Archivo de Industria cultural

AUTO-ANIQUILACIÓN DE LAS ARTES

Posted in Activismo desesperado, antipedagogía, Archivos de video y de audio de las charlas, Autor mendicante, Crítica de las sociedades democráticas occidentales, Desistematización, Proyectos y últimos trabajos, Sala virtual de lecturas incomodantes. Biblioteca digital with tags , , , , , , , , , , , on agosto 13, 2022 by Pedro García Olivo

LA MÚSICA CLÁSICA COMO EXPONENTE

1) Y Joseph Beuys aparece en la sala donde exponía sus creaciones con una liebre muerta en sus manos y todo embadurnado de grasa. Procuraba explicarle a la liebre cadáver el sentido de sus obras.

Era aviador al servicio de los nazis cuando fue derribado; y gentes de una etnia nómada lo recogieron, lo embadurnaron con grasas animales, lo llenaron de plumas y lograron salvarle la vida. Beuys se alejó del fascismo y colaboró con movimientos de signo opuesto. Nunca se olvidó de aquellas personas “primitivas” que lo extrajeron de la muerte, circunstancia que aparece en muchos de sus trabajos.

Quizás la liebre muerta sea el público, que nunca entenderá ya nada; el artista embadurnado es un superviviente por milagro, casi un difunto andante; y la obra es lo que menos importa e interesa, pues, no agradando a los espectadores, se erige también en un objeto de desprecio para su creador.

Beuys, como tantos otros “operadores estéticos”, se iba despidiendo del arte, en el que ya no creía.

Recalando en el gesto del piloto y creador ex-nazi, P. Sloterdijk ha sostenido que “el arte está en barbecho”:

“El arte se repliega en sí mismo. Esto equivale a una retirada a sus propios dominios, al refugio fuera del mundo. El arte, sin embargo, reduce su frente en el mundo, reduce su superficie de contacto con el resto del negocio artístico. Da un paso atrás desde el frente expositivo. Examina si estaba bien aconsejado al precipitarse a la primerísima línea de visibilidad. Reflexiona sobre su alianza con las maquinarias de publicación museísticas, galerísticas, publicitarias (…).

¿Qué puede significar llevar en este momento obras al frente expositivo, ahora que el tiempo pertenece al cuestionamiento de la producción por sí misma? ¿Cómo se podría simular la felicidad de ser capaz de crear, cuando hace tiempo que quedó claro cómo la libertad de obra fue rebasada por la imposición de reclutar la creación y valorizarla materialmente? El arte, ya se decía hace una década, abandona la galería, se va al campo, va a la gente. Se debería haber dicho: busca lo libre y desea otro espacio de juego para la felicidad de interrumpir la infelicidad (…). Reclama testigos, no propietarios (…) para que su voz pueda ser de nuevo un salto puro, una flecha de felicidad (…).

Con su declaración de abandono del arte, Beuys ha devanado el sueño vanguardista de la disolución del arte en la vida (…). Quizás haya que poder fracasar como artista para avanzar como ayudante de la felicidad. Quizás deban descansar incluso los mismos poderes creadores de obra como terrenos ya demasiado explotados durante largo tiempo (…).

Estar en barbecho y esperar es una aventura imprevista para objetos artísticos acostumbrados a la valorización. Replegarse en sí mismas, y no entrar en la historia de arte en la forma más elevada, es la treta para la que menos preparadas estaban las obras de arte hambrientas de reconocimiento. ¿O es que ya están más preparadas para ello de lo que se podía intuir en el momento de su factura? El arte está en barbecho. La gente simplemente pasará al lado, una tenue brisa de atenta desatención soplará entre las piezas”.

Redundado en este asunto, que se ha nombrado “ocaso de las obras”, “muerte del arte”, “huelga o silencio de los creadores”, J. C. Argan, en “El arte moderno”, presentaba una caracterización más precisa de la coyuntura estética:

“Es explícita y clamorosa, tanto en América como en Europa, la ruptura definitiva, la negación del artista a hacer de artista. El fenómeno que globalmente se conoce con el nombre de “arte povera” es un aspecto del más vasto fenómeno de protesta. Las actitudes son radicales. No se debe realizar la obra de arte porque es objeto; en una sociedad neocapitalista o de consumo, el objeto es mercancía, la mercancía riqueza y la riqueza poder. Incluso una obra de arte violentamente agresiva e ideológicamente intencionada sería inmediatamente absorbida y utilizada por el sistema (…). Ninguna técnica organizada se tiene que poner en práctica, pues todas son instrumento del poder, y tampoco ningún tipo de lenguaje, porque también el lenguaje es un género de consumo, una mercancía.

Hay que rechazar todo el arte del pasado, pues, por su sometimiento a técnicas organizadas, en vez de realizar la plenitud de la experiencia estética, la ha reprimido sistemáticamente. El hecho estético quiere ser solamente un “suceso” en un mundo en el que, al tener que ocurrir todo según los programas preestablecidos, se está perdiendo el sentido del suceso (…). Pero, incluso la intencionalidad estética del suceso-espectáculo o del espectáculo como happening, ha ido desapareciendo también de las más recientes manifestaciones. Declarar estético un suceso significa reconocer que realiza una intencionalidad, que presenta un valor, significa juzgarlo y vincularlo a la historia. Y precisamente eso se intenta evitar, dado que la historia es historia de la civilización y toda la civilización es represión de los instintos vitales”.

