, como Dewey, como Rorty, una doble vida: una como filósofo y otra como comentarista político; carece de todo programa político, pues es “un experimentalista, atento a los cambios de la situación y dispuesto a avanzar nuevas propuestas, a acometer la nueva problemática intentando algo distinto, sin aferrarse a grandes principios ideológicos” (Rorty). Esta prioridad de la democracia y esta ausencia de grandes principios ideológicos, lleva a fundar la ‘bondad’ del régimen liberal ya no en algo exterior, como un criterio teorético o un concepto filosófico, sino exclusivamente en sus “ventajas comparativas” respecto a las restantes formas de organización política. “Los filósofos han ansiado desde siempre ‘comprender’ los conceptos, mientras que para un pragmatista sería preferible ‘transformarlos’ de manera que sirvan mejor a nuestros intereses comunes”, concluye Rorty.

Como se apreciará, el pragmatismo procede siempre desde la aceptación de la democracia (representativa) como un bien absoluto; para justificar esa alabanza se alude a “mejorías objetivas” frente a otras formas de organización, lo que de nuevo evidencia aquella autocomplacencia enfermiza de la sociedad capitalista. Considera que la filosofía debe estar al servicio de la generalización de la Democracia; y que no puede ir “por delante”, examinándola, reorientándola, cuestionándola de acuerdo a principios externos. Con ello, se invalida la filosofía como herramienta de la crítica político-social y de la transformación ético-jurídica. De un modo efectista, Rorty reprocha a los filósofos admitir sin excepciones alguna forma de autoridad, y no ser lo bastante parricidas (por subordinarse a la idea de Dios, de Progreso, de Razón,…); pero el pragmatismo tiene también su propio Dios, su propio forma de autoridad, su propio Padre: la Democracia Liberal. He aquí el tremendo conservadurismo de un autor y de una corriente supuestamente iconoclastas: derivan de la aceptación de lo existente y disponen todos sus argumentos en la línea de un reforzamiento y una generalización (universalización) de lo instituido en Occidente -esos “nuestros intereses comunes”. Frente a las filosofías europeas, el pragmatismo se propone como el pensamiento a globalizar por excelencia, pues su vínculo con la democracia liberal y el tipo de sociedad que esta protege es más transparente, más cristalino, más límpido… Constituirá la “apuesta americana” para la filosofía del Planeta…

Me he detenido en el neopragmatismo norteamericano porque, involucrado en todas las temáticas de la Globalización, aparece como una de las vías más francas de justificación de la occidentalización en curso. La tradición kantiana alemana se presenta como una segunda vía, muy transitada hoy. Como si miraran hacia otro lado, pero legitimando también el imperialismo político-cultural de Occidente, las literaturas de la sociedad civil y los posicionamientos ecléctico-moralizantes de los filósofos ex-contestatarios (ex-marxistas, ex-socialistas, ex-izquierdistas radicales,…) completan de algún modo el panorama contemporáneo de las narrativas centradas en la mítica de la globalización. Dejo para más adelante la referencia crítica a la “teoría de la sociedad civil” y a lo que se podría llamar “la deriva del pensamiento ex-contestatario”.

Hacia un “neofascismo” global: el destino de la Democracia occidental como destino de la Humanidad

8)

Me propongo volver la vista a la realidad histórico-social que toda esa literatura de la Globalización encubre y deniega: el estado y el futuro de la Democracia Liberal. Marcel Gauchet ha observado que, ciertamente, las democracias occidentales son aún muy jóvenes; y que, de alguna manera, ignoramos qué frutos nos regalarán en su madurez, desconocemos a dónde pueden llevarnos. ¿Hacia dónde apuntan las democracias? ¿Qué nos tienen reservado?

No es fácil responder a interrogantes tan intranquilizadoras; pues, como es sabido, en el pasado los regímenes liberales se mezclaron con el fascismo, lo prepararon y encumbraron… ¿Acabó ya esa relación? ¿Qué ocurre hoy? Hace poco, Günter Anders declaró que la democracia en Alemania era la mera tapadera de un auténtico fascismo; y la verdad es que, ante semejantes invectivas, no siempre se sabe qué responder. ¿Será cierto?

El estado actual de la Democracia es lastimoso. Se ha quedado sin oponente, pero se dice que también sin sustancia… El desapego de la ciudadanía ante su pretendida “fórmula de autogobierno” no admite ocultamiento: abstención electoral masiva, descrédito generalizado de los dirigentes y sus camarillas, marea alta del apoliticismo,… Impera un difuso desencanto político que en realidad es desafección a la democracia. Como he indicado más atrás, esta aceptación resignada -y, curiosamente, desengañada- del sistema demo-liberal puede interpretarse como simple docilidad de la población ante un régimen que se proclama ‘sin alternativa’. Todo cuanto la Democracia prometía (el gobierno del pueblo por el pueblo, la transparencia de la gestión pública, la libertad política,…) se ha venido abajo; y, sin embargo, es esta la fórmula que ha triunfado, enterradas las restantes modalidades de organización política. Su victoria sabe amarga, pues se ve empañada por el mencionado movimiento de deserción cívica -que la castiga con todos los signos del consentimiento apático y de la des-participación benevolente. “¿Quiere esto decir que la democracia no vivía en realidad más que de su discusión, y que, desprovista en adelante de adversarios, ha entrado en un torpor final en que apenas se tratará ya más que de la gestión reactiva, al día, de una historia sufrida?”, se pregunta Gauchet.

¿Torpor final? A mí me parece que es ahora cuando la Democracia está empezando a mostrar su verdadero rostro, a desvelarnos sus intenciones; y que solo ahora, dominante, hegemónica, incontestable, sin la posibilidad de legitimarse por contraste, comenzando a hartar incluso a sus aduladores, nos va a sorprender con el raquitismo de su organismo y la malevolencia de sus propósitos. Ya ha mostrado algo de su lado oscuro, como un jirón de su pequeña alma enferma: tiende a despolitizar a la población, ahuyentando a los ciudadanos de la política y dejando esa actividad en manos de reducidos círculos de hombres ambiciosos y corruptos, hombres mediocres cultivadores del cinismo.

9)

¿Con qué sueñan las democracias? ¿En qué quieren resolverse andando el tiempo? Procurar responder a estas preguntas es plantear la cuestión de la relación entre “fascismo” y “democracia”. ¿Cómo se define el fascismo desde esta arena de la democracia en que antaño levantara castillos? ¿Es su contrario ? ¿Es otra cosa ? ¿Es lo mismo?

La historia de las ideas ha contemplado tres formas de dilucidar estos interrogantes, tres teorizaciones del fascismo desde la perspectiva de la Democracia. La primera de ellas, nacida en medios historiográficos académicos, ha querido presentar el fascismo histórico (alemán, italiano) como una suerte de monstruo sin parangón, un horroroso fenómeno aislado que respondería a causas muy determinadas, específicas, propias de un tiempo y de unos países, de unos hombres y de unas mentalidades, que poco o nada tienen que ver ya con nosotros. El juego de las causas económicas (crisis, paro, carestía, ruina de la clase media, etc.), sociales (turbulencias, conflictos, amagos de revolución, temor de los poderosos,…), políticas (ascenso de determinadas nuevas formaciones, esclerosis y desprestigio de los partidos tradicionales y casi del sistema democrático en su conjunto…) e ideológicas (difusión de planteamientos racistas, nacionalistas, xenófobos, totalitarios, etc.) se bastaría para explicar un proceso local, casi como una planta endémica, que situaría a dos Estados en las antípodas mismas de la Democracia. Para estos historiadores, Mommsen entre ellos, el “fascismo” constituye la antítesis perfecta de la “democracia”; y su plasmación histórica, en el período de entreguerras, devino como desenlace de procesos y circunstancias ‘particulares’, resultado de una combinación difícilmente repetible de factores ‘concretos’. La Democracia, habiendo aprendido la lección, deberá permanecer siempre alerta, vigilante, para no verse de nuevo amenazada por organizaciones totalitarias que, aprovechando las coyunturas de crisis y de descontento social, difundirán sus abominables ideas y procurarán fortalecerse sectariamente…

Esta tesis, grata a los políticos y a los gobernantes, pues legitima la Democracia ‘por contraste’ (el monstruo habita fuera de ella; es su contrario absoluto) y tranquiliza de paso a las poblaciones -Auschwitz no se repetirá: hemos enterrado en sal su semilla-, no carece de dificultades internas y mantiene alguna cuestiones en la penumbra: aunque, una vez asentadas en el aparato del Estado, las formaciones fascistas minaron desde dentro el régimen liberal, su robustecimiento electoral y su ascenso político se produjeron en el respeto y en la observancia de las reglas del juego democráticas -legalización, comicios, alianzas,.. La ciudadanía quiso el fascismo y la democracia lo condujo hasta donde debía llegar: la cúpula del Estado…

Con variantes, esta interpretación liberal del fenómeno fascista ha terminado formando parte de la ideología oficial del Sistema; y es la que, durante mucho tiempo, se ha enseñado casi sin contestación en nuestras escuelas, la que se difundía privilegiadamente por los medios, etc. Solía verse aderezada con una sobrevaloración del papel de los líderes (Hitler, Mussolini, demonizados a conciencia) y un énfasis exagerado en la incidencia de las ideologías; y, habitualmente, des-responsabilizaba al conjunto de la población, a los ‘hombres corrientes’ que votaron y aplaudieron hasta el fin a esos partidos, que idolatraron a esos dirigentes, y que -como ha atestiguado recientemente Goldhagen- tampoco quisieron perderse siempre la ocasión de participar motu proprio en las torturas, en los asesinatos…

10)

La segunda interpretación surgió en los medios historiográficos y politológicos marxistas, en encendida polémica con las versiones liberales. Desde esta perspectiva, que halló en Nicos Poulantzas un sustentador de excepción, la democracia representativa y el fascismo deben conceptuarse como dos cartas (valga la metáfora) que la burguesía dominante, las oligarquías nacionales, los valedores sociales y económicos del Capitalismo, pueden poner encima de la mesa, una u otra, guardándose la sobrante debajo de la manga, en el momento en que les interese. En tiempos de bonanza económica y de paz social, la carta democrática sirve mejor a sus aspiraciones, atenuando el recurso al aparato de represión física y suscitando pocos ‘problemas de legitimación’. Pero en tiempos de acentuada conflictividad social, bajo la amenaza (real o imaginaria) de que se fragüe un proceso revolucionario anticapitalista, tiempos de crisis económica, de desórdenes, de descontento generalizado, de efervescencia de las ideologías contestatarias, etc., las burguesías hegemónicas, las clases dominantes que controlan e instrumentalizan el aparato del Estado, recurrirán, para salvaguardar sus posiciones de privilegio, a esa terrible carta (fascista) que esconden debajo de la manga, y alentarán, financiarán y sostendrán el “proceso de fascistización” encargado de restaurar el Orden e impedir que el sistema capitalista se lesione.

El fascismo no se percibiría ya, desde esta plataforma conceptual, como un horror enterrado para siempre en el pasado; sino como una opción para el Capital, una mera alternativa funcional a la Democracia, monstruo sustitutorio que muy fácilmente puede re-visitarnos, una baza a la que jamás renunciarán las burguesías dominantes… Según esta interpretación, sin duda menos tranquilizadora, el fascismo no constituye la antítesis de la democracia: aparece más bien como su hermano de sangre, su recambio ocasional. Dejando a un lado toda sensiblería ‘humanista’, lo peor que cabría decir del fascismo es que sirve a los mismos intereses que la democracia: allí donde el fascismo es malo, la democracia es perversa. Hijos los dos del sistema capitalista, sus historias correrán siempre de la mano, ocultándose uno detrás del otro, sucediéndose rítmicamente…

11)

La tercera interpretación ha surgido en medios filosóficos y literarios; y es la menos complaciente, la más inquietante de cuantas conocemos. Por presentarla brutalmente: sostiene que el fascismo, bajo “nueva planta”, es el destino de la Democracia, su verdad y su futuro, aquello hacia lo que apunta, el lugar al que nos lleva, su esencia desplazada y pospuesta. Yo me adhiero a esta versión…

La democracia representativa conduce a un fascismo de nuevo cuño; y, al globalizarse esta como fórmula de organización política en nuestros días, se mundializa también dicho “neofascismo” en tanto desenlace de la Humanidad. Paradójicamente, las raíces de esta lectura pueden encontrarse en Dialéctica de la Ilustración, de Adorno y Horkheimer, autores que no suscribirían el desarrollo dado a la perspectiva que con su obra arrojaron. La Teoría Francesa (Foucault, particularmente), con su apropiación de los posicionamientos de Nietzsche, constituye la segunda fuente. Desde estas dos tradiciones (Escuela de Frankfürt, Pensamiento Genealógico), se han ido aportando los materiales teóricos y conceptuales con que fundamentar el desenmascaramiento de la democracia representativa liberal como larva del “neofascismo”. Las dos corrientes, a pesar de sus discrepancias, de sus diferentes trayectorias intelectuales, han coincidido en la constatación de una circunstancia cuyo reconocimiento aún molesta al saber oficial: que los regímenes democráticos liberales de Occidente se amparan en la misma forma de racionalidad y recurren a los mismos procedimientos que los fascismos históricos y el estalinismo (véase, a este respecto, ¿Por qué hay que estudiar el poder? La cuestión del sujeto, opúsculo de Michel Foucault). Esta identidad de los aprioris conceptuales, de las categorías rectoras, de la matriz filosófica de los fascismos, el estalinismo y la democracia -tres modulaciones de una misma forma de racionalidad, tres excrecencias de la racionalidad política burguesa-, deriva del hecho de que nuestra Cultura se ha cerrado sobre su punto de anclaje en la Ilustración y ha desarrollado sus conceptos políticos en la obediencia a los dictados logocéntricos de la Ratio, en el sometimiento riguroso al Proyecto Moderno.

Establecida esta afinidad de fondo entre fascismo y democracia, nada excluía que aquel pudiera suceder a esta -o, mejor, superponerse-, sobre todo si se manejaba un concepto amplio, poco restrictivo, del mismo. A la elaboración de ese concepto amplio de fascismo, que admitiría una considerable diversificación en sus manifestaciones y legitimaría la idea de un “fascismo de nuevo cuño” -con un formato distinto al antiguo, pero una identificación en sus caracteres básicos generadores-, se ha aplicado, entre otros, E. Subirats. Para este autor, la ausencia de resistencia interna (ausencia de oposición estimable, de crítica, de contestación; es decir, ‘docilidad’ de la población) y el expansionismo exterior (beligerancia, afán de universalización) constituirían los dos rasgos capitales, definidores, del fascismo como fenómeno socio-político. Yo añadiría un tercero: la voluntad de exterminar la Diferencia (diferencia cultural, psicológica, político-económica,…). Estos tres rasgos emparentan a las experiencias alemana e italiana de fascismo -los llamados fascismos históricos– con los modelos de formación del espacio social (pautas de gobierno de las poblaciones, usos de gestión socio-política) que tienden a caracterizar a los regímenes demo-liberales. Cabría hablar, así, de un neofascismo superpuesto, en mayor o en menor grado, al aparato político de la democracia (elecciones, parlamento, partidos, etc.); un neofascismo de y en las democracias -fascismo democrático o demofascismo– no sé si venidero o instalado ya en nuestras sociedades…

12)

Creo que estamos en el umbral de esa nueva época, si no hemos entrado ya en ella. Y lo menos importante es la adecuación o inadecuación de la expresión que he elegido para designarla. Podría haber hablado de “despotismo democrático”; pero el término se me quedaba corto, al no aludir al expansionismo y a la represión de la Diferencia. Podría haber dicho “posdemocracia”; pero no quería dar la sensación de que me sumaba a una moda (la moda de los “post”: “post-moderno”, “post-industrial”, “post-historia”,…). Las diversas corrientes de pensamiento que han querido distanciarse del Proyecto Moderno, que procuran dar la espalda a la cadena de mitos que nos legó la Ilustración -cadena que tanto estiman las oligarquías del Planeta-, surten elementos, perspectivas, conceptos, para fundar y desarrollar esta idea de la posdemocracia o del demofascismo. Yo me he limitado a señalarla y a recolectar indicios de que no es una fantasía, de que tiene los pies en la tierra… Y me ha interesado esta problemática, podéis imaginarlo, porque estimo que ya ha empezado a sobrevenirnos la Escuela del neofascismo, signo y fragua de los nuevos tiempos… A golpes de reforma, ya está quedando medio embastada la Escuela posdemocrática

13)

He aludido a los rasgos que asimilan la “posdemocracia” al concepto amplio de fascismo, caracteres que comparte con las experiencias totalitarias de Alemania y de Italia. Ahora quisiera referirme a los aspectos que la distinguen y singularizan, casi oponiéndola al modelo de los fascismos históricos.

Se detecta, en primer lugar, una clamorosa falta de entusiasmo hacia el régimen liberal, antítesis del ‘calor de masas’ que acompañó a los fascismos antiguos. Esta falta de entusiasmo deviene, en parte, como una consecuencia de la despolitización de la sociedad a que ha abocado la práctica insulsa del liberalismo político (votar y esperar a ver qué pasa, esperar a votar porque no ha pasado nada). Frente a la re-politización de la ciudadanía que distinguió a las Alemana e Italia ‘fascistizadas’, tenemos hoy el apoliticismo creciente de los hombres y mujeres nominalmente demócratas, cada vez más decepcionados por una fórmula que les prometía nada menos que la autodeterminación política. Falta de entusiasmo: desilusión, desencanto, abulia,…

En segundo lugar, el demofascismo se caracteriza por la subrepción progresiva (invisibilización, ocultamiento) de todas las tecnologías de dominio, de todos los mecanismos coactivos, de todas las posiciones de poder y de autoridad. Tiende a reducir al máximo el aparato de represión física, y a confiar casi por completo en las estrategias psíquicas (simbólicas) de dominación. La dialéctica de la Fuerza debe ceder ante una dialéctica de la Simpatía… La represión posdemocrática resulta, francamente, muy buena como represión. Decía Arnheim que, en pintura como en música, “la buena obra no se nota” -apenas hiere nuestros sentidos. De este género es, me temo, la represión demo-fascista: buenísima, ya que no se nota, casi no se ve. Su ideal se define así: “convertir a cada hombre en un policía de sí mismo”. Y, en la medida en que deban subsistir figuras explícitas de la autoridad, posiciones empíricas de poder, estas habrán de dulcificarse, suavizarse, diluirse o esconderse: policías “amistosos”, carceleros “humanitarios”, profesores “casi ausentes”,… En los espacios en que deba perdurar una relación de subordinación, un reparto disimétrico de las cuotas de poder, se procurará que los dominados (las víctimas, los subalternos) tomen las riendas de su propio sojuzgamiento y ejerzan de “doblegadores de sí mismos”: los estudiantes que actuarán como autoprofesores, damnificados de sí, interviniendo en todo lo escolar, opinando sobre todo, dinamizando las clases, participando en el gobierno del Centro y, llegado el caso, auto-suspendiéndose orgullosamente, valga el ejemplo. Por esta vía, el “objeto” de la práctica institucional asumirá parte de las competencias clásicas del “sujeto”, una porción de las prerrogativas de este y también de sus obligaciones, convirtiéndose, casi, en sujeto-objeto de la práctica en cuestión. Los estudiantes haciendo de profesores; los presos ejerciendo de carceleros, de vigilantes de los otros reclusos; los obreros, como capataces, controlándose a sí mismos y a sus compañeros,… De aquí, de esta hibridación, de esta semi-inversión (seudo-inversión) de los papeles, se sigue una invisibilización de las relaciones de dominio, un ocultamiento de los dispositivos coactantes, una postergación estratégica del recurso a la fuerza…

No todos los estudiantes, los obreros, los presos, etc., caen en la trampa, por supuesto: Harcamone, el criminal honrado de Genet, que verdaderamente se había ganado la Prisión (asesinando niños), y no como aquellos otros que recalaban en “la mansión del dolor” (Wilde) por razones patéticas -víctimas de errores judiciales, ladronzuelos arrepentidos, delincuentes ocasionales y hasta involuntarios,…-, quiere un día regalarse el capricho de matar a un carcelero. Y no se equivoca de objeto: no elige a la sabandija de turno, al sádico prototípico, cruel e inhumano; sino a aquel jovencito idealista, lleno de buenas intenciones, que habla mucho con ellos, dice ‘comprenderlos’, les pasa cigarrillos, critica a los mandamases de la Prisión, y no se permite nunca la agresión gratuita. Harcamone se da el gusto de asesinar al carcelero a través del cual la institución penitenciaria enmascara su verdad, miente cínicamente y aspira incluso a “hacerse soportable”… Tampoco los pobres de Viridiana se dejaron engañar del todo por la cuasi-monja que los necesitaba para sentirse piadosa, generosa, virtuosa, y que no escatimaba ante ellos los gestos (indignos e indignantes) de una conmiseración imperdonable. Estuvieron a un paso de violarla o de asesinarla… La pobreza profunda es terrible (“Mi privación mata”, parece querer decirnos, después de cada asesinato, el Maldoror de Isidoro Ducase): con ella nadie puede jugar, sin riesgo, a ganarse el Cielo… Por desgracia, ya no quedan prácticamente asesinos con la honestidad y la lucidez de Harcamone, ni pobres con la entereza imprescindible para odiar de corazón a los “piadosos” que se les acercan carroñeramente… La posdemocracia desdibuja y difumina las relaciones de sometimiento y de explotación, ahorrándose el sobre-uso de la violencia física represiva que caracterizó a los antiguos fascismos…

14)

Y es que el demofascismo será, o es, un ordenamiento de hombres extremadamente civilizados -es decir, parafraseando y sacando de sus casillas a Norbert Elias, hombres que han interiorizado, en grado sumo, el aparato de autocoerción y se han habilitado de ese modo para soportarlo todo sin apenas experimentar emociones de disgusto o de rechazo; hombres sumamente manejables, incapaces ya de odiar lo que es digno de ser odiado y de amar de verdad lo que merece ser amado; hombres amortiguados a los que desagrada el conflicto, ineptos para la rebelión, que han borrado de su vocabulario no menos el “sí” que el “no” y se extinguen en un escepticismo paralizador, resuelto como conformismo y docilidad; hombres que no han sabido intuir los peligros de la sensatez y mueren sus vidas “en un sistema de capitulaciones: la retención, la abstención, el retroceso, no solo con respecto a este mundo sino a todos los mundos, una serenidad mineral, un gusto por la petrificación -tanto por miedo al placer como al dolor” (Cioran). Nuestra Civilización, nuestra Cultura, en su fase de decadencia (y, por tanto, de escepticismo/conformismo), ha proporcionado a la posdemocracia los hombres -moldeados durante siglos: “aquello que no sabrás nunca es el transcurso de tiempo que ha necesitado el hombre para elaborar al hombre”, advertía Gide- que esta requería para reducir el aparato represivo de Estado, hombres avezados en la nauseabunda técnica de vigilarse, de censurarse, de castigarse, de corregirse, según las expectativas de la Norma Social.

En aquellos países de Europa donde la Civilización por fin ha dado sus más ansiados frutos de urbanidad, virtud laica, buena educación,… (civilidad, en definitiva), el Policía de Sí Mismo posdemocrático es ya una realidad -ha tomado cuerpo, se ha encarnado. Recuerdo con horror aquellos nórdicos que, en la fantasmagórica ciudad del Círculo Polar llamada Alta, no cruzaban las calles hasta que el semáforo, apiadándose de su absurda espera (apenas pasaban coches en todo el día), les daba avergonzado la orden. Y que pagaban por todo, religiosamente, maquínicamente (por los periódicos, las bebidas, los artículos que, con su precio indicado, aparecían por aquí y por allá sin nadie a su cargo, sin mecanismos de bloqueo que los resguardaran del hurto), aun cuando tan sencillo era, yo lo comprobé, llevarse las cosas por las buenas… Para un hombre que ha robado tanto como yo, y que siempre ha considerado la desobediencia como la única moral, aquellas imágenes, estampas de pesadilla, auguraban ya la extinción del corazón humano -será solo un hueco lo que simulará latir bajo el pecho de los hombres demofascistas…

[De “El enigma de la docilidad”, 2005]

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Pedro García Olivo, Alto Juliana, Aldea Sesga, Rincón de Ademuz, Valencia

LOS HOMBRES “DÓCILES”: ASPIRANTES TAIMADOS A LA DIGNIDAD DE MONSTRUOS

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1)

Dado el conflicto, el disturbio, la insurgencia, los historiadores (y el resto de los científicos sociales) inmediatamente se disponen a investigar las “causas”, a polemizar sobre los motivos, a buscar explicaciones, a interpretar lo que se percibe como una alteración en el pulso regular de la Normalidad. Causas de los ‘furores’ campesinos medievales (Mousnier), causas de las ‘revoluciones burguesas’ del siglo XIX (Hobsbawn), causas de las ‘revoluciones de terciopelo’ de 1989 en el Este socialista,… Sin embargo, la ausencia de conflictos en condiciones particularmente lacerantes, que hubieran debido movilizar a la población; los extraños períodos de paz social en medio de la penuria o de la opresión; la misteriosa docilidad de una ciudadanía habitualmente explotada y sojuzgada, etc.; no provocan de igual modo el ‘entusiasmo’ de los analistas, la ‘fiebre’ de los estudios, la proliferación de los debates académicos en torno a sus causas, sus razones…

Se diría que la docilidad de la población en contextos histórico-sociales objetivamente explosivos, bajo parámetros de sufrimiento, injusticia y arbitrariedad a todas luces ‘insoportables’, es un fenómeno recurrente a lo largo de la historia de la humanidad y, en su paradoja, uno de los rasgos más llamativos de las sociedades democráticas contemporáneas. Aparece, a la vez, como un objeto de análisis tercamente excluido por nuestras disciplinas científicas, una empresa de investigación que nuestros doctores parecen tener ‘contraindicada’. ¿Por qué?

2)

Wilhem Reich, en Psicología de masas del fascismo, llamó la atención sobre este hecho: lo extraño, lo misterioso, lo enigmático, no es que los individuos se subleven cuando hay razones para ello (una situación de explotación material que se torna insufrible en la coyuntura de una crisis económica, de la intensificación de la opresión política y de la brutalidad represiva, del germinar de nuevas ideas contestatarias,…), sino que no se rebelen cuando tienen todos los motivos del mundo para hacerlo. Esta era la “pregunta inversa” de Wilhem Reich: ¿Por qué las gentes se hunden en el conformismo, en el asentimiento, en la docilidad, cuando tantos indicadores económicos, sociales, políticos, ideológicos, etc., invitan a la movilización y a la lucha?

Trasplantando su pregunta a nuestro tiempo, grávido de peligros y amenazas de todo tipo (ecológicas, socio-económicas, demográficas, político-militares, etc.), con tantos hombres y mujeres viviendo en situaciones límite -no solo “sin futuro”, sino también “sin presente”- y con un reconocimiento generalizado de la base de injusticia, arbitrariedad, servidumbre y coacción sobre la que descansa nuestra sociedad, podríamos plantearnos lo siguiente: ¿Cómo se nos ha convertido en hombres tan increíblemente dóciles? ¿Qué nos ha conducido hasta esta enigmática docilidad, una docilidad casi absoluta, incomprensible, solo comparable -en su iniquidad- a la de algunos animales domésticos y, lo que es peor, a la de los “funcionarios”?

3)

Isaac Babel, corresponsal de guerra soviético, cronista de la campaña polaca desplegada por el Ejército Rojo en torno a 1920, contempla atónito las matanzas gratuitas llevadas a cabo en nombre de la Revolución. Cuarenta soldados polacos han sido detenidos. Los reclutas cosacos preguntan a Apanassenko, su general, qué hacen con los prisioneros, si pueden disparar contra ellos de una vez. Apanassenko, educado en el internacionalismo proletario y en la universalización de la Revolución, responde: “No malgastéis los cartuchos, matad con arma blanca; degollad a la enfermera, degollad a los polacos”. Babel se estremece y mira hacia otro lado. Esa noche escribirá en su diario algo que no será ajeno a su posterior encarcelación y a su fusilamiento acusado de actividades antisoviéticas: “La forma en que llevamos la libertad es horrible”. Días después se repite la escena, pero ya sin necesidad de que los soldados cosacos pierdan el tiempo preguntando qué deben hacer a su general: degüellan a una veintena de polacos, mujeres y niños entre ellos, y les roban sus escasas pertenencias. A cierta distancia, Apanassenko, que se ha ahorrado la orden, los premia con un gesto de aprobación y de reconocimiento. Babel mira a los cosacos, sonrientes después de la matanza; los mira como se mira algo extraño, indescifrable, algo misterioso en su horror, algo terrible y, sobre todo, enigmático: “¿Qué hay detrás de sus rostros; qué enigma de la banalidad, de la insignificancia, de la docilidad?”, anota, al caer la tarde, en su Diario de 1920.

Yo me pregunto lo mismo, me interrogo por este “enigma de la docilidad” que nos aboca, todos los días, a la infamia de una obediencia insensata y culpable. He mirado a mis ex-compañeros de trabajo, profesores, cosacos de la educación, como se mira algo extraño, indescifrable, algo misterioso en su horror (horror, por ejemplo, de haber suspendido al noventa por ciento de la clase; de haber firmado un acta de evaluación, con todo lo que eso significa: ¿cómo se puede firmar un acta de evaluación, aunque nos lo pida el Apanassenko de turno –“matad con arma blanca”?). Ante las pequeñas ‘unidades’ de profesores, avezadas en ese degüelle simbólico del “examen”, me he preguntado siempre lo mismo: “¿Qué hay detrás de sus rostros; qué enigma de la banalidad, de la insignificancia, de la docilidad?”. Docilidad también del resto de los funcionarios, de tantísimos estudiantes, de los trabajadores, de los pobres…

4)

Recientemente, Daniel J. Goldhagen, en Los verdugos voluntarios de Hitler. Los alemanes corrientes y el Holocausto, ha subrayado, de un modo intempestivo, la culpabilidad de la sociedad alemana en su conjunto ante la persecución y el exterminio de los judíos; ha remarcado la participación de los alemanes ‘corrientes’, afables padres de familia y buenos vecinos por lo demás, gentes completamente normales (como reza el título de un libro de Christopher R. Browning, que constata también la cooperación -de manera voluntaria, desprendida, ‘generosa’- de muchísimos alemanes “del montón” en la empresa nacional del Holocausto), en todo lo que desbrozó el camino a Auschwitz. Estos alemanes corrientes, lo mismo que los cosacos de Apanassenko, torturaron y mataron a sangre fría, sin que nadie los obligara a ello, sin necesitar ya el empujoncito de una orden, deliberadamente, en un gesto supremo, y horroroso, de docilidad -seguían, sin más, la moda de los tiempos, se dejaban llevar por las opiniones dominantes, calcaban los comportamientos en boga, se apegaban blandamente a lo establecido… No es ya, como solía decirse para disculpar su aquiescencia, que ‘cerraran los ojos’ o ‘miraran hacia otra parte’ -eso lo hizo, mientras pudo, Babel-: abrían los ojos de par en par, miraban fijamente a los judíos que tenían delante, y los asesinaban.

