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EL ESPÍRITU DE LA FUGA

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PRESENTACIÓN DE EL ESPÍRITU DE LA FUGA

Presentamos una obra múltiple y multiplicadora. Escrita “a dos manos”, acaso con tres voces, El espíritu… danza entre la narrativa, la filosofía, la crítica sociopolítica y la poesía. Desata una desaprobación radical de los mundos que vivimos, de las sociedades que componemos, de las formas de subjetividad apoderadas de nuestros corazones y de nuestros cerebros.

Del brazo de dos personajes centrales, uno que ha “desaparecido” y otro que recibe el encargo de publicar el texto de su amigo ausente, pero astillándolo con todo tipo de críticas -literarias, teoréticas y existenciales-, las páginas de este ensayo novelado se ven asaltadas por temas que abarcan casi todos los aspectos del devenir humano coetáneo: la Vida como Obra, la Sensualidad Poética, la Fuga como arma, la Escritura como motor de la Existencia, la Locura Excepcional, el Suicidio Antiguo… Siguiendo una línea quebrada, con evasiones y regresos, pérdidas e insistencias, al estilo de las llamadas “escrituras discontinuas”, los fragmentos de El espíritu… van dejando un poso acumulativo de desafección hacia la Modernidad mercantil y administrativa.

He aquí la mimbre del relato:

Víctor Araya, alter ego de Pedro García Olivo, un ser errático y anárquico, en las vísperas de su “desaparición” envía la obra a Ernesto Figueroa, su mejor amigo, comunista chileno exiliado en Budapest, ciudad en la que ambos residieron por los años del socialismo real. Le remite el manuscrito porque sabe que a Ernesto El Espíritu de la Fuga no le gusta en absoluto y le ruega que inserte en el texto definitivo todas sus objeciones, a modo de “notas” e “incisos”.

Tenemos, pues, una novela que incluye su propia crítica, rigurosa y sustancial, que habla constantemente mal de sí; y dos caracteres, enfrentados en su concepción del mundo y en su manera de transitar los días, que explicitan paso a paso sus divergencias -dos personajes indisolublemente unidos por la amistad, una amistad profunda hecha de discrepancia y de respetuosa incomprensión. Probablemente, Ernesto Figueroa aparezca asimismo como “otro” alter ego de Pedro García Olivo, quien, abordando todos los asuntos llameantes de la existencia en los tiempos sombríos de una Contemporaneidad naufragada, manifiesta su escisión fundamental, el alma dividida con la que construye, demuele y retoma su personal universo mítico.

Víctor Araya narra acontecimientos que se desencadenaron en la Budapest tardo-comunista de fines de los 80, trenzando una historia singular de amores, enemistades, violencias, sensualismos, locuras, voluntades de morir e infamias de que fue a ratos protagonista y en todo momento testigo. Y Ernesto Figueroa, aparte de atender la demanda de su compañero, cuestionando el texto desde su primera línea, buceará por las creaciones anteriores de Araya, por sus libros y por sus cartas -y aquí aparece la “tercera voz” a que nos referimos-, para argumentar una tesis grávida de esperanza: que Víctor Araya no se ha suicidado, que sigue vivo, que desapareció para volver a nacer, para reinventar su vida en otra parte y con otra gente, permitiéndose, a tal objeto, y fiel a ese “espíritu de la fuga” que lo constituye, una horrible crueldad para con sus allegados. 

Para leer o descargar la obra:

[Para quienes deseen ejemplares físicos, podrán obtenerlos mediante las librerías y los canales habituales de adquisición telemática. Ya está disponible en www.libros.cc ]

http://www.pedrogarciaolivo.wordpress.com

Alto Juliana

SABIDURÍA ANÁRQUICA ORIENTAL

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Para descargar «Un sabio chino», de Óscar Wilde: https://pedrogarciaolivo.files.wordpress.com/2021/10/wp-1633775360642.pdf

SABIDURÍA ANÁRQUICA ORIENTAL
En torno a Chuang Tzu y de la mano de Oscar Wilde

A Chuang Tzu, también nombrado Thuangzi, lo conocemos como uno de los mayores filósofos taoístas. Ha merecido infinidad de estudios en los últimos tiempos; en algunos de estos se muestran sus coincidencias con la disposición crítica del quinismo antiguo, Diógenes al frente, y también se le relaciona con el anarquismo clásico.