Tanto Sloterdijk como Argan se entregan a una suerte de optimismo rebajado y sueñan futuros para el arte. De ahí el título del artículo del alemán (donde hay barbecho hay esperanza de una nueva siembra, de ulteriores germinaciones) y el último párrafo del estudio del italiano:

“¿Hasta qué punto la huelga a la ultranza de los operadores estéticos priva a la sociedad “opulenta” de algo que quiere y necesita? ¿No se le niega, por el contrario, algo que no quiere y de lo que no sabría qué hacer?”.

Pero, más allá de estos discursos a fin de cuentas social-conformistas, nos quedan la liebre muerta de Beuys, la rueda de bicicleta y el urinario de Duchamp, los creadores que destrozaban sus obras nada más concluirlas, los escritores que quemaban sus libros… Y nos quedan mis queridos “inspiradores”: los autores anónimos de libros que se han perdido. No firmaban sus obras y tuvieron la suerte de que se perdieran…

2)

A lo largo del siglo XX y, particularmente, en la segunda mitad de la centuria, la forma tradicional de hacer música clásica entra en una crisis definitiva. En el plano técnico, se percibe un agotamiento, un cansancio de repetir siempre las mismas fórmulas, semejantes parámetros, un hastío de reiterar lenguajes caducos. En el plano estético, incluyendo aquí la reflexión histórico-social y filosófica, los músicos desatan una voluntad de crítica, una disposición denegadora, una suerte de rebeldía ante lo establecido y el curso de las cosas en la contemporaneidad occidental: guerras mundiales, holocaustos, etnocidios, opresiones sociales y políticas, hegemonía del mercado y del consumo, maquiavelismo de los Estados, surgimiento de una “industria cultural” que degrada el Arte y lo lleva al almacén de las mercancías y de las demagogias, etc.

Pareciera que la llamada “música culta” inicia un proceso de auto-aniquilación, cuestionando todas sus categorías fundacionales y desasiéndose de ellas. Este es el sentido de las vanguardias, de esa especie de “carrera hacia el silencio” que parte de la atonalidad y pasa por la dodecafonía, el serialismo, la música aleatoria…, hasta desembocar en las provocaciones y renuncias a la creatividad de J. Cage y su escuela.

Antes de esta deriva suicida consciente, los compositores revueltos contra la tonalidad y la armonía clásicas, contra la obra estructurada y las escalas cromáticas consagradas, buscaron vías de escape o de superación. El giro hacia lo popular, el énfasis expresionista, las transacciones deconstructivas con la tradición musical, etc., pueden entenderse hoy como una suerte de “conjuro” contra ese apetito de desaparición que haya precisamente en Cage, con su escrito “Silencio”, su mejor exponente.

Donde la opresión política maniataba a los creadores, como en la URSS, surgieron también, no obstante, obras disonantes, fruto de la tensión entre la exigencia de un sometimiento a la tradición y los anhelos de ruptura e innovación. Prokofiev y Shostakovich son exponentes mayores de esta obediencia díscola. En cine, encontramos a Mevdekin, con su filme “La felicidad”, autor injustamente considerado “estalinista”. En lo concerniente a la escritura, yo siempre recuerdo a I. Babel, con su “Diario de 1920”; pero este autor no fue tan hábil en el funambulismo de componer bajo el régimen soviético y fue fusilado. “El modo en que llevamos la libertad es horrible”, llegó a escribir en referencia a las campañas polacas del Ejército Rojo…

3)

Este auto-cuestionamiento radical no se dio solo en el campo de la música. Afectó a casi todas las esferas de la creatividad humana.

En las artes plásticas, irrumpieron las vanguardias, que desembocaron en aquella “huelga de los operadores estéticos” ya mencionada.

En la escritura, M. Blanchot, R. Barthes, J. Derrida y otros empezaron a demoler el concepto de Obra Literaria, apostando por textos discontinuos, irregulares, fragmentarios, interrumpidos… Avalaban la idea de una “ausencia del Libro” y en ocasiones apuntaban también al silencio: “Necesidad de la palabra para poder callar”, nos dijo E. M. Cioran.

 En filosofía se desestimó la “voluntad de sistema” y el pensamiento tendió a hacerse puntual, local, sectorial, casi minimalista. Se deconstruyeron asimismo los modos clásicos de exposición.

Etcétera.