Es un hecho ya demostrado, por Goldhagen, Browning y otros, que estos homicidas no simpatizaban necesariamente con la ideología nazi, no eran siempre funcionarios del Estado (policías, militares,…), no cumplían órdenes, no alegaban ‘obediencia debida’: eran alemanes corrientes, de todos los oficios, todas las edades y todas las categorías sociales, hombres de lo más normal, tan corrientes y normales como nosotros; gentes, eso sí, que tenían un rasgo en común, un rasgo que muchos de nosotros compartimos con ellos, que nos hermana a ellos en el consentimiento del horror e incluso en la cooperación con el horror: eran personas dóciles, misteriosa y espantosamente dóciles. Toda docilidad es potencialmente homicida…

Aquellos jóvenes que, en un movimiento incauto de su obediencia, se dejaron reclutar y no se negaron a realizar el Servicio Militar, cuando la “objeción” estaba a su alcance, sabían, ya que no cabe presuponerles un idiotismo absoluto, que, al dar ese paso, al erigirse en “soldados”, en razón de su docilidad, podían verse en situación de disparar a matar (en cualquier ‘misión de paz’, por ejemplo), podían matar de hecho, convertirse en asesinos, qué importa si con la aprobación y el aplauso de un Estado. La docilidad mata con la conciencia tranquila y el beneplácito de las Instituciones. Goldhagen lo ha atestiguado para el caso del genocidio… En general, puede concluirse, parafraseando a Cioran, que la docilidad hace de los hombres unos “aspirantes taimados a la dignidad de monstruos”.

5)

Sostengo que este enigmático género de docilidad es un atributo muy extendido entre los hombres de las sociedades democráticas contemporáneas -nuestras sociedades. En la forja, y reproducción, de esa docilidad interviene, por supuesto, la Escuela, al lado de las restantes instituciones de la sociedad civil, de todos los aparatos del Estado. Me parece, además, que esa docilidad potencialmente asesina y capaz de convertirnos en monstruos, se ha extendido ya por casi todas las capas sociales, de arriba a abajo, y caracteriza tanto a los opresores como a los oprimidos, tanto a los poseedores como a los desposeídos. No resultando inaudita entre los primeros (empleados del Estado, propietarios, hombres de las empresas,…; gentes -como es sabido- con madera de monstruos), se me antoja inexplicable, sobrecogedora, entre los segundos: docilidad de los trabajadores, docilidad de los estudiantes, docilidad de los pobres,…

Trabajadores, estudiantes y pobres que se identifican, excepciones aparte, con la misma figura, apuntada por Nietzsche: la figura de la víctima culpable. “Víctimas” por la posición subalterna que ocupan en el orden social -posición dominada, a expensas de una u otra modalidad del poder, siempre en la explotación o en la dependencia económica. Pero también “culpables”: culpables por actuar como actúan, justamente en virtud de su docilidad, de su aquiescencia, de su conformidad con lo dado, de su escasa resistencia. Culpables por las consecuencias objetivas de su docilidad…

Docilidad de nuestros trabajadores, encuadrados en sindicatos que reflejan y refuerzan su sometimiento. Desde los extramuros del Empleo, las voces de esos hombres que huyen del salario han expresado, polémicamente, la imposibilidad de simpatizar con el obrero-tipo de nuestro tiempo: “Es más digno ‘pedir’ que ‘trabajar’; pero es más edificante ‘robar’ que ‘pedir’”, anotó un célebre ex-delincuente…

Docilidad de nuestros estudiantes, cada vez más dispuestos a dejarse atrapar en el modelo del “autoprofesor”, del alumno participativo, activo, que lleva las riendas de la clase, que interviene en la confección de los temarios y en la gestión ‘democrática’ de los Centros, que tienta incluso la autocalificación; joven sumiso ante la nueva lógica de la Educación reformada, tendente a arrinconar la figura anacrónica del profesor autoritario clásico y a erigir al alumnado en sujeto-objeto de la práctica pedagógica. Estudiantes capaces de reclamar, como corroboran algunas encuestas, un robustecimiento de la disciplina escolar, una fortificación del Orden en las aulas…

Docilidad de unos pobres que se limitan hoy a solicitar la compasión de los privilegiados como privilegio de la compasión, y en cuyo comportamiento social no habita ya el menor peligro. Indigentes que nos ofrecen el lastimoso espectáculo de una agonía amable, sin cuestionamiento del orden social general; y que se mueren poco a poco -o no tan poco a poco-, delante de nuestros ojos, sin acusarnos ni agredirnos, aferrados a la raquítica esperanza de que alguien les dulcifique sus próximos cuartos de hora…

6)

De todos modos, se diría que no es sangre lo que corre por las venas de la docilidad del hombre contemporáneo. Se trata, en efecto, de una docilidad enclenque, enfermiza, que no supone afirmación de la bondad de lo dado, que no se nutre de un vigoroso convencimiento, de un asentimiento consciente, de una creencia abigarrada en las virtudes del Sistema; una docilidad que no implica defensa decidida del estado de las cosas. Nos hallamos, más bien, ante una aceptación desapasionada, casi una entrega, una suspensión del juicio, una obediencia mecánica olvidada de las razones para obedecer. El hombre dócil de nuestra época es prácticamente incapaz de “afirmar” o de “negar” (Dante lo ubicaría en la antesala del Infierno, al lado de aquellos que, no pudiendo ser fieles a Dios, tampoco quisieron ser sus enemigos; aquellos que no tuvieron la dicha de ‘creer’ de corazón ni el coraje de ‘descreer’ valerosamente, tan ineptos para la Plegaria como para la Blasfemia); acata la Norma sin hacerse preguntas sobre su origen o finalidad, y ni ensalza ni denigra la Democracia. Es un ser inerte, al que casi no ha sido necesario “adoctrinar” -su sometimiento es de orden animal, sin conciencia, sin ideas, sin militancia en el frente de la Conservación.

Los cosacos dóciles de Babel no ejecutaban a los polacos movidos por una determinación ideológica, una convicción política, un sistema de creencias (jamás hablaban del “comunismo”; era notorio que nunca pensaban en él, que en absoluto influía sobre su comportamiento); sino solo porque en alguna ocasión se lo habían mandado, por un espeluznante instinto de obediencia, por el encasquillamiento de un acto consentido y hasta aplaudido por la Autoridad. Goldhagen ha demostrado que muchos alemanes ‘corrientes’ participaron en el genocidio (destruyeron, torturaron, mataron) sin compartir el credo nacional-socialista, sin creer en las fábulas hitlerianas; simplemente, se sumergían en una línea de conducta lo mismo que nosotros nos sumergimos en la moda…

7)

Ningún colectivo como el de los funcionarios para ejemplificar esta suerte de docilidad sin convencimiento, docilidad exánime, animal, diría que meramente alimenticia: escudándose en su sentido del deber, en la obediencia debida o en la ética profesional, estos hombres, a lo largo de la historia reciente, han mentido, secuestrado, torturado, asesinado,… Se ha hablado, a este respecto, de una funcionarización de la violencia, de una funcionarización de la ignominia… Significativamente, estos profesionales que no retroceden ante la abyección, capaces de todo crimen, rara vez aparecen como fanáticos de una determinada ideología oficial, creyentes irretractables en la filantropía de su oficio o adoradores encendidos del Estado… Son, solo, hombres que obedecen… Yo he podido comprobarlo en el dominio de la Educación: se siguen las normas “porque sí”; se acepta la Institución sin pensarla (sin leer, valga el ejemplo, las críticas que ha merecido casi desde su nacimiento); se abraza el profesor al “sentido común docente” sin desconfiar de sus apriorismos, de sus callados presupuestos ideológicos; y, en general, se actúa del mismo modo que el resto de los ‘compañeros’, evitando desmarques y desencuentros.

Esta “docilidad de los funcionarios” se asemeja llamativamente a la de nuestros perros: el Estado los mantiene ‘bien’ (comida, bebida, tiempo de suelta,…) y ellos, en pago, obedecen. Igual que nuestro perro condiciona su fidelidad al trato que recibe y probablemente no nos considera el mejor amo del mundo, el funcionario no necesita creer que su Institución, el Estado y el Sistema participan de una incolumidad destellante: mientras se le dé buena vida, obedecerá ladino… Y encontramos, por doquier, funcionarios escépticos, antiautoritarios, críticos del Estado, anticapitalistas, anarquistas,…, obedeciendo todos los días a su Enemigo solo porque este les proporciona rancho y techo, limpia su rincón, los saca a pasear… Me parece que la docilidad de nuestros días, en general, y ya no solo la docilidad funcionaria, acusa esta índole perruna

8)

Desde el campo de la sicología -sicología social, sicología de la paz, sicología clínica,…- se han aportado algunos conceptos, elusivos y tambaleantes, con la intención de esclarecer este “enigma de la docilidad”, abordado como enigma de la parálisis (no-reacción, ausencia de respuesta, ante el peligro, la amenaza o incluso la agresión). Partiendo de las tesis de Norbert Elias, que interpreta la civilización de los individuos como formación y desarrollo gradual de un aparato de auto-coerción (un aparato de auto-represión que lleva a los sujetos a no exteriorizar sus emociones, a no desatar sus instintos, a no manifestar su singularidad, a sacrificar su espontaneidad y casi a desistir de expresarse), Hans Peter Dreitzel ha defendido la idea de que “en los países industriales los individuos se encuentran doblemente ‘paralizados’ como consecuencia de la fuerza del aparato de auto-coerción y de la extremada complejidad de las cadenas de acción”. El “hombre civilizado”, vale decir el “hombre de Occidente”, es, desde esta perspectiva, un ser que se auto-reprime incesantemente, de modo que en él, y por ese hábito de la autoconstricción, de la autovigilancia, “la energía para huir o para oponerse está paralizada”(P. Goodman). Esta “parálisis”, esta “falta de energía para huir o para oponerse”, se resuelve al fin en aquella docilidad estulta y casi suicida de los hombres de las sociedades democráticas contemporáneas. En Retrato del hombre civilizado, Emil M. Cioran abundó, por cierto, en esa visión de la Civilización como degeneración, como retroceso, como alejamiento de la base natural, biológica, del ser humano -olvido de nuestra espontaneidad y de nuestra animalidad.

Para Dreitzel, como para Goodman o para Cioran, habría algo terrífico en el “proceso de civilización”; algo siniestro y no-dicho que acudiría justamente por el lado de aquel aparato de autocoerción, por el lado de la parálisis que origina y de la docilidad a que aboca; algo que nos erigiría, como he anotado, en aprendices desapercibidos de monstruos; algo, en fin, que echó a andar en Auschwitz y que aún no se ha detenido -un horror que nos persigue desde el futuro. En palabras de Dreitzel: “Hasta ahora solo se han tomado en consideración las, aún así dudosas, ganancias humanitarias del proceso de civilización; y no sus pavorosos ‘costes humanos’ (…). En este país, Alemania, la cuestión se plantea con toda brutalidad: ¿Es Auschwitz un retroceso momentáneo en el proceso de civilización, o no será más bien la cara oscura del nivel de civilización ya alcanzado? ¿Cuánta coerción internalizada debe haber acumulado un hombre para poder soportar la idea, y no digamos ya la praxis, de Auschwitz?”. La interrogación es perfectamente retórica: Auschwitz solo fue posible -y así lo considera Dreitzel- en el seno de una sociedad altamente civilizada; devino como un fruto necesario de la Civilización Occidental, un hijo predilecto de nuestra Cultura; se desprendió por su propio peso de este árbol de la auto-represión y de la docilidad que llamamos “Capitalismo Liberal”. Auschwitz es la verdad de nuestras democracias, el resumen y el destino de las mismas…

Goldhagen ha hablado de la “responsabilidad individual” de todos y cada uno de los alemanes de ayer en el genocidio (por participación o por pasividad). Karl Otto Apel ha añadido la idea de una “responsabilidad heredada”, como alemán, en todo lo que su pueblo ha podido hacer (“Soy hijo de este pueblo y pertenezco a la tradición socio-cultural e histórica de este pueblo… No puedo negar que soy corresponsable de lo que este pueblo haya podido hacer”). Dando un paso más, y acaso también para no satanizar en exceso a los alemanes (el Diablo no tiene patria: ya se ha globalizado), yo me permito apuntar la corresponsabilidad de todos nosotros, en tanto hombres dóciles, en el Auschwitz que ya conocemos y en los que tendremos ocasión de conocer. En la medida en que consintamos que la docilidad acampe a sus anchas en nuestro corazón y en nuestro cerebro, seremos los padres morales y los artífices difusos de todos los Holocaustos venideros…

9)

Otros psicólogos, como Harry Stuck Sullivan o el americano Ralph K.White, han intentado concretar un poco más los mecanismos psíquicos que acompañan y casi definen la mencionada parálisis del hombre contemporáneo. Y han aludido, por ejemplo, a la autoanestesia psíquica y a la desatención selectiva.

La autoanestesia psíquica permite al ‘hombre civilizado’, que ya ha interiorizado unos umbrales estremecedores de contención, hacerse insensible al dolor derivado de la percepción del peligro, de la constatación de la amenaza -dolor de una comprensión de la iniquidad de lo real-, y al padecimiento complementario de la conciencia de su esclerosis (reconocimiento de aquella “falta de energía” para huir o para oponerse). Autoanestesiado, todo lo acepta: la insidia de lo de ‘afuera’ y la vergüenza de lo de ‘adentro’; las miserias de lo social y su propia miseria de ser casi vegetal, casi mineral, monstruosamente dócil. Todo se admite, a todo se insensibiliza uno, como mucho con una “ligera mezcla de resignación, miedo, impotencia y fastidio” (Lifton).

Por su parte, la desatención selectiva, un mirar a otro lado, desconectar interesada y oportunamente, pretensión de no-ver, no-sentir y no-percibir a pesar de todo lo que se sabe, quisiera “lavar las manos” de la parálisis y de la docilidad cuando el sujeto se enfrenta por fin a las consecuencias de su no-movilización: la atención se concentra en otro objeto, cambiamos de canal perceptivo, hacemos ‘zapping’ con nuestra conciencia. Desatención selectiva por no querer “asumir” a dónde lleva la docilidad… White señala que la desatención selectiva se estabiliza en algunos individuos, ampliando su campo, haciéndose casi general, a través de una sobreatención compensatoria (una atención focalizada obsesivamente sobre un único objeto, o sobre unos pocos objetos), sobreatención de índole histérico-paranoide.

En el caso de los profesores, hombres normalmente dóciles, paralizados, extremadamente civilizados (es decir, auto-reprimidos), cabe observar, en efecto, cómo la desatención selectiva que les lleva a ‘desconectar’, a no querer saber, de su propio oficio (“el tema de la enseñanza no me interesa nada”, me han dicho a menudo), se complementa con una sobreatención histérico-paranoide, un centramiento desaforado y enfermizo, devorador, en algo no-escolar, extraescolar, algo que de ningún modo remite o recuerda a la Escuela: sobreatención a algún ‘hobby’, a algún proyecto (construcción de una casa, preparación de un viaje, estudio de una operación económica,…), a algún interés (afectivo, o sexual, o intelectual, o…), a alguna cuestión de imagen (la línea, el cuerpo, el vestir, los signos de ostentación,…), etc. Como la autoanestesia psíquica no es muy efectiva en el caso de la docencia -el sujeto se expone casi a diario, y durante varias horas, a la fuente de su dolor-, la desatención selectiva (desinterés por la problemática escolar, en sus dimensiones sociológicas, políticas, genealógicas, ideológicas, filosóficas,…) y la sobreatención histérico-paranoide paralela quedan como los únicos recursos para procurar ‘sobrellevar’ la mentira de una tarea envilecedora y la conciencia de que nada se le opone, nada se trama contra ella.

10)

Desde un campo muy distinto, y con unos intereses divergentes, Marcel Gauchet, analista y comentarista de ese otro enigma, ese otro absoluto desconocido (está entre nosotros, pero no sabemos con qué intenciones), que llamamos Democracia Liberal -ya he adelantado que, en mi opinión, los regímenes liberales conducen a una modalidad nueva, inédita, original, de “fascismo”-, ha pretendido asimismo arrojar alguna luz sobre este desasosegante misterio de la docilidad contemporánea. Gauchet parte precisamente de lo que podemos conceptuar como docilidad de la ciudadanía ante la forma política de la democracia liberal -una docilidad que no significa respaldo firme y convencido, sino mera tolerancia, aceptación desapasionada y descreída. Detecta, incluso, “un movimiento de deserción cívica de la democracia que la abstención electoral y el rechazo hacia el personal político en ejercicio está lejos de medir suficientemente”. En el momento en que el régimen demo-liberal se queda sin antagonistas de peso (por la cancelación del experimento socialista en la Europa del Este), parece también que no convence a la población y que simplemente se ‘soporta’. Gauchet habla de una “formidable pérdida de sustancia de la democracia, entendida como poder de la colectividad sobre sí misma, que explica la atonía, o la depresión, que esta sufre en medio de la victoria”. El aliento que mantiene viva la democracia no es otro que el aliento de la docilidad: como fórmula vigente, consolidada, que de todos modos “está ahí”, se admite por docilidad; pero ya no despierta ilusiones, ya no genera entusiasmo, no suscita verdaderas adhesiones, resueltas militancias. “Si está ahí, y parece que no tiene recambio, que siga estando; pero que no espere mucho de nosotros”: esto le dice el hombre dócil, todos los días, al sistema democrático… Curiosamente, la hegemonía de la cultura democrática se ha acompañado de una despolitización sin precedentes de la población.

Incapaz de amar o de odiar el sistema político imperante, inepta para afirmar o negar una fórmula de la que deserta sin acritud -o que acepta sin convicción-, la ciudadanía de las sociedades democráticas se hunde hoy en una apatía difícil de explicar. Marcel Gauchet busca esa explicación en un terreno equidistante entre lo social y lo psicológico. Consumido en inextinguibles conflictos interiores, corroído por innumerables dilemas íntimos, atravesado por flagrantes contradicciones, el hombre de las democracias -sugiere Gauchet- ya no puede cuestionar nada sin cuestionarse, no puede combatir nada sin combatirse, no puede negar sin negarse. “Lo que combato, yo también lo soy (o lo seré, o lo he sido)”. De mil maneras diversas el hombre contemporáneo se ha involucrado en la reproducción del Sistema; y obstaculizar o torpedear esa reproducción equivale a obstaculizar o torpedear su propia subsistencia. Gauchet menciona el atascamiento, la inmovilización, que se sigue de esos imposibles arbitrajes internos, de esas perplejidades desorientadoras, de esos torturantes dilemas de cada sujeto consigo mismo.

Entre estas contradicciones paralizantes encontramos, por ejemplo, la de aquellos críticos del Estado y del autoritarismo que se ganan la vida como funcionarios o insertos en un aparato o en una institución de estructura autoritaria; la de los enemigos del Mercado y del Consumo que se aficionan a los “mercados alternativos” y a un consumo de élites, de privilegiados (artículos ‘bio’, o ‘eco’, o ‘artesanales’, o de ‘comercio justo’, o…); la de los padres de familia ‘antifamiliaristas’; la de los defensores de la libertad de las mujeres enfermos de celos cuando sus mujeres quieren hacer uso de esa libertad ‘con otros’; la de los antirracistas que no terminan de ‘fiarse’ de los gitanos; etc., etc., etc. La lista es interminable, y ninguno de nosotros deja de aparecer entre los afectados…

Solo se puede luchar de verdad desde una cierta coherencia, desde una relativa pureza; si se consigue que nos instalemos en la inconsecuencia y en la culpabilidad, se nos habrá desarmado como luchadores, se nos habrá desacreditado ante los demás y ante nosotros mismos, se habrá dejado caer sobre nuestra praxis el anatema de la impostura, de la doblez, de la falsía. Por otro lado, “asumidas” dos o tres contradicciones, se pueden asumir todas; cerrados los ojos a dos o tres pequeñas miserias íntimas, se pueden cerrar a la miseria total que nos constituye. La docilidad del hombre contemporáneo se alimenta, sin duda, de este juego paralizador de las contradicciones personales, de este astillamiento del ser a golpes de complicidad y culpabilidad. El individuo que se sabe culpable, cómplice, apoyo y resorte de la iniquidad o de la opresión, dócil por no poder rebelarse contra nada sin rebelarse contra sí mismo, no encuentra para sus conflictos interiores otra salida que la seudo-solución del “cinismo” (percibir la incoherencia y seguir adelante) o la huida hacia ninguna parte de la “negativa a pensar”, del vitalismo ciego, amargo, del sensualismo desesperado… No sé si con estas observaciones de Gauchet, sumadas a las de Dreitzel y otros, el “enigma de la docilidad” se hace un poco menos opaco, un poco menos abstruso. Desde luego, no son suficientes…

11)

Algunos autores asumen esta docilidad de la ciudadanía contemporánea como un hecho incontestable, un factor siempre operante; una realidad casi material que han de incorporar a sus análisis, pero sin ser analizada en sí misma; evidencia que ayuda a explicar muchas cosas, aunque permaneciendo de algún modo inexplicada (¿inexplicable?); cifra de no pocos procesos actuales, que no se sabe muy bien de dónde procede o a qué responde. Calvo Ortega, abordando cuestiones de educación, subraya, en esa línea, el “enorme automatismo del comportamiento social”; y M. Ilardi ha apuntado el “fin de lo social” como cancelación de toda forma de apertura insubordinada al Sistema…

Yo, que tampoco hallo muchas explicaciones a esta faceta dócil del hombre de las democracias, y que me resisto a esquivar el problema mediante la apelación a “conceptos-fetiche” (el concepto de alienación, por ejemplo), quiero remarcar no obstante la responsabilidad de la Escuela en la forja y reproducción de esa rara aquiescencia. Estimo que se está diseñando una “nueva” Escuela para reasegurar la mencionada docilidad, hacerla compatible con un exterminio global de la Diferencia y sentar las bases de una forma política inédita que convertirá a cada hombre en un policía de sí mismo (“neofascismo” o “posdemocracia”). Junto a la docilidad de las gentes, la disolución de la “diferencia” en irrelevante “diversidad” prepara el camino de ese Sistema. Y la Escuela está ya allanando las vías…

[Primer capítulo de “El enigma de la docilidad”, obra publicada por Virus Editorial en 2005. Se puede descargar desde este blog: https://pedrogarciaolivo.files.wordpress.com/2014/02/microsoft-word-el-enigma-de-la-docilidad.pdf]

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Docilidad 1

Pedro García Olivo, Alto Juliana, Aldea Sesga, Rincón de Ademuz, Valencia, 13 de agosto de 2020

www.pedrogarciaolivo.wordpress.com

«LO ALTERNATIVO» COMO TECLA MAYÚSCULA DE LA DOMINACIÓN CONTEMPORÁNEA

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Contra la Industria de las Educaciones Alternativas

No hay «alternativa» que no sugiera la idea de «recambio», de «repuesto», de «regeneración»; y desde una postura que acepta, explícita o implícitamente, lo establecido. Lo Alternativo es como un «taller de reparaciones» para el Capitalismo del siglo XXI. Suministra sin descanso sustitutos funcionales, bajo la capa de la innovación, del progresismo, de la sensiblidad y de la solidaridad comunitarias, del igualitarismo incluso. Remoza el Capitalismo, le lava la cara, las manos, le lava también la consciencia que no tiene; y le permite seguir adelante con un aspecto renovado, jovial, eco-protector a veces, hasta transgresor en lo genérico y en lo social. Lo saben las empresas, lo saben las administraciones, lo sabe la policía, lo saben las escuelas…

«Lo alternativo» se proyecta, se sufraga, se promociona. Originó toda una industria. Como una enredadera sobrada de savia, se extendió por los campos de la alimentación, del transporte, de la publicación, de la vestimenta, de los modos del afecto y de la sensualidad, del estilo de vida. Y de la Educación…

Tal y como lo siento, lo contrario de la «alternatividad» es la «desistematización», artesanías vitales, existenciales, personales o grupales, para la denegación cotidiana del Mercado y del Estado.

Desde el 23 de julio y hasta el 25, seré feliz de cooperar con las gentes de «Laburagunea», en Bilbao. En la tarde del día 24 mi charla abordará, precisamente, ese aspecto: «La Industria de las Educaciones Alternativas».

Transcribo uno de los puntos de arranque de la conversación, texto compuesto hace tres años:

“¡FORJAD, FORJAD ESCUELAS, MALDITOS!”
(Contra la industria de la Educación Alternativa)

“Economía Política de la Desobediencia:
Encuadrar todo el ejército de los críticos, los lúcidos, los comprometidos…,
y encomendarle las tareas decisivas de la Vieja Represión”.

Entre los últimos y más mortíferos engendros contra la salud, el futuro y hasta la vida humana se halla la “industria de las educaciones alternativas”.

Se acabó. Algo se ha roto para siempre de la mano de los escolarizadores y de los desescolarizadores blandos… Regresé destrozado del evento de Bogotá (la “Semana de las Educaciones Alternativas”, uno más en la lista de los tinglados alterno-educacionales). ¿Cuántas veces puede destrozarse una persona antes de destrozarse de verdad o de destrozar a sus semejantes? ¿Diez? ¿Cien? ¿Mil?

Montar escuelas (“libres”, “convivenciales”, “democráticas», o como se las quiera esconder tras las palabras; con “profesores” que se enmascaran como “facilitadores”, “acompañantes”, “guías” y tantos otros eufemismos infanticidas) es una forma de ganarse la vida atentando contra la vida. Se acabó.

No, no vale la pena acumular argumentos. El cinismo de los neo-escolarizadores está a salvo de la razón. A salvo de la sinrazón. A salvo de la poesía. A salvo de casi todo, blindado, como la propia institución educativa. “Cinismo”: “saber lo que se hace, y seguir adelante”, en definición de P. Sloterdijk. Pero aún, casi por deformación de escribidor inútil, suelto aquí, como quien lanza un hueso a los perros, soñando que a lo mejor se oculta entre ellos un lobo, lo siguiente:

1) PARA DARLE «ROSTRO HUMANO» AL CAPITALISMO
Hace años y años que el Capitalismo demofascista ansía remodelar sus escuelas, porque las vigentes no le sirven. Ya no demanda, por un lado, “obreros diligentes, sumisos, agradecidos” y, por otro, “ciudadanos crédulos, votantes satisfechos y demócratas compulsivos”, puesto que para lo primero tiene a las máquinas (lo remarca la contemporánea “crítica del valor”, con A. Jappe como exponente destacado) y para lo segundo nos tiene a nosotros.
Anhela siervos “creativos”, “innovadores”, “imaginativos”, proclives a emprender y a arriesgar, siempre con “fantasía” y siempre con “talento”. Adictos al Sistema, como todos. Para eso, requiere pedagogías “blancas”, anti-autoritarias, de inspiración libertaria, “dialógicas”, “alumnistas”, afirmadas sobre el discurso tóxico de la “participación”, la “actividad”, la “democracia”, y de todas esas innumerables añagazas supuestamente bienintencionadas que cargan y degradan los manifiestos de los neo-escolarizadores progresistas o de izquierdas.

Hace años que, en los países que se presentan como los adalides del Progreso, los servicios de inspección educativa miran de reojo a los profesores tradicionales, “clásicos”, de corte autoritario, poco dados a la “ingeniería de los métodos alternativos”. Hace años que se premia la innovación pedagógica, la forja de ambientes en sí mismos educativos, la experimentación didáctica. Hace años que los gobiernos supuestamente “avanzados” en materia formativa apuestan por un Nuevo Orden Educativo Mundial plegado sobre pedagogías no-directivas interculturalistas… Siendo vieja esa denuncia (recordemos a J. Meyer, entre otros, a fines del siglo pasado), todavía irrita a los fanáticos del ciudadanismo multiculturalista, adoradores de aquella “Sociedad Liberal de Grandes Dimensiones” (Ch. Taylor) o de la análoga “Sociedad de las Gentes” (J. Rawls).

Para un “Capitalismo de Rostro Humano” (J. K. Galbraith) perfectamente globalizado, para una “reforma ética” de la economía mercantil (A. Cortina), para el entierro definitivo de las perspectivas teóricas radicales, tildadas de “fundamentalistas” por no transar con lo dado, se demanda una Nueva Escuela, con Métodos Alternativos, Pedagogías No Autoritarias, Profesores Casi Invisibles, estudiantes “activos”, “participativos” y calculadamente empoderados, y distintas relaciones con la Comunidad y la Administración.

Con esta modificación técnico-organizativa, la Escuela no hace sino reflejar y expandir un proceso que se registra en todas las esferas institucionales del Capitalismo tardío: prevalencia de la Violencia Simbólica, característica de los “aparatos ideológicos del Estado”, en detrimento de la Violencia Física, que distinguía a los “aparatos estrictamente represivos”, como la Policía y el Ejército; invisibilización del poder y subrepción de todas las figuras de autoridad; atribución a la víctima real de la coerción de funciones y prerrogativas tradicionalmente privativas del victimario (para hacer factible la auto-coacción), etcétera. Y, así como cambió o está cambiando el perfil y hasta la estructura de las cárceles, de las empresas, de los cuarteles, del ejercicio policial, de los hospitales,…, se alumbra hoy una “Nueva Escuela”. “Fascismo democrático”, “posdemocracia” o “demofascismo” son los términos que, en “El enigma de la docilidad”, propusimos para designar la nueva fase del Capitalismo que se instaura con tales desplazamientos.

Una ilustración suficientemente nítida de este proceso lo constituyó la Semana de las Educaciones Alternartivas, evento que se celebró en Bogotá, en agosto de 2015. Desde la Secretaría de Educación de la ciudad, entonces bajo la gestión socialdemócrata del Polo Democrático, se destinaron ingentes partidas de fondos públicos, procedentes de los bolsillos de los ciudadanos, a sufragar el encuentro y la charlatanería de cierta “crema” del Reformismo Pedagógico. Esta suerte de “nomenclatura” de las educaciones renovadas está compuesta por gentes que se conocen entre sí, se congregan en foros semejantes a lo largo del año, en una u otra ciudad, hablan sin descanso de “sus” escuelas altenativas, o democráticas, o libertarias, o experimentales…, se mezclan con políticos de corte liberal-progresista, socialista o populista y, finalmente, son enviadas, entre honores y aplausos, casi como misioneros, a las escuelas “normales”, “reales”, mayoritarias. La tarea a la que se prestan, gustosos, cuando acuden a las instituciones educativas públicas, es inocultable: convencer a los docentes de la necesidad de un cambio, o de una modernización, en los patrones y en los métodos educativos. Tales eventos, siempre costosos (pues los prohombres de la Optimización de la Docencia viajan en avión, comen en restaurantes para élites y duermen en buenos hoteles), se encadenan a lo largo del año, saltando de continente en continente, con el objeto de forjar, desde arriba y siguiendo instrucciones de los macropoderes, un “clima” reivindicativo y un “estado de opinión” favorable a la petición, a la solicitud inducida, de Otra Escuela, una “escuela alternativa” de corte estrictamente demofascista.

2) «DA LUGAR A QUE TE LO RECLAME EL PUEBLO»
Tales congresos obedecen, literalmente, a consignas e instrucciones del Banco Mundial, del Fondo Monetario Internacional, de la UNESCO y de otras corporaciones internacionales celadoras de los intereses de las potencias hegemónicas, arropadas por una tecnocracia de pedagogos sobornados o echados a perder (me gusta citar, a propósito, a E. Morin y su obra “Los siete saberes necesarios para la educación del futuro”, publicada y difundida por la ONU sin escatimar medios), todos cantarines del Estado de Derecho y de la Ciudadanía Universal, de la globalización altericida del Capitalismo Occidental. Así se fragua un Nuevo Orden Educativo mundial… Los países “en ascenso”, o ávidos de reconocimiento internacional, como muchos Estados de América Latina, se muestran muy receptivos a tales proclamas; y multiplican sus esfuerzos para homologarse, en términos educacionales, al reformismo pedagógico de las administraciones occidentales.