La vida de este pensador se dio muy lejos de la nuestra, con una separación de más de dos mil años; pero las ideas que esgrimió hubieran podido muy bien ser defendidas esta mañana:

“No hay nada peor que gobernar a la Humanidad. Todas las formas de gobierno son erróneas, son destructoras”.

“La acumulación de riquezas es el origen de todos los males. Hace al fuerte violento y deshonesto al débil. Crea ladronzuelos que instala en jaulas de bambú. Engendra grandes ladrones que sienta en tronos de jade blanco. Es el padre de la competencia, y esta significa desgaste y destrucción de energías. El malestar y la guerra son los resultados de una sociedad artificial basada en el capital”.

“La verdadera sabiduría ni se enseña ni se aprende. Es un estado espiritual que solo consigue el que vive en completa armonía con la Naturaleza. Tratar de hacer buenos a los demás es una ocupación tan ridícula como la de golpear un tambor en un bosque para encontrar a un fugitivo. Es malgastar energías. Eso es todo. ¿Qué importancia filosófica puede tener la educación cuando se preocupa simplemente de colocar a cada persona en un puesto diferente al de su semejante? Al final nos encontramos en un caos de opiniones, dudando de todo y cayendo en la vulgar costumbre de razonar. Solo razona quien se halla intelectualmente perdido”.

“La gente se desquiciaba cuando empezaba a moralizar, dejaba enseguida de ser espontánea y de actuar por intuición. Se volvía presumida y artificiosa, y tan ciega como para tener un propósito definido en la vida. Y entonces aparecían los gobernantes y los filántropos, las dos pestes de todas las épocas”.

“Cuando todo estaba sumido en un perfecto desorden, los reformadores sociales subieron a las tribunas y predicaron desde allí el remedio de los males que ellos y sus sistemas habían causado. ¡Los pobres reformadores sociales! No conocen la vergüenza ni saben lo que es ruborizarse”.

Ocar Wilde, adscrito a menudo al ámbito del anarquismo filosófico, se destacó muy pronto como un divulgador del pensamiento de Chuang Tzu. Adjunto, al final de esta nota, un enlace para descargar el artículo que le dedicó en febrero de 1890, aparecido en el períódico Speaker.

Desde que caló en mí una interrogación malévola de Sade (“¿Cómo puede ser la relación de la excepción con la excepción?”), he dedicado mucho tiempo a estudiar las obras en que un autor hablaba de otro, en que un creador se enfrentaba a la realización de otro y componía un texto por ella motivado. Eran siempre autores que estimaba y que se ocupaban de artistas que también me agradaban. Leí la correspondencia de F. Dostoievski, recogida y comentada por A. Gide; la composición de Charles Baudelaire sobre la vida y la obra de Edgard Allan Poe; el texto monumental que dedicó A. Artaud a Van Gogh, su “suicidado por la sociedad”; el emocionante artículo de Albert Camus sobre, precisamente, Oscar Wilde, titulado “El artista preso”; etcétera. Por estas fechas, he regresado al artículo en el que el escritor dublinés, antes de los días de su desgracia, manifestaba su admiración (y casi devoción) por Thuangzi, el sabio chino. En todos los casos la excepción parecía enamorada de la excepción…

Oscar Wilde reaccionó enseguida a la primera aparición de la obra de Chuang Tzu en Inglaterra. Con el tiempo, como decía, se fueron sucediendo los estudios sobre el sabio anárquico oriental. Completo esta nota con unas páginas, a propósito, de Emmánuel Lizcano, incluidas en su ensayo “El Caos en el Pensamiento Mítico”:

“Para Zhuangzi, distinguir, analizar, dividir, es empantanar el flujo caótico y vital, cercenar en las cosas su virtud, su virtualidad, “su natural poder ser”, y condenarlas -condenarnos- a ser lo que son, mera im-potencia, identidad, orden, muerte. Las cosas no son lo que son, sino su potencia: “No hay cosa sin su poder ser”.

“No seas un instrumento poseído por tu nombre,
No te conviertas en un archivo de proyectos,
No te pre-ocupes de negocios,
No te en-cargues de sabiduría”.

La figura que aquí se propone es la antítesis del héroe occidental por excelencia: Prometeo. Más bien parece que está hablando de su denostado hermano, Epimeteo, el des-preocupado, el que actuaba sin la menor premeditación, el que con sus comportamiento caótico es fuente de todas las desgracias (para la mitología griega y su heredera, la mitología científico-técnica).