4)

¿En qué parece haberse resuelto todo esto? A la bella insumisión de los artistas críticos y auto-críticos, a la desesperada, destructiva y autodestructiva insurgencia de las vanguardias, a los gestos negativos y auto-denegativos de los creadores ha sucedido una irrelevante inmersión en las aguas negras de la “industria cultural”, cloacas del arte frecuentadas por las ratas del eclecticismo, del neoclasicismo y otros “revivales” estéticos, incluidas las ya agotadas vanguardias; autores desaprensivos capturados por la racionalidad económica y burocrática, componiendo para el Mercado y las Administraciones y solicitando su apoyo como mendigos a las puertas de la Iglesia. Pero sin la dignidad del mendicante verdadero, por supuesto.

Y tenemos “intérpretes” musicales, pero ya no “creadores”; “profesores de filosofía” en lugar de “filósofos”; “críticos del arte” incapaces de componer un poema o pintar un cuadro; rebaños de “escribidores” facilones en vez de “escritores” conscientes de la dificultad de su labor…

Quiero presentar aquí algunas de estas músicas fugitivas, contestatarias, rupturistas, terriblemente honestas en su camino hacia el abismo. Para mí, hacen también parte de las “músicas aplastadas”, como el flamenco oral, las tradiciones musicales de los pueblos indígenas, la creatividad comunitaria de los nómadas y de los rural-marginales, los sonidos recónditos de África y de Oriente, etcétera.

Dodecafonías y otras rupturas

A. Berg, Suite lírica

https://drive.google.com/file/d/1hTRdUDpwrr6qoc_gveJ4bvp1igoVf6NI/view?usp=sharing

Webern, Bagatelas

https://drive.google.com/file/d/11Tn0g43p0KzFcuUZeAsofgCK7lqgWpOU/view?usp=sharing

https://drive.google.com/file/d/164pOIfa5gr_z93m6r5IPCbLUSskeaWXn/view?usp=sharing

https://drive.google.com/file/d/1RgsdPGYp-iKyMomxgO4WSimRxPdtOFs7/view?usp=sharing

https://drive.google.com/file/d/17g8nH12reAZIiDqKiz6GMNpSDY7kR5E5/view?usp=sharing

https://drive.google.com/file/d/1VgdAbN_MxhiL4Cbea-_oI4M2WR7Fqs_o/view?usp=sharing

https://drive.google.com/file/d/1P6U8y3dDcdnM3GdJIFceeJHXP2FUXkDK/view?usp=sharing

https://drive.google.com/file/d/1-t6Zvk6aVuV8eaxAbzadizXDRRiKE88p/view?usp=sharing

Boulez, Figuras, Dobles, Prismas

https://drive.google.com/file/d/15oEHHdRts4sFaUCSLX6YmVaWxHsd6jmq/view?usp=sharing

Fuga hacia lo popular

Kurt Weill

“Bilbao”

https://drive.google.com/file/d/1dL5YzpallVqlPJc25WrPRQzYFHYeCWBa/view?usp=sharing

De “La ópera de tres centavos”

https://drive.google.com/file/d/1adY1er-ruwB1Q-SgjxpeKXcQQfFefv1w/view?usp=sharing

Otros temas de Kurt Weill

https://drive.google.com/file/d/1VBVkkhCK-qy7GBKjdUjDPbqpSJ0jr3w6/view?usp=sharing

https://drive.google.com/file/d/1e8WDnalWoDmA78RfIjN2bCbZ7VnU5mN6/view?usp=sharing

Luciano Berio

Canciones folklóricas. Armenia

https://drive.google.com/file/d/1tTP0001LhP-bqZNsucIOyAboHcwDVLov/view?usp=sharing

Canciones folklóricas. Italia

https://drive.google.com/file/d/1E_dvM3ImkFP1D8SQ_LPSwSR7nANU9TMQ/view?usp=sharing

Canciones folklóricas. Sicilia

https://drive.google.com/file/d/1V8GFUnyrIQlhVpaAA-YpT-GAIJiTbIW1/view?usp=sharing

Béla Bartók, Canciones populares rumanas

https://drive.google.com/file/d/1MZMhySgb0Kjz5XslvtiabcW4banA9jGP/view?usp=sharing

Fauré, La pavana

https://drive.google.com/file/d/1PPxvginnpmjdIzUAIQk3HS1P47joDDau/view?usp=sharing

A. Segovia. Malagueñas

https://drive.google.com/file/d/1Ufkvbkv1eQ9MyC5-uDfSinHFghKk1Sz7/view?usp=sharing

Gershwin, Rapsodia en azul

https://drive.google.com/file/d/1mgCNT29SbUuElpFweSWt468oxD8FumiG/view?usp=sharing

Deriva expresionista

Penderecki. Réquiem por las víctimas de Hiroshima

https://drive.google.com/file/d/1Gpru8cm4_PZ7qt61LHNPNqWIhDJdQgiO/view?usp=sharing

Schoenberg. Pierrot lunar

https://drive.google.com/file/d/1MocMTkwLHgfQpHiZtzBHeJ-1O_pNi_My/view?usp=sharing

Desde lo serial a lo aleatorio y el silencio

Penderecki. Octandre for flaute, clarinet, oboe

https://drive.google.com/file/d/1N4FA8Fk7VIoUqi992z7B5nO7JjfLq1Gs/view?usp=sharing