Esta Nueva Axiomática Educativa Planetaria, ansiada por los gerentes del Capitalismo, no se pretende “imponer” o “decretar” sin más. Como si siguieran las máximas de Maquiavelo, los modernos Príncipes “suscitan” inteligentemente la demanda, “siembran” el motivo para la vindicación, reprimen teatralmente, incluso, a los descontentos y, finalmente, “conceden”, en un gesto de magnanimidad y generosidad, de consciencia cívica y amor a la libre voluntad de sus súbditos, aquellos que tanto anhelaban establecer. “¡Oh, Príncipe, no impongas nunca aquello que deseas o que te conviene; da lugar a que te lo reclame el Pueblo, despierta en él la voluntad de arrancártelo, y cede al final para obtener, al mismo tiempo, tu propósito y su simpatía, tu objetivo y su agradecimiento!”…

Para esta estrategia, que opera hoy en el ámbito de la “lucha” por la Nueva Educación, cabría recordar aquellas páginas de M. Foucault en torno a la “conflictividad conservadora”, a la “economía política de la desobediencia”. En “El irresponsable” aludí a ese proceso en los siguientes términos: “Encuadrar todo el ejército de los críticos, los lúcidos, los comprometidos…, y encomendarle las tareas decisivas de la Vieja Represión”. Que se repriman de hecho manifestaciones o actos públicos en favor de “una educación pública gratuita y de calidad”, que enventualmente se lance a la policía contra los estudiantes y los profesores hermanados en dichas movilizaciones, como ha ocurrido recientemente en Chile o en Argentina, no debe, por ello, sorprendernos en absoluto. Todos los “momentos meramente traviesos de la lucha”, todos los episodios de la “transgresión tolerada” y todas las prácticas de la “contestación reproductiva” serán combatidos escenográficamente, reprimidos de un modo chinesco, aún cuando la Administración los haya fomentado y comparta secretamente sus finalidades.

3) SUCIO RÉDITO, LAMENTABLE BENEFICIO
No faltan gentes que, a partir de cierta edad, aunque en ocasiones también muy jóvenes, cuando ya enterraron sus ideales del corazón pero aún no desterraron sus signos de inconformismo, sueñan con obtener un sucio rédito, un lamentable beneficio, de aquellos principios que ya no están a la altura de sus vidas si bien todavía pueden servir al hambre de euros de sus bolsillos. Y fundan “escuelitas”, “escuelas libres”, “escuelas convivenciales”, “escuelas democráticas”; y organizan encuentros para hablar de la “educación alternativa”, siempre con la calculadora en mano. Son el Sistema en su actualización más temible. Huelen a sepulcro restaurado, dorado, perfumado. Refrescadores de tumbas…

Fundar una escuela, una institución educativa de nueva planta, revistiéndola de un contenido pedagógico “particular”, supuestamente distanciado del dominante en la escuela pública, no deja de constituir una iniciativa empresarial, un acto de emprendimiento crematístico, una manera entre otras de encumbrarse en la vida y de acumular capital y poder. Licenciados en paro, educadores sin empleo, trabajadores y activistas sociales en busca de una remuneración, etcétera, pueden acceder de un modo u otro a un local y “armar” una escuela alternativa -vale decir, un centro educativo privado, sufragado por esos progenitores que gozan de los medios necesarios para extraer a sus hijos de la enseñanza pública y “distinguirlos” con el galardón de la “nueva educación”. A estas escuelas de privilegiados, de élites, a tales engendros para la clase media acomodada y para la clase alta, les cabe, con frecuencia, ostentar un carácter netamente “confesional”: es el caso de las “escuelas libertarias” difusoras de los valores y principios del anarquismo, de tantas “escuelas experimentales” impregnadas de retórica socialista revolucionaria, de las “escuelas democráticas” regidas por los idearios del radicalismo liberal,…

Desde hace años, y partiendo de mi propia experiencia como profesor antiautoritario, he venido desmontando el mito de la “disensión” pedagógica, de la “diferencia” didáctica, entre las Nuevas Escuelas privadas y las escuelas del Estado. En el área occidental, en el ámbito de los países hegemónicos o en ascenso, es bien visible la coincidencia en los modelos seguidos por las escuelas alternativas y las escuelas públicas reformadas. La enseñanza oficial, “pública”, promovida hoy en Europa por los legisladores y por los inspectores de educación, al socaire de un tecnocracia pedagógica transnacional, converge con los proyectos esgrimidos desde las escuelas de inspiración libertaria; y esa afinidad, esa identificación, se manifiesta en asuntos máximamente concretos: cómo controlar la asistencia a clase, qué currículum fijar y de qué manera elaborarlo, qué métodos y qué dinámicas desplegar en las aulas y también fuera de ellas, cómo calificar y a qué agentes encargar la tarea evaluadora, qué tipo de gobierno de la institución establecer, cómo sancionar los comportamientos disruptivos… En “Artificio para domar” desarrollé esa cuestión sistemáticamente, mostrando cómo convergían sustantivamente los tres ámbitos del Reformismo Pedagógico: la educación pública modernizada, los esfuerzos individuales de los profesores “inquietos” que trabajan para la Administración y las experiencias escolares alternativas de filiación libertaria.

4) TALLER DE REPARACIONES
La “alternatividad” se convierte, una vez más, en el taller de reparaciones de la máquina escolar, en el dispositivo optimizador de su rendimiento sociopolítico, ideológico y caracteriológico. La “educación prohibida” de ayer se erige, por su concurso, en la “educación promovida”, inmediatamente “oficial”, consagrada y casi sacralizada por la institucionalidad. Al lado de la “educación alternativa”, tan promocionada, encontraremos siempre las “educaciones abolidas”, sobre las que nada se dirá, todas no-escolares, todas a un paso de la aniquilación, muchas de ellas más cerca de la oralidad que de la escritura -educación comunitaria indígena, educación clánica de los pueblos nómadas, educación tradicional de los entornos rural-marginales, etcétera.

Hace unos años, John Gray, paladín del Pensamiento Único remozado, escribió: “No hay alternativa defendible para las instituciones del capitalismo liberal, aún cuando deban ser reformadas”. Para expresarse así, la “alternatividad” todavía debía pensarse como una puerta hacia la otredad, hacia la diferencia cualitativa, hacia la transformación sustancial. Lo alternativo aparecía aún como una llave… Pero transcurrieron los años y la llave se convirtió en candado, porque hoy llamamos “alternativa” al reajuste en sí, a la reparación misma, a la readaptación de lo establecido. Donde se dibuja hoy la “alternativa”, muere la alteridad, la Diferencia inquietante se diluye en Diversidad amable y el verbo “transformar” cede su puesto a la conjugación del verbo “reformar”.

Y tenemos entonces “energías alternativas”, que también destruyen la biosfera y acaban con la autonomía personal y comunitaria, como denunció I. Illich en “Energía y equidad”; y aparecen los “medios de comunicación alternativos”, en los que se sigue administrando la doxa, el pensamiento dictado, la opinión heterónoma; y surgen “mercados alternativos”, donde la vileza del comercio se enmascara tras la supuesta calidad del producto (“eco”, “bio”, “orgánico”, de “comercio justo”,…), para que determinadas élites presuman de su consciencia dietético-social al tiempo que redundan en un consumo de aristócratas; y sobrevienen las “educaciones alternativas”, dando pie a cientos de empresas capitalistas, a una sofisticación del control institucional de las subjetividades y a una nueva figura de la policía social y cultural.

Y no, no sigo, que no estoy ya para enhebrar razones. Fatiga acumular argumentos contra quienes, conscientes de todo, perseveran en la infamia, forjando escuelas. Que la “industria de la alterno-escolaridad” es un negocio, un dispositivo político-ideológico y una simiente de muerte para la inteligencia indómita es una verdad que clama al cielo. Clama para nada y clama a un cielo que ya se ha vendido o alquilado por parcelas.

Se acabó. Algo se ha roto para siempre de la mano de los neo-escolarizadores y los desescolarizadores blandos. Para la salud del más dañino de los Sistemas, algo venenoso y emponzoñador se ha instalado para siempre en la sangre, en el espíritu y en las vísceras del pseudo-antagonismo escolar mercantil.

(Asfixia)

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Industria 4

Pedro García Olivo, Alto Juliana, Aldea Sesga, Ademuz, Valencia, 12 de julio de 2020

PROTESTA REPRESIVA

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Cuando los peligros de la Diferencia se disuelven en la caricia de las Diversidades

Hay maneras de protestar que satisfacen máximamente al Opresor. Son rebeldías aparentes, en sí mismas «represivas», ajustadas a los cánones fijados por la Administración y respetuosas con la forma de moralidad vigente.

Donde se da este descontento romo, políticamente integrado, los peligros de la Diferencia se disuelven en la caricia de las Diversidades…

Ahí desembocó la «lucha» obrera, muerta como tal en reivindicaciones salariales, corporativas o tristemente bienestaristas. El peligro de las otras modalidades de resistencia proletaria, en las que todavía bullía el principio del placer, manifestando una radicalidad concreta y simbólica inasimilable por el Capitalismo (agrupaciones temporales, y sin cláusula burocrática, de trabajadores insurrectos; ludismos diversos; invenciones para el sabotaje o la fuga, etcétera), cedió, también bajo la influencia de la ideología marxista-productivista, ante una irrelevante y muy arredilada «diversidad» de organizaciones sindicales. Hay distintos sindicatos, todos estucturalmente emparentados, todos en comunión con la racionalidad política clásica; y en ellos se disolvió la «diferencia» arrostrada por los movimientos reivindicativos utópicos, pre-marxistas, «románticos», libertarios, «malditistas»… Autores como Mafessoli o Baudrillard han lamentado con elocuencia esta deriva del movimiento obrero organizado, lastrado por la teoría marxista.

Ahí desembocó la «lucha» estudiantil y profesoral, muerta como tal en la ingeniería de «Escuelas Alternativas» que reproducen de un modo optimizado el sistema democrático-capitalista. El peligro de las diferentes modalidades educativas no-escolares, de las que tanto se han nutrido los pueblos originarios, los clanes nómadas, los habitantes de los entornos rural-marginales, las gentes de los suburbios y de las periferias, etcétera, ha sido cancelado, por mor de la protesta estudiantil y del reformismo pedagógico de los docentes, dejándonos como sucedáneo la caricia de una diversidad de propuestas educativas «progresistas» o supuestamente «transformadoras», afincables todas en el domio de la Educación Administrada y de la Pedagogía, de la Neo-escolarización y del Demofascismo profesoral.

Ahí desembocaron las luchas por la «seguridad» en las localidades. En lugar de retomar los procedimientos comunitarios para preservar la paz en el poblado, maneras consuetudinarias de una eficacia históricamente comprobada, se arrasó esa hermosa diferencia para confiarlo todo a una «diversidad» de policías, unas más «próximas» que otras, aquellas menos «brutales» que estas, algunas con la bandera arcoiris en sus dependencias oficiales…

Ahí desembocó ese pacifismo reconciliado con la idea de la «guerra humanitaria» y de las «tropas de paz»; ese feminismo contento de ver mujeres al frente de los Estados, de la Policía o del Ejército; ese ecologismo que vende tan caros sus productos porque se alquiló, en verde, a la sociedad mercantil…

Ahí desembocó el Arte, engendro occidental que acabó con la bella diferencia de los elaboradores anónimos o colectivos de objetos estéticos.

Ahí desembocó la democracia liberal, que, combatiendo con saña las otras fórmulas históricas para el auto-gobierno efectivo de la población, y acabando con la «diferencia» de las llamadas «democracias comunitarias», «democracias directas», «democracias de base», «democracias indias», etcétera, nos encerró en el guiñol lastimoso de la representación y de los partidos políticos.

Ahí está acabando casi todo: «¡Protesta, ciudadanito, protesta!», se nos dice, como hubiera podido apuntar W. Reich. Porque de esa protesta regularizada, amabilizada, dulcificada, registrable, comprensible, atendible, políticamente rentable…, se sigue la extinción de la Diferencia y de su Peligro.

Pero raya en la evidencia que cabe rebelarse sin seguir caminos trillados, direcciones obligatorias…

«Porque protesto contra mí mismo, contra la vida que he elegido vivir y de la que siempre se puede escapar, mantengo la ilusión de constituir un pequeñísimo escollo, un estorbo mínimo, inapreciable socialmente pero muy apreciado por mí, un obstáculo gigante para la perpetuación de lo establecido».

Versión breve en audio: https://anchor.fm/pedro-garcia-olivo/episodes/Protesta-que-aniquila-la-diferencia-egdflc

(Asfixia 4)

Casi a modo de «documentación» para esta nota, añado el capítulo segundo de «El enigma de la docilidad», centrado en el proceso contemporáneo de disolución de la Diferencia amenazante en Diversidad inocua:

EL “REINO DE LA SINONIMIA”. SOBRE LA DISOLUCIÓN DE LA DIFERENCIA EN MERA DIVERSIDAD

1)

Junto a la insuperable docilidad de la población, el segundo rasgo definidor de nuestra “fenomenología del presente” sería la progresiva -y políticamente inducida- disolución de la Diferencia en Diversidad. Se trata de un exterminio planetario de la Diferencia como tal, que, a modo de simulacro, deja tras sí una irrelevante diversidad puramente fenoménica, asunto de apariencia, de exterioridad, de forma sin contenido. Haciéndole una pequeña trampa a la etimología, podríamos conceptuar la diversidad (di-versidad) como “distintas ‘versiones’ de Lo Mismo”, y presentarla así como el resultado del trabajo de vaciado de sustancia que el poder despliega sobre la Diferencia. En la Diferencia genuina habita el peligro, lo inquietante, el momento de una distinción que es disidencia; hay en ella como una latencia de disconformidad en la que se refugia toda posibilidad de rechazo y transformación. Contra este peligro de la Diferencia, el poder organiza una estrategia de ‘neutralización’ que aspira a eliminar (aniquilar) el nódulo de la alteridad, conservando aviesamente los elementos de su superficie -fachada, cáscara, corteza-, los componentes de una Diversidad recién ahuecada bajo la que se reinstala la declinación de Lo Mismo.

Este proceso de disolución de la Diferencia en Diversidad no se puede efectuar de un modo absoluto, sin generar “impurezas”, residuos de la Diferencia originaria que serán barridos del horizonte social y arrojados al basurero de los ‘márgenes’. El desenlace final será un Reino de la Sinonimia (distintos significantes que apuntan a un mismo y único significado), ruina y verdugo de aquel otro Reino de la Polisemia (por todas partes, significantes que se abren en una pluralidad de significados) con el que quizás nos hubiera gustado poder soñar… Una gran diversidad en las formas, en los aspectos, en el ámbito de lo empírico, que recubre un pavoroso proceso de homologación y homogeneización de los contenidos, de las sustancias. Y, por aquí y por allá, a merced de todos los vientos, restos, migajas, astillas de una Diferencia que en su mayor parte ha devenido Diversidad… En esta Diversidad ya no mora el peligro, ya nada siembra inquietud o desasosiego. Donde la Diferencia irrumpía casi como un atentado, la Diversidad aflora hoy para embellecer el mundo. A la “amenaza” de la Diferencia le sucede la caricia de la Diversidad. ¿Hay algo más acariciador que salir a la calle y tropezar con gentes de todas las razas, atuendos de todas las clases, infinidad de “looks” y de símbolos, etc., sabiendo desde el principio que esos hombres persiguen en la vida prácticamente lo mismo que nosotros, piensan casi igual, y no hay en el corazón o en el cerebro de ninguno de ellos nada que nos cuestione, nada perturbador de nuestra existencia?

La disolución de la Diferencia en Diversidad, proceso occidental en vías de mundialización, prepara el advenimiento de la Subjetividad Única, una forma global de Conciencia, un modelo planetario de alma, un mismo tipo de carácter especificado sin descanso a lo largo de los cinco continentes. Cuanto más se habla de “multiculturalismo”, cuanto más diversas son las formas que asaltan nuestros sentidos, cuanto más parece preocupar -a nuestros gobernantes y educadores- el “respeto a la diferencia”, la “salvaguarda del pluralismo”, etc., peor es el destino en la Tierra de la alteridad y de lo heterogéneo, más se nos homologa y uniformiza. Globalización es solo una palabra engañosa y rentable, que remite a la realidad de una “occidentalización” acelerada del Planeta. Y occidentalización significa, a la vez, exterminio de la diferencia exterior, esa diferencia arrostrada por las otras culturas, y disolución de la diferencia interior en mera e inofensiva diversidad. Por este doble trabajo homogeneizador se avanza hacia la hegemonía en la Tierra de una sola voz y un solo espíritu, voz y espíritu de hombres dóciles e indistintos, intercambiables y sustituibles, funcionalmente equivalentes. Algo más y algo menos que el “hombre unidimensional” de Hebert Marcuse: el ex-hombre, con su no-pensamiento y su seudo-individualidad. La participación de la Escuela en este adocenamiento planetario del carácter es decisiva: a nada teme más que a la voluntad de resistencia de la Diferencia. Por naturaleza, es una instancia de homogeneización (cultural, caracteriológica) implacable, un poder altericida.

2)

En Tristes trópicos, Claude Lévi-Strauss sostiene que las sociedades “primitivas” despliegan una estrategia para conjurar el peligro de los seres extraños (diferentes) muy distinta a la que empleamos nosotros, los “civilizados”. Su estrategia sería antropófaga: se comen, devoran y digieren (asimilan biológicamente) a los extraños, que se suponen dotados de fuerzas enormes y misteriosas. Diríase que esperan así aprovecharse de esas fuerzas, absorberlas y hacerlas propias. Nosotros, por el contrario, seguiríamos una estrategia antropoémica (del griego “eméô”: ‘vomitar’): expelemos a los portadores del peligro, eliminándolos del espacio donde transcurre la vida ordenada -procuramos que permanezcan fuera de los límites de la comunidad, en el exilio, en enclaves marginales, en la periferia social…

Pero, como ha señalado Zygmunt Bauman, Lévi-Strauss está en un error, pues ambas estrategias se complementan y son propias de todo tipo de sociedad, incluida la nuestra: por un lado, se recurre a una estrategia “fágica”, inclusiva, que busca la asimilación del adversario, su integración desmovilizadora, su absorción en el cuerpo social después de una cierta corrección de sus caracteres diferentes; por otro, se vehiculan estrategias “émicas”, exclusivas, que expulsan al disidente irreductible y no-aprovechable del ámbito de la sociedad ordenada y lo condenan a la marginalidad, a la pre-extinción, a la existencia amordazada y residual.

La disolución de la Diferencia en Diversidad se fundamenta en el empleo de ‘ambas’ estrategias: lo “diferente” convertido en “diverso” es inmediatamente asimilable, recuperable, integrable; aquellos restos de la diferencia que no han podido diluirse en diversidad, aquellos grumos de alteridad que se resisten tercamente a la absorción, son expulsados del tejido social, llevados a los flecos del Sistema, lugar de la autodestrucción, excluidos, cercenados, segregados. De esta forma se constituye y gestiona el espacio social, instrumentalizando lo que Bauman llama proteofobia -temor general, ‘popular’, a los extraños, a lo diferente y a los diferentes. El exterminio contemporáneo de la diferencia se basa en el despliegue de las estrategias “fágicas” y “émicas” habituales, a partir de una movilización y focalización inquisitiva de la “proteofobia”.

En palabras de Zygmunt Bauman: “Propongo el término ‘proteofobia’ para aludir a los sentimientos confusos, ambivalentes, que provoca la presencia de extraños, de aquellos ‘otros’ subdefinidos, subdeterminados, que no son vecinos ni foráneos, aunque (de modo paradójico) potencialmente son las dos cosas. El término ‘proteofobia’ define los recelos que suscitan estos fenómenos disímiles, multiformes, que se resisten tenazmente a cualquier metodización, minando los patrones ordinarios de clasificación (…). Es decir, ‘proteofobia’ significa aversión frente a situaciones en las cuales uno se siente perdido, confuso, impotente (…). Encontrarse con extraños es, con mucho, el caso más craso y mortificante (…). Controlar los procesos de la formación del espacio social significa desplazar los epicentros de la proteofobia, escoger los objetos sobre los que se concentrarán las sensaciones proteófabas, y someter estos al baño alterno de las estrategias fágicas y émicas”. Extremistas, comunistas, anarquistas, árabes, minorías étnicas o sexuales, inmigrantes, etc., han sido eventualmente seleccionados como objetos de la proteofobia, vale decir de la aversión popular, padeciendo de inmediato las asechanzas de las estrategias de asimilación y de exclusión… De una forma permanente, estas estrategias se han cebado en lo que cabe denominar “subjetividades irregulares” (caracteres erráticos, personalidades descentradas) y, en general, en todos esos hombres que, como muchos de nosotros, no estando locos, no pudieron ser cuerdos

3)

¿De qué fuente se nutre el mencionado proceso de atenuación global de la Diferencia? ¿De dónde parte? Aunque con esta observación se contraríen los dogmas del insulso democratismo que se presenta hoy como prolongación -y casi estertor- de la Filosofía de las Luces, no son pocos los autores que han localizado en la Ilustración misma, en las categorías sustentadoras del Proyecto Moderno, la secuencia epistemológico-ideológica que aboca a la aniquilación de la Alteridad, al exterminio de la Diferencia. El Proyecto Moderno es un proyecto de orden homogéneo, con aspiración universalista, que parte de una cadena de incondicionalidades, de abstracciones, de trascendentalismos y principios metafísico-idealistas; y que se ha revelado incapaz de tomar en consideración el dolor de los sujetos empíricos (Subirats). Intransigente frente a las diferencias, propenso a las cruzadas culturales y a resolverse en una u otra forma de despotismo político (caudillismo, fascismo histórico, estalinismo, democracia real), como subrayaron Foucault por un lado -desarrollando las sospechas de Nietzsche- y Horkheimer y Adorno por otro, el programa de la Ilustración fue inseparable desde el principio de las campañas de matanzas sistemáticas (recordemos el jacobinismo francés) y no ha sido ajeno en absoluto a la génesis intelectual del Holocausto (G. Bergfleth), teniendo -puede decirse así- un hijo legítimo en Hitler (según Herman Lübbe) y no cabe duda de que otro en Stalin.

En nombre de la Razón (y de todos sus conceptos filiales: Progreso, Justicia, Libertad,…), bajo su tutela, se han perpetrado genocidios y crímenes contra la Humanidad; y es por la pretendida excelencia de esa misma Razón (Moderna, Ilustrada) por lo que Occidente se autoproclama juez y destino del Planeta, fin de la Historia, aplastador de toda diferencia cultural, ideológica, caracteriológica,… La homologación global, la homogeneización casi absoluta de las conductas y de los pensamientos, la uniformidad ideológica y cultural, el isomorfismo mental y psicológico de las gentes de la Tierra, están de algún modo ya inscritos en los conceptos y en las categorías de la Ilustración, en la matriz epistemológica y filosófica del ‘democratismo’ dominante, en el código generativo de toda narrativa liberal. Es la Modernidad misma, nuestra Razón Ilustrada, la que prepara y promueve, a escala mundial, el acoso y derribo de la Diferencia…

4)

Resulta curioso que esta definición ‘totalitaria’ de nuestra Cultura, incapacitada conceptualmente para soportar la Diferencia, pase desapercibida aún a los defensores del Proyecto Moderno, que ven “ideologías fundamentalistas” por todas partes (en el Islam, en el extinto socialismo, en el ecologismo radical, en los movimientos alternativos, en algunas propuestas pacifistas y feministas, en las concepciones del postmodernismo,…; formas, todas, del “dogmatismo” y del “irracionalismo”, según A. Künzly y T. Meyer por ejemplo) salvo en sus insípidas, reiterativas y sustancialmente acríticas apologías de la democracia liberal. La especial saña con que descalifican el llamado postmodernismo de resistencia (Foster) revela, por lo demás, que se han sentido ‘tocados’ por sus imprecaciones, por la desmitificación de una Razón que en adelante será considerada responsable de las destrucciones (de los países, de las etnias, de la naturaleza…) y de los horrores de los últimos tiempos, responsable del aniquilamiento de Lo Diferente (Bergfleth: “Razón y terror son intercambiables”, “democratización significa adaptación, y adaptación es homogeneización”). Véase, en este sentido, el tono con que Arnold Künzly caracteriza a los “postmodernos”:

“Quedan los ‘postmodernos’. Este multicolor tropel de superficiales filosóficos, acróbatas lingüísticos del cuchicheo, vaporizadores del sentido que brillan por su incomprensibilidad, nietzscheómanos, freudistas y heideggeristas, este quijotismo filosófico recreativo que ha erigido la Ilustración y la Razón en sus particulares molinos de viento, tras los cuales presuponen las causas de todos los desastres de esta época y contra los que arremeten con incansable bravura a lomos de sus esqueléticos rocinantes conceptuales. La diversión del espectáculo desaparece por completo, sin embargo, cuando se ve con qué argumentos se esgrime y qué irracionalismos se predican. Se podría dejar tranquilamente a su suerte a esta moda, que parece conquistar el ámbito lingüístico alemán gracias, esencialmente, al carisma de su origen parisino, si no fuera porque tratan de destruir precisamente lo que hoy tan imperiosamente necesitamos en la polémica con el fundamentalismo: Ilustración y Razón”.

Sin embargo, no hacía falta esperar a los postmodernos para desacreditar a una Razón que, por haber fundido su destino con el del Capitalismo, no encuentra hoy otros valedores que los ‘socorristas’ teóricos de ese Sistema. Desde la aparición de Dialéctica de la Ilustración, de Adorno y Horkheimer, por lo menos, cuantos han pensado y han escrito con el propósito de no dejarse reclutar por la apologética liberal le han ido dando progresivamente la espalda. Los títulos de las obras son elocuentes: La Ilustración insuficiente, Contra la Razón destructiva (Subirats), Crítica de la razón cínica (Sloterdijk), La crisis de la Razón,… Me reconforta pensar que yo también le reprocho algo: su vocación altericida.

5)

Estoy diciendo que, en las sociedades democráticas y aprovechando los recursos epistémicos y conceptuales de la Razón Moderna, el poder despliega estrategias de disolución de la Diferencia en inofensiva Diversidad. ¿Cómo argumentar esta tesis? ¿Cómo fundamentarla? O bien no es posible, o bien ignoro el modo. Confieso que, en verdad, no sé cómo se piensa; y que ni siquiera termino de comprender qué es eso que llamamos pensamiento, para qué sirve, cómo se usa, de qué está hecho. A veces me asalta la sospecha de que nuestra Cultura ha compuesto una descomunal comedia, una comedia bufa de todas formas, en torno a lo que sea el Pensamiento; y que luego ha repartido arbitrariamente los papeles. Entre esos papeles hay uno que destornilla de risa, y en el que por nada del mundo me gustaría reconocerme: la figura del pensador -el fantasma, el fantoche, el impostor del intelectual académico. Aunque ignoro en qué consiste el pensamiento, estoy persuadido de que, si lo hay o lo ha habido, no tiene nada que ver con la práctica y los resultados de nuestros “pensadores”, hombres que se limitan a encadenar citas, superponer lecturas, siempre entre los muros de sus departamentos, en las jaulas de sus Universidades, bajo la luz de sus flexos, separados de la realidad y hasta de la vida, habiendo proscrito el empleo de los ojos para otra cosa que no sea resbalar sobre las páginas de un libro o la pantalla de un ordenador, que todavía conservan las piernas, pero como un órgano inútil, innecesario, casi atrofiado, hombres sobrealimentados, sobreestimados, sobreimbecilizados, halagados interesadamente por el Poder, que, en mi opinión, los trata y los cuida con el mimo de una madre loca.

Por eso, y puesto que no sé pensar, me voy a dedicar a aquello que mejor se me da, y que aún requiere el empleo de los ojos, de las piernas, de los oídos: me voy a contentar con recolectar indicios de que la Diferencia está siendo aplastada y subsumida como mera Diversidad. Este trabajo mío, que en gran medida se ha elaborado ‘de pie’, al aire libre, en modo alguno es el producto de un hombre que reclama la aureola bobalicona de los “pensadores”: es el fruto de un sencillo, y plomizo, recolector de indicios.

La mayor parte de los indicios de que se está cancelando a nivel planetario la Diferencia y de que, en su lugar, solo nos va a quedar una tediosa y deprimente declinación de Lo Mismo, proceden del campo de la Cultura y de lo que está sucediendo, a escala global, con el choque contemporáneo de Civilizaciones -la “occidentalización” reacelerada de la Tierra. De una forma un tanto desordenada, y casi a modo de ejemplos, voy a mencionar algunos indicios, algunas pruebas, de cómo se aniquila en nuestros días la alteridad…

6)

En la medida en que, entreabierta la puerta de la inmigración, nuestras ciudades se pueblan de gentes de otros países, con hábitos y mentalidades ‘diferentes’, observamos cómo, con el paso del tiempo, estos hombres y mujeres empiezan a calcar nuestras pautas de conducta, nuestros modos de pensamiento, nuestras formas de interacción, hasta que llega un punto (a menudo coincidente con la adolescencia y juventud de sus hijos, inmigrantes de segunda generación) en que la cultura de origen ya no dicta los comportamientos, ya no es sentida como referencia insoslayable, como código de interpretación de la realidad y patrón de actuación en los escenarios sociales. La ‘diferencia’ cultural que estos inmigrantes arrostraban ha sido abolida en lo esencial, y, como irrelevante rescoldo, solo nos ha dejado un variopinto crisol de aspectos (atuendos, símbolos, cortes de pelo,…), una ‘diversidad’ fenoménica que coincide con la asimilación de estos hombres, con su integración en el orden cultural de la sociedad capitalista. Han sido absorbidos, ‘digeridos’, por Occidente -consecuencia de las estrategias fágicas-; y los restos, los residuos de ese proceso, arrojados a los márgenes de la “sociedad bien”, donde se mixtificarán, se fundirán con las restantes figuras de la exclusión (efecto de las estrategias émicas) y probablemente se autodestruirán.

En París, por ejemplo, hallamos a los africanos de los barrios del Centro, con su ropa y su psicología sustancialmente occidentalizadas, viviendo y pensando a la europea, hombres que han sido asimilados, recuperados; y, por otra parte, a los africanos de los distritos de la periferia, de las zonas suburbiales (como, recuerdo ahora, los del “barrio senegalés”), desesperadamente aferrados a sus vestimentas, a sus costumbres, viviendo como en un gueto, procurando conservar sus tradiciones, condenados a una existencia sumamente difícil, en precario -forman parte del subproletariado, de la llamada “nueva pobreza”-, agonizando como ‘diferencia’ que no ha querido o no ha podido disolverse en mera ‘diversidad’…

En este contexto, el papel de la Escuela ha vuelto a ser, como acostumbra, exquisitamente hipócrita, diciendo una cosa y haciendo otra. Mientras proclamaba pretender “adaptarse” a la nueva realidad multicultural -diversificando los currículos y abriéndolos a las asignaturas y lenguas exógenas, como el árabe, etc.-, para respetar y proteger así la ‘diferencia’ que asomaba por las aulas con los hijos de los inmigrantes, lograba sin embargo acelerar el proceso de occidentalización de estos escolares, segregarlos socialmente y escindirlos en dos grandes categorías: de un lado, los que podrán promocionarse económica y socialmente por no haber fracasado en la Escuela, superando sus controles y sus exámenes, que optarán, en virtud de esa lógica de un ‘éxito’ que supone ‘sumisión’, por un olvido de sus culturas de origen y una incorporación lo más rápida posible al orden de la cultura dominante; de otro, los fracasados, esos supuestos “malos estudiantes” que no han sido filtrados por la institución escolar, carne de salario bajo y desempleo, a los que, como ha señalado para el caso francés Danielle Provansal, no les quedará otro consuelo, otro apoyo y otro remedio, que abrazarse a sus culturas originarias, a sus tradiciones, a lo que ‘traían’ ya que aquí nada se les va a ‘dar’ (salvar el nódulo de su identidad, pues muy poco tienen que ganar enterrándolo). De un lado, los absorbidos, africanos que parecen europeos y quieren serlo a todos los efectos; y, de otro, los vomitados, africanos que parecen africanos porque todavía quieren parecer “algo”, aparte de escombros de hombres arrojados al vertedero social.