A diferencia de los confucianos, el sabio taoísta no pretende ilustrar a nadie. Y, de la clase dirigente, solo le interesan sus hijos díscolos o descarriados. Lo mejor que puede hacer el poderoso con el pueblo es dejarlo a su suerte, pues en el pueblo, como en el caos, está su propia energía autoconstituyente. “Cuando el gobierno es inactivo, el pueblo es diligente; cuando el gobierno es activo, el pueblo se hace indolente”. Por eso tampoco el pueblo tiene la menor necesidad de ser iluminado, ni de directrices ni dirigentes: “Eliminad los sabios, desterrad los ingenios y aprovechará cien veces más el pueblo”. Cuanto le venga de fuera, y altere así su virtud autoorganizativa, no puede sino corromperle. Son las leyes las que crean al delincuente. “Cuantas más prohibiciones, más pobre será el pueblo; cuantas más armas, más desorden habrá; cuantos más ingenios y artilugios, más monstruosidades surgen; cuantos más decretos y leyes se promulgan, más bandidos aparecen”. El desorden no es consecuencia de la anarquía sino, por el contrario, del afán de gobierno, del empeño por ordenar el tumultuoso y complejo discurrir de la naturaleza, de la vida y de las gentes (…).

El caos que así se elogia resulta ser sorpendentemente afín, en lo político, a ciertas tesis del anarquismo clásico y, en lo físico, a las de la recientemente llamada “caología”, que las ciencias de estos últimos años saludan como un “nuevo paradigma” del conocimiento (…). El caos del taoísmo es autoconstitución, autopoiesis. Es en el propio interior de su bullicioso acontecer donde se encierran todos los órdenes posibles. Cualquier intento ingenioso/ingenieril por ordenarlo desde fuera es letal. Imponer el orden es destrozarlo; la acción premeditada, planificada, aunque se anime de la mejor voluntad, condena a muerte toda potencia auto-organizativa (E. Lizcano, “El caos…”, recogido en Urdimbre, Suport Mutu, Castellón, 2003, pp. 11-13).

Cierro este escrito rememorando el final de una escena compuesta por Chuang Tzu y que fascinó tanto a Oscar Wilde como, un siglo después, a Emmánuel Lizcano. Confucio se enfrenta discursivamente con Chieh Yü, el loco, el ladrón, el bandido de Ch’u; y recibe, como despedida del intercambio, estos gritos sublimes:

¡Basta! ¡Basta! ¡Ya está bien de usar el Poder
para someter a los hombre!
¡Cuídate mucho de ir trazando a los demás
el camino que deben seguir!
¡Apaga esas claridades!
¡No estorbes mis paso!
Mi andar es errático y tortuoso.
¡No me entorpezcas! (…).
Todos saben de la utilidad de lo útil,
pero nadie conoce la utilidad de no ser útil para nada.
(E. Lizcano, op. cit., p. 16)

Para descargar el artículo de Óscar Wilde, titulado «Un sabio chino»:

Haz clic para acceder a wp-1633775360642.pdf

Pedro García Olivo

http://www.pedrogarciaolivo.wordpress.com

«Pedir, robar, nunca trabajar. Quinismo del siglo XXI»

Posted in Proyectos y últimos trabajos with tags , , , , , , , , , , , , , on diciembre 14, 2014 by Pedro García Olivo

perros_metro
PEDIR, ROBAR, NUNCA TRABAJAR
Quinismo del siglo XXI

“Con un poco de pan de cebada y agua
se puede ser tan feliz como Júpiter”
Diógenes de Sinope, alias “El perro”

[Composición motivada por las conversaciones mantenidas con los compañeros de “Libres y Salvajes” en setiembre de 2013, a propósito de los “buscavidas”, las “ratas” de ciudad y otros supervivientes urbanos no-laborizados]