Cage. Atlas eclipticalis

https://drive.google.com/file/d/1j9wJiuDXmtVJIBP8lt8sww_RVcueo98e/view?usp=sharing

Cage. She is aleep

https://drive.google.com/file/d/1n7OupqObC7dc6UEx–dofqqvqvFObGPF/view?usp=sharing

Stockhauser. Makrofonie I

https://drive.google.com/file/d/1Xg_-sONb1ASNF7RhS2eLG6rCxBIwfNOf/view?usp=sharing

Disrupciones soviéticas

Prokofiev. Obertura sobre temas hebreos para clarinete

https://drive.google.com/file/d/1m4u2L5YoJh03gwzvX7pOs-GGSrkb8VVS/view?usp=sharing

Prokofiev. Sonata núm. 8

https://drive.google.com/file/d/1zvdGECxXSVtYoV6DFFlDZLu94fAguava/view?usp=sharing

Shostakovich. Concierto para piano y violín 1

https://drive.google.com/file/d/1ISNslteeUNaqanlYVPOEN7aw-jDCWLom/view?usp=sharing

Shostakovich. Concierto para piano y violín 2

https://drive.google.com/file/d/1Bk9LSzd-xXCH0yc_ED-2NpsH5RmvXVTw/view?usp=sharing

http://www.pedrogarciaolivo.wordpress.com

Alto Juliana

DONDE LOS ÁRBOLES PARECEN MÁS OSCUROS

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Destinos de la Creatividad

1.

Ella era lo más importante de su vida. Con ella descubrió a la mujer, exploró el amor y se enfrentó a la belleza. Comprobó que su mente podía nublarse al verla, que su cuerpo se estremecía si ella estaba cerca y hasta las manos le temblaban entonces como gatos mojados. Hasta que la conoció, solo creía en los libros. Los libros lo habían sido todo para él. Todo, menos un refugio: para refugiarse es preciso haber estado fuera alguna vez, y él jamás salió de las páginas de miles de libros. Solo ante un libro se sentía seguro. Eran enigmas que se rendían a sus ojos como las flores al primer desperezarse del verano. Por eso los entendía tan bien. Constituían el objeto único, excluyente, de su comprensión. A excepción de los libros, todo se le antojaba feo y extraño. Al menos, tan extraño como él -pensaba- debía ser considerado por los demás.

Pero desde hacía unas semanas huía de los libros. Había abjurado de ellos para creer en ella. Le bastaba con verla para saber que pertenecía a una realidad aún más real que la de las páginas. Su existencia vagueante había encontrado un sentido más allá del fuego interior y de la escritura de los otros.

***

2.

Nunca había hablado con ella. Temía hacerlo porque la voz le parecía demasiado vulgar como para sorprenderla en aquel hermoso cuerpo. Solo del silencio se nutre la gracia, tocada de misterio, de un árbol, de una rosa o de una piedra. La belleza reside en cosas sin pensamiento como el pensamiento habita en cosas sin belleza. Por eso la quería silenciosa. Si por desventura, en la más triste mala hora, ella le dirigiera algunas palabras, él se vería obligado a abandonarla. Ya no podría perseguirla. Tampoco le cabría regresar a los libros: la letra empieza a morir cuando la verdad se deja entrever desde otra rendija que la de las palabras -eso creía.

Llevaba varias noches soñándola, varios días siguiéndole los pasos. Nunca pensaba en ella. Tenía suficiente con contemplarla. No quería pensar en ella, ni interpretar lo que hacía, para poder estar así seguro de que jamás acabaría conociéndola. Él siempre había dicho que conocer a una persona era otra forma de pegarle un tiro. De ahí que no aspirase más que a observarla. La miraba como quien ve un fantasma, como quien nada entiende y por todo se emociona. Si la veía besarse con un chico, desistía de buscar las razones en el amor o en el deseo, en la amistad o en el hastío. Simplemente, se emocionaba porque era hermoso percibir cómo un rostro entre sombras se acercaba a la sombra de otro rostro y terminaba recortando una palpitante silueta en la malicia sin profundidad de la noche. Era hermoso advertir el movimiento incierto de dos labios que se rozaban, oprimían y separaban turbiamente, siguiendo ritmos imprevisibles.

***

3.

La crueldad de aquel cuerpo de mujer radicaba en su terrible belleza, en su espantosa belleza. Contemplarlo sumía en la angustia… En más de una ocasión alcanzó a ver cómo la chica empezaba a desnudarse. En esos momentos se agitaba y retorcía tal un endemoniado; casi siempre tenía que cerrar los ojos para no gritar o llorar. Sospechábase indigno de aquello, puesto que no podía soportarlo. Si alguna vez acopiara el valor de mantener abiertos los ojos, si alguna vez fuera capaz de resistir la visión de aquel increíble cuerpo desnudo, entonces se sentiría, en secreto, como un dios o un poeta -como mucho más que un dios y poco menos que un poeta. Habría conquistado por fin, con toda seguridad, lo que dios solo consiguió dominar a medias y lo que -para apoderarse de sí mismos- todos los poetas buscan y no encuentran. Pero no podía sostener la mirada. Sus ojos se cerraban como cielos de tormenta, y no volvían a abrirse hasta que el tiempo le confesaba que ya era tarde -que ella ya no estaba allí. Dejaba entonces de temblar y respiraba aliviado, aunque por dentro se le amotinaban los esbirros de la decepción y del descontento.