7)

Pero también hacia el interior de nuestra formación socio-política se produce un fenómeno análogo de extirpación de la Diferencia, en una suerte de colonialismo hacia adentro, por utilizar la expresión de Provansal. Sobran los indicios de que, por su pasión uniformizadora, nuestra Cultura ataca y somete los reductos de la alteridad regional, nacional, étnica, ideológica, etc., asimilando lo que puede y excluyendo lo que se le resiste.

Paradigmático resulta, en nuestro país, el caso gitano, indicio mayúsculo de lo que cabe esperar de Occidente: la eliminación progresiva, y aún así traumática, de aquello que, por no poder explotar, no quiere comprender… Terca, orgullosamente, el pueblo gitano ha mantenido durante siglos su especificidad caracteriológica, su diferencia existencial y cultural, en un mundo muy poco preparado para respetarla, para soportarla. El temor popular a los gitanos (la “proteofobia” que aquí y allá despiertan) está justificado; pero no por su presunta afición al delito, sino por algunos rasgos de su identidad colectiva, de su idiosincrasia, que chocan frontalmente con los hábitos y la manera de pensar del resto de la sociedad -y, por ello, se perciben como una amenaza, un desafío, una insumisión desestabilizadora. Voy a referir dos ejemplos clamorosos…

En primer lugar, su desinterés por toda Patria, por todo País que deberían reconocer como “suyo” (y amar, defender, matar en su nombre si es preciso…), y su reivindicación complementaria del Camino, de la libertad absoluta de movimientos, del Derecho al Nomadismo, de la opción de vivir de paso -vivir la senda y en la senda. Figuras de un rechazo sorprendente de lo sedentario, de la instalación y de la adscripción territorial, los gitanos (quizás más los de ayer que los de hoy) han sostenido que, en realidad, los Caminos no conducen a las Casas -huyen de ellas, dándoles la espalda en todas las direcciones… Son los Caminos los que nos salvan de las Casas; los que existen para que los hombres no se consuman en sus habitáculos perpetuos, en sus hogares definitivos, y para que se den cuenta de que nadie les ha condenado a vivir la vida de las patatas -no tienen por qué nacer, crecer y morir en el mismo sitio, por muy bonito que sea el huerto. Esta vindicación extemporánea del Camino, del Nomadismo; esta desafección, verdaderamente hermosa, hacia cualquier pedazo de tierra, hacia la idea misma de Estado (o Estado-Nación), hacia las fantasías del “espacio vital”, etc., tan extraña en el contexto de los nacionalismos ascendentes, de las guerras por las patrias (pensemos en Israel), de la proliferación y reordenación de las fronteras,…, convierte a la etnia gitana en una auténtica rara avis de la contemporaneidad, reservorio milagroso de la Diferencia.

En segundo lugar, está o ha estado en la subjetividad gitana, o en la subjetividad de un segmento de la colectividad gitana, la idea de que, puestos a elegir entre la Venganza y la Justicia, más vale optar por la primera y olvidarse de la segunda (Camarón: “unos pidiendo Justicia, otros clamando Venganza”). En este sentido, el “patriarca” de las tribus gitanas, más que administrar la Justicia, llevaba al corriente y medía el desenvolvimiento espontáneo de las venganzas, velaba por cierta proporción en el desagravio. Se trata, desde luego, de una concepción absolutamente inadmisible, intolerable, en el escenario de nuestros pagadísimos de sí mismos Estados de Derecho, escenario de una sacralización bastante zafia, bastante mojigata, del aparato judicial y de la Justicia; una concepción en la que destella una diferencia esplendorosa, reluctante, insufrible, contra la que el “buen sentido” de nuestra sociedad se emplea con todas sus armas… Solo añadiré una cosa: yo, aunque no sabría precisar qué es lo que tengo a favor de la Venganza, sí podría explayarme con lo mucho que tengo en contra de la Justicia. Quizás por eso, a lo largo de mi vida me he vengado muchas veces, y nunca he puesto un pleito…

La diferencia gitana se alimenta también de otras disposiciones, en las que no puedo detenerme a pesar de su interés: entre ellas, una cierta fobia al enclaustramiento laboral, a la asalarización, al confinamiento de por vida como “trabajadores”. Por esta antipatía a la proletarización, los gitanos han preferido ganarse la vida de otras formas: el pequeño comercio ambulante, el contrabando, los espectáculos, los oficios manuales, las artesanías,… La interesada invitación a que se conviertan en “obreros”, y vendan su fuerza de trabajo sin mala conciencia ni arrepentimiento, nunca les ha llegado al alma…

Contra esta idiosincrasia gitana, los poderes de la normalización y de la homogeneización han desplegado tradicionalmente todo su arsenal de estrategias inclusivas y exclusivas, asimiladoras y marginadoras. Se ha pretendido sedentarizar al colectivo gitano; y se ha puesto un delatador empeño en escolarizar a los niños, laborizar a los mayores, domiciliar a las familias… El éxito no ha sido completo; pero es verdad que, aún a regañadientes, una porción muy considerable de la etnia gitana ha tenido que renunciar a sus señas de identidad, des-gitanizarse, para simplemente sobrevivir en un mundo que en muchos aspectos aparece como la antítesis absoluta, la antípoda exacta, de aquel otro en que hubiera podido ser fiel a sí misma. Otros sectores del colectivo gitano, por su resistencia a la normalización, han padecido el azote de las estrategias excluyentes y marginadoras, cayendo en ese espacio terrible de la delincuencia, la drogadicción, el lenocinio y la autodestrucción.

La tribu gitana, nómada, enemiga de las casas y amante de la intemperie, con niños que no acuden a la escuela y hombres y mujeres que no van a la fábrica, indiferente a las leyes de los países que atraviesa,…, era un ejemplo de libertad que Occidente no podía tolerar; un modelo de existencia apenas ‘explotable’, apenas ‘rentabilizable’ (económica y políticamente); un escarnio tácito, una burla implícita, casi un atentado contra los principios de fijación (adscripción) residencial, laboral, territorial, social y cultural que nuestra formación socio-política aplica para controlar las poblaciones, para someterlas al aparato productivo y gestionar las experiencias vitales de sus individuos en la docilidad y en el mimetismo.

La hipocresía del reformismo, particularmente la del “reformismo multiculturalista” (que extermina la Diferencia alegando que su intención es la de salvaguardarla), se ha mostrado casi con obscenidad en esta empresa de la domesticación del pueblo gitano. Recuerdo esas urbanizaciones proyectadas para los gitanos pensando -se decía- en su ‘especificidad’ (“en contacto con la naturaleza”, vale decir en los suburbios, en el extrarradio, donde el suelo es más barato y los miserables se notan menos; con patios y zonas destejadas para que pudieran ser felices contemplando sus luceros, sus lunas, sus estrellas, “de toda la vida”; con corrales y establos para sus “queridos” animales, caballos o burros, perros, algunas cabras, etc.; habitaciones amplias donde cupiera todo el clan; etc., etc., etc.) y a las que, en rigor, solo tengo una cosa que objetar: están muy bien, pero les faltan ruedas -pues esta gente ama el camino. ¡Ponedle ruedas y serán perfectas! Recuerdo los programas “compensatorios”, o “de ayuda”, con los que en las Escuelas se pretendía doblegar la altiva e insolente personalidad de los gitanos descreídos e insumisos. ¡Qué horror!

8)

Probablemente, también las llamadas “minorías sexuales” están siendo neutralizadas como ‘diferencia’ y asimiladas en tanto inofensiva ‘diversidad’. Creo que, en relación con los homosexuales, el Sistema ha cambiado de táctica y va dejando atrás las estrategias exclusivas (marginación, discriminación, penalización tácita o efectiva) para abundar en las estrategias inclusivas, asimiladoras. El pasaje no se ha completado, y las dos estrategias pueden estar aún conviviendo -una exclusión que se relaja pero no desaparece, y una inclusión que va ganando terreno-; aunque los indicios hablan de un decantamiento hacia la integración, hacia la absorción. Así, la conceptuación de la pareja homosexual como “pareja de hecho” y su progresiva equiparación legal con las parejas heterosexuales, junto a la posibilidad, abierta en algunos países, de que las familias homosexuales puedan adoptar niños, hacerse -de un modo o de otro- con ‘hijos’, revela el propósito (política e ideológicamente inducido) de encerrar la homosexualidad en los esquemas dados, establecidos, esencialmente represivos, de Familia y Vínculo de Pareja. Una pareja homosexual con hijos es ya, únicamente, una variante ‘diversa’ de la pareja clásica, “familiarizada”. La ideología familiarista capta de este modo al homosexual; y los esquemas conservadores que reducen la afectividad y la sexualidad al juego timorato del número dos (la pareja) y, acto seguido, institucionalizan la relación (matrimonio por la Iglesia, matrimonio civil, para-matrimonio de las parejas de hecho), empiezan a reproducirse en estos círculos tradicionalmente perturbadores.

La figura del homosexual que vivía solo, inclinado más a la promiscuidad y a la inestabilidad erótico-afectiva que a la clausura en el vínculo de pareja y a la casi definitiva normalización-regularización del horizonte de su deseo; que podía ser visto como un peligro, un mal ejemplo, una asechanza para las “parejas clásicas”, un factor de desorientación, no sé si un ave de rapiña sexual, un exponente de la libido desatada, libre, no-institucionalizable, un elemento de desorden amoroso, de cuestionamiento de lo dado en el dominio sentimental, una fractura, una falla, una grieta en el edificio de la lubricidad mayoritaria, lubricidad cobarde, pesquisada y vigilada; esa figura una tanto arrogante, que arrastraba una innegable grandeza, empieza a coexistir con la del homosexual asimilado, familiarizado, paternalizado, que ya ni molesta ni inquieta, figura de orden a fin de cuentas.

El Sistema intenta ‘atraer’ a los homosexuales y gobernar su sexualidad como gobierna la de las parejas heterosexuales -de ese modo acabaría con la diferencia que hasta hoy connotaban. La ideología de la igualdad (de derechos, de oportunidades, de respetabilidad) le sirve de instrumento en esa tarea: prometer un “trato igual” a la pareja y a la familia homosexual para que, precisamente como ‘pareja’ y como ‘familia’, habiendo abdicado de su diferencia, contribuya a la reproducción del orden social general. El peligro, de cara al Sistema, que implicaba la figura del homosexual, no radicaba en su preferencia de género; sino en el modo en que atentaba contra la institución familiar, uno de los soportes incuestionables del entramado social. “Familiarizado”, el homosexual deja de constituir una amenaza. Habrá familias ‘diversas’, y ya no una decantación erótico-afectiva ‘diferente’…

9)

El exterminio de la Diferencia avanza también con paso firme en el ámbito del pensamiento mismo, en la esfera intelectual. Los defensores del “status quo” se han apresurado a celebrarlo, y escriben libros para sancionar el fin de la controversia ideológica, la muerte de todas las ideologías -salvo una, que se presenta, por supuesto, como no-ideología, como expresión honesta de la Verdad: el liberalismo.

En 1989, Francis Fukuyama, asesor político de la Casa Blanca, proclamaba el fin de la Historia: derribado el comunismo, la Humanidad por fin habría alcanzado su objetivo, conquistado su meta, satisfecho todas sus ambiciones -la instalación en la libertad que solo la democracia liberal y el capitalismo occidental aseguran y preservan. Daniel Bell, con su El fin de las ideologías, incidía en el mismo planteamiento: desprestigiado y vencido “para siempre” el utopismo revolucionario, ya solo quedaría espacio para una política reformista, ajena a toda quimera teórica, dentro de los marcos del sistema democrático liberal. (Por cierto que, en el simposio internacional organizado por la revista Die Zeit en diciembre de 1989, Bell nos proporcionaba asimismo la solución del problema ecológico: “Los problemas de medio ambiente que padecemos tienen seguramente bastante que ver con el hecho de que muchos consideran el aire y el agua como bienes gratuitos. Si se les pusiese precio, la gente comenzaría a ahorrar, y así empezarían también las condiciones a mejorar gradualmente”. ¡Genial!: pagar por respirar, privatizar incluso el aire…).

Me parece que Fukuyama y Bell se precipitan, y que en modo alguno ha acabado la “guerra de ideas” (¿no estamos nosotros aquí, por ejemplo?), aunque aciertan al detectar el proceso de disolución -por fortuna parcial, no sin impurezas- de la Diferencia teórica en diversidad, proceso de convergencia intelectual hacia las posiciones liberales desde campos en principio adversos, como el marxismo, el socialismo, el pacifismo, el ecologismo, el feminismo,… En el ámbito intelectual, la disolución de la Diferencia (ideologías contestatarias, anticapitalistas) en Diversidad (distintas versiones del democratismo, formas diversas de justificar y glorificar el capitalismo liberal) se ha acelerado, efectivamente, al menos en dos parcelas: de una parte, filósofos e intelectuales inconformistas, que inscribían sus trayectorias en la órbita del marxismo, o, en todo caso, de un izquierdismo anticapitalista, han ido soltando lastre por etapas, derivando, desposeyéndose de recursos propios (del marxismo al socialismo revolucionario; del socialismo revolucionario al socialismo a secas; del socialismo a secas a la socialdemocracia; y, por último, de la socialdemocracia al liberalismo social, a una versión coqueta del liberalismo que admite distintos nombres y gusta de las pequeñas beligerancias internas: ‘liberalismo comunitario’ o ‘comunitarismo’ de Walzer, Taylor, Sandel, Macintyre, etc.; ‘democratismo deliberativo’ de Habermas, Apel, acaso Rawls, etc.; a veces se habla de ‘republicanismo’, de ‘socialismo liberal’, con dos o tres autores a la cabeza; etc.), hasta instalarse en el terreno de juego de la ideología liberal contemporánea -el democratismo-; de otra, el bloque disidente pacifista/ecologista/feminista se ha escindido y una fracción del mismo ha sido capturada por el reformismo liberal, por lo que cabría hablar, en nuestros días, de la consolidación de un pacifismo/ecologismo/feminismo conservador, filocapitalista.

Esta convergencia (resultado de las estrategias fágicas contra el peligro de la Diferencia intelectual), apresurada y efectista, ha diversificado ciertamente las ofertas teóricas del liberalismo dominante. Pero, como decía, el proceso no se ha realizado sin impurezas, sin residuos, sin restos de la Diferencia originaria, que, expelidos del Reino de la Verdad oficial, arrojados a los márgenes del Discurso Admitido, han iniciado trayectorias multiformes, declinaciones disímiles, constituyendo un horizonte de pensamiento crítico, contestatario, realmente abigarrado a pesar de su exclusión, heterogéneo y hasta heteróclito, con tendencias que se solapan parcialmente, se recubren y se superponen hasta un determinado punto y luego siguen vías distintas, despegándose, astillándose, retorciéndose… Este universo de pensamiento ‘resistente’, anticapitalista, que no carece de dinamismo, donde se percibe hoy una cierta efervescencia, se basta para arruinar la pretensión de victoria absoluta del liberalismo, la ilusión de un final de la controversia ideológica, la patraña del Pensamiento Único: el liberalismo no es el “pensamiento único” de la Humanidad; es, solo, después del abatimiento del marxismo, el “único pensamiento” que le queda al Capital y al Estado para justificarse -pues ha perdido las racionalizaciones que le proporcionaba su seudo-adversario, el socialismo productivista y estatalista de la Europa del Este. Más adelante volveré sobre este asunto, añadiendo una tesis quizás arriesgada: la de que este supuesto Pensamiento Único liberal ni siquiera es “pensamiento”, ya que el democratismo constituye hoy una forma de silencio clamoroso, de no-pensamiento, de Pensamiento Cero…

Lo que querría subrayar, alcanzado este punto, es que, en verdad, estamos asistiendo a un proceso de aniquilación de la Diferencia intelectual, y que tendencias portadoras de un indudable elemento de perturbación teorética han sido perfectamente metabolizadas, digeridas, por el enorme estómago del liberalismo-ambiente (Lo Mismo conjugable, Lo Mismo diversificado). Hay, no obstante, resistencias, vigorosas incluso, que están siendo ferozmente combatidas por el orden del saber/poder dominante, y que la publicística liberal descalifica sin descanso como meras recaídas en el “irracionalismo”, el “fundamentalismo”, el “nihilismo”, el “apocalipticismo”,… Aquí solo indicaré algunas de estas tendencias, las más conocidas…

Existe una tradición, fundamentalmente francesa, que supo explotar una re-lectura de Nietzsche y quiso educarse en el espíritu, e incluso en las tesis, de los clásicos del anarquismo (antiautoritarismo, anti-representantivismo, denostación de toda Jerarquía, de todo burocratismo, antiestatismo y antiproductivismo); tradición a la que Michel Foucault aportó modos textuales y estilos de investigación propios (sabiéndose desmarcar del marxismo ‘antes’ -y aquí reside parte de su mérito- de que este se fuera intelectualmente a pique), y que ha recibido distintos nombres: “Pensamiento Genealógico”, “Teoría Francesa”, “Escuela antilogocéntrica”, etc. Autores como Deleuze, Donzelot, Querrien, Guattari,…, han hecho frente admirablemente a las añagazas asimiladoras del liberalismo, reflexionando y escribiendo desde una negación incondicional del sistema capitalista y su democracia parlamentaria.

Esta tradición “genealógica” se ha ido ramificando con el tiempo, y ha enlazado con otras corrientes de pensamiento asimismo muy poco interesadas en la exaltación de los regímenes demo-liberales: la “teoría de la escritura”, a partir de R. Barthes; la llamada “estrategia general de la deconstrucción”, con Derrida en primera línea; el “antiproductivismo” de Baudrillard y la Escuela de Grenoble (Maffesoli, Girardin,…); el “postmodernismo” de un Lyotard que más tarde perdió el norte y de unos autores alemanes que figuran en todas las listas de la contemporánea Inquisición Liberal (Rudolf Bahro, Gerd Bergfleth,…).

Hacia este posicionamiento ‘posmoderno’ (en tanto crítica y negación del Proyecto Moderno, de los mitos de la Ilustración, de las secuelas de la Razón: “No es ya el sueño de la Razón el que engendra monstruos, sino la Razón misma, insomne y vigilante”, anotó Gilles Deleuze) han oscilado también los teóricos del ecologismo radical que no cedieron a la presión ‘fágica’ del liberalismo hegemónico (el propio Bahro, Willi Hoss, Thomas Ebermann, Rainer Trampert,…) y los portavoces de un feminismo y un pacifismo incardinados en lo que a veces se denomina “movimiento alternativo” y cuyas obras apenas se nos traducen…

Un poco al margen de todo y, al mismo tiempo, sin renunciar a implicarse en todo (en todo lo disconforme, lo disidente, lo discordante), encontramos a esos autores tildados de “nihilistas”, o “catastrofistas”, que, no temiendo mirarle a la Decadencia a los ojos y siguiendo trayectorias individuales, qué más da si erráticas, irritan e incomodan a los celadores coetáneos del discurso: E.M. Cioran, P. Sloterdijk, Jürgen Dahl, probablemente Z. Bauman, etc. Estos hombres, que no pueden tener discípulos (pues les resulta odiosa la menor sugerencia de “tutelaje intelectual”), sí cuentan con ‘compañeros de espíritu’, gentes que los leen con placer y comprenden el sentido de sus aparentes descarrilamientos, la legitimidad de sus despiadadas autodescalificaciones. (¿Hay algo más honesto, intelectualmente hablando, que ofrecer desde el principio las pistas y los elementos de la propia autoimpugnación?)…

Sé que me dejo en el tintero, por olvido y por ignorancia, muchos nombres, muchas corrientes, muchas orientaciones que se ubican orgullosamente en este extrarradio del Pensamiento Único, tenazmente extranjeras en relación con la Casa, lujosa y desalmada, de la ideología liberal… Y no he querido hablar del “islamismo político”, pensamiento de cientos de millones de hombres, un completo desconocido para nosotros, los euro-americanos, y del que solo se nos muestra su lado más chocante, más inmediatamente abominable (por ejemplo, el velo en la cara de las mujeres, tan tapadas, que nos disgusta por la costumbre occidental de ‘desnudarlas’ en tal que se dejan -desfiles de moda, concursos de belleza, páginas de las revistas, anuncios publicitarios, playas, etc. En los dos casos, la misma disimetría: mujeres más tapadas que los hombres, satisfechos de tenerlas así; mujeres más desnudas que los hombres, felices de que eso les plazca). ¿Se ha dado, cabe preguntarse, el mismo tratamiento a la prescripción islámica que señala la ilegitimidad del “interés” y de la “usura”, ilegitimidad por tanto de nuestros bancos e instituciones de crédito? ¿O a la exigencia islámica de que los bienes y servicios básicos sean colectivizados, auténtico freno a la aspiración capitalista de privatizarlo todo? ¿O a la preeminencia dada a la comunidad y a la asamblea? Tampoco he hablado del hinduismo, del budismo, del confucionismo, de lo que pueda quedar de “socialismo” en China -quizás no sea mucho, pero afecta a más de mil millones de personas…

En estos, y otros, movimientos ideológicos, en estos sistemas de creencias, se refugia hoy la diferencia intelectual, el resto, la impureza que no se ha dejado asimilar y que se pretende excluir, marginar, silenciar, exterminar por todos los medios -de ahí su catalogación como fundamentalismo, dogmatismo, irracionalismo, nihilismo, aventurismo filosófico, terrorismo teórico, literatura, barbarie,…

10)

Pero también en la esfera cotidiana, y en lo que atañe a la privacidad de cada individuo, se deja notar esta tendencia a suprimir (debilitar, ahogar) la Diferencia. Es como si existiese una “policía social anónima”, una vigilancia de cada uno por todos los demás, que pesquisa nuestras decisiones, que registra nuestros actos y presiona para que nuestros comportamientos se ajusten siempre a la Norma, obedezcan a los dictados del “sentido común” y sigan la línea marcada por las costumbres. Una policía social anónima que se esfuerza, sin escatimar recursos, en que no nos atrevamos a diferir, no nos permitamos la deserción, no nos arriesguemos a la ‘mala fama’, no sintamos la seducción de esa terrible y maravillosa soledad de los luchadores desesperados – soledad de todos los hombres raros que conciben su vida como “obra” y se enfrentan al futuro tal el escultor a la roca, procurando hacer ‘arte’ con sus días; soledad de los hombres que resisten, conscientes incluso de la inutilidad de su batalla, que combaten sin aferrarse ya a ninguna Ilusión, a ninguna Quimera, que luchan sencillamente porque perciben que está en juego lo más valioso, si no lo único, que conservan: su dignidad…

No se puede dudar de la verdad de esta “represión anónima”, a la que se han referido Horkheimer (“conciencia anónima”), Marcuse, Fromm y tantos otros en el pasado y, hoy mismo y en nuestro país, López-Petit y Calvo Ortega, valga el ejemplo; y que casi todos hemos padecido en alguna ocasión o padeceremos toda la vida. Hay en los manicomios muchos hombres que le plantaron cara por decisión o fatalidad… Esta “policía de los ojos de todos los demás” trabaja también para que la Diferencia se disuelva en Diversidad y los irreductibles se consuman en el encierro o en la marginación. Podrían contarse tantas historias…

11)

La disolución de la Diferencia en Diversidad es un fenómeno que se acusa hoy en todos los ámbitos de la actividad humana. Los indicios que cabría poner sobre la mesa son casi ilimitados, inabarcables. Me contentaré, por ello, con señalar unos pocos ejemplos más, considerando que de esta forma el asunto queda zanjado.

La vivienda rural tradicional de media o alta montaña, fruto del saber arquitectónico popular, con sus materiales humildes tomados del terreno (madera, piedra, barro, paja,…), su disposición ‘defensiva’ contra los vientos dominantes, sus puertas y sus vanos orientados preferentemente al mediodía, su forma de adosarse como si cada una buscara el apoyo y el sostén de todas las demás, su composición ‘orgánica’, rigurosamente interminable, una estructura interna estudiada para asegurar la subsistencia con medios económicos escasos (que no se pierda calor, que baste con la estufa de leña, que de por sí el habitáculo sea fresco en verano y abrigado en invierno, que alguna estancia haga de ‘nevera’ para conservar los alimentos,…), y, en general, un resultado de los conocimientos informales de sus constructores no especializados -saber ‘del lugar’, conservado por la tradición y ejercitado por las familias- y de la atención inteligente a las condiciones de la naturaleza (proximidad a las fuentes, a los arroyos, a los ríos; ubicación en parajes de acceso relativamente cómodo y particularmente protegidos contra las inclemencias climáticas habituales, etc.); esta “vivienda rural antigua”, portadora indiscutible de la Diferencia, cede en todas partes ante la impostura de las “nuevas viviendas rurales” (consecuencia del poder económico y del capricho de algunos privilegiados, del ahorro de los jubilados o de los planes de promoción del medio rural tendentes a aprovechar la explosión del agroturismo y del ecoturismo), que obedecen siempre a la filosofía del Piso de Ciudad (rechazo de la sabiduría arquitectónica popular; materiales estándar como el ladrillo o los bloques de cemento; arrogancia del habitáculo, que se levanta donde más le gusta al propietario, al margen de toda consideración geográfico-climática; preferencia por el aislamiento y la independencia de las casas, que más bien huyen unas de otras; concepción unitaria, regular, finita; estructura interna más interesada en exhibir el poderío material del morador que en economizar los gastos de la existencia -habitaciones enormes, sistemas de calefacción caros, proliferación de electrodomésticos,…;etc.) y, normalmente, devienen como el resultado de los conocimientos técnico-científicos de los ingenieros, arquitectos, constructores y albañiles (lamentables ‘expertos’), profesionales y asalariados que trabajan en el olvido de lo autóctono y de lo primario…

Estas “nuevas viviendas rurales”, subvencionadas en ocasiones por la Administración, sancionan la extinción de la “vivienda rural tradicional”, disimulando ese aniquilamiento de Lo Diferente mediante la conservación ‘retórica’ de elementos identificativos falseados: verbi gratia, el recubrimiento, con losas de piedra, de los muros de bloques o de ladrillos; un cierta imitación del color de las paredes antiguas -que era el color del barro y de los materiales comunes originarios-, conseguido a través de sofisticadas pinturas de exteriores o monocapas cementosas; una característica redundancia de maderas, si bien demasiado nobles y exógenas y siempre subordinadas a las estructuras metálicas, o de hormigón, que configuran el espacio habitable… Y poco más.

La “antigua vivienda rural” ha sido excluida (hoy subsiste vinculada a propietarios pobres o particularmente ‘descuidados’); y la “nueva” solo retiene de su antecesora elementos folklóricos, testimoniales, podría decirse ‘museísticos’. La aldea se convierte así, herida de señuelo y de impostura, en algo parecido a un “parque temático”… En relación con la vivienda urbana, con el piso de ciudad o la casa de urbanización, estas “nuevas viviendas rurales” aportan, no cabe duda, un componente de ‘diversidad’ (aunque solo sea visual: la piedra, el color, las maderas, los tejados,…); pero responden en lo profundo a una cancelación del habitáculo campesino ‘diferente’ y a un trabajo de colonización del medio rural por los conceptos y las expectativas urbanas.

La música ‘etno’ que se difunde por Occidente, los experimentos de ‘fusión’ o de ‘sincretismo’ transcultural que promueven las grandes casas discográficas para explotar la moda del “multiculturalismo”, etc., dan siempre la impresión de atenerse al código de la música euro-americana, que incorpora elementos accesorios de las otras culturas (africanas, orientales, de los indios de las reservas estadounidenses, etc.) para asegurarse una nota de elegante exotismo, de aparente novedad, pero siempre en el respeto de lo que el oído occidental considera “aceptable”, “armonioso”, “no-estridente”, “música y no ruido”. La diversificación resultante de las ofertas (mixturas, síntesis, cócteles,…), compatible con una universalización del concepto occidental de música y del código musical occidental, oculta así el exterminio de la Diferencia -esas músicas de los otros que “no” pueden gustarnos porque contravienen los principios tácitos de nuestra educación musical y de nuestros hábitos de escucha, y que, por tanto, al no ‘rentar’, no se difundirán…

La concepción misma del “artista” occidental (escritor, pintor, escultor, músico, actor,…), contra la que con tanta insolencia se batiera Marcel Duchamp, y que admite no obstante una cierta diversificación interna, una especificación que va desde el “neo-bohemio” que sueña con escapar de la servidumbre laboral (vivir de su arte; y no como empleado del Estado, profesional de otra cosa o mero asalariado), al “creador a tiempo parcial” que compensa la humillación de su adscripción al aparato productivo con unas cuantas horas arrancadas al día para su obra, pasando por figuras emergentes, y tampoco desprovistas de interés, que apuntan a un nuevo “ascetismo” (autores que viven modestamente en provincias, en el medio rural, en países pobres o baratos,…; y desde ahí envían sus trabajos a los núcleos ciudadanos de la cultura, editoriales, galerías, etc.); esa concepción “occidental” del artista, que comporta invariablemente una renuncia al anonimato (soberbia de los nombres propios) y casi también a lo colectivo, que parte de una sacralización del autor como hombre ‘tocado’ por el privilegio del talento, de la inteligencia, de la imaginación o de la creatividad -hombre siempre excepcional, en ininterrumpido celo de prestigio, de reconocimiento, de aplauso…- y que produce una curiosa fauna de hombrecillos estrambóticos, distintos por fuera e iguales por dentro, todos narcisistas, todos patéticamente enamorados de sí mismos, todos endiosados, muchos idiotizados; esta manida concepción del Arte y del artista se globaliza en la actualidad, acabando con formas ‘diferentes’, y no-occidentales, de entender y de vivir el hecho estético: concepciones que giran aún en torno al anonimato del artista, o a la suma de incontables esfuerzos individuales en la génesis de una obra que termina siendo “de todos y de nadie”; que remiten más a la figura humilde del “artesano” que a la figura chillona del “artista”; que frecuentemente se imbrican con funcionalidades de orden extraestético, ya sea religiosas, económicas, educativas,…; que no se compatibilizan bien con la lógica capitalista de exhibición, mercantilización y ‘entierro’ en museos; etc., etc., etc.

De África, de Asia, de las reservas indias, de los guetos, del Amazonas,…, nos llegan hoy artistas “a lo occidental”, con sus obras rentabilizables (vendibles, consumibles) debajo del brazo. A su lado, los creadores anónimos, las factorías populares, las formas tradicionales de producción de objetos estéticos, etc., tienden a extinguirse. Se diversifica así el resultado (obras y artistas con otros formatos, otras referencias, otras connotaciones…), pero en el sometimiento a Lo Mismo estético, sometimiento a las categoría y a los usos occidentales. ¿Y si la misma idea de “estética”, de “obra de arte” y de “artista”, no fuera más que una acuñación occidental, un capricho o una manía de solo un puñado de hombres sobre la Tierra?

A la par que se persigue la asalarización de la mayor parte de la población del Planeta, también se pretende mundializar el modelo de asociacionismo obrero, de supuesta ‘auto-organización de los trabajadores’, que mejor sirve al control y explotación de esa mano de obra universal: el sindicalismo de Estado, con su parafernalia de sindicalistas-liberados, subvenciones institucionales, apoyo material de la empresa, circo de las elecciones sindicales, falseamiento de la democracia de base, conformación de estructuras jerárquicas y burocráticas, etc. Esta fórmula, adornada con cierta ‘diversidad’ en las siglas (en España: UGT, CCOO, CGT, etc.), con cierta singularización en la letra pequeña de los manifiestos y en el eco apagado de las filiaciones ideológicas, se va a imponer en todo el globo sobre la aniquilación de aquellas otras formas de “autodefensa” obrera que no se miran en el espejo estatal/occidental -formas de auto-organización de los trabajadores que desconfían del tutelaje empresarial-gubernamental, que ven en cada subvención institucional un caramelo envenenado, que retienen savia obrera en sus cauces y han esquivado el peligro de la burocratización; entidades autónomas, en ocasiones temporales, que nacen de la exigencia de reunir y coordinar esfuerzos ante los abusos de la Empresa y el desinterés de las administraciones, y que no buscan forzosamente su normalización-regularización legal, etc.