1. Diógenes el Perro
(De espaldas al Poder y al Mercado)

Recreo una anécdota de Diógenes el Perro, transcrita por Diógenes Laercio en Vidas de los filósofos cínicos:
Diógenes tomaba el sol en el ágora, rascándose la barriga -señal de bienestar. A su alrededor, se repetía el trajín de todos los días, jaleo de gentes “instaladas” que compran o venden, que salen de sus casas o van a sus casas, que hablan de negocios o de política, que distribuyen su tiempo entre las innúmeras tareas marcadas para la jornada -pues, ya por aquel entonces, “el tiempo era oro”. Diógenes los ve pasar, como abejas atareadas, como hormigas en desfile; y se rasca la barriga, mientras disfruta del sol. Es un mendigo; y come de lo que le dan, poco o mucho, a cambio de nada, a cambio de ser él mismo, de sus palabras afiladas y de sus escenificaciones ofensivas. Mientras los demás trafican y mienten, él se rasca la barriga.
Quiere la leyenda que aparezca entonces Alejandro Magno. Yo le llamo Alejandro-el Estado… Y Alejandro reconoce a Diógenes, el filósofo desvergonzado, con la tripa al sol. Se acerca y le declara su admiración: “Diógenes, yo te admiro. Ya sé que somos enemigos; ya sé que eres un veneno o una plaga para el Imperio; ya sé que, si todos fueran como tú, mi poder no se sostendría ni un día; ya sé que me desprecias; ya sé que te burlas de mí. Pero te admiro… Te admiro por tu honestidad y tu integridad; te admiro por tu coherencia. Te admiro porque haces lo que ya nadie hace: pensar la vida y vivir el pensamiento. Te admiro porque eres el único, en todo el Estado, que no está en venta. Y porque te puedes declarar sencillamente “libre” en un mundo de ciudadanos/esclavos y esclavos/no-ciudadanos. Por eso, porque te admiro, deseo concederte el don que tú quieras. Pide cualquier cosa y te será otorgada. Pide lo que quieras y lo haré tuyo. Pídeme a mí, el Estado, cualquier clase de Bienestar, todos los bienestares que te apetezcan, y te los concederé. Si quieres el Bienestar del Estado, seré para ti un Estado del Bienestar. Pide cualquier cosa y tu palabra será ley”.
Decía Mishima que “la altura de un hombre se mide por la de sus enemigos”, y Alejandro debía considerarse “muy alto” al elegir a Diógenes como adversario. Pero Diógenes no estaba dispuesto a reconocerle “tanta altura”…
– ¿De verdad me darás lo que te pida? -pregunta el quínico insolente, peligroso, con lengua de serpiente y astucia de zorro? ¿Se cumplirá sin más mi deseo?
Alejandro se ruboriza. Procura, sin conseguirlo, disimular el temor que le embarga. Padece casi un acceso de pánico -con un quínico nunca se sabe, con Diógenes jamás está dicha la última palabra… Pero, cautivo de su propia iniciativa, rodeado de curiosos, no tiene más remedio que seguir adelante, aún con terror, con dudas…
– Pídeme lo que quieres y te será concedido, excepto si lo que pides atenta contra mi propia auto-conservación, por supuesto.
Diógenes, que ha percibido la angustia en las palabras de Alejandro, “su temor y su temblor”, como diría Kierkegaard, sonríe tal una hiena y prosigue con su escenificación.
– Te lo pregunto por última vez: ¿Me concederás lo que te pida, sea lo que fuere, si eso que deseo no atenta contra tu propia auto-conservación?
– Así es, Diógenes. En prueba de mi reconocimiento de tu dignidad, reconocimiento de tu talla humana, aún siendo el enemigo más temible que cabe concebir sobre la faz del Imperio, te concederé lo que desees.
Y Diógenes deja de rascarse la tripa, se incorpora un poco, las manos sobre las piedras del suelo y los ojos entornados por la claridad cegadora de la mañana:
– Esto es lo que quiero, “Alex”. Que te apartes un poco porque me tapas el sol.
Y Alejandro-el Estado se retira, humillado, con todos sus bienestares a cuestas, en medio de las sonrisas sarcásticas de la muchedumbre y bajo el gesto triunfal de Diógenes, que se tumba de nuevo, con la panza al sol.
Esta anécdota, incluida también en el libro La Secta del Perro, de C. García Gual, se ha interpretado muchas veces en clave exclusivamente política: el quínico da la espalda a la autoridad, al poder, desiste en lo posible de padecerlo y siempre de ejercerlo. Por eso, “se va al margen”. Diógenes no quiere nada, absolutamente nada, del Estado, de la Administración, de las Instituciones. Le basta con mantener alejada a la Autoridad, con que no se cruce en su camino… Pero la anécdota admite también una interpretación económica, lectura que me interesa subrayar aquí: como casi nadie hoy día, Diógenes da la espalda asimismo al Mercado. Da la espalda al dinero, al valor de cambio, a la propiedad, al salario,… Por eso no le pide a Alejandro una fortuna, una posición, una casa, unas tierras, unos esclavos, un negocio… Le basta con su “tinaja” para dormir por las noches y con lo que la gente le dé por sus diatribas y sus provocaciones, que se suscitan de forma espontánea, sin público establecido, sin “circo” o “teatro”, en cualquier lugar y a cualquier hora, ante muchos o ante pocos.