**

4.

Solo una vez estuvo a punto de intervenir. Solo una noche quiso salir del escondrijo y correr hasta ella. Si no lo hizo fue porque cada uno de sus quejidos se le clavaba en el pecho como puñalada de madre, y no tuvo fuerzas para incorporarse. Aquella jornada empezó bella y acabó monstruosa. Sintió como si la noche se interrumpiera súbitamente para dar paso al mediodía excesivo. En esa velada, entre la oscuridad de los árboles y bajo la paz de la luna, ella empezó a desnudarse como otras veces, pero con movimientos peligrosamente sensuales. Por un segundo, creyó que ella lo había descubierto y se desvestía para él. Las prendas clarísimas se deslizaban por su piel como a empentones del viento y saltaban al vacío para caer suavemente sobre las hierbas del suelo. Su cuerpo, tan blanco como el sueño de un niño, parecía irradiar luz hasta oscurecer a la luna. Ese instante lo transportó a la cima de su vida. Sorprendentemente, estaba consiguiendo mantener abiertos los ojos.

Pero, de repente, toda la belleza de la escena se corrompió como el cadáver de una gaviota en un charco de agua negra. Otro cuerpo desnudo, maldito y grotesco, se acercó a ella y la abrazó como no se merecía. Era un cuerpo de hombre -un cuerpo de hambre. Ella reía como si no fuera ella, toda estrujada, con la seda de sus senos casi adherida a un pecho abisal de lija y mugre. Se lanzaron al suelo con la rabia de los torturados…, y comenzaron entonces los gemidos y los suspiros y las palabras salvajes. Y él se vio tentado de salir para golpear al perro que devoraba su sustento. Pero cada gemido era una puñalada de madre para su cuerpo, y no pudo incorporarse. Lo único que hizo fue cerrar los ojos. No los cerró como de costumbre (inquieto pero resignado), sino con la desesperación de quien contempla un crimen y no puede ni gritar para no ser sorprendido.

Faltó poco para que pensara esa noche. Casi pensó. El hombre que esa noche poseyó la luz de su vida era otro. No era el joven frágil y dulce que por las mañanas la besaba delicadamente. El hombre que esa noche poseyó la luz de su vida era más parecido a una bestia o a un perro. Pronto abandonó sus pensamientos, porque de continuarlos podía acabar mal. “Acabar mal”: he aquí un presentimiento muy fuerte. Tan fuerte como el perro que esa noche salió de las tinieblas para devorar su sustento.

A partir de entonces tuvo que aprender a abandonar periódicamente su persecución. Como el enfermo que se priva de lo que le daña, se habituó a arrancar de vez en cuando sus ojos de ella para llevárselos a otra parte y dejarla sola. En realidad, no la dejaba sola… La dejaba con otros perros malditos, siempre cambiantes, nunca los mismos, que la arrastraban por los suelos y de nuevo la hacían gemir. Por eso, en tal que ella se acercaba al bosquecillo donde, bajo la paz de la luna, los árboles parecen más oscuros, él daba la vuelta y abandonaba por unas horas el norte de sus pasos. Al dejarla, apenas no le cabía duda de que se dirigía hacia aquel lugar, y lo hacía frecuentemente, sentíase como cuando, de niño, se sumergía bajo las aguas del mar y contenía dolorosamente la respiración hasta casi desfallecer. Nada más emerger de las aguas, irguiéndose con una brusquedad teñida de urgencia absoluta, respiraba profundamente, ansioso y destemplado, como si acabara de sortear un peligro inconcebible. Lo mismo sentía al verla regresar, despacio y con andares de fatiga, quizás menos hermosa que otras veces, ya vestida y casi siempre despeinada.

***

5.

Por las mañanas, ella volvía a encontrarse con el muchacho atenazado por la ternura que la besaba casi con miedo. Y entonces la imaginaba mucho más bella, más bella que la belleza misma. Cuando se sentaba sobre las rodillas de aquel muchacho y le mecía los cabellos desplegando todos los gestos del cariño, nada en ella le recordaba ya el bosquecillo de las bestias hambrientas. Se elevaba por encima de lo simplemente hermoso, y ni siquiera la imagen de su rodar por los suelos más oscuros lograba atenuar la magia de aquel cuerpo fascinador.