Entre las formas de auto-organización obrera que, por anhelar salvar sus señas históricas de identidad, su diferencia, su apego al peligro, están padeciendo hoy el encarnizamiento de las estrategias “émicas” del poder, después de haber soportado las “fágicas” -que, en este caso, dieron lugar a una escisión y a la aparición de una nueva forma ‘diversa’ de insistir en Lo Mismo sindical, otro collar para el mismo viejo perro sarnoso del “sindicalismo de Estado”-, está, en nuestro país, lo que queda de CNT. Mientras CGT, su hermana de sangre, emprende el viaje al infierno de no poder diferir aunque lo pretenda, de no poder disentir aunque lo proclame; expulsada, vomitada, marginada, CNT sobrevive en el espacio hostil de la Precariedad y del Aislamiento. Conserva la diferencia, no se puede negar; pero su destino está siendo, va a ser, el de la diferencia misma -un bello ocaso.

La propia Escuela, en fin, que, en último término, constituye solo el modo occidental de organizar la transmisión cultural, asegurando de paso los beneficios de una adaptación del material humano a las necesidades del aparato productivo y del orden socio-estatal general, tiende a globalizarse hoy, aplastando las restantes formas, características de las otras culturas, de socialización del saber y difusión de los conocimientos -maneras y procedimientos autóctonos, que a menudo no exigían el “encierro”, la escolarización obligatoria, ni demandaban la figura elitista del Profesor/Educador… Volveré sobre este asunto.

Mejor no continuar. Los indicios de la disolución de la Diferencia en Diversidad son innumerables; saturan todas las dimensiones de la existencia humana contemporánea… Antes de dejar este asunto, quisiera sin embargo introducir una matización: no me gusta pensar que es la Diferencia misma la que se gestiona, la que se gobierna. He leído páginas de Calvo Ortega en las que habla de un “gobierno por la diferenciación”, y no deseo suscribirlas. No es la Diferencia en sí la que se administra, sino la Diversidad en tanto forma degradada, vacía, de la Diferencia. Con este matiz escapo al ‘idealismo negativo’ que sugiere que todo está controlado y todo está perdido. No soy apocalíptico: creo aún en el peligro de la Diferencia resistente y en la posibilidad de una lucha desesperanzada por su defensa y preservación.

Harta de esperar, 5.5

Policías, manifestantes, vendedores, 7

Esperando, 5

Pancartas y paraguas, 6

Pedro García Olivo, Alto Juliana, Aldea Sesga, Rincón de Ademuz, Valencia, 7 de julio de 2020

AFORISMOS DESDE LOS NO-LUGARES

Posted in Activismo desesperado, antipedagogía, Autor mendicante, Breve nota bio-bibliográfica, Crítica de las sociedades democráticas occidentales, Descarga gratuita de los libros (PDF), Desistematización, Proyectos y últimos trabajos, Sala virtual de lecturas incomodantes. Biblioteca digital with tags , , , , , , , , , , , , , , , , , , , on junio 24, 2020 by Pedro García Olivo

Los Mundos Convulsos, Errante el Pensamiento, la Vida Irregular y por fin Tú

Ráfagas, en la doble acepción de la palabra: «Viento fuerte, repentino y de corta duración» y «golpe de luz viva». Vientos y luces movidos por un asalto de la imaginación, del sentimiento o de la crítica: así fueron estos aforismos.

Ráfagas un poco demasiado airadas en ocasiones, como vientos destructivos; y ráfagas, casi siempre amigables, de luces cálidas.

Pero desde el principio, en el origen, la imposibilidad de resistirme a un impulso turbio de escritura, suscitado por cualquier cosa, una noticia periodística, una circunstancia local, un accidente de la emotividad, un suceso en el círculo familiar o afectivo…

Biotexto «desde los no-lugares»…

No-lugares de la Geografía, que ha terminado siendo sustancialmente «política»: firmo las últimas composiciones en el Alto Juliana, paraje sito en el monte público de Sesga, aldea que hace parte del Ayuntamiento de Ademuz, comarca perteneciente a la Provincia de Valencia, componente, al lado de Alicante y de Castellón, de la Comunidad Valencia, territorio del Estado Español, organización política inserta en la Unión Europea…

Si algún día pensé que mi Cueva estaba fuera del mundo, me equivoqué como tantas otras veces: es un «lugar» y, por ello, queda definitivamente inscrito en los ámbitos de la administración y de la gestión política, circunscrito burocráticamente. Aunque lo reitero y reitero en mis fotografías, pues estoy orgulloso de haber construido, con mis manos y donde no lo permite la Ley, un espacio para vivir, quise escribir abstrayéndome en cierto sentido de él y de los modos de su subordinación, redactar desde un no-lugar geográfico.

No-lugares del Pensamiento, pues no hay nada tan desalentador como una «reflexión domiciliada», una escritura con residencia fija; y he tenido que soportar, durante décadas, hasta que me acostumbré y dejó de molestarme, las etiquetas que se lanzaban sobre mis obras, ya como dardos afilados ya como abrazos pegajosos: que si eran de un escritor anarquista, que si mis libros procedían de un neo-marxismo disimulado, que si mi aliento era el del «nihilismo», que si había caído en las redes de un pos-modernismo reaccionario, que si jugaba al «malditismo» y al «romanticismo»…

Satisfecho del curso de mis palabras, con todas sus contradicciones, sus oscilaciones, sus interrupciones, sus insuficiencias, sus patetismos y sus culpabilidades, me propuse escribir por fuera de todas las demarcaciones intelectuales, desde un no-lugar mental.

Y lugar del Sentimiento, de la Pasión, de la Emoción, de la Sublevación y de la Adhesión, del Amor y del Odio, del Fuego y del Hielo, la menos infame de las patrias, barricada personal contra lo político y lo económico, un lugar que solo puede definirse como «no-lugar».

Cerré ayer estos aforismos que, normalmente, tampoco eran «aforismos» en el sentido estricto del término. Los releeré y los convertiré en un texto, algo parecido a un libro. Rescato aquí unos pocos, para culminar la nota. Revisados y hasta re-escritos, quedarán todos pronto en este blog. De momento, y como borradores, esperan en un rincón digital: https://www.facebook.com/pgarciaolivo

«NO HAY NADA EN SÍ MISMO MÁS TEMIBLE que el hecho de vivir a salvo. Pero, aterrorizados por sombras de la nada, corremos a mendigarle a la Administración dosis y dosis de bienestares tóxicos, cuotas y cuotas de seguridad encadenante».

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«TE TOLERAMOS EN TU DIFERENCIA, QUERIDO EXTRAÑO, porque estamos seguros de que, gracias a la «ayuda» que vas a recibir de nuestros asistentes y benefactores sociales remunerados, pronto ya no serás tan diferente y un poco después acaso tú mismo también trabajes para nosotros, «ayudando» bajo salario a tus ex-compañeros de rareza».

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«CONSTITUIDOS POR EL PRINCIPIO BÉLICO»

En defensa de una Razón lúdica subversiva

Ya no habrá una III Guerra Mundial. La «guerra mundial», como episodio horrendo que alteraba la regularidad (se decía que pacífica y no se decía que penosa) de las vidas bajo el Capitalismo, desapareció de la escena. Porque la guerra ya no es «episodio», ya no aparece como «suceso y ruptura». Ahora habitamos la guerra; y lo bélico es una constante, una permanencia, una condición de la reproducción del Capitalismo.

Se trata, no obstante, de una guerra de nuevo cuño, con otro formato y actualizadas formas de despliegue destructor. Pareciera «guerra de baja intensidad», con explosiones locales y temporales dramáticas. Y es una guerra con nuevas armas, armas que ya no parecen armas: el Mediterráneo es para Europa un arma de destrucción masiva —nos evitamos las cámaras de gas, las ejecuciones sumarias y costosas, propiciando que ellos mismos, los africanos llevados a la pobreza por el imperialismo del Norte, «responsables» de sus propias decisiones, se embarquen y se ahoguen. Si no se ahogan físicamente, cabe encerrarlos en engendros tipo CIE donde empezarán a ahogarse espiritualmente. Asia es un campo de batalla ininterrumpido en el que la gendarmería del llamado «Mundo Libre» mata y mata para salvaguardar sus intereses. En América Latina continúa, y proseguirá hasta el final, la persecución y la aniquilación cultural de los pueblos originarios. La forma de su muerte, de su exterminio, se llama «integración» y plena adquisión de derechos y deberes como «ciudadanos» —vale decir, súditos de Estados etnocidas.

El principio bélico, que pasa por el desprecio a la alteridad y por una voluntad agresiva de auto-afirmación, se manifestó con toda nitidez en la Antigua Grecia, de donde procede una de las determinaciones fundamentales de la civilización occidental. Se desató ante las mujeres, ante los designados “bárbaros”, ante los esclavos… Y ya nunca abandonó a la veta central de la cultura europea. Lo padecieron infinidad de pueblos, de personas, de seres. Entre las gentes que este principio llevó a la muerte estuvieron las llamadas “brujas”, los “herejes”, los “locos”, los caracteres irregulares de todo tiempo, los nómadas, las comunidades indígenas afirmadas en otras culturas, etcétera.

Constituida nuestra psique por este principio, es la nuestra una cultura de la violencia. Violencia física y violencia simbólica. Todos los días se manifiesta en los hogares, con mujeres agredidas por los hombres, niños dañados por sus padres y madres, hermanos atacados por sus hermanos. Se evidencia en las fábricas, bajo la forma de explotación laboral. En las escuelas, tanto en sentido vertical, por la disciplina debida y el poder de los docentes, como horizontal, por la lógica de las relaciones entre los alumnos… Salta a la vista en las calles, en las tiendas, en los cines y demás espectáculos, en todas las artes…

Tediosa y odiosa, esta declinación de la agresividad (estatal, institucional, social, interpersonal y hasta intrapersonal) choca de un modo llamativo con los discursos que engalanan nuestra formación cultural y la presentan ávida de “diálogo”, de “coexistencia”, de “tolerancia” y de “paz”. Y es que no solo respiramos la guerra: nos mentimos sin cesar a su propósito.

El principio bélico se desata en todos los ámbitos de la cotidianidad: nuestra forma “pública” de educar es agresiva, las relaciones de pareja se basan en el conflicto cruento o incruento, las familias son escenarios privados de guerra, en los empleos humillamos o se nos humilla, las instituciones son maltratadoras de sus usuarios…

De la mano del principio bélico corre el expansionismo y la pretensión de verdad universal, rasgo definidor de la civilización europea. La violencia se desata entonces “hacia el exterior”, para eliminar las alteridades que no sucumben al proselitismo de Occidente. Hermosas palabras teñidas de sangre: Democracia, Justicia, Inclusión, Libertad, Educación… El concepto de “imperialismo humanitario” se hace cargo admirablemente de esta dimensión exterior del principio bélico.

La forma de racionalidad que promueve y oculta esta propensión a la violencia es de orden estratégico: se puede designar “razón burocrática” y recubre eficazmente todo el plano de una “razón económica” subyacente y determinante en última instancia. Frente a esa abominable lógica exterminista, que danza sin descanso del “tener” al “poder” y del “poder” al “dañar”, todavía cabe esgrimir una “razón lúdica” subversiva. Lo que re-significamos “Juego Libre” se halla en el corazón de esta impugnación festiva, antipedagógica y desistematizadora al mismo tiempo.

* * *

«A LA SOCIEDAD LE DEBO EL PAN Y EL ODIO. Lo que ella me debe, se lo perdono. Todo cuanto pueda darme está manchado de horror. Escapar de los tentáculos del Mercado, lo que no es fácil, sabiendo que es casi imposible (pero es posible) vivir al margen del Estado».

Así hablaba mi orgullo hace décadas («¡Orgullo, esa defensa frente a toda miseria!», gritaba un verso de Baudelaire). Con el paso del tiempo, del orgullo brotaron unas alas; y yo, un temperamento nómada, hice de esas alas un hogar».

* * *

«ESTAR SUELTO»

– Tú, que nunca trabajaste para nadie y fuiste dueño de todos los minutos de tu vida; tú, que nunca creíste que algún “otro” extraño, o un grupo de otros, ajeno y distante, pudiera mejorar tu existencia, y por eso jamás escuchaste a los políticos; tú, que apenas compras y desconoces desde hace décadas la obediencia, ¿eres libre, Basilio?

Mi amigo pastor me contesta, casi airado: “¿Libertad? ¿Libertad? ¿Qué me sé yo lo que sea la Libertad? Yo estoy “suelto”.

Creo comprenderle, y añado:

– Cuando era profesor, yo también estaba “suelto” dos o tres meses al año, casi como nadie en los empleos. Era “libre” en las vacaciones.

Su respuesta me dejó sin palabras y con pocas ganas del simulacro de libertad ofertado en estas “cárceles al aire libre” que constituyen nuestro mundo:

– «No porque se le dé más cuerda al perro, deja este de estar amarrado.

* * *

«LE FALTABA OXÍGENO. Apenas podía respirar. Lo lograba un poco en las mañanas, cuando madrugaba desmedidamente a fin de encontrarse con la lectura y con la escritura. Pero, conforme se acercaba la hora de ir a la Universidad, para impartir sus clases, empezaba a ahogarse. Tenía que ponerse entonces una suerte de traje de buzo y encontrar casi milagrosamente una botella de oxígeno simbólica para no asfixiarse en el desempeño de su labor docente y en el cumplimiento de sus responsabilidades sociales.

En la mañana del cuatro de noviembre de 1995, ya retirado de la vida universitaria, sintió no obstante un ahogo todavía mayor que el de costumbre. Sin ganas de enfundarse el traje de buzo y cargar con la botella, como cuando daba clases, corrió decidido hacia el balcón y se lanzó con energía al vacío, muriendo como un loco o como un sabio.

Gilles Deleuze, el cantor de la fuga, solo halló esa manera de evadirse definitivamente, solo ese día fue capaz de huir de verdad. Ingresó entonces en la ya nutrida lista de los “suicidados por la sociedad”, como decía Antonin Artaud.

[A partir de un texto de Paul Virilio en torno a la muerte de su amigo Gilles]

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«EL HACER Y EL AMOR»

Hablar del amor nos convierte en sospechosos de mojigatería, de sensiblería facilona, de recaída en romanticismos trasnochados. Sin embargo, si la Humanidad tiene un motor, este es, al lado del odio, el amor.

Víctimas de un racionalismo descarnado, los comunistas dijeron que el motor, en último término, era la consciencia de clase. Pero qué es esa consciencia aparte de amor a todos los que comparten nuestras penurias y nuestros dolores?

La Iglesia cristiana, amiga de una bonachonería cínica, sigue repitiendo que «debemos amar al prójimo como a nosotros mismos». Triste destino entonces, el del prójimo, pues la forma que tenemos de amarnos es muy fea, está sucia, sabe a justificación incesante y va siendo educada en la literatura demofascista de la «elevación de la autoestima».

Para hacer el sexo no se requiere el amor, como es sabido y experimentado. Para hacer el amor se convoca al sexo. Ahí se da una conjunción de lo espiritual y lo carnal que Occidente siempre ha procurado cancelar. Temía al espíritu lo mismo que a la carne. Con el tiempo, aprendió a gobernar la sexualidad y, como anotó Foucault, empezó a «reprimirnos por el sexo». El sexo, en vez de ser perseguido, era exhibido, aplaudido, fomentado, «administrado». Por fortuna, no consiguió reclutar al amor.

No hay lucha sin amor, no hay anticapitalismo sin amor a una fórmula sustitutoria, no hay rebelión verdadera que no esté enamorada de sí misma… Y no hay nada de eso sin odio, sin un saber detestar aquello que merece ser repudiado.

Hacer! Hacer! Y hacerlo todo con amor, como cuando se hace el amor….

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«UNA VIDA CON INSTRUCCIONES DE USO, UNA PROTESTA CON MODO DE EMPLEO»

Esta idea de que se nos da la vida con unas «instrucciones de uso» al lado… En el «modo de empleo de la vida» estaría el ser un buen hijo o una buena hija, un buen estudiante, una buena empleada o un buen empleado, buen esposo o buena esposa, buena madre o buen padre, consumidores y votantes conscientes, jubilados y jubiladas a tiempo, y, al fin, buenas tumbas en un buen cementerio de excelentes marionetas democráticas del Capitalismo… Esta idea de que se nos dio la vida bajo la exigencia de vivirla solo de un modo, ya dictado, ya determinado.

La idea también de que se nos dio la opción de la protesta con una «carta de las formas debidas y no debidas de la discrepancia». En el «modo de empleo» de la protesta están los partidos reformistas, bienestaristas, socializantes, izquierdistas, radicales, etcétera. Están las huelgas legales, las manifestaciones autorizadas, los aspavientos subvencionados de los sindicatos, las concentraciones consentidas,…

Fuera de esos manuales para el existir o para el denegar está todo aquello que la democracia capitalista occidental considera peligroso o inquietante para su pretensión de gestionar sin fin «la paz de los cementerios». Es decir, están las diversas formas de vida inobedientes y las prácticas de cuantos conciben la lucha como un arte, una bio-poética, una deriva sin reglas y sin patrón.

En lo que cabe denominar «anarquismo existencial», y que no se corresponde con ninguna doctrina, ninguna ideología, ninguna Idea, se refugia hoy la posibilidad de vivir de otro modo, acaso des-ordenado, en el que la vida se sienta aún viva, y de protestar de otra forma, bajo riesgos inmensos, particularmente en el escenario de la creación y re-creación de la propia existencia.

Sobre ese asunto gira «En los tiempos de la protesta domesticada. El anarquismo existencial como resistencia sin reglas, disidencia creativa y bio-poética de la lucha», ensayo incluido en «La Peste pedagógica», libro que empezó a caminar en el Chile convulso de este año, editado por gentes en riesgo, queridos amigos en peligro por ser como son, vivir como viven y protestar sin recetas. Un abrazo y un escudo, compañeros de «Mar y Tierra».

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«NO HAY RELIGIÓN TAN NOCIVA COMO LA DEL ESTADO, Y AHÍ RESIDE EL MÁS VIRULENTO DE LOS FUNDAMENTALISMOS»

¡Qué fácil, para un europeo, criticar el islamismo, pongamos este ejemplo! ¡Qué fácil regodearse en la imagen ficticia de que todos los pueblos y todas las culturas tuvieron sus formas propias de crueldad y de violencia: que si los sacrificios humanos incas, que si el canibalismo de ciertas etnias del África Negra, que si los imperios llamados «precolombinos» o «asiáticos», etcétera! ¡Qué fácil imputar al otro las lacras que nos constituyen!

Y, después de todo, tras tan soberbios y cansinos ejercicios altericidas, arrodillarnos ante «el más frío de los ídolos», como decía Nietzsche: ese Estado que nos sistematiza la vida de arriba a abajo y está ya en cada latido de nuestros corazones, en nuestra misma respiración, en casi todos nuestros deseos, en la mayor parte de nuestras percepciones del pasado y de nuestros proyectos para el futuro. Ese Estado fundado en la liturgia del voto.

Homicida, genocida, etnocida, la fe en el Estado es, a día de hoy, la mayor amenaza que se cierne sobre una Humanidad casi indigna de su nombre.

Pero cabe aún avanzar por el camino contrario, inverso, denegador: podemos seguir reconstruyendo el tejido de lo comunitario no-estatal, de la ayuda mutua y de la cooperación por fuera de las telas de araña de la Administración, senda de la autosuficiencia tentativa y de la autogestión practicable. Si llega el día en que ese camino, que huele a libertad y en el que la autonomía se saborea, aunque se trate de una libertad fragmentaria y de una autonomía provisoria, se cierra, entonces, en ese tiempo tan refinado, ya se habrá acabado todo.

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«NECESIDAD DE CREER QUE «CAER» NO ES «HUNDIRSE»: UN ANTIPEDAGOGO DANDO CLASES»

Caí, muchas veces caí en mi vida; y me asiste el orgullo de no ocultar mis derrotas. Me enfrento a un baño de infamia y de dolor. Pero fue una tortura elegida por mi libertad.

Por amor, y hace ya casi tres años, dejé mi Cueva, en la que estaba a punto de perecer de tanta soledad, de tanta libertad solitaria. Dije entonces que «con la libertad no basta» e incluso que «la felicidad tampoco es tan gran cosa». Me hallaba en una honda depresión, la más grande y terrible que me embargó en mi vida toda. Sentirme libre en un mundo de esclavos, presumir de mi autosuficiencia y de mi autonomía en un universo de insuficientes y dependientes, no me daba el entusiasmo necesario para continuar saboreando la existencia: me daba igual morir al día siguiente que hacer cualquier otra cosa.

Por amor a Adara, y se van a cumplir tres años, salté un Océano, casi sin medios, y me consagré al trabajo doméstico con pasión y romanticismo. Hice del cuido de los niños, de la cocina y de la higiene de la casa mi estandarte. Y volví a hincarle el diente a la existencia, sí.

En medio de la crisis argentina, esa fórmula de relación empezó a hacer aguas. Sentí que tenía que dar un golpe de timón en mi vida, por mí y por ellos, mi familia. Se trataba de que un grupo de cinco personas, tres niños y dos adultos, pudiera vivir con dignidad; y de que la crisis histórica no pusiera en riesgo el amor del que yo dependía.

En las sociedades más libres, más igualitarias, todos sus miembros eran «dependientes emocionales». Dependían del afecto de la familia, del clan, del poblado, de la comunidad siempre; y no había ningún motivo para disimular esa necesidad insaciable de estima, de cariño. El odioso capitalismo liberal, que convierte a sus sustentadores-victimados en horrorosos «individuos», nos dice que la «dependencia emocional» es como un defecto, una tara, un problema, algo que subsanar: así lo enuncia para dejarnos completamente aislados y en una absoluta e insuperable «dependencia mercantil y estatal». «No te entregues a nadie, no dependas del amor de nadie, no quieras sin cautelas o salvaguardas, porque, así, te tendremos por siempre sujeto, arrodillado, tal un toxicómano de la protección estatal, adicto también al consumo consuntivo».

Hace dos días que volví a dar clases. Soy un antipedagogo en la escuela. De nuevo profesor, de nuevo funcionario, de nuevo la encarnación de lo que más odio. Siento que ese paso tenía que darlo, aún con pánico. Tengo miedo. No sé lo que será de mí. Desde ahora, me ofrezco como carnuza para todas las aves de carroña, para todos los sádicos que gustan de hacer leña del árbol caído.

De todas formas, estoy de paso por esta iniquidad. Mi rebajamiento no durará más de tres años, justo lo que necesito para fortalecer mi relación y prestar alas a mis seres queridos. Quiero pensar que «caer» no es «hundirse»; y que el camino hacia la libertad tiene como dientes de sierra: a veces vas hacia adelante, a veces retrocedes, si bien, en conjunto, progresas y progresas. Pero no descarto que me esté engañando ahora mismo.

En el IES de Abastos, en pleno corazón de Valencia, abasteciendo a mi adversario en lo grande y un poco a mí y a mi gente querida. ¿Será verdad que la noche también es un sol?

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«¿Y SI LA REPRESIÓN FUERA EXACTAMENTE UN SIMULACRO?»

Policías golpeando brutalmente a manifestantes exasperados que les hacen frente con corage y hasta les lanzan piedras. Balance de heridos y, a veces, de muertos. Policías partidarios del capitalismo contra manifestantes partidarios del capitalismo.

Los descontentos quieren que se respeten y se satisfagan los derechos que el sistema capitalista les concedió -así lo hizo cuando la gendarmería del llamado Mundo Libre consideró que «dignificar la vida de sus súbditos» equivalía a «reproducir mejor lo establecido». O claman por un capitalismo socialmente sensible, garante de bienestares disfrutados o prometidos, ya no salvaje, tan «humanitario» como las guerras que no cesa de provocar. O quieren librarse de la coerción de un Estado que sienten ajeno para crear su propio aparato coercitivo de Estado.

Los policías agreden porque de esa violencia nace su nómina. Obedecen, como obedecen los profesores, los médicos, los políticos, los jueces y los periodistas. Nada se está reprimiendo entonces, pues los revoltosos y los obedientes están de parte del Capitalismo.

Domesticada la protesta política, cabe todavía un ámbito de resistencia real, de insubordinación efectiva, en el que se refugia la denegación franca de lo instituido. De ese ámbito sabían los libertarios de la primera hora y saben hoy los pocos anticapitalistas que no juegan a la representación por el voto: reinvención personal y comunitaria para arrancarse del ser y del «querer ser» las encarnaciones e incrustaciones del Capital y del Estado, voluntad de afuera y de margen, des-instalación progresiva, autoconstrucción ética y estética para la lucha, anhelo de autonomía y de autogestión…».

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«DISTANCIARSE PARA SEGUIR JUNTOS»

Durante un tiempo, creí que el amor se cultivaba en la distancia. Así lo sentí y así amé. Así quiero a mi hijo, apenas sabiendo qué hace ahora ni dónde para; así amo a mi padre, que murió, y a mi niño Daniel, que vino para decir que se iba enseguida. Quizás estuviera equivocado, aunque sigo pensando que la distancia no es la enemiga del amor. Sé, y de esto estoy cierto, que en la distancia no se cultiva el odio. Porque la distancia es la enemiga del rencor.

La proximidad era bella antes de que la sociedad mercantil y burocrática pusiera en ella sus garras para convertir a los hermanos en sucios socios, a los padres en tiranos y a los hijos en parricidas, a los compañeros en delatores, a los amantes en combatientes, a las esposas en esposadas y a los esposos en propietarios, a los amigos en desposeídos o en despojables… Y hoy, al final, la cercanía nos lleva al temblor, pues está llena de peligros y de amenazas.

Habiendo vivido casi tres años seguidos al lado de mi amada, ahora me separo de ella y viajo a España para continuar queriéndola y para hacer de la distancia un sustento de nuestra estima. Nuestro amor sobrevivió a la convivencia y ahora se fortificará en el alejamiento.

Cuelgo el delantal, digno de reivindicar siempre y penoso de sobrellevar siempre, y viajo a mi Cueva, de la que nunca me separé porque ella y yo estamos hechos de la misma sustancia. Mi Cueva me verá partir una y otra vez para que los abrazos de mi novia me embriaguen de vida y de afición al existir; y me verá regresar, una vez tras otra. Y un día lluvioso, besado no obstante por el sol, conocerá a Adara, como anhelo desde hace años.

La dignidad de esforzarse en el cuido de un grupo familiar, contemplando todos los días la bondad de los alimentos y la higiene del espacio, el buen estado de las ropas y el mal estado de la cartera, la salud de los afectos y los efectos saludables del espíritu, nunca será reconocida por la racionalidad estratégica, instrumental, económica y organizativa, que nos domina y que dominamos. Por eso, las amas de casa fueron secularmente menospreciadas…

Cuelgo el delantal, la única bandera que estimo, la bandera menos estimada, la bandera menos homicida, la única bandera sin ensangrentar; y corro a mi «refugio en el paisaje» para restablecerlo en su insólita belleza y enseñarle a esperar a nuestra amada, de la que me distancio para que sigamos juntos.

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«CREAR NUEVAS FORMAS DE VIDA, CREAR OTRA CULTURA»

Porque no hay Progreso ineluctable, tampoco se da la Decadencia irreversible. Porque el paradisíaco Reino de la Libertad no nos espera al final de los tiempos, el futuro que aún cabe a los humanos en nada se asemeja a una Ciénaga de Esclavitud. Ya que la historia ni es lineal ni es continua, ya que cada tiempo histórico difiere del anterior, instaurando sus propias reglas y sus propias lógicas, ya que no hay «evolución», «origen», «involución» ni «destino», allí donde la Utopía es cínica, la Dis-topía es embaucadora.

Y, sin embargo, nos seducen las perspectivas apocalípticas, catastrofistas, exudantes de un teleologismo negativo. Por alguna razón, nos gusta recordar a Cioran, cuando anotó aquello tan sugerente: «Las máquinas no llevan al hombre a su perdición. Es porque estaba ávido de ella, porque quería llegar lo antes posible a su extravío definitivo, por lo que las inventó, para acelerar la caída». Dijo que «nos preside una providencia negativa», y casi le dimos la razón… Probablemente, sea la evidencia del horror de lo actual, la miseria inenarrable del Capitalismo que somos, del Sistema que nos constituye y que reproducimos, lo que nos lleva a simpatizar con tales discursos, en cierto sentido necrófagos.

Y de la negación de todo mesianismo, de todo finalismo, de cualquier metafísica del avance o del retroceso, de la escolástica de la salvación y de la literatura fácil de la condenación, brota la consciencia de que tanto la leyenda rosa de la humanidad como la leyenda negra son falaces y viven de palabras alquiladas.

Desoyendo los relatos del Amanecer lo mismo que los cuentos del Ocaso, cabe todavía aferrarse al principio fundamental de la ontología ácrata: la fe en la capacidad regenerativa, creativa y auto-creativa, del ser humano y de la sociedad. De esa fe se nutre la crítica radical, en la que el pensamiento se funde con la vida; y de ahí obtiene sus alas la desesperación que no paraliza, un descreer activo, práctico, bio-poético.

No de balde, correspondió al filósofo que más nos habló de «dominaciones», «poderes», «micropoderes», «disciplinas», «controles», «bio-políticas», etcétera, señalar algo tan sobreentendido como olvidable, manifestando así su vinculación con la ética y con la estética libertarias:

«Los cuerpos no están capturados de forma absoluta por los dispositivos de poder. No hay una relación unilateral, una dominación totalitaria sobre los individuos (…). [Pero] no se trata únicamente de defenderse y de resistir, sino de crear nuevas formas de vida, crear otra cultura (…). Afirmarnos no solo en tanto identidad, sino en tanto fuerza creadora. Las relaciones que hemos de mantener con nosotros mismos (…) deben ser más bien relaciones de diferenciación, de innovación, de creación».

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«LOS SIN-NOMBRE DEL ANTIGUO SUBURBIO»

Movidos por la necesidad de amar, a veces corremos fuera de nuestras tierras en busca de un sustento para la simpatía, para la adhesión, para la estima; y nos hemos enamorado de lo lejano y de los lejanos: pueblos originarios de las otras culturas, revoluciones distantes a veces más aparentes que reales, seres exóticos o de acentuada extravagancia que se nos antojan puertas entreabiertas hacia otros mundos… Para rentabilizar esa propensión a dejarse fascinar por lo que no está cerca surgió, por cierto, la «industria occidental de la solidaridad», un inmensa factoría ideológico-mercantil.

Pero cabe la posibilidad de que, movidos por esa proclividad viajera de nuestra demanda de afecto, hayamos perdido muchas veces de vista bellezas próximas, hasta demasiado próximas, como las que pudieran hallarse en ese bar un poco sucio de la esquina del barrio, por no ir más lejos…

Desde que, hace años, leyera en «Ekintza Zucena», la hermosa revista libertaria vasca, una serie de artículos sobre los barrios suburbiales o marginales de Bilbao, el de San Francisco entre ellos, y sus valores silenciados (sano instinto anti-aristocrático y anti-burgués; densidad de las redes de ayuda mutua entre personas llamadas «vulnerables» o «precarizadas»; franca colaboración interétnica; ofrecimiento de «refugio» existencial a gentes perseguidas por cualquier motivo, social, político, sexual o cultural; anhelo variable de autonomía y de evitación del Estado, etcétera); desde que esas lecturas entroncaran con mi consustancial afición a perderme e incluso arraigar allí donde brilla lo supuestamente más bajo, defectuoso, dañado y dañino, enfermo o enfermante, torcido, roto, herido, disruptor, desde entonces, sentí que había contraído una deuda profunda con mis orígenes y hasta con mis ancestros y que llegaría el día en que ese débito se resolvería en una cascadas de palabras atropelladas e imprudentes.