2. Trabajar, Pedir, Robar
(Discrepando de Baudelaire y de Genet)

Trabajar, Pedir, Robar… Estos tres conceptos, en torno a lo cuales cabe organizar la vida, estructuralmente desemejantes, aunque no independientes (pedimos trabajo, lo mendigamos, para que nos roben, para que nos sustraigan la plusvalía: el trabajdor pide que le roben), componen un tríptico diabólico. Trabajar (para otro o para una institución) es lo más triste y lo más bajo que cabe hacer con los días, como bien saben los trabajadores. Pero, ¿qué es preferible, “pedir” o “robar”?
Jean Genet, aquel criminal homosexual prostituido, confidente de la policía para obtener medios y delator de sus compañeros mientras estuvo en prisión, aquel escritor a-moral que se regodeaba en lo más vil, en la violación, en el asesinato y, sobre todo, en la traición; y que pudo, al final, en parte gracias a ello, a ese gusto suyo por revolcarse en la infamia, ganarse los más altos honores académicos en Francia, la estima absoluta en el mundo de las letras, premios y distinciones otorgados por Autoridades, por Ministros, por Eminencias…; Genet, decía, sostuvo en Milagro de la Rosa, una tesis discutible:

“Es más digno pedir que trabajar,
pero es más edificante robar que pedir”.

Hacía suya, así, la perspectiva de Baudelaire en Pequeños poemas en prosa. El poeta y gentilhombre sale de su mansión y se encuentra con un mendigo que le implora, entre rezos, unas migajas… Lo agarra de la pechera y le propina un tremendo puñetazo, por cobarde, por miserable, por suplicante, por humillarse de ese modo ante los poderosos, con sus oraciones y su carita de víctima infinita e inofensiva… Y el mendigo, revolviéndose, se lanza sobre Baudelaire, le dobla la cintura y le hace caer, se monta sobre su vientre y le abofetea sin pausa, le aferra el cuello y casi procura ahogarle. Con un hilillo de voz, pero aún así sonriente, casi feliz, Baudelaire le dice que ahí tiene su bolsa, toda la bolsa, y no solo una limosna, que ahí tiene todo su dinero porque se lo ha ganado; le ruega que le descargue un último puntapié en la boca y le robe la bolsa de una vez.
Ese día, Baudelaire había hecho una “buena obra”, apostillaría sin duda Genet: casi como un “educador”, había re-dignificado a un ser humano, separándolo de la inmundicia de la mendicidad para encumbrarlo hasta la cima esplendorosa del robo.
Ante el Capital y el Estado se abre, pues, un abanico de opciones, de “respuestas”: cabe trabajar para uno u otro, cabe “mendigar” (bienestares, por ejemplo) a uno u otro, cabe robarles… Y, en este punto, Diógenes no estaría de acuerdo con Genet, ni tampoco con Baudelaire. El Filósofo Perro no simpatizaría con el a-moralismo sádico de Genet (no existe otra Causa que yo mismo; y, más allá del bien y del mal, puedo permitirme, si así lo deseo, robar, violar, matar, incluso a una víctima, a un subalterno, a un desdichado), ni con la aristocrática pose “educativa” de Baudelaire (yo, un Señor, te enseño a ti, un miserable, a luchar de verdad, a recobrar la auto-estima). Diógenes de Sinope aparece como una figura ética (al igual que los libertarios clásicos, son muchas las cosas que se prohíbe: ejercer la autoridad, acumular propiedades, dominar a otro, etc.); se construye como un sujeto moral que, en nombre de la libertad personal, rehuye posiciones de servidumbre, de sometimiento, de esclavitud física o simbólica. “A nosotros también nos gustan los pasteles, pero no estamos dispuestos a pagar su precio en servidumbre”: así habla la austeridad quínica, que se distancia de la ética estoica y cristiana.
En tanto figura ética y sujeto en auto-construcción, que concibe la vida verdaderamente como “obra”, como “la ocasión para un experimento”, Diógenes impugna los términos de Genet y de Baudelaire; y, de hecho, no siente la menor necesidad de “elegir” entre pedir o robar. Como mendigo consciente, voluntario, deliberado, esgrime la dignidad del pidientero ante la humillación inconmensurable del trabajador. En su mendicidad hay un punto innegable de insubordinación, de insumisión, de arrogancia. Vive en lucha, de sol a sol, disgregando y disolviendo valores, actitudes canónicas, morales públicas, comportamientos reglados. Su existencia misma es un desacato, un insulto al sentido común y a la idea de razón; un canto enloquecido a la libertad posible. Y sus palabras, sus gestos, sus escenificaciones, no sé si hoy se diría “performances”, son perfectas bombas de relojería, atentados completos contra el principio mismo de realidad de su (nuestro) tiempo. Por ello Diógenes, abominando el Trabajar, no desiste de Pedir ni condena el Robar.