Cada vez que dejaba al muchacho, y se despedía con un beso casi tan largo como el atardecer, él la notaba pensativa. La seguía de nuevo, como siempre, un poco más tranquilo, un poco más contento. Muy a menudo llegaba tras ella hasta unas empinadas rocas, escarpadas como gritos de alienados, donde el silencio era más frío y la soledad devenía tragedia. Cuando ella trepaba hasta allí, él tenía que esconderse bastante lejos para no ser descubierto. Entonces ya casi no la veía, y empezaba a imaginar. Imaginaba que la mujer de sus sueños levantaba la vista al cielo y se llevaba las manos a la cara, atormentada. No le interesaba preguntarse por qué hacía aquello: se deleitaba recreando lo que medio entreveía y medio imaginaba, porque era hermoso. Era hermoso que aquel cuerpo de mujer se dibujara impreciso sobre el azul del cielo, aliviando con sus lágrimas la sequedad del aire estanco hasta que despertaba la furia de sus brazos y, como queriendo agredir al universo entero, amenazaba con rasgar el espacio o reinventar el viento.

Cuando la dejaba en el bosquecillo, bajo la paz de la luna y entre la oscuridad de los árboles, él se dirigía hacia aquel desfiladero y gastaba las horas corriendo desde su escondite hasta el borde de la tierra y desde el borde de la tierra hasta su escondite. Quería estar preparado para cuando llegase el día de su felicidad completa.

***

6.

…   …   …

Transcurría enigmática, la noche. Ella no había pasado por donde los árboles parecen más oscuros. Llevaba ya varias semanas sin perderse bajo sus frondas. Por eso, él ya no la abandonaba intermitentemente. Acudía a su cita con el muchacho de los besos largos y tiernos. Desde hacía varias semanas, se encontraba con ese muchacho todas las noches. Hacía también varias semanas que ella no lloraba sobre las rocas del precipicio. Ya iba muy poco por allí. Estaba más hermosa que nunca.

Abrazó al muchacho y lo besó con una pasión desconocida. El chico se dejó querer. Aquellas escenas se le revelaron, a él que todavía miraba, ambiguas como lluvias de primavera. Entrelazados los cuerpos, cayeron sin violencia sobre la tierra cómplice. Quedaron poco a poco desnudos. Milagrosamente, él no había cerrado aún los ojos. Enseguida llegaron los gemidos. Pudo soportarlos porque no se oían como bajo los negros árboles del bosque. Aquellos gemidos no se abalanzaban sobre su pecho con el puñal de una madre en la mano. Cuando por fin cesaron los suspiros, los espasmos, las convulsiones…, y pese al extraño escalofrío que había recorrido su cuerpo hasta ese instante, él pudo enorgullecerse como nunca de no haber bajado la vista en ningún momento. Aunque normalmente le molestaba escuchar las palabras de los demás, sobre todo si reclamaban la participación de ella, esta vez pudo sobreponerse a su limitación porque era también muy delicado el objeto de la charla. Hablaban de cosas azules y amarillas. Y reaparecían los besos al menor encogimiento de la conversación… Sin embargo, él se extraviaba en una selva de amargura.

Prefería verla sola, completamente sola. Quizás fuera demasiado egoísta, y le doliera compartirla con otro. Reconocía que aquel muchacho la había alcanzado como nadie. Pensaba que aquel chico debía sentirse en secreto como un dios o un poeta -como mucho más que un dios y poco menos que un poeta. En cambio, los hombres de los árboles oscuros sólo se sentirían como bestias o alimañas: era absurdo esperar de ellos el más insignificante gesto creativo. De ahí que ella le hubiera sido infiel con el muchacho de la timidez sin motivo, y no con los brutos hambrientos de los árboles.

Se habían sentado sobre las piedras de costumbre. El chico recostaba su cabeza sobre los pechos desnudos de la mujer imposible. Y ella, un poco más seria, empezaba a hablar de cosas no tan azules y menos amarillas. El muchacho se incorporó con alarma y entornó los ojos. La escuchaba aterrado, como si despertara de su único sueño. Unas lágrimas se deslizaron por las mejillas de la mujer mientras señalaba con el brazo el lugar donde los árboles parecen más oscuros. El joven miró hacia el bosquecillo y ocultó su cara tras las manos del desasosiego. Giró el cuerpo y volcó su rostro sobre las hierbas de la tierra enemiga, para llorar en soledad y despedirse abatido de su última esperanza.

Y él, harto de presagiar el fin, abandonó a la pareja. Volvió a caminar por senderos que ya le resultaban trágicamente familiares. Pero lo hacía con un propósito nuevo, bajo una determinación diferente. Reflexionaba sobre lo que había sido su vida. Buscaba por alguna parte, en el rellano de sus recuerdos, un gran error, una equivocación trascendental, que pudiera explicar el encierro de sus últimos años. Desde muy joven había querido forjarse el alma de un poeta. Pensaba ahora que en último término jamás había dejado de ser ese deseo y nada más que ese deseo. Para forjarse el alma de un creador no le bastaba con frecuentarquizás no le era posibleel bosquecillo lóbrego de los escritores del mercado, concertar más de una cita con la belleza fácil bajo la oscuridad de sus árboles, y actuar como un perro hambriento de éxito o una bestia en celo de prestigio. Por otro lado, reconocía dolorosamente que no tenía nada de tentador impremeditado, casi involuntario, de lo Sublimeconquistador ingenuo y fatal de la Belleza Intempestiva.