Llegó ese día, después de un cuarto de siglo en el medio rural-marginal, enamorado de los pastores tradicionales y de los campesinos de subsistencia, gentes tan exquisita y afortunadamente retrógradas, mis «maestras» en el sentido más digno de la palabra. Llegó la hora, después de haberme soñado nómada entre los nómadas e indígena entre los indígenas, y después de haber despertado también, un poco súbitamente, de esa ensoñación, plena de alegría romántica y de tristeza pequeño-burguesa. Y quiero, ya, pensar y escribir a propósito de un sujeto «sin nombre», que pobló los suburbios, las periferias, los extrarradios de las grandes ciudades.

A las mujeres y a los hombres de los suburbios antiguos siempre se les miró con anteojeras. Por eso fueron nombrados con términos engañosos por parciales y parciales por partidistas -provenientes de esta o aquella fracción de opinión y, a menudo, asimismo de voto. Se les llamó «pobres», «desdichados», «humildes», «desventurados»…, desde el partido gigantesco del Cristianismo; se les encasilló como «subproletariado», «lumpemproletariado», «segmento de la clase trabajadora oprimida y explotada», «sujeto revolucionario en tal que adquiera consciencia de clase»…, desde la versión laica de ese mismo enorme partido redentor; se les designó «necesitados», «discriminados», «excluidos», «marginados»…, desde el novísimo fundamentalismo que instituye hoy la socialdemocracia, el Estado del Bienestar y los «populismos» del capitalismo compensatorio (peronismo y kirchnerismo, en Argentina, por ejemplo) y del auto-proclamado socialismo de mercado (Venezuela, en primer lugar).

Como solo se podía ver, en estas gentes, lo que el nombre bajo el que eran sepultadas alcanzaba a evocar, quedó la sensación de que continuaban siendo, en gran medida, unas «perfectas desconocidas», el objeto de una colosal tergiversación, un enigma o un misterio. Sirvieron de pre-texto para la recitación de los diversos Textos Sagrados en los que se funda la Civilización occidental (la Biblia, El Capital, la Declaración Universal de los Derechos Humanos, los Evangelios de Freud y sus apóstoles…), para su «comentario» idefinido, en términos de Foucault. Sirvieron de «materia prima» para el colonialismo interior de las diversas empresas del bienestar social, rentando políticamente y proporcionando remuneraciones fijas a los asalariados del gremio psico-socio-terapéutico, «integradores» y «asimiladores» progresistas.

Soberbio como siempre, engreído, narcisista y petulante, me propongo capacitarme para llegar a levantar, si no me flaquean las fuerzas y si cuento con vuestra ayuda, un relato distinto, que se acerque a estas «gentes sin nombre» dejando a un lado el uniforme del científico social y las anteojeras del creyente y del militante. Como solo creen en la Verdad los mentirosos, en la Ayuda los egoístas, en la Ciencia los ignorantes y en el Futuro los vencedores, pretendo estudiar el ser de las personas que habitaron los arrabales antiguos, no para iluminar nada, auxiliar a nadie, extender el conocimiento o contribuir al progreso. Quiero saber de esas gentes de los suburbios y de sus vidas para arrojar unas cuantas páginas insolentes contra el decoro y el acomodo de las poblaciones definitiva y terminalmente «instaladas», ya vivan del salario, de la plusvalía, de las rentas, del beneficio comercial o de los subsidios y prestaciones del Estado.

Las «villas miseria» de Buenos Aires se van a constituir en el objeto privilegiado de mis bio-investigaciones, desde este momento. Tengo que recorrer el tango social de los años 20, 30 y 40, particularmente; debo dominar, hasta un cierto punto, el «lunfardo», lengua-protesta, lengua-venganza y lengua-desafío de los inasimilables y de los brutalmente asimilados; he de reparar también en los estudios clásicos y modernos sobre ese mundo, labor que ya he iniciado; y, sobre todo, he de hallar el modo de conversar y tejer vínculos de complicidad con los habitantes de tal micro-cosmos. Agradezco, a partir de ahora, todas las pistas, todas las sugerencias, todos los materiales y todas las experiencias que queráis compartirme en torno a este asunto. Empecé a andar, desde hace unos meses, gracias a la ayuda de Julio César Carrión, estudioso de la «filosofía del arrabal» y del primitivo tango social; de Velia Bianco, verdadera enciclopedia andante; de Kelia Lachner, que me facilitó un diccionario virtual del lunfardo y de otros amigos de esta ciudad. Y no pararé en varios años».

* * *

«POEMA SIN PEDAGOGÍA»

Pedagógico, horriblemente pedagógico, ese padre que se esfuerza, por todos los medios, para hacer de su hijo un hombre crítico, reflexivo, tolerante, solidario, capaz de alistarse allí donde otros pedagogos soliciten seres tan pre-moldeados y tan moldeables, transformadores hipostasiados de la sociedad.

Porque su hijo no es de arcilla y porque él sí es un odioso «demiurgo», un colonizador despótico de la subjetividad del menor.

Pedagógico, lamentablemente pedagógico, ese varón que le recomienda a su compañera un cambio de apariencia, una forma de vestir con más escote, faldas más cortas, prendas más ceñidas, relevancias mayores del cuerpo, etcétera.

Porque su amiga no es de arcilla y porque él sí es un odioso «demiurgo», un colonizador despótico de la subjetividad de la mujer.

Pedagógica, tristemente pedagógica, la madre que, de cualquier forma, quiere llevar a su hija lejos de los estereotipos patriarcales de la feminidad, como si ese gesto no fuera, en sí mismo y desde el principio, «patriarcal», impositivo, dogmático, misionero, catequista, irrespetuoso con la vida de mujer que nace y crece, vida que aspira a determinar por sí misma su propio devenir.

Porque su niña no es de arcilla y porque ella sí es una odiosa «demiurga», una colonizadora despótica de la subejtividad de su hija.

Pedagógica, desesperantemente pedágogica, la esposa que le propone al marido un pantalón menos ajustado, que no subraye tanto sus atributos sexuales, o, por el contrario y da lo mismo, que le invita a «marcar paquete» y exudar la hombría de un animal macho.

Pedagogos los que perseguían a las llamadas «brujas» y los que hoy las celebran y las cantan como asistiendo a una nueva homilía altenativa, un credo o una pose del «antagonismo políticamente correcto».

Pedagogos los profesores, torturando a la juventud en nombre de la Cultura.

Pedagogos los políticos, engatusando a las ciudadanías para avalar el Progreso.

Pedagogos los médicos, sanando a punta de pistola y envenenando a la gente para reclutarla como «enferma».

Pedagogos los jueces, decretando castigos que ellos mismos mercerían.

Pedagogos los policías, los militares y los periodistas, esa muy laica Santísima Trinidad.

Pedagogos los escritores que todo deploran y a los que todo indigna, salvo su propio ser estúpidamente escribidor.

Pedagogos los que hablan sin cesar y los que callan para que su silencio valga más que la palabra.

Pedagogos los empresarios que difunden la perversidad del emprendimiento y los trabajadores orgullosos de su condición «proletaria».

Que vivimos en la Edad de la Pedagogía, para desgracia de la autonomía personal, la independencia organizativa, la ayuda mutua comunitaria y los valores olvidados de la libertad por siempre posible. Que la disposición pedagógica está cayendo sobre las poblaciones como una peste, como la Peste, como la plaga última de esta vil humanidad occidental.

* * *

«NO ERA LA VIDA LO QUE DEBERÍA DEJAR CAER, como un fardo, desde el puente todos los puentes, sino la esclavitud.

Invierno de 2008… En una fecha que más adelante fijaré, nadie lo vio partir de Sesga, en su furgoneta blanca, como todas las mañanas, apenas despuntaba helador el día, rumbo al Instituto de su desesperación. Pero partió.

Sin embargo, no lo hizo como todas las mañanas.

Eligió, para que lo acompañara en el trayecto, un fondo de sonido singular: los más afligidos violines de Shostakovich, que hacían parte de una compilación musical elaborada artesanalmente por él mismo y a la que llamó “Melancolía”.

Sobre el salpicadero del auto colocó, bien visible, un folio escrito a mano, con rotulador azul, cuyo título no cesaba de leer mientras conducía: “Despedida”…

“DESPEDIDA”

Desde la serenidad y desde la salud,

decido poner hoy fin a mis días.

Para mí, existir nunca fue un contratiempo.

Me gustó vivir.

El mundo, no tanto.

Casi nada los hombres.

He sabido odiar el orden social instituido

como se merecerá siempre.

Pedro.

Confería a ese último gesto una absoluta trascendencia estética. Lo quería bello en su despliegue como bellas quería sus palabras cuando escribía.

Había escogido el lugar sin margen para el error: el puente de Santa Cruz. Aquella soberbia obra de ingeniería civil abrazaba en lo muy alto, y sobre las brincadoras aguas del Turia, dos engravecidas paredes rocosas. Antes que a él, había seducido también a otros dos sufrimientos, hombres afligidos que se encaramaron a la barandilla y dejaron caer, desde ahí, sus vidas torturadas. Cuando, asentada ya la mañana, cruzaba despacioso el puente, camino de las aulas infamantes, sus ojos se clavaban como aguijones en las flores de las dos coronas mortuorias. Flores enlazadas que dibujaban dos bocas abiertas por la desdicha, dos aros para el recuerdo suspendidos entre los cielos y las aguas.

El no oía gritos en el puente. Más bien, creía percibir lejana, casi acariciante, una canción quebrada de amor. Por amor a la vida, se habrían dejado caer tres muertes, como lastres, como rémoras, por la baranda del puente de Santa Cruz…

Los violines adoloridos de Shostakovich avanzaron hasta la mitad de la casi aérea construcción. Extasiado, arrimó el auto a la reja, paró el motor a fin de que nada estorbara a la música, reubicó con cariño “Despedida” en el salpicadero y desembarcó como una serenidad mayestática.

Para su sorpresa, el barandal era más alto de lo que parecía desde el asiento del conductor. Resultaba complicado trepar hasta su ancho pasamanos: tendría que servirse del coche como de una escala. Pero todo debía acontecer de un modo grácil, melodioso su espíritu entre la melodía de las cosas, como en la más delicada representación teatral.

Ya se había aferrado a la baranda cuando una estridencia intermitente le alarmó. Giró la cabeza y divisó, en lontananza, un vehículo raudo que se acercaba importunante. Era la destartalada furgoneta del campesino que en ocasiones le invitaba a café en el bar de Santa Cruz. Un aldeano simpático, más viejo que joven, muy bajito, jorobado…

¡No, así no! Se acababa todo. Se había roto el embrujo, la magia, el ensueño. Con prisas, no. No; sin belleza, no. Subió veloz al auto, arrancó con urgencia y abandonó despavorido la zona.

Ese día padeció las clases como siempre y aplazó, también para siempre, la idea del suicidio. Ese día padeció las clases como nunca y creo que postergó, también para nunca, la tentación suicida que, tal una madre o tal una patria, le había estado acechando desde el pasado. No era la vida lo que debería dejar caer, como un fardo, desde el puente todos los puentes, sino la esclavitud. No la vida, sino el oprobio de la docencia.

Echaba a andar la aguja, corrían los plazos, se fraguaba la escapada….

* * *

«CARGAR DE CULTURA EL ARMA DE NUESTRA VANIDAD»

Conoció a un profesor perezoso que tenía mucho más que aprender que todo lo que él pudiera enseñar. “No sabía ni hacerse un guiso, confundía el nombre de los árboles, de las aves, de las labores… Era como si no tuviera manos, como si no le hubieran enseñado a hacer cosas con ellas, a trabajar, a nada importante”. Un vecino suyo estudió, luego se metió en guerras y al final murió en la cárcel. “Quería decirnos lo que teníamos que hacer. Menos mal que no le seguimos la corriente: estaríamos muertos”. Ha oído que tampoco los estudiantes encuentran más tarde empleo, y por eso se pregunta: “¿Para qué los tendrán entonces tantas horas encerrados, para qué tanto corral?”. Responde, a su manera, con otra pregunta: “¿No será para atarlos mejor, para hacerlos tan inútiles como el maestro que conocí y tan infelices como el vecino que murió preso por estudiar demasiado y atenerse a lo que los libros decían? ¿No será para acostumbrarlos a levantar el carro de una manera y no de otra, como interese a quienes mandan en las escuelas?”.

Yo le doy la razón: en efecto, a la juventud se la obliga a estudiar para controlarla mejor; para sujetarla; para hundirla un poco más en este pozo de estupidez, desdicha y servidumbre que es el mundo de los mayores, la vida adulta. Y la juventud cae en la trampa ciega de esperanza: esperanza de conseguir un trabajo cómodo, disputándoselo, cuchillo entre los dientes, a todos los demás; esperanza de dominar un área de conocimiento y, a su través, dominar a un círculo de personas; esperanza, para los más ambiciosos, de cargar de cultura el arma de su vanidad y capacitarse así para persuadir al común de las gentes, arrastrando tras alguna interesada quimera, si hay fortuna, a un hatajillo de crédulos.

“Leer no solo corrompe el escribir, también degrada el pensar”, anotó Nietzsche. El estudiante, máquina de leer y de repetir, adiestrado en la obediencia, desaprende en la escuela a pensar. Sobre la pizarra borrada de su carácter, escriben los funcionarios del consenso discursos de sumisión y adaptación. A través de su cerebro, el poder pensará, el capital hará negocios, la Razón matará. Se estudia como se deja uno explotar, como se funda una familia, como se acepta el engaño político…, solo por esperanza. Esperanza de cosas turbias, sucia esperanza. Desesperados, mi amigo Basilio, pastor felizmente no alfabetizado y yo, lamentable saco roto de palabras, detestamos la educación escolar. El pastor no fue a la escuela y yo intimé lo justo con el monstruo para escupirle por sorpresa en la frente y echar a correr hacia ninguna parte.

* * *

«EL ABRAZO COMO DESALOJO»

Era una sensación inédita. Más extraña todavía por ser compartida… El abrazo antes de dormir y el dormir abrazados se les había convertido en un signo de felicidad, de bienestar interior; y figuraba, entre sus cotidianidades, como uno de los momentos más hermosos del día, o de la noche, o del día y de la noche.

A veces se preguntaban por qué les ocurría eso, y no hallaban las palabras adecuadas, capaces de satisfacer su terca y necia voluntad de explicación racional. O no había palabras, o ellos no las encontraban.

Siempre cabía recurrir, buscando alguna luz, a la palabra “amor”; pero, de tan gastado ese término, y precisamente entre personas infelices, anegadas en el malestar; de tan devaluado el concepto, que rondaba lo mismo la música más estúpida que los labios más mentirosos; de tan sospechosa la expresión, vinculada demasiado menudo a una u otra forma de interés, a uno u otro de los modos de la economía; ambos preferían casi evitarla.

Abrazados, se dormían como niños, como niños lo bastante pequeños para no conocer todavía el miedo ni la decepción. El abrazo mutuo instituía en sus vidas una suspensión dichosa de la realidad, un paréntesis casi milagroso del devenir; en cierto sentido, congelaba el tiempo y luego lo hacía arder. Parado el mundo, callado el lenguaje, pensándose la sensibilidad, el abrazo prolongado, capaz de atravesar toda la noche, no abría ya “la puertecita por la que podría entrar el mesías”, como hubiera dicho el filósofo poeta que se suicidó delante del espejo: abría las ventanas del silencio y arrojaba por ellas, todas de una, esas quimeras, esas esperanzas y esas ilusiones de las que, para honrar a la engañifa, no paran de hablarnos las palabras. Su dulzura sabía a desalojo…

La felicidad del abrazo recordaba un poco la dicha de tener siempre cerca, a mano, un libro; pero un libro abierto por su primera página, que estaría en blanco como la última, en blanco como todas sus páginas.

Una vida que tuviera como razón de ser semejante abrazo todavía me parecería digna de ser vivida.

* * *

«EL FANTASMA DE LA IDENTIDAD»

Aparte de robar, dejarme la piel jornalera en los bancales, dar clases, publicar artículos, practicar el contrabando, presumir de “solidario” en Centroamérica, escribir cosas como estas y llevar un hato de cabras, ya no he hecho mucho más en la vida… Habiendo ejercido de ladrón, asalariado, profesor, articulista, mafioso, cooperante, escritor y cabrero, no fui nada de eso.

En parte, porque todo lo hacía mal y lo hacía solo por hacerlo. Y en parte porque el fantasma de mi identidad no responde al nombre de un oficio. Del mismo modo que «no» escribo, «no» trabajo.

Aún más: el fantasma de mi identidad no responde a ningún nombre: «Yo, que conozco a la perfección a un tal Pedro García Olivo, me desconozco profudamente a mí mismo».

* * *

«LA NORMALIDAD MATA»

¿De qué adolece una Civilización que convirtió a las personas “normales” en máquinas de matar y de amarse no obstante sin descanso a sí mismas? Porque nos dijo Hannah Arendt que los responsables del genocidio nazi no eran personas enfermas o afectadas de insania moral: “Estos hombres no fueron pervertidos ni sádicos, sino que fueron, y siguen siendo, terrible y terroríficamente normales». Sabemos, desde entonces, que es inmenso el poder homicida de las gentes “corrientes”, de las gentes “comunes”.

¿A qué aspira una Cultura que hizo de cada ser humano un “súbdito del Estado” y colocó, en primera línea de sí misma, a los “funcionarios”, la categoría socio-profesional que, como corroboró J. Keane, más ha perseguido, vejado, torturado y asesinado a lo largo de los últimos siglos. Primo Levi miró a los ojos de los empleados del Estado que lo custodiaban en los centros de exterminio alemanes, de los cuales Auschwitz se ha convertido en la cifra, y alcanzó esta conclusión: “No encontré allí demonios, sino funcionarios… Seres humanos medios, medianamente inteligentes, medianamente malvados: salvo excepciones no eran monstruos, tenían nuestro mismo rostro”.

Adolece de muerte y aspira a la muerte. Primero fue Occidente, y después la necrofilia.

¡Ten cuidado, si sales esta mañana a la calle y te cruzas con un tipo “normal”, quién sabe si, por añadidura, un “funcionario”!

* * *

«NADA MENTAL PERMANENTE»

Lo que menos soportaba de la Enseñanza no era el hecho de tener que tomar la palabra, sino la circunstancia de que esas palabras fueran inmediatamente oídas. Una de las cosas que más detesto de la literatura y su mundo es la existencia del lector. Me parecería perfecta si también ella hablara al vacío. Nada tendría que objetar a una escritura que no se firmara, absolutamente anónima, y que permaneciera por completo a salvo de ser leída. Pero eso es no-escribir… ¡Cuánto deberíamos aprender de esos escritores desconocidos de libros que se han perdido! Ellos son mis inspiradores. A ellos dedico esta escritura negativa:

«Mi odio al Estado no es una idea: es un sentimiento que me entró por lo ojos antes de que intentaran enseñarme a usar el cerebro. Mi odio a la burguesía es también un sentimiento, pero este me entró por el sudor del cuerpo, mientras el sádico de mi primer patrón se echaba una siesta surestina delante mismo de nosotros, sus trabajadores adolescentes, borrachos y extenuados. Mi odio a la cultura es biológico, una reacción del organismo al exceso de saberes que me han administrado hasta hacerme perder la inteligencia natural y el conocimiento espontáneo. Y mi odio a la escritura puede tomarse como una manía de viejo chiflado que olfatea algo podrido allí donde otros aspiran no sé qué fragancia embriagadora. En otra parte hablé de “husmo”: hedor a carne en descomposición. Fuera de esto (y dejando a un lado la repelencia que siento hacia el sujeto moderno; no ya odio, sino desprecio y asco), no hay en mí ninguna constancia, ninguna fijación de la reflexión, nada mental permanente. A menudo, me defino como un gran odiador, boca enemiga.

* * *

«FLORES ENTRE LOS ADOQUINES O EL ENCANTO DE LA SILLA DE RUEDAS»

Salvaje, el neoliberalismo nos quiebra las piernas. Perverso, el Estado del Bienestar, feliz también de vernos inválidos, nos regala entonces sillas de ruedas. Cínicas, las gentes de esa izquierda que se nombra radical y que, no obstante, nos pide el voto, indignados de postal desplazándose asimismo sobre sillas rodantes, despotrican, desde su acomodo asistido, contra los usuarios del artefacto y contra sus fabricantes.

Cada vez que me sentí desolado ante este panorama de seres inhabilitados y que lloran, claman, luchan y votan por una acentuación de su desvalimiento (“más y mejores sillas de ruedas”: con eso sueñan); cada vez que me hundí por debajo del suelo de la desesperación por temerme impotente y necesitado, tan flojo y tan usado como la masa religiosa de los votantes; cada vez que os odié y que me odié por todo esto, tropecé con un ser diferente, con una persona distinta, todavía capaz de andar por sus propios pies. No quería silla de ruedas; y lo que la salvaba de la inhabilitación era una cosa muy pequeña, acaso mínima: el deseo de autonomía y el gusto por la libertad.

A pesar de los salvajes, de los perversos y de los cínicos, el anhelo antipolítico de soberanía sobre uno mismo no ha sido aniquilado del todo. Aún brotan flores entre los adoquines.

* * *

«LA AMISTAD Y LOS CONTACTOS»

A nosotros, las gentes de la cultura dominante, de la fraternidad no nos queda ni la sombra. Sin libertad y sin igualdad, la fraternidad se falsifica a sí misma; y tenemos entonces “pseudofraternidades” de Iglesia, de Partido Político, de Vecinos de un piso o de un barrio, de Madres y Padres de niños de la misma escuela, de Equipo de fútbol o de Banda de Rock…

Otra cosa es la amistad, que escapa de la Razón lingüística y de su lógica matemática, y que también está hoy en peligro. Pero resiste, como la última belleza, como el último pétalo de una flor sin nombre y sin jarro donde perecer decorativamente.

Contra la amistad, se han establecido los “contactos”. El “contacto” procede de una simulación del afecto con fines estratégicos, de tener o de poder, económicos o políticos; instrumentaliza un simulacro de amistad para la obtención de réditos particulares, individuales o corporativos; e instituye a veces pérfidas esferas de pseudo-fraternidad.

Reparo ahora en que mis mis mejores amigos, mis amigos verdaderos, son personas huérfanas de “contactos”.

* * *

«NO ARDER, CASAOS»

No era ese el propósito de la relación, para nada su objetivo. Durante mucho tiempo, tampoco se vio como una exigencia, un requisito para el sostenimiento del vínculo. «No arder, casaos», decía San Pablo; pero nosotros, que éramos y seremos incendios inextinguibles, nos casamos…

1. ¿Escritor independiente que no vende sus libros?

Cuando, para que me dejaran vivir en este país al lado de mi compañera, alegé, en Migraciones, que era un escritor independiente, que me dedicaba a la investigación y a la composición literaria todos los días, que ese era mi oficio, si es que me correspondía alguno, aparte del oficio de vivir, y que no tenía contrato con ninguna editorial ya que liberaba desde internet y al instante mis elaboraciones y me negaba a vender mis libros o percibir ingresos por ellos, sencillamente no me creyeron. Añadieron, además, que eso a lo que yo alegaba consagrarme, si no los estaba engañando, no era un trabajo. Y que no podía residir permanentemente en Argentina bajo ese aspecto.

2. ¿Ama de casa?

Cambiando de plano, les dije entonces que, aparte de escribir y casi más que escribir, me ocupaba a diario de las labores domésticas, limpiando, fregando, cocinando, cuidando de los niños, etcétera. Que dejé mi Cueva en la montaña, donde vivía como recolector de hierbas y de frutos del bosque y como campesino de subsistencia, por amor; y que ese era el motivo de mi estancia en su nación, donde laburo, como las llamadas «amas de casa», para la conservación del grupo familiar. Me parece que me creyeron todavía menos, pues brotaron extrañas sonrisas en sus rostros de burócratas aburridos. Insistieron en que, en tales circunstancias, yo seguiría siendo considerado como un «turista», obligado a salir cada tres meses del país.

3. ¡Traficante!

Así lo hice, durante dos años y medio. Al final, fue la misma gente de Migraciones la que me cerró esa vía: «Está claro que no eres un turista, pues sales cada noventa días del país y regresas al día siguiente. ¿A qué te dedicas? Debes saber que esta será la última vez que te dejaremos entrar en Argentina, a menos que regularices tu situación». Les conté otra vez lo de siempre, que era un escritor sin dependecia de ninguna empresa comercial y una persona encargada de las tareas domésticas, del cuidado del hogar; que vivía en Buenos Aires porque me enamoré de una mujer y quise sortear aquellas dos «fuentes del dolor» señaladas por Buda: «Estar separado de lo que se ama, estar unido a lo que no se ama». Como respuesta, me aislaron del resto de los viajeros y permitieron que un perro drogadicto husmeara mi equipaje. Encontró algo, si bien no era lo que los polis esperaban: unas galletas de oferta, adquiridas en un supermercado popular, que llevaba a Uruguay para no tener que comprar ningún alimento durante mi día de permanencia en Carmelo, donde habría de dormir al raso, por cierto. El can se comió una, con deleite. Estaba claro que no solo le interesaban las drogas, y eso me reconfortó…

4. Más amigo de la Vida que de las Ideas

Puestos a elegir entre suspender una relación de amor por un obstáculo burocrático, ya que se me impelía a salir definitivamente del país si no obtenía la condición de «residente», o soportar el trámite de una «unión cívica» ante un Juez en el Registro de las Personas, escogimos lo segundo y mañana nos casamos. Y seguiremos ardiendo, aunque le pese a San Pablo…

No va con mis ideas el acto del matrimonio civil, pero no va con mi vida separarme para siempre de los seres que quiero: Adara, Fa, Ayr y Eze en primer lugar y en este país. Cada vez que tengo que elegir entre las Ideas o la Vida, me decanto por lo segundo, es la verdad.

Y estamos alegres, y nos sentimos de fiesta. Y os lo cuento hoy, un poco antes de lavar la camisa que me pondré mañana, que tiene el cuello bastante sudado, y sacarle brillo a unos zapatos que me encontré en la calle, al lado de uno de esos contenedores de basuras que tanto me encanta escudriñar.

Comparto con vosotros mi entusiasmo y brindo por la manía de perdurar que tiene el verdadero afecto.

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Pedro García Olivo

Alto Juliana, Aldea Sesga, Rincón de Ademuz, Valencia, 24 de junio de 2020

¿EL FIN DE TODO?

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Ciudadanía robotizada

El pesimismo, ilustrado o no, realista o no tanto, casi parece una broma de niño, una sombra chinesca, una sonrisa sardónica, al lado de lo que nos está aconteciendo y de lo que ya se ha implantando en nuestro interior.

Es insuficiente hablar hoy de «esclavitud», porque solo hay esclavos identificables donde hay amos relativamente libres; y, en este tiempo insuperablemente oscuro, tanto los dominadores como los dominados, lo mismo los verdugos que las víctimas, empresarios y trabajadores al unísono, padecen el mismo mal, que cancela toda ilusión de autonomía y de libertad: la robotización integral del espíritu, del corazón, de la inteligencia, de la imaginación, del deseo, del comportamiento, de la lucha incluso…

Como me resisto a usar términos tan elitistas como «alienación», «enajenación», etcétera, lo que supondría admitir una Consciencia Lúcida que enuncia la Verdad permaneciendo milagrosamente a salvo de esa ceguera sufrida por todos los demás; una Mirada Privilegiada por Clarividente y a cubierto del modo masivo de «error» y de «perdición» de unas gentes estimadas medio ignorantes y mayormente manipuladas; como anhelo evadirme de esos vicios intelectualistas y demagogo-despóticos, prefiero recurrir a una metáfora nada aristocrática, de raíz antipedagógica y desistematizadora: la de «ciudadano-robot».

Adjunto unos audios que envié a los compañeros de «Mugre de urbe», en Argentina, y de «Radio Alegría», en la Península Ibérica. Breve el primero y más demorado el segundo, pero hablando de lo mismo.

Discutibles punto por punto, señalan una senda de reflexión que quiero caminar a partir de la herida psíquica y de la remodelación de la subjetividad desencadenadas por el uso socio-político de la presente crisis sanitario-económica.

Ciudadano-robot 1. Breve

Ciudadano-robot 1. Versión dilatada

(Fotografía: Dibujo de Alicia Pérez, niña chiapaneca, que refiere el ataque del ejército a su comunidad indígena, mientras, con su madre, daba de comer a las gallinas. Como no eran todavía robots, como se resistían tercamente a la obediencia y obstruían proyectos estatal-capitalistas, se optó por el exterminio…)

(Aforismos desde los no lugares)

Pedro García Olivo, Alto Juliana, Aldea Sesga, Rincón de Ademuz, Valencia, 21 de mayo de 2020

Alicia Pérez

LA INDUSTRIA DE LA SOLIDARIDAD

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Corrupción capitalista del apoyo mutuo y de la simpatía por lo diferente)

CUADERNO CHIAPANECO I. SOLIDARIDAD DE CREPÚSCULO

https://www.youtube.com/watch…

Sobre los procesos autónomos de resistencia indígena hace tiempo que gravitan, al modo del depredador y del carroñero, las más diversas formaciones políticas de planta occidental (partidos, sindicatos, organizaciones político-militares, plataformas de activismo social proselitista,…).

Conocemos el resultado: un avance incontenible del “indigenismo de integración”, afiliado por fin a la mítica del Estado Social de Derecho, y un aplastamiento genocida de las experiencias que no se dejan reclutar por las ideologías y las prácticas “democratistas”, meramente “humanizadoras” del Capitalismo y de sus modalidades de Estado.

América Latina no cesa de suministrar ejemplos dolorosos de este doble filo de la cuchilla occidentalizadora, estatocéntrica y pro-capitalista. Por un lado, se absorbe todo lo que se deja asimilar; por otro, se aniquilan las alteridades genuinamente insobornables, irreconciliables e irrecuperables. Z. Bauman se refirió a esa doble faz del control institucional de la diferencia: por un lado, se orquestan “estratégicas fágicas” (de inclusión, de incorporación) y, por otro, se despliegan “procedimientos émicos” (de expulsión, de exterminio).

Y cada día hay muertos, muchos de ellos simbólicamente rentabilizados por burocracias políticas “contestatarias”, “opositoras”, aún así conceptual y filosóficamente emparentadas con los poderes etnocidas que proclaman combatir.

Sobre los mencionados proyectos autónomos de los pueblos originarios también cayeron los afanes “humanitarios” o “revolucionarios” de minorías europeas y europeizadas que contaban con la industria de la “cooperación internacional”, de la “solidaridad transcontinental” o de la “colaboración militante” para abonar sus propios procesos de auto-afirmación como “consciencias críticas”, “gentes comprometidas” o “combatientes del Sistema”.

Sobre ellos, hace décadas que nos alertó Iván Illich en una conferencia memorable: “¡Al diablo con las buenas intenciones!”. Ubicándose entre los supuestos “necesitados”, entre los “vulnerables”, entre las “víctimas” de la apisonadora liberal-capitalista, terminaba su charla con un ruego elocuente: “Pero, por favor, no nos vengan a ayudar”. La “solidaridad de los acomodados” era leída como un arma del imperialismo cultural de los países del Norte, como un vector de occidentalización mental y psicológica y como instancia de desnaturalización de los procesos indígenas.