3. Un pedo en su cara
(Dedicatoria, al final)

Esta breve composición es un homenaje a los “busca-vidas”, a las “ratas” de ciudad, a los “supervivientes urbanos”, a las “hordas” y a las “tribus”, a los individuos que se enfrentan cada día al existir sin un horario laboral por delante y, sobre todo, sin la voluntad (ni siquiera el deseo) de trabajar para otro o para un organismo; un canto a los quínicos del siglo XXI, entre los que anhelo poder contarme.
Dedico este poema, este humorismo, a todos los que, todavía hoy, no dan sin más la espalda a la Institución, no dan meramente la espalda al Mercado; al Mercado y a la Institución le dan, más exactamente, el culo y procuran, cuando pueden, soltar un pedo en su cara.

Pedro García Olivo – La Haine

http://www.pedrogarciaolivo.wordpress.com [“¿Eres la Noche?”]

«DESESPERAR», PUBLICADO EN PORTUGUÉS

Posted in Crítica de las sociedades democráticas occidentales with tags , , , , , , , , , , , , on mayo 15, 2014 by Pedro García Olivo

“DESESPERAR” EN PORTUGUÉS

Se ha publicado la traducción al portugués de “Desesperar”. Textos Subterráneos ha incorporado al libro un prólogo («O complot atlântico da heterotopia. Prólogo à ediçâo portuguesa de “Desesperar”») y una suerte de epílogo («O mau cheiro da Utopia. Mito, dominio e trabalho. Variaçôes à volta do décimo segundo canto de “A Odisseia” (narraçâo do encontro com as sereias)»). Para más información sobre la obra, que se halla disponible asimismo en la red, en formato “pdf”, se puede contactar con la editorial lusitana (textosubterraneos@riseup.com, http://www.textosubterraneos.tk) o con el propio autor (pedrogarciaolivo@gmail.com, http://www.pedrogarciaolivo.wordpress.com).

Desesperar en portugués 2

 

«DESESPERAR», obra-cifra de Pedro García Olivo, reeditada

Posted in Proyectos y últimos trabajos with tags , , , , , , , , , , , on febrero 5, 2014 by Pedro García Olivo

LA REVUELTA ha reeditado «Desesperar», obra que conjuga la narrativa y la filosofía, en una sublevación radical contra la Modernidad y sus apósitos: el Capitalismo, la sociedad burguesa, el sentido común productivista-consumista, la cultura prostituida, la cotidianidad esclava, la subjetividad sujeta,…

Bajo un registro literario, a ratos coloquial, plenamente accesible por su anti-elitismo y anti-academicismo, sirviéndose de un personaje real, un pastor analfabeto (filósofo profundo, pensador verdadero), Pedro García Olivo encierra en este libro, una de sus primeras publicaciones, todo lo que sentía que debía decir y todo lo que, con otros estilos, desde otros géneros, dijo de hecho en adelante. Cabe hablar, por ello, de obra-cifra, de obra-enblema; y de un ejercicio mayúsculo de odio y fuga ante lo establecido.

Segundo vuelo de Desesperar

Segundo vuelo de Desesperar

Tanto para adquirir el libro, que se ha forjado buscando el precio más asequible (4 euros para el público, 2,80 para distribuidoras, gratis para bibliotecas sociales, texto liberado en PDF), como para organizar una presentación o un charla relacionada, puede contactarse con el autor o con la editorial:

Centro Social Anarquista La Revuelta
Calle San Agustín, 18. 50002. Zaragoza
c/e: larevueltaediciones@gmail.com

web: sindominio.net/larevuelta

Primera edición

Primera edición

¿Eres la noche?

Para perdidos y reinventados

¿Eres la noche?

Para perdidos y reinventados