Por eso, nada más llegar al precipicio se permitió por una vez pensar en la mujer que lo había emancipado de la servidumbre de la lectura. También por una vez, se imaginó capaz de adivinar su futuro, prever sus intenciones. Y la esperó, convencido de que acudiría a las escarpadas rocas del límite de la tierra.

Así fue. Desde el borde del acantilado, la mujer de su tortura se encaró al cielo como a su destino, desgarrada tal vez, desolada por el curso de las cosas, pero asistida en profundidad por una serenidad más honda que la raíz de todo dolor. Y él, persuadido de que por fin sentiría el calor de aquel cuerpo inverosímil, salió de su escondrijo y corrió hacia ella para arrojarla al vacío y dar término a sus tormentos de mujer incomprendida.

Le sonrió al verlo acercarse, tan impaciente y desencajado, la mujer de todos y de nadie. Pero no se dejó ayudar en su suicidio. Se precipitó al abismo por sí misma, sosteniéndole la mirada y agradeciéndole hasta el final el sacrificio que, sin embargo, no le permitió ofrendar. Y él, devorado hasta el subsuelo por un dolor más hondo que la raíz de toda calma, de todo temple, regresó a lo que había sido su prisión para recuperar el consuelo inútil de los libros -esos libros que nunca podría escribir pero que tan meridianamente comprendía.

Su alma no será nunca la del poeta: el gesto de la creación absoluta se ha hecho impracticable en nuestros días, y con ello ha sucumbido también la posibilidad misma de una Belleza Desconocida. Su espíritu será siempre el de la rata que halla sustento entre los desperdicios de los demás. Por ello, retornará cabizbajo a la lectura, para no desaprovechar el absurdo privilegio que lo constituye: el raro privilegio de disfrutar de la belleza antigua, ajena y extemporánea, como un observador perpetuo de lo innecesario -un observador ignorado e impotente, como el más oscuro de los árboles.

***

Así piensa hoy, sentado ante docenas de viejos libros y montañas de folios en blanco. Eso cree ahora, agobiado por una mesa de trabajo que es también la mesa del silencio íntimo y del vacío inexplicable. El amante no correspondido de una belleza tan muerta como su esperanza: así se ve, así se teme. Bajo la paz de la luna, un observador ignorado e impotente como el más oscuro de los árboles.

***

[Composición incluida en “La queja azur”, proyecto narrativo en elaboración]

www.pedrogarciaolivo.wordpress.com

Alto Juliana, Aldea Sesga

Fotografía de Roy Lingán Parede, querido amigo

«LO ALTERNATIVO» COMO TECLA MAYÚSCULA DE LA DOMINACIÓN CONTEMPORÁNEA

Posted in Activismo desesperado, antipedagogía, Autor mendicante, Breve nota bio-bibliográfica, Crítica de las sociedades democráticas occidentales, Descarga gratuita de los libros (PDF), Desistematización, Proyectos y últimos trabajos, Sala virtual de lecturas incomodantes. Biblioteca digital with tags , , , , , , , , , , , , , , , , , , , on julio 12, 2020 by Pedro García Olivo

Contra la Industria de las Educaciones Alternativas

No hay «alternativa» que no sugiera la idea de «recambio», de «repuesto», de «regeneración»; y desde una postura que acepta, explícita o implícitamente, lo establecido. Lo Alternativo es como un «taller de reparaciones» para el Capitalismo del siglo XXI. Suministra sin descanso sustitutos funcionales, bajo la capa de la innovación, del progresismo, de la sensiblidad y de la solidaridad comunitarias, del igualitarismo incluso. Remoza el Capitalismo, le lava la cara, las manos, le lava también la consciencia que no tiene; y le permite seguir adelante con un aspecto renovado, jovial, eco-protector a veces, hasta transgresor en lo genérico y en lo social. Lo saben las empresas, lo saben las administraciones, lo sabe la policía, lo saben las escuelas…

«Lo alternativo» se proyecta, se sufraga, se promociona. Originó toda una industria. Como una enredadera sobrada de savia, se extendió por los campos de la alimentación, del transporte, de la publicación, de la vestimenta, de los modos del afecto y de la sensualidad, del estilo de vida. Y de la Educación…

Tal y como lo siento, lo contrario de la «alternatividad» es la «desistematización», artesanías vitales, existenciales, personales o grupales, para la denegación cotidiana del Mercado y del Estado.

Desde el 23 de julio y hasta el 25, seré feliz de cooperar con las gentes de «Laburagunea», en Bilbao. En la tarde del día 24 mi charla abordará, precisamente, ese aspecto: «La Industria de las Educaciones Alternativas».

Transcribo uno de los puntos de arranque de la conversación, texto compuesto hace tres años:

“¡FORJAD, FORJAD ESCUELAS, MALDITOS!”
(Contra la industria de la Educación Alternativa)

“Economía Política de la Desobediencia:
Encuadrar todo el ejército de los críticos, los lúcidos, los comprometidos…,
y encomendarle las tareas decisivas de la Vieja Represión”.