CUADERNO CHIAPANECO I. SOLIDARIDAD DE CREPÚSCULO es una película documental no-convencional que merodea, durante cerca dos horas y medias, esos asuntos. Se realizó desde una enorme precariedad de medios y se editó de manera casi artesanal.

Se distancia de la praxis político-ideológica del EZLN en aspectos puntuales, aunque decisivos: la escolarización de los niños indígenas; la conversión de los Caracoles en “escaparates” mediáticos de la insurgencia, donde se concentraba a los cooperantes nacionales e internacionales, inmediatamente aprovechados como fuerza de consumo (Coca Cola, comedor, tiendas de artesanía…), en perjuicio de muchísimas comunidades que, padeciendo el acoso paramilitar, solicitaban y no obtenían esa presencia del “observador de derechos humanos”; la ruptura del tradicional igualitarismo indígena mediante las figuras “elitistas” del Promotor de Educación (un para-profesor) y del Formador de Promotores (un para-pedagogo); su asunción de la razón mercantil y burocrática que funda la “industria occidental de la solidaridad”, facilitando acríticamente la expansión del llamado “turismo revolucionario” (“turismo militante” o “de las consciencias luminosas”), etcétera. En “La bala y la escuela. Holocausto indígena” dediqué un capítulo, el tercero, a esta cuestion (https://pedrogarciaolivo.files.wordpress.com/2014/02/la-bala-y-la-escuela-holocausto-indc3adgena.pdf).

En segundo lugar, recoge, casi de modo “naturalista”, con una técnica fría, cruda, directa, la cotidianidad, en Chiapas, de los “campamentistas de paz”, de los cooperantes internacionales del zapatismo, de toda esa tropa de “ayudadores” y “aprendedores” de la resistencia indígena. “La solidaridad de los privilegiados como privilegio de la solidaridad”, en gran medida…

Renunciando a la “voz en off”, que convierte todo documental en una suerte de “clase ilustrada”, de “prédica aderezada con filmaciones”, y confiando en una articulación en absoluto aleatoria de secuencias, fotografías, músicas y palabras, permite que el espectador construya su propia película, alcance su propio puerto de desembarque. Porque “Cuaderno chiapaneco” es la invitación a un viaje cursada desde el corazón de otro viaje.

En razón de su índole no-económica y hasta anti-económica, los dos mil DVDs editados se fueron regalando a colectivos y asociaciones interesadas en tales problemáticas. Por aquel entonces (2007), yo era profesor y podía permitirme, hasta cierto punto, ese género de altruismos. Cuando se agotaron, envié copias gratuitas a las persona que me solicitaban ejemplares del extraño ensayo fílmico. Ahora he dado el paso último, consistente en subirlo a una plataforma de visualización masiva:

https://www.youtube.com/watchv=B5agdmjeFUw&list=PLS7X0O3bAw

Para mí, es casi un placer reconocer que esta obra “no gusta”. Me pasa a ratos lo mismo que a O. Wilde en todo momento: “Vivo con el terror de no ser incomprendido”. Se ha proyectado muchas veces, en España y en Italia; y siempre ocurría igual: la sala se iba vaciando y, al final, nos quedábamos solos el organizador y yo. Bellísimos “fracasos”, todos. Para nada “popular”, ni “popularizable”, me consta, no obstante, que ha servido a las necesidades de reflexión, de intelección, de auto-interrogación, de unas pocas personas que llegaron a estimarla particularmente. A mí me sirvió y por eso la estimo.

(Aforismos desde los no-lugares)

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Pedro García Olivo

www.pedrogarciaolivo.wordpress.com

UN ARCO DE LITERATURA ESCÉPTICA («¡Para qué queremos hablar, si ya no podemos engañarnos?»)

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De Canguilhem a Cioran, un arco de literatura escéptica, diríamos que «negativa», refuerza cierta tradición de textos intempestivos, de escrituras desasosegantes, disparando dardos envenenados contra nuestras seguridades teóricas y nuestros acomodos existenciales… Lo comparto con vosotros y sumo una flecha.

1. «¿QUÉ ES LA PSICOLOGÍA», de Georges Canguilhem,

En solo diez páginas, Canguilhem, maestro de Focucault, desnuda la supuesta «ciencia» psicológica y la terrible práctica de los psicólogos. Recomendado para todas las víctimas y todos los odiadores de la psicología.

Destaco unas palabras, del principio y del final de este bello artículo:

«En realidad, ante muchos trabajos de psicología, extraemos la impresión de que mezclan:

1. Una filosofía sin rigor.

2. Una ética sin exigencia.

3. Y una medicina sin control».

«Muy vulgarmente entonces, la filosofía le pregunta a la psicología: «¿Dime hacia qué tiendes para que yo sepa qué cosa eres»? Pero al filósofo le cabe también dirigirse al psicólogo -por una vez puede pasar- bajo la forma de un consejo de orientación, y decir: Cuando se sale de la Sorbona por la rúe Saint Jacques, se puede ir calle arriba o calle abajo; si se va hacia arriba, nos acercamos al Panteón, que es el conservatorio de algunos grandes hombres, pero si vamos hacia abajo, nos dirigimos directamente a la Prefectura de Policía».

Para descarga libre e inmediata de este texto: «¿Qué es la psicología?»

https://www.facebook.com/pg/desistematizacion/posts/?ref=page_internal

2. «RETRATO DEL HOMBRE CIVILIZADO», de E. M. Cioran.

¿Por qué hemos concedido tan fácilmente que la civilización es «preferible» a la barbarie? ¿Quién supuso que las sociedades subsumidas en el proceso histórico, como las nuestras, son de algún modo «superiores» a aquellas otras que escaparon del tiempo, se burlaron del Progreso y quisieron congelarse en una formación primitiva? La provocación-Cioran, retratándonos magistralmente, suscita estas y otras preguntas.

Para descargar libre del texto: «Retrato del hombre civilizado»

https://www.facebook.com/pg/desistematizacion/posts/?ref=page_internal

3. «¡QUE SE FUERAN PARA SIEMPRE!»

Después de casi 30.000 muertos, tienen que irse de una vez. Me gustaría borrar de mi memoria la imagen de un tal Sánchez, hormiguita de la auto-validación, de ese Iglesias, catedral del narcisismo, de toda la derecha española, histriónica y patética. ¡Tras 30.000 muertos, 0 políticos! Incluso antes de la pandemia, sobraban todos los políticos.

Me gustaría que se fueran de una vez todos esos empresarios que se alaban a sí mismos por crear «puestos de trabajo» cuando lo que originan son «posiciones de esclavitud».

Que se fueran los comerciantes todos, los mercaderes sin excepción, pues se enriquecen en el aprovechamiento de la necesidad humana de subsistir o en la rentabilización de «necesidades fabricadas». Quien vende se vende y su precio como mercancía debería ser la desaparición.

Que se fueran los profesores, los maestros, los educadores, los asistentes sociales, los terapeutas, los psicólogos y los psiquiatras, las ONGentes, etcétera, personas que padecen la más horrenda de las adiciones: «Parasitar el sufrimiento ajeno y construir una imagen digna de sí mismas cuando solo están sirviendo al más homicida y etnocida de los sistemas conocidos, el Capitalismo Occidental».

Que nos vayamos también todos nosotros, pues seguimos una vida con «instrucciones de uso» y somos menos libres que el conejo en su conejera. Que nos vayamos de una vez, pues no hay espejo veraz que soporte nuestra fealdad social e histórica sin hacerse añicos. Espejos falsos los compramos todos los días, desde la sonrisa del Jefe o del Patrón hasta el beso emponzoñador del compañero emponzoñado.

Que se fueran todos y que nos vayamos todos!

(Aforismos desde los no-lugares)

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Pedro García Olivo, Alto Juliana, Aldea Sesga, Rincón de Ademuz, Valencia, 15 de mayo de 2020

AUTO-DEVASTACIONES CONTROLADAS (Virus, Capitalismo y optimización del Fascismo Democrático)

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1. SOBRE LA REINVENCIÓN PERVERSA DEL CAPITALISMO
(En defensa de la desobediencia civil y de la organización antagonista comunitaria)

Bajo la amonestación agria que le suministró la Biosfera, el Capitalismo se «reinventó» e introdujo en su lógica de reproducción la auto-devastación calculada. Como «crecer sin límite» llevaba a los países y a las empresas capitalistas exactamente al «fin de todo», empezó a valorar la utilidad de una auto-demolición programada. En nuestros días, se ha servido de un virus…

Rasgos de esta reinvención necrófila y necrófaga, estrictamente morbosa, de la sociedad mercantil:

1) Si ya sabíamos que toda medicina es «política» por definición, como tanto recalcó Iván Illich; si muchos de nosotros ya habíamos sufrido esta político-sanidad, en los ámbitos de la psiquiatría por ejemplo; ahora la identificación se sublima. Aparecerán los «rastreadores», una especie de detectives contratados para descubrir los «contactos» de cualquier enfermo; se procurará establecer «geo-localizadores», para seguir la pista integral de la población con la excusa de salvaguardar su salud; en el horizonte, acaso lejano, pero que no cabe descartar, está la pretensión de insertar en el organismo de cada ser humano un «micro-chip» que permita el registro inmediato de todo su desenvolvimiento físico, sanitario y político.

2) «Higiene social». Un porcentaje grande de los no-productivos será eliminado. Aquellas personas «poco útiles», y que hasta suponen un gasto social considerable, están expuestas a morir, bajo esta pandemia o bajo las siguientes. Una guillotina pende, desde ahora y para siempre, sobre las cabezas de los ancianos, de los emigrantes pobres, de la ciudadanía precarizada o vulnerable, de los sin-techo…

3) Renovación de los modelos de empresa y de negocio. Muchas empresas se van a hundir, originando paro y problemas financieros, muchos negocios se van a ir a pique; pero emergerán otros estilos de emprendimiento, otras fórmulas para la producción, otras estructuras de contratación y de comercio. Muchas de estas nuevas empresas y de estos nuevos negocios se acogerán a la etiqueta «tele», pues se basarán en el aprovechamiento crematístico de los dispositivos digitales, cibernéticos, virtuales.

4) La Escuela se irá preparando para olvidarse de sus paredes físicas, de su tipología clásica de encierro de los jóvenes en un edificio, para admitir nuevos muros virtuales, con un secuestro horario de los alumnos delante de la pantalla de un ordenador. La posición autoritaria del Profesor no se verá afectada, antes al contrario; la Pedagogía seguirá rigiendo todo el proceso, para la «adaptación social» de los menores, vale decir, para su poda y su doma. El Aula, ese arbitrariedad tan infanticida, será en lo sucesivo cada vez más «virtual». Solo eso.

5) Eugenesia ciudadanista. Por fin se obtiene el Hombre Nuevo, ese elaborado psicológico que aceptó y aceptará ya en lo sucesivo el «confinamiento», que toleró la reglamentación exhaustiva de su cotidianidad, que depositó una confianza verdaderamente homicida en sus gobernantes y en sus médicos, en sus polito-epidemiólogos y en su polito-virólogos. El hombre nuevo es un robot, algo más y algo menos que un esclavo.

Desde el día 23 de marzo, vengo escribiendo en defensa de la desobediencia civil y de la auto-organización comunitaria.

Si el «civismo» pretende robotizarnos, no hay nada más humano que el «incivismo», consciente o instintivo que eso importa poco.

2. CUANDO DESAPAREZCA EL VIRUS, QUEDARÁ ALGO PEOR QUE TODA ENFERMEDAD: EL CIUDADANO-ROBOT
Uno controla a todos, muchos controlan a uno, uno se controla a sí mismo
(Demofascismo optimizado, bajo la rentabilización socio-política de la pandemia)

Uno controla a todos (dictadura clásica): desde la Presidencia del Gobierno se nos da la orden del confinamiento y obedecemos.

Todos controlan a uno (vigilancia de la colectividad sobre el individuo): surge la llamada «policía del balcón» y, de entre los sumisos, muchos denuncian a los transgresores.

Uno se controla a sí mismo (auto-coerción, auto-dominación, fin del anhelo de libertad): y sale cada cual, sujeto a franjas horarias, a medidas, a plazos, a reglamentos; sale como un robot, como un policía de sí mismo.

Durante mucho tiempo me equivoqué y consideré que estos tres modelos de dominio y opresión eran sucesivos, como por fases, y ahora estábamos en la última, en la del auto-policía.

Hablé del «modelo del autobús» que leí en Calvo Ortega y López Petit: en los autobuses antiguos un empleado picaba el billete de todos los pasajeros (uno los controlaba a todos, dictadura directa); pasó el tiempo y se colocó una máquina para que cada usuario picara el billete por sí mismo, pero bajo la mirada de todos los presentes, por quienes era observado y podía ser denunciado (todos controlaban a uno, coerción comunitaria); por último, se alcanzó el momento en que uno subía a un autobus vacío y, sin presión externa, sin testigos, picaba «libremente» su billete (uno se controla a sí mismo, sujeción demofascista).

Pero hoy se está dando la suma de las tres fases, como si ya no fueran «etapas» sino superposiciones: el Estado que decreta, la ciudadanía que obedece y señala a los disidentes, los individuos que se auto-reprimen y consienten su robotización integral.

Se pudo sacar a los perros; y mucha gente se prodigó en ese paseo fiscalizado, en el que se manifestaba una suerte de ambigüedad civilizatoria: ¿cómo explicar la relación entre un animal doméstico, el ser humano, y otro, el ser canino?, ¿qué puede brotar de la relación entre estas dos servidumbres?

Se pudo sacar a los niños como si fueran perros, y surge una pregunta derivada: ¿qué puede surgir de un paseo conjunto del domesticador y del domesticable?

Ahora, cada persona puede sacarse a pasear a sí misma, en el cumplimiento forzoso de normas, de franjas (¿deberíamos decir «fajas», porque oprimen, molestan y ocultan supuestas fealdades?), de limitaciones sociales y geográficas; y la interrogante es clamorosa: ¿cabe esperar algo de esta suerte de robot, absolutamente programado, aparte de que, ojalá, desaparezca junto al virus del Capital y del Estado?

Durante más de un mes, las gentes de muchas pequeñas localidades se privaron de salir, de pasear, de ir a los campos para recoger sus alimentos (podían, eso sí, ir al supermercado, porque lo primero y lo último sigue siendo el mercado, el negocio). Y a las autoridades políticas, encarceladoras, les daba igual que en esas zonas no hubiera contagiados, no hubiera enfermos. A día de hoy, les dicen que ya pueden salir, y entonce salen.

Esto me recuerda una imagen desalentadora, que me asaltó en la ciudad de Alta, en pleno círculo polar noruego… Unas cuantas personas tenían que cruzar una carretera, pero el semáforo para los peatones estaba en rojo. Yo miro a la derecha y a la izquierda, y la vista casi se me desvanece en una llanura tan inmensa: no hay ningún vehículo por ningún lado y es verdad que, en toda la mañana, apenas habían aparecido por allí dos o tres autos. Me dispongo a cruzar, pues, tan tranquilo; y las gentes mi chillan, me recriminan, se enfadan conmigo. Regreso entonces al puesto de espera y cruzo con ellas, tras disculparme, cuando el semáforo de los peatones se pone en verde. «Obediencia mecánica olvidada de las razones para obedecer», escribí entonces. Y es lo que está pasando ahora: se nos insta a la obediencia no tanto para superar una crisis sanitaria como para sancionar el auto-aniquilamiento de nuestra autonomía y de nuestra libertad.

Optimización del demofascismo.

Cuando desapareza el virus, quedará algo peor que toda enfermedad: el ciudadano-robot.

Más que mirar a la llamada «mayoría social», tan nauseabunda, reparo en las plantas humildes: a pesar de todo, el romero, la aliaga y el tomillo están en flor…

3. PAREDÓN DE FUSILAMIENTO O PUPITRE ESCOLAR: LA DOBLE FAZ DE LA GESTIÓN POLÍTICA DEL CORONAVIRUS

¡Carguen armas! ¡Apunten! ¡Disparen!

Penetró el virus en los confines del capitalismo occidental. Y caen los indígenas de la Amazonía, de la Guajira, de muchas comunidades de los pueblos originarios. Portavoces de esas ONGs que viven de jugar a «ayudarles» lo denuncian con una tranquilidad espantosa: «Van a desaparecer muchas etnias; morirán, sin remedio, miles, cientos de miles de indígenas». No es posible evitar esta culminación del etnocidio: los que sobrevivieron a las balas y a las Escuelas del neo-imperialismo, los que no sucumbieron a los altericidas programas «interculturales» para la «integración», se verán ahora asaltados por la enfermedad y morirán en masa.

Eran, a menudo, un estorbo, por las riquezas naturales, por las materias primas estratégicas, por la tan aprovechable bio-diversidad, por las oportunidades para los negocios eco-turísticos, etcétera, descubiertas en sus territorios. Y, donde perseveraban en sus usos y costumbres tradicionales, hostiles al liberalismo y a la globalización, esgrimiendo su «democracia comunitaria», su educación informal ancestral, su derecho consuetudinario oral, su comunalismo económico, su localismo trascendente, su cosmovisión holística y las formas abigarradas de la ayuda mutua y del don recíproco que saturaban su cotidianidad, eran sentidos, además, por la cultura hegemónica, como un «mal ejemplo», como una molesta «resistencia», como una «diferencia» enojosa.

Caen también los nómadas de casi todo el mundo, afectados por la restricción de esa movilidad de la cual dependía su estilo de vida y su cultura toda. Según algunas estadísticas, el 70 por ciento de los gitanos españoles, descendientes de nómadas irredimibles, se ganan la vida como «feriantes», en el comercio irregular, en el mercado ambulante, como «recoberos» o vendedores a domicilio. Se mantenían así titilantemente fieles a su condición, manifestando su aversión al salario, a la venta de su fuerza de trabajo, y su amor por la autonomía, por los caminos y por la intemperie. Bajo el confinamiento, perdieron sus fuentes de ingresos, quedando particularmente expuestos a todos los cuchillos, sanitarios y económicos, de esta crisis.

Caen los emigrantes, muchos en la Península y otros procurando regresar a África en precarias barcazas. Arriesgaron sus vidas para alcanzar Europa y ahora las vuelven a arriesgar para huir de Europa. El Mediterráneo, esa «tumba de los otros», se volverá a tragar a demasiados…

Y están cayendo los mayores, en Residencias de Ancianos que empezaron a funcionar como «crematorios», con una eficiencia que recuerda a Auschwitz. Estan cayendo los presos, los indigentes, los sin-techo, los marginales…

Para este sector de la población, que no servía o servía muy poco al capitalismo occidental, que más bien le suponía un gasto o un perjuicio, la gestión política del coronavirus se tradujo en paredones de fusilamiento: ¡Carguen armas! ¡Apunten! ¡Disparen!

Para los demás, para los productivos, y como apunté en una nota anterior, se refuerza la Pedagogía: «Por nuestro propio bien, y al margen de nuestra opinión o nuestro deseo, al igual que se nos conminó a encerrarnos, ahora se nos invita a salir siguiendo pautas, normas, criterios, reglamentaciones». Nos sentaron en el pupitre de los escolares y la autoridad política, asesorada por la casta científica, bajo los dogmas de la llamada «ideología del experto», empezó a intervenir más que nunca en nuestra sensibilidad y en nuestro pensamiento, corrigiendo nuestros caracteres hasta extremos nunca imaginados: que hayamos aceptado el encierro y que, según todos los sondeos, estemos dispuestos a aceptar nuevos confinamientos, dispositivos de geo-localización y los más diversos sistemas de control médico-político es una prueba del crédito que hemos otorgado a estos Super-Educadores y de lo «bien» que están realizando su trabajo adoctrinador y subjetivizador. ¡Fantásticos ingenieros de la personalidad!

4. «GUERRA MUNDIAL DEL ESTADO CONTRA LA SOCIEDAD»
(Ya no quiero hablar más de ti, «dispositivo vírico-administrativo para la reedición tanatológica del Capitalismo»)

Me deformaron, primero en la Escuela y luego en la Universidad, hasta convertirme en historiador y en filósofo. En este proceso de aplastamiento de todo lo que yo hubiera podido ser y hacer, tuvieron mucha culpa los libros, pues creo de verdad que la lectura va en detrimento de la vida. Me parece, por mi experiencia, que los que leen bastante viven un poco menos y cuantos escriben mucho ya apenas viven.

Ya construido, como historiador del mundo contemporáneo, filósofo y escritor tan narcisista como compulsivo, ya conformado, a pesar de todos mis intentos de des-hacerme y re-hacerme, de extraviarme y reinventarme, me asaltó este travestismo integral del Capitalismo, que no me esperaba, que sembraba cadáveres lo mismo que vendía cervezas, que encerraba a la gente al igual que se libraba de ancianos estorbosos, de pobres molestos, de personas poco o nada productivas.

Fiel a mi condición de analista, que reconozco turbia, fea, despreciable, y entre lágrima y lágrima, todavía redacté fragmentos que hoy he reunido en un pequeño ensayo. Lo titulé «Guerra mundial del Estado contra la Sociedad». Su subtítulo es este: «El Coronavirus en tanto cifra de una nueva forma de reproducción del Capitalismo». Lo suelto donde puedo, en las redes, y me olvido ya de un tema que me ha estado sumiendo en un dolor casi irrebasable. Queda para cualquier uso, como todo lo que hago.

Quiero pensar en otras cosas; y quiero dejar de sufrir, como me ha estado pasando cada vez que me ponía a redactar.

5. LA VIDA SE DA MEJOR EN AUSENCIA DE LA HUMANIDAD

Delante de la puerta de mi cabaña,

a veces hay flores,

nieves antes y después.

Nunca hay órdenes.

Brotan almendros cada año.

Quise «ayudar» a algunos a crecer,

con una poda tan mínima como mi esperanza,

y se secaron.

Los que no toqué

viven frondosos.

Miseria de los expertos,

calamidad de los botánicos.

Como en la película de Tarkowski,

en la que un padre acaso loco y un niño mudo

plantan un árbol frente al mar,

y lo riegan todos los días,

yo quise tener un huerto en la colina.

Inenarrable, el esfuerzo que le consagré,

subiendo agua desde la fuente del valle

hasta la cima,

que era también la cima de mi vida.

En el film, que se llama «El sacrificio»,

el árbol florece un poco;

y yo conseguí una cosecha raquítica

de ajos pequeños,

disminuídos como mi ilusión.

Incapaz de consumirlos, por respeto,

adornan y adornarán mi refugio.

En el mundo montaraz sobran los agricultores.

En la ausencia de la voluntad humana,

la vida se da mejor.

La vida

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Pedro García Olivo, Alto Juliana, Aldea Sesga, Rincón de Ademuz, Valencia, 10 de mayo de 2020

 

DESTRUIR PARA RECONSTRUIR: SOBRE LA REINVENCIÓN MORBOSA DEL CAPITALISMO

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En defensa de la desobediencia civil y de la organización antagonista comunitaria

Bajo la amonestación agria que le suministró la Biosfera, el Capitalismo se «reinventó» e introdujo en su lógica de reproducción la auto-devastación calculada. Como «crecer sin límite» llevaba a los países y a las empresas capitalistas exactamente al «fin de todo», empezó a valorar la utilidad de una auto-demolición programada. En nuestros días, se ha servido de un virus…

Rasgos de esta reinvención necrófila y necrófaga, estrictamente morbosa, de la sociedad mercantil:

1) Si ya sabíamos que toda medicina es «política» por definición, como tanto recalcó Iván Illich; si muchos de nosotros ya habíamos sufrido esta político-sanidad, en los ámbitos de la psiquiatría por ejemplo; ahora la identificación se sublima. Aparecerán los «rastreadores», una especie de detectives contratados para descubir los «contactos» de cualquier enfermo; se procurará establecer «geo-localizadores», para seguir la pista integral de la población con la excusa de salvaguardar su salud; en el horizonte, acaso lejano, pero que no cabe descartar, está la pretensión de insertar en el organismo de cada ser humano un «micro-chip» que permita el registro inmediato de todo su desenvolvimiento físico, sanitario y político.

2) «Higiene social». Un porcentaje grande de los no-productivos será eliminado. Aquellas personas «poco útiles», y que hasta suponen un gasto social considerable, están expuestas a morir, bajo esta pandemia o bajo las siguientes. Una guillotina pende, desde ahora y para siempre, sobre las cabezas de los ancianos, de los emigrantes pobres, de la ciudadanía precarizada o vulnerable, de los sin-techo…

3) Renovación de los modelos de empresa y de negocio. Muchas empresas se van a hundir, originando paro y problemas financieros, muchos negocios se van a ir a pique; pero emergerán otros estilos de emprendimiento, otras fórmulas para la producción, otras estructuras de contratación y de comercio. Muchas de estas nuevas empresas y de estos nuevos negocios se acogerán a la etiqueta «tele», pues se basarán en el aprovechamiento crematístico de los dispositivos digitales, cibernéticos, virtuales.

4) La Escuela se irá preparando para olvidarse de sus paredes físicas, de su tipología clásica de encierro de los jóvenes en un edificio, para admitir nuevos muros virtuales, con un secuestro horario de los alumnos delante de la pantalla de un ordenador. La posición autoritaria del Profesor no se verá afectada, antes al contrario; la Pedagogía seguirá rigiendo todo el proceso, para «la adaptación social» de los menores, vale decir, para su poda y su doma. El Aula, ese arbitrariedad tan infanticida, será en lo sucesivo cada vez más «virtual». Solo eso.

5) Eugenesia ciudadanista. Por fin se obtiene el Hombre Nuevo, ese elaborado psicológico que aceptó y aceptará ya en lo sucesivo el «confinamiento», que toleró la reglamentación exhaustiva de su cotidianidad, que depositó una confianza verdaderamente homicida en sus gobernantes y en sus médicos, en sus polito-epidemiólogos y en su polito-virólogos. El hombre nuevo es un robot, algo más y algo menos que un esclavo.

Desde el día 23 de marzo, vengo escribiendo en defensa de la desobediencia civil y de la auto-organización comunitaria.

Si el «civismo» pretende robotizarnos, no hay nada más humano que el «incivismo», consciente o instintivo que eso importa poco.

(Aforismos desde los no-lugares)

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Pedro García Olivo, Alto Juliana, Aldea Sesga, Rincón de Ademuz, Valencia, 6 de abril de 2020

CUANDO DESAPAREZCA EL VIRUS, QUEDARÁ ALGO PEOR QUE TODA ENFERMEDAD: EL CIUDADANO-ROBOT

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Demofascismo optimizado, bajo la rentabilización socio-política de la pandemia: uno controla a todos, muchos controlan a uno, uno se controla a sí mismo

Uno controla a todos (dictadura clásica): desde la Presidencia del Gobierno se nos da la orden del confinamiento y obedecemos.

Todos controlan a uno (vigilancia de la colectividad sobre el individuo): surge la llamada «policía del balcón» y, de entre los sumisos, muchos denuncian a los transgresores.

Uno se controla a sí mismo (auto-coerción, auto-dominación, fin del anhelo de libertad): y sale cada cual, sujeto a franjas horarias, a medidas, a plazos, a reglamentos; sale como un robot, como un policía de sí mismo.

Durante mucho tiempo me equivoqué y consideré que estos tres modelos de dominio y opresión eran sucesivos, como por fases, y ahora estábamos en la última, en la del auto-policía.

Hablé del «modelo del autobús» que leí en Calvo Ortega y López Petit: en los autobuses antiguos un empleado picaba el billete de todos los pasajeros (uno los controlaba a todos, dictadura directa); pasó el tiempo y se colocó una máquina para que cada usuario picara el billete por sí mismo, pero bajo la mirada de todos los presentes, por quienes era observado y podía ser denunciado (todos controlaban a uno, coerción comunitaria); por último, se alcanzó el momento en que uno subía a un autobus vacío y, sin presión externa, sin testigos, picaba «libremente» su billete (uno se controla a sí mismo, sujeción demofascista).

Pero hoy se está dando la suma de las tres fases, como si ya no fueran «etapas» sino superposiciones: el Estado que decreta, la ciudadanía que obedece y señala a los disidentes, los individuos que se auto-reprimen y consienten su robotización integral.

Se pudo sacar a los perros; y mucha gente se prodigó en ese paseo fiscalizado, en el que se manifestaba una suerte de ambigüedad civilizatoria: ¿cómo explicar la relación entre un animal doméstico, el ser humano, y otro, el ser canino?, ¿qué puede brotar de la relación entre estas dos servidumbres?

Se pudo sacar a los niños como si fueran perros, y surge una pregunta derivada: ¿qué puede surgir de un paseo conjunto del domesticador y del domesticable?

Ahora, cada persona puede sacarse a pasear a sí misma, en el cumplimiento forzoso de normas, de franjas (¿deberíamos decir «fajas», porque oprimen, molestan y ocultan supuestas fealdades?), de limitaciones sociales y geográficas; y la interrogante es clamorosa: ¿cabe esperar algo de esta suerte de robot, absolutamente programado, aparte de que, ojalá, desaparezca junto al virus del Capital y del Estado?

Durante más de un mes, las gentes de muchas pequeñas localidades se privaron de salir, de pasear, de ir a los campos para recoger sus alimentos (podían, eso sí, ir al supermercado, porque lo primero y lo último sigue siendo el mercado, el negocio). Y a las autoridades políticas, encarceladoras, les daba igual que en esas zonas no hubiera contagiados, no hubiera enfermos. A día de hoy, les dicen que ya pueden salir, y entonce salen.

Esto me recuerda una imagen desalentadora, que me asaltó en la ciudad de Alta, en pleno círculo polar noruego… Unas cuantas personas tenían que cruzar una carretera, pero el semáforo para los peatones estaba en rojo. Yo miro a la derecha y a la izquierda, y la vista casi se me desvanece en una llanura tan inmensa: no hay ningún vehículo por ningún lado y es verdad que, en toda la mañana, apenas habían aparecido por allí dos o tres autos. Me dispongo a cruzar, pues, tan tranquilo; y las gentes mi chillan, me recriminan, se enfadan conmigo. Regreso entonces al puesto de espera y cruzo con ellas, tras disculparme, cuando el semáforo de los peatones se pone en verde. «Obediencia mecánica olvidada de las razones para obedecer», escribí entonces. Y es lo que está pasando ahora: se nos insta a la obediencia no tanto para superar una crisis sanitaria como para sancionar el auto-aniquilamiento de nuestra autonomía y de nuestra libertad.

Optimización del demofascismo.

Cuando desapareza el virus, quedará algo peor que toda enfermedad: el ciudadano-robot.

Más que mirar a la llamada «mayoría social», tan nauseabunda, reparo en las flores humildes…

(Aforismos desde los no-lugares)

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Pedro García Olivo
Alto Juliana, Aldea Sesga, Rincón de Ademuz, Valencia, 2 de mayo de 2020

BIENESTARISMO DE URGENCIA Y MIEDO ADMINISTRADO

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1. «Bienestarismo de urgencia»: golpe asestado por el Coronavirus a la mística neoliberal y beso que ofrece al cinismo socialista

Ante la muerte, ante el dolor, ante la enfermedad, caen algunas máscaras: estamos corroborando que «Estado del Bienestar» y «Estado mínimo Neoliberal» son solo dos alternativas funcionales del Capitalismo, dos cartas que la Administración y los Negocios pueden poner encima de la mesa para seguir ganando, al modo de los ventajistas, su partida contra la población.

El Fondo Monetario Internacional acaba de hacer pública su recomendación, impregnada de «bienestarismo»: incremento del gasto público a fin de paliar las consecuencias sociales (desempleo, precariedad, pobreza) de la crisis económica venidera, reforzamiento de los sistemas de salud, apoyo económico a los sectores poblacionales más vulnerables, sensibilidad «social» en la Administración e intervención decidida del Estado con el objeto de aminorar el sufrimiento de la ciudadanía… A diferencia de hace unos años, el FMI casi adopta un lenguaje «socialdemócrata», «populista», afín al Estado Social de Derecho, dando la espalda a la mística neoliberal.

Turmp, en nombre del «bien común», obliga a la General Motors a reorganizar su actividad productiva, de modo que sirva al combate contra la enfermedad y ya no a la mera ganancia capitalista; «rescata» a las principales aerolíneas y deja una parte de sus acciones bajo el control del Estado, al modo de todas las iniciativas «nacionalizadoras» y «socializantes». Su intervención indisimulada en la actividad económica constituye un escarnio, una burla, para los principios neoliberales que parecía encarnar: de hecho, le está cavando una tumba a la «libertad» económica, al «libre» mercado y a la «libre» competencia.

Personalidades tan destacadas en la derecha política y económica española como Luis de Guindos, vicepresidente del Banco Central Europeo, suscriben la idea de una «renta básica» para la población, proclama-enseña del radicalismo socialista y bienestarista occidental.

Se sabe que el Coronavirus constituye solo la primera fase de una regeneración necrófila del Capitalismo, exigida en parte por la Biosfera, que ya no podía soportar más una lógica de crecimiento económico indefinido. Gran destrucción para un nuevo nacimiento. «Solo hay renacimiento donde hay tumbas», anotó Nietzsche. Ya tenemos las tumbas… La segunda fase de esta perpetuación del Capital y del Estado mediante auto-devastaciones controladas se iniciará a continuación, y se identificará con un «crisis económica de grandes dimensiones».

La inteligencia del Sistema ya prevé un alza considerable de la conflictividad social y no se equivoca en relación con el sentido de las inminentes reivindicaciones: compromiso «social» del Gobierno, ayuda a los más afectados, apuesta decidida por el sector público, inversión en salud y en educación, planes concretos para aliviar el sufrimiento empírico de la ciudadanía, fiscalidad verdaderamente «redistributiva», atención privilegiada a los grupos sociales particularmente precarizados o vulnerables, etcétera. Se dará, pues, un descontento y una beligerancia social en pro del «Estado del Bienestar»: luchas populares para obtener de la Administración aquello que, siguiendo recomendaciones de las principales agencias capitalistas internacionales, esta ya ha decidido implementar. Se luchará por el mismo bienestarismo que el poder desea instaurar. Si los Estados se adelantan, y ponen en obra proyectos «sociales», el conflicto será menor y se dará un ahorro en balas y en sangre, en críticas y des-legitimaciones. Por ahí van los tiros, que siguen a las tumbas.

Y no me engaño sobre la realidad del tan anhelado «Estado del Bienestar», que supone y exige el «malestar» de muchos, que sigue sustentándose en la opresión económica y política, y que nunca se ha dado sin su propia cuota de indigentes, pobres, discriminados, excluidos e incluidos a punta de pistola… Solo digo que esta conocida engañifa nos va a re-visitar, con una imagen novedosa.

Nos espera un «bienestarismo de urgencia» y un retroceso acusado de la cantinela neo-liberal. Cuando se supere la crisis, sanitaria y económica, de nuevo se alzará la mítica del Libre Mercado y de la Libre Competencia, y podrá darse un giro en el signo político de los gobiernos. Llevamos ya así mucho tiempo; y es desalentador que tantas personas sigan creyendo en ese juego, en ese «turno pacífico» de dos modalidades complementarias de gestión de la sociedad, dos expedientes para la reproducción del Capitalismo y del Estado.

No se va a luchar contra el Sistema en sí, contra toda forma de Estado, contra el Capital, contra la explotación económica y la fractura social. No se va a luchar por ninguna «emancipación» digna de su nombre, no se va a vindicar la libertad política y la verdadera libertad económica, que exigirían la cancelación de la administración y del mercado. Habrá gentes aporreadas, maltratadas, asesinadas también, judicializadas, encarceladas, etcétera, por exigir aquello que sus opresores ya han decidio concederles.

A esto he llamado «protesta domesticada»; y es lo que nos aguarda cuando las gentes, pudiendo salir por fin de sus casas físicas, de sus residencias, donde fueron confinadas por la fuerza, regresen de buen gusto, libremente, a sus casas políticas e ideológicas, donde decidieron confinarse por la cultura.

«Estamos a punto de morir de tanto Hogar», leí una vez, me parece, en una obra de Beckett. Hoy creo que este escritor era, de todos modos, un «optimista», pues nos presupone espiritualmente «vivos» y eso hace tiempo ya que dejó de estar claro.

2. Miedo saludable y miedo administrado
(Ante esta crisis sanitaria, me asusta lo que van a hacer con ella y con nosotros el Mercado y el Estado)

Y el niño se inventó un juguete, con su imaginación y con sus propias manos, una cosa rara que se parecía un poco a un camión o a un bólido. Lo hizo con su vida y lo defendió como a su vida: lo escondió en un rincón del armario, para que ningún menor o ningún mayor lo estropeara. Miedo saludable.

Y el mayor por fín se sintió libre, qué más da si por su insumisión triunfante o por su jubilación cabizbaja; pero se sintió libre, y recordó unos versos del Fausto: «Poder decirle a un instante: ¡Detente, eres tan bello!». Y empezó enseguida a temer que un cambio en la legislación o la llegada de cualquier virus lo arrancara de su alegría quizás tardía. Miedo saludable.

Y la mujer que por fin pudo salvarse de la tutela moral y económica del marido o del compañero sintió una felicidad inenarrable el día en que consiguió un empleo y se reconoció capaz de alimentarse y de alimentar a sus hijos sin ceder a los caprichos de un déspota. Sintió luego algo semejante al pánico cuando le hablaron de una crisis económica venidera, que originaría un escalada del paro. Miedo saludable.

Y el convicto al que le llegó el día de su retorno a la vida extra-carcelaria, dichoso de respirar el aire libre y de caminar por las calles con un punto casi olvidado de orgullo y de dignidad, sintió de repente un escalofrío: ¿se le encerrará de nuevo, pues parece que todo está reglado, sujeto a normas y leyes, y él no las conoce y puede resbalar? Miedo saludable.

Y al emigrante que se arriesgó a atravesar un mar para procurar vivir mejor en medio del mal, y acabó empleado en la agricultura bajo riesgo de contagio, se le acercó una duda: ¿querrán que acabe conmigo el trabajo, como no pudo el Mediterráneo? ¿Me van a eliminar, gracias al contrato, por haber intuido que, entre la malaria y el coronavirus, África sería poblacionalmente diezmada y era preciso huir de ahí? Miedo saludable.

Y hay amantes que, no pudiendo discernir por qué se aman, pero sintiendo en verdad un afecto que bulle por encima o por debajo de todas las palabras, sabiéndose asimismo inmersos en un mundo tan poco estimable, tan insufrible, tan horroroso, temen que esa fealdad de la realidad social e histórica contamine o hasta acabe con su vínculo, una relación y un apego que, en cierto sentido, «no eran de este mundo». Miedo saludable.

Porque se da un miedo bueno que actúa como una alarma y una defensa para las personas dominadas y precarizadas Un miedo en cuyo seno palpita la disconformidad, la denegación, la protección tentativa del sujeto social amenazado.

Pero llegó un tiempo en el que todos fueron encerrados, en el que la policía los multaba si se atrevían a desobedecer y salían a la calle, en que morían y morían las gentes que el Sistema desde siempre había desechado o anhelaba desechar (ancianos, pobres, emigrantes, indigentes, chabolistas, sin-techo…). Y muchos tuvieron miedo a enfermar. Miedo a disentir. Miedo a no aplaudir a las ocho de la tarde. Miedo a no respetarse a sí mismos como garantes autónomos de su propia salud y de su libertad de movimientos. MIEDO ADMINISTRADO.

Asusta lo que el Mercado y Estado están haciendo con esta crisis sanitaria y con nosotros; inquieta y alarma esta administación capitalista de los pánicos populares. No me da tanto miedo el virus como la gestión policial y gubernativa, moral e ideológica, de la nueva enfermedad. Me aterran las consecuencias psíquicas, éticas, existenciales y políticas, del MIEDO ADMINISTRADO.

(Aforismos desde los no-lugares)

Pedro García Olivo, Alto Juliana, Aldea Sesga, Rincón de Ademuz, 16 de abril de 2020

ABSOLUTAMENTE HOSTIL A TODO ENCIERRO

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Los confitados sobre y contra los confinados
(Población cocida a fuego lento: efectos psico-sociales y políticos de un apresamiento general consentido)

Estoy en contra de todo encierro. En contra de todas las cárceles, por tanto. En contra también del apresamiento de la población entera bajo el pretexto de una crisis sanitaria.

En EEUU están muriendo sobre todo los negros, los afro-descendientes, los latinos, los pobres y los sin-techo, pronto también los presos: óptima «higiene social», enterramientos masivos y fosas comunes para cuantos ya no eran tan «productivos» y más bien estaban suponiendo o exigiendo un gasto social público, una molestia para el Capitalismo.

En Europa nos vamos a librar de un montón de ancianos, esos «insolidarios» que solo querían vivir y vivir, ya como casi «zombies», como muertos vivientes, y cuya pretensión de semi-eternidad tan cara le resultaba al Estado. Las residencias de ancianos son la reedición «democrática» de las cámaras de gas nazis. Exactamente eso: las cifras lo demuestran.

Pronto vaciaremos África, y también nos libraremos de esos pesadísimos «emigrantes» que tanto lloran ante nuestras puertas y que, por desgracia, no se ahogaron en el Mediterráneo. Los CIEs y el «Mare Nostrum» constituyen las dos caras de un arma de destrucción masiva contra la pobreza y la indigencia devenida por el imperialismo occidental.

Los «confitados», casi aptos para disfrutar del encierro, ya que les sobran los medios y pueden vivir bien en sus casas, se han alzado al modo fascista contra los «confinados», gentes que están muriendo en vida en sus «hogares» precarios y que pueden morir de verdad debido a su subordinación social y a su vulnerabilidad económica.

Todo bien, casi ya realizada la «Utopía del Capital». Y las gentes sometidas a los decretos del Estado, en un signo de esclavitud absoluta. Población cocida al fuego lento del encierro, que luego será servida en la mesa de un banquete para caníbales, para esos devoradores de carne humana encumbrados por la economía y por la política.

Que no cuenten conmigo para aplaudir ningún confinamiento. Ni siquiera me vi nunca inclinado a «disculpar» el confinamiento de los jóvenes en las aulas escolares… Contra la corriente mediática y contra el «sentido común» fabricado, insisto en señalar que el daño moral, psico-sociológico y político de esta estrategia para el apresamiento incondicional de toda la ciudadanía, un arrestamiento socialmente tolerado, es inmenso y está muy por encima de la mortalidad que puede originar un virus.

Más importante que morir, punto al que llegaremos todos, es «vivir con dignidad». Cuando pase esta pesadilla sanitaria, la cifra de enfermos y de fallecidos físicos estará muy por debajo del número de aplastados, destruidos, enloquecidos, neutralizados, borrados para el pensamiento divergente y para la sana disensión, originado por el confinamiento y por el resto de las medidas impuestas por un Administración vampiresca.

Pasarán los años y, quizás, algún día podamos medir, sin temor a ser considerados «enemigos del pueblo», «agitadores», «paranoicos», «demagogos», «irresponsables», etcétera, el efecto real del confinamiento como receta contra la expansión de un virus que, al igual que todos los virus, tiene un ciclo que cumplir, una vida que vivir, con un principio y con un final.

Que, a mi parecer, el encierro de toda la población, una clausura demencialmente «admitida», no responde tanto a una dudosa propedéutica sanitaria global como a un expediente certero de aniquilación casi definitva de la autonomía, de la crítica, de la resistencia y de la pequeña libertad concreta y aún posible.

Jaulas

(Aforismos desde los no-lugares)

Pedro García Olivo, Alto Juliana, Rincón de Ademuz, Valencia, 13 de abril de 2020

EL VIRISMO GLOBAL COMO INSTANCIA DE DOMESTICACIÓN

Posted in Activismo desesperado, antipedagogía, Autor mendicante, Breve nota bio-bibliográfica, Crítica de las sociedades democráticas occidentales, Desistematización, Sala virtual de lecturas incomodantes. Biblioteca digital with tags , , , , , , , , , , , , , , , , , , on abril 8, 2020 by Pedro García Olivo

Apuntes contra la corriente mediática y político-policial del demofascismo

1. TRES ETAPAS PARA LA DOMESTICACIÓN CASI ABSOLUTA DE LOS ESPECÍMENES HUMANOS EUROPEOS: MIEDO AL COMUNISMO, AL TERRORISMO INTERNACIONAL Y AL VIRISMO PLANETARIO

Lo peor siempre ocurre en un segundo plano. Se da en lo latente, y no en lo patente; en lo implícito, y ya no en lo explícito; en lo oculto más que en lo manifiesto.

Por debajo de la crisis sanitaria y de las medidas que los gobiernos adoptan para combatirla, está ocurriendo algo terrible, que debería ser atendido en primer lugar: a pasos agigantados, mediante el reforzamiento de la confianza en los políticos, en los policías, en los médicos, en los funcionarios en general, en el Estado mismo, se culmina la domesticación integral de la especie humana.

Por miedo, todo lo permitimos, todo lo consentimos…

Por un miedo inducido, toleramos el crecimiento cancerígeno de una muy sangrienta industria armamentística, ya que había que «defenderse» de los rojos, de la URSS, del socialismo real. Cayó el comunismo y seguimos vendiendo armas, a quien sea, porque lo requiere ese negocio.

Por miedo fabricado, toleramos en Europa restricciones de las libertades individuales, cancelación de muy importantes derechos ciudadanos, suspensiones temporarias del Estado de Derecho, pues había un Enemigo mayúsculo, que se se llamaba Islam o Terrorismo Internacional.

Por miedo, casi por pánico, hemos aceptado el confinamiento riguroso de toda la población, pues se nos dice que estamos en guerra, que seguimos en guerra, ya no contra el comunismo, tampoco contra el terrorismo, sino contra un virus que puede irse y luego volver, que puede desaparecer por la misma puerta por la que entrarán otros.

En el segundo plano de la actualidad, más allá de la cuestión sanitaria, que es deprimiente, encontramos una avanzadilla poderosísima de la sujeción demofascita. No se trata solo de que las poblaciones hayan aceptado el encierro, el control policial, el despotismo médico-político, el sometimiento a los criterios de los «expertos» y de los gobernantes. No se trata solo de eso, que ya es triste de por sí.

Se está produciendo algo peor: la predisposición a aplaudir y homenajear a nuestros dominadores y explotadores.

En España, cada día, a las ocho de la tarde, la gente aplaude a los sanitarios y a los policías. Como si no se supiera lo que es la medicina administrada, medicina definitivamente «mercantil», inserta en una biopolítica general, estatalista y capitalista, productora y gestora sistemática de enfermedades. Como si se ignorara lo que son las policías modernas y la cantidad de muertos y heridos que les cabe en gracia desde su origen. Como si no supiéramos que siguen agrediendo y maltratando hoy mismo.

No es tanto que, por el miedo, admitamos restricciones drásticas de nuestros supuestos derechos y de nuestras proclamadas libertades. Lo alarmante está un poco más allá; y es que estamos a punto de felicitar a nuestros déspotas, de ofrecer flores a nuestros opresores históricos, de abrazar a nuestos verdugos.

Sube en EEUU la popularidad de Trump y el reconocimieto de su política. También se disparan los índices de aceptación de los dirigentes chinos. La presidenta de Alemania obtiene un rédito de estima en medio de la pandemia. Miles de cadáveres, que llegan a colapsar los crematorios, que quedan a veces en las residencias de ancianos o en las casas, están sirviendo para que regalemos flores a nuestros explotadores y dominadores. Esta es la esencia del demofascismo.

No es verdad que, en adelante, vayan a estar nuestras calles llenas de gendarmes y de militares. No es cierto que nos espere un escenario de super-vigilancia y omnipresencia policial. Lo que parece que va a ocurrir, si atendemos a este segundo plano de la crisis, es que se nos habrá preparado para la obediencia incondicional y para el asentimiento acrítico. Sin necesidad de polizontes o de cámaras, nos portaremos «bien», nos auto-reprimiremos y auto-domesticaremos. Casi van a sobrar los «educadores»…

2. LA MATEMATIZACIÓN DE LA VIDA
(Suscripción del Capitalismo Vírico a la deshumanización de la humanidad)

Se nos dice que debemos empezar a tranquilizarnos, pues la tasa de crecimiento de la epidemia en nuestro país se estabiliza y, aunque mueran más de setecientas personas todos los días, no crece la ratio de aumento diario de cadáveres.

Se matematiza la muerte, sujeta a estadísticas, curvas, picos, mesetas de desenvolvimiento numérico.

Se matematiza la vida, desde hace tiempo, en todos los niveles, y hay cifras y más cifras de accidentes, transgresiones, obediencias, resignaciones…

La matemática, que nunca ha sido «neutra», persigue en Occidente una completa des-humanización de la existencia. Apegada a la Administración, oculta el sufrimiento concreto del individuo empírico, de la comunidad real, de la gente de carne y hueso. Somos números, cifras, estadísticas, gráficos…; y se nos controla, se nos maneja, desde los criterios de la razón instrumental, estratégica, económico-burocrática.

Sigo sosteniendo que, bajo la capa de una lucha legítima contra le enfermedad, se están implementando procedimientos nuevos, o re-editados, de sujeción bio-psico-política de la ciudadanía. Y que este aspecto no se está atendiendo como debía…

Dije un día que, según mi intución, en España iban a morir, por el coronavirus, unas cien miel personas. Más de cuarenta millones de españoles seguirán vivos. En relación con esos más de cuarenta millones de españoles no eliminados por el virus, ¿cuántos habrán sido afectados, al nivel de la subjetividad, del pensamiento y de la sensibilidad, de un modo rotundo, grave, por la gestión política, mediática y policial de la epidemia, que incluye el confinamiento, las multas y apresamientos de los discrepantes, la brutalidad circunstancial de los «agentes del orden», el martilleo incesante de la radio y de la televisión?

Para este asunto no habrá estadísticas, no habrá números, no habrá cifras, no habrá gráficos… O los habrá, pero no publicitados, no divulgados, registrados básicamente para la gestión matemático-estadística de las poblaciones. Que la vida se está matematizando para la justificación de lo establecido, y no para su impugnación.

Lo que está aconteciendo hoy en el planeta no tiene precedentes en la historia: se da una sumisión absoluta de las gentes a los criterios de los políticos y de los expertos, a las decisiones de los burócratas y de los científicos. ¡Como si no se supiera, desde hace décadas, qué es un «político» y cuál es su catadura moral; qué es un experto o un científico y para qué labora, quién le paga, cómo fue alquilada su consciencia!

Cuando acabe la epidemia, y se tengan cifras de su mortalidad física, se habrá reforzado hasta extremos casi insuperables el orden capitalista que tan bien la está rentabilizando. No habrá tantas cifras para su daño psíquico, existencial, para su contribución al sometimiento y al asentimiento casi absoluto de las poblaciones.

Y creo que ya hay cadáveres en los hogares, como los ha habido en las residencias de ancianos; y me parece que están siendo muchas las personas agredidas o maltratadas por sus parejas en cada casa; y presiento que un montón de niños han recibido ya golpes o están siendo aplastados por castigos psíquicos o simbólicos; y me temo que para toda esta gente, asesinada o dañada, no habrá tan pronto registro matemático y, cuando lo haya, será para asestarles el «tiro de gracia» y usar su dolor en beneficio de la perpetuación del capitalismo antropocida.

Creo, de verdad, que la epidemia es en buena parte un asunto demagógico-publicitario, y no descarto uno o dos millones de víctimas físicas sobre la tierra. Algo terrible, completamente detestable. Pero subrayo que se podrían contar por cientos de millones, por miles de millones, si las matemáticas no estuvieran siempre del lado del poder, los masacrados, destruidos, confundidos, des-humanizados, por la inteligencia del Capital y su modo de llevar las riendas de esta crisis sanitaira.

A mí me cuesta poco desobedecer, pues vivo en un corral de cabras de la media montaña valenciana, con una aldea despoblada cerca, y todos los días paseo por el monte con mis perros hasta que me canso de andar y regreso al refugio. Hago lo que siempre hacía aquí, y no hay mérito en mi estilo de vida.

Pero simpatizo visceralmente con los pocos erráticos que se están proponiendo desobedecer e infringir en las ciudades, transgredir las normas y los confinamientos, reanudar lazos comunitarios, agruparse, hablar y pensar con otros, movilizarse hasta donde sea posible y decirle al Estado que, como es sabido, no se dio nunca para cuidar a la gente, sino para oprimirla y controlarla, y que aún cabe soñar con un protagonismo de la comunidad en su contra y para su derrocamiento. Y en el olvido de las matemáticas…

3. ME QUITO EL SOMBRERO ANTE LA ASTUCIA, SUPREMA Y MORBOSA, DEL CAPITALISMO
(Sobre un virus deseado)

Le salió muy bien al sistema esta expansión, desde el principio tolerada y creo que también deseada, de un virus que eliminara a la mayor parte de las gentes «desechables» del planeta: ancianos, pobres, etnias marginales o marginadas…

En los países ricos, el envejecimiento de la población era un problema. Gracias al coronavirus, el problema se atenúa, pues van a morir muchísimos ancianos.

Los pobres de África y de otros continentes, tentandos a menudo por la emigración, aunque fuera ilegal, dejarán de ser un inconveniente tan grave para los países ricos, pues morirán en sus Estados, fallidos o no. Antes, en cierto sentido, los matábamos en el mar, en el Mediterráneo, cuando sus embarcaciones naufragaban, o en nuestros desalmados CIEs.

En todas partes, en el Norte como en el Sur, en el Centro Capitalista como en su Periferia, en los Países Desarrollados como en los Subdesarrollados o en Vías de Desarrollo, la autoridad política y su brazo armado policial-militar salen reforzados.

Bajo un pánico inducido, las poblaciones desistieron de ejercer la crítica y el sano instinto de desobediencia para plegarse a normas, instrucciones, confinamientos, etcétera, «decretados» directamente por sus dominadores, por sus educadores, por sus domesticadores.

Éxito absoluto, el del Estado y el Capital, que se sentirán para siempre en deuda con la mortalidad del Covid-19. Dieron jaque mate a muchas cosas.

Jaque mate a la comunidad, allí donde, malherida, todavía respiraba: ahora lo dejamos todo en manos de nuestros opresores y vemos en cada vecino, en cada hermano, casi un peligro para nuestra salud, poco menos que un enemigo.

Jaque mate a la resistencia individual, a la denegación personal de las órdenes que nos caen desde arriba y que, en el fondo, con la excusa de salvarnos la vida, nos aherrojan definitivamente.

Jaque mate a la crítica, pues ya nos contentamos apenas con censurar a los desobedientes y a los insumisos, presentados demagógicamente como «enemigos del pueblo».

Y a aplaudir a las gentes de la salud administrada, pues estamos todos invitados a congeniar con esos médicos y enfermeros que siguen trabajando, en su mayoría, porque no podrían vivir sin sus honorarios. Antes se les llamaba «mata-sanos», ahora son presentados como «super-héroes». Dependen de la nómina, la verdad.

Y a aplaudir a esos policías que se ven respaldados, más que nunca, en su vocación de aporrear a la gente, lo que siempre hicieron y siempre harán.

Y a aplaudir a los profesores que, desde la tele-educación, siguen metiendo impúdicamente las manos en el cerebro y en el corazón de sus «presos de docencia».

Y a aplaudir a esos políticos que manejan cifras de infectados y de muertos lo mismo que de expectativas de voto.

Me quito el sombrero… Jugada perfecta del morbo-capitalismo neofascista.

Un escritor al que he leído mucho, huyendo del nazismo y ante la sola expectativa de ser acogido por la democracia necrófila estadounidense, se quitó también el sombrero. Y luego se voló la tapa de los sesos.

Bajo el vicio de vivir, yo solo me quito el sombrero.

4. NADA QUE TEMER DE LA CÁRCEL NI DE LA HUELGA GENERAL: NOS LO ENSEÑÓ EL CORONAVIRUS

¿Quién le va a tener miedo a la cárcel después de haber pasado tanto tiempo confinado? Y más si las cárceles que está diseñando el Reformismo Penitenciario Occidental siguen presentándose como «centros de reeducación» en los cuales los internos deben llevar una vida digna. Muchas de las casas de nuestro tiempo, donde se ha encerrado a las familias, tienen peores condiciones y se antojan más temibles.

¿Quién va a seguir considerando que la «huelga general» puede ser nociva para el sistema e incluso alentar propósitos revolucionarios si, hoy mismo, el propio Estado ha decretado la suspensión de todas las actividades económicas, parando el trabajo casi por completo?

Se acabó el miedo a la cárcel y también se esfumó la aureola de «peligrosidad» que rodeaba a la huelga. El coronavirus colocó en el mismo saco a los legisladores, a los jueces y a los funcionarios de prisiones, de una parte, y a los sindicalistas, a los «obreros conscientes» y a los políticos «transformadores», de otra. La cárcel y la huelga se han dado la mano, y sus sustentadores se guiñan un ojo. Lo estamos viendo todos los días…

Si no fuera porque van a morir «los que sobran» (ancianos, pobres, marginales…), y para eso se propició y toleró esta epidemia, el coronavirus, por su potencia desmitificadora, casi parecería un anarcovirus.

Pero es la nueva forma del Capitalismo, vírica y necrófila, apta para la cárcel incruenta y para la huelga cívica, la que en este tiempo echó a andar.

Pedro García Olivo
Alto Juliana, Aldea Sesga, Rincón de Ademuz. Valencia

LIBROS QUE MATAN / LOS BIENESTARES TÓXICOS

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«Libros que matan. En defensa de la oralidad perseguida y para una crítica de la razón lecto-escritora»

«Los bienestares tóxicos. Contribución a la crítica radical del Estado Social de Derecho»

Participo en la Feria del Libro de Comodoro Rivadavia (Patagonia, Argentina) con estas dos conferencias, de acusada complejidad y alta intencionalidad polémica, los días 27 de junio y 3 de julio, respectivamente.

Reitero los textos de presentación de las charlas, redactados para los amigos que me avalaban y los organizadores:

LIBROS QUE MATAN

Absurdo erigir al Libro en un nuevo Ídolo, instituir en torno a la palabra impresa una suerte de «fundamentalismo» laico. Le cabe al libro la posibilidad de la auto-crítica; y tenemos obras que no sintieron ya la menor necesidad de halagar el mundo de la imprenta, de la edición, de la literatura venal, de las ferias del libro.

Pretendo redundar en una denuncia ingrata, a veces desatendida, pero que ha terminado visitando también los medios académicos: de la mano y casi como en una relación de fraternidad sanguínea o de camaradería política, el Libro y la Escuela perseveraron, desde el siglo XIX, en una especie de crimen redoblado, de etnocidio consentido, de celebrada fiebre alterofóbica. Juntos e inseparables, pugnaron por eliminar de la Tierra al «hombre oral», aniquilando toda «cultura de la oralidad».

Perteneció a R. Jaulin, entre otros antropólogos «divergentes», evidenciar que de la desestructuración y contaminación de las culturas-otras indígenas se seguía la muerte de las gentes. «Muerte» real, concreta, en sentido empírico, nada metafórico, como quedó documentado por este autor para los motilones de las selvas colombo-venezolanas, que perecieron casi en masa a partir de los años sesenta del siglo pasado, heridos o enloquecidos por las zarpas de los libros y de las escuelas, de los escritores y de los educadores, de aquellos demenciales «programas de alfabetización» en los que se cifraba el expansionismo genocida de la civilización occidental. «Libros que matan», literalmente…

Semejante fue la suerte de todos los pueblos nómadas orales del globo (especialmente la de los gitanos, «poetas en el vivir» según J. Baudelaire), de todas las comunidades rural-marginales del planeta, de todos los reductos sub o peri-urbanos de las grandes ciudades… Se está culminando, gracias a la hegemonía de la razón lecto-escritora y a las disposiciones «pedagógicas» que estimula sin rubor, el exterminio de las culturas y de los hombres de la oralidad.

Y, casi como «requiem», deseo señalar las dignidades y bellezas de esas civilizaciones y de esas personas, apoyándome en las investigaciones de Ong, de Lauria, de Havelock y de tantos otros: sentimiento y pensamiento comunitario, expresado en la densidad de las redes de ayuda mutua y de labor colectiva; derecho consuetudinario oral, que busca la reconciliación más que el castigo y no instituye cuerpos separados de expertos; educación también comunitaria, sin «escuelas» y sin «profesores»; democracia directa, asamblearia, de base, irreconciliable con la representación y con las urnas; pacifismo y anti-belicismo sustanciales, en parte por la desafección a las abstracciones y a los idealismos desalmados; resistencia al consumismo-productivismo capitalista y a sus consecuencias eco-destructivas, etcétera.

Apuntaré, en un segundo momento, cómo determinadas obras, tal La Biblia, El Corán o El Capital fueron asimismo co-responsables de la muerte de cientos de miles de personas, si no de millones. Bajo determinadas condiciones históricas, y también epistémicas, se «encarnaron» en seres humanos aptos para matar en serie.

Levanto mi palabra en defensa de la antropo-diversidad y en contra de ese Policía de Sí Mismo estandarizado que la cultura occidental capitalista, habiéndose armado hasta los dientes de libros, de escuelas y de educadores, de fanatismo lecto-escritor y de pedagogía invasora, está logrando universalizar.

Para enmarcar conceptual y bio-teóricamente estas palabras:

https://pedrogarciaolivo.wordpress.com/2019/05/27/la-peste-pedagogica/

LOS BIENESTARES TÓXICOS

La forma menos vaporosa del Estado Social de Derecho ha recibido el nombre de «Estado del Bienestar», que no señala un bienestar de todos en el área de las potencias hegemónicas y que y que se funda en el malestar de casi todos en el ámbito de los países dependientes, como han denunciado tantos críticos del neo-imperialismo y de la globalización.

Esta modalidad del Estado no aparece como un telos de la lógica política del Capitalismo: puede venir y puede irse, se acerca y se aleja. En realidad, no constituye más que la alternativa funcional de la gestión neoliberal. Pretendo contribuir a su crítica, pues la percibo como la mayor engañifa, como el engendro más falsario, más venenoso, que cabe disponer para la justificación (legitimación) de la coerción gubernamental y de la explotación social.

Administrados por el Estado Social, los «bienestares» generan una toxicidad específica: acaban con la comunidad, pero también con el individuo, en tanto enclaves de la auto-organización y de la autosuficiencia relativa. Illich habló de «toxicomanía de la protección estatal» para aludir a esta inhabilitación y a esta dependecia padecidas por los grupos y por los seres particulares bajo el «Dulce Leviatán» bienestarista. El resultado es conocido, y ya lo habían anunciado críticos de la talla de J. Ellul o L. Mundford: máxima atomización del tejido social e insuperable debilidad psicológica y desvalimiento existencial de los ciudadanos. Bajo la embriaguez de «derechos» que recortan «libertades» y de «necesidades» inducidas que abocan a un consumo segregador y eco-destructor, miradas de cerca por unas muy aplicadas «burocracias del bienestar social», las poblaciones de las sociedades democráticas occidentales se hunden progresivamente en una docilidad y un asentimiento acaso terminal.

 

 

Pedro García Olivo

http://www.pedrogarciaolivo.wordpress.com

¿Eres la noche?

Para perdidos y reinventados

¿Eres la noche?

Para perdidos y reinventados