Entre los últimos y más mortíferos engendros contra la salud, el futuro y hasta la vida humana se halla la “industria de las educaciones alternativas”.

Se acabó. Algo se ha roto para siempre de la mano de los escolarizadores y de los desescolarizadores blandos… Regresé destrozado del evento de Bogotá (la “Semana de las Educaciones Alternativas”, uno más en la lista de los tinglados alterno-educacionales). ¿Cuántas veces puede destrozarse una persona antes de destrozarse de verdad o de destrozar a sus semejantes? ¿Diez? ¿Cien? ¿Mil?

Montar escuelas (“libres”, “convivenciales”, “democráticas», o como se las quiera esconder tras las palabras; con “profesores” que se enmascaran como “facilitadores”, “acompañantes”, “guías” y tantos otros eufemismos infanticidas) es una forma de ganarse la vida atentando contra la vida. Se acabó.

No, no vale la pena acumular argumentos. El cinismo de los neo-escolarizadores está a salvo de la razón. A salvo de la sinrazón. A salvo de la poesía. A salvo de casi todo, blindado, como la propia institución educativa. “Cinismo”: “saber lo que se hace, y seguir adelante”, en definición de P. Sloterdijk. Pero aún, casi por deformación de escribidor inútil, suelto aquí, como quien lanza un hueso a los perros, soñando que a lo mejor se oculta entre ellos un lobo, lo siguiente:

1) PARA DARLE «ROSTRO HUMANO» AL CAPITALISMO
Hace años y años que el Capitalismo demofascista ansía remodelar sus escuelas, porque las vigentes no le sirven. Ya no demanda, por un lado, “obreros diligentes, sumisos, agradecidos” y, por otro, “ciudadanos crédulos, votantes satisfechos y demócratas compulsivos”, puesto que para lo primero tiene a las máquinas (lo remarca la contemporánea “crítica del valor”, con A. Jappe como exponente destacado) y para lo segundo nos tiene a nosotros.
Anhela siervos “creativos”, “innovadores”, “imaginativos”, proclives a emprender y a arriesgar, siempre con “fantasía” y siempre con “talento”. Adictos al Sistema, como todos. Para eso, requiere pedagogías “blancas”, anti-autoritarias, de inspiración libertaria, “dialógicas”, “alumnistas”, afirmadas sobre el discurso tóxico de la “participación”, la “actividad”, la “democracia”, y de todas esas innumerables añagazas supuestamente bienintencionadas que cargan y degradan los manifiestos de los neo-escolarizadores progresistas o de izquierdas.

Hace años que, en los países que se presentan como los adalides del Progreso, los servicios de inspección educativa miran de reojo a los profesores tradicionales, “clásicos”, de corte autoritario, poco dados a la “ingeniería de los métodos alternativos”. Hace años que se premia la innovación pedagógica, la forja de ambientes en sí mismos educativos, la experimentación didáctica. Hace años que los gobiernos supuestamente “avanzados” en materia formativa apuestan por un Nuevo Orden Educativo Mundial plegado sobre pedagogías no-directivas interculturalistas… Siendo vieja esa denuncia (recordemos a J. Meyer, entre otros, a fines del siglo pasado), todavía irrita a los fanáticos del ciudadanismo multiculturalista, adoradores de aquella “Sociedad Liberal de Grandes Dimensiones” (Ch. Taylor) o de la análoga “Sociedad de las Gentes” (J. Rawls).

Para un “Capitalismo de Rostro Humano” (J. K. Galbraith) perfectamente globalizado, para una “reforma ética” de la economía mercantil (A. Cortina), para el entierro definitivo de las perspectivas teóricas radicales, tildadas de “fundamentalistas” por no transar con lo dado, se demanda una Nueva Escuela, con Métodos Alternativos, Pedagogías No Autoritarias, Profesores Casi Invisibles, estudiantes “activos”, “participativos” y calculadamente empoderados, y distintas relaciones con la Comunidad y la Administración.

Con esta modificación técnico-organizativa, la Escuela no hace sino reflejar y expandir un proceso que se registra en todas las esferas institucionales del Capitalismo tardío: prevalencia de la Violencia Simbólica, característica de los “aparatos ideológicos del Estado”, en detrimento de la Violencia Física, que distinguía a los “aparatos estrictamente represivos”, como la Policía y el Ejército; invisibilización del poder y subrepción de todas las figuras de autoridad; atribución a la víctima real de la coerción de funciones y prerrogativas tradicionalmente privativas del victimario (para hacer factible la auto-coacción), etcétera. Y, así como cambió o está cambiando el perfil y hasta la estructura de las cárceles, de las empresas, de los cuarteles, del ejercicio policial, de los hospitales,…, se alumbra hoy una “Nueva Escuela”. “Fascismo democrático”, “posdemocracia” o “demofascismo” son los términos que, en “El enigma de la docilidad”, propusimos para designar la nueva fase del Capitalismo que se instaura con tales desplazamientos.

Una ilustración suficientemente nítida de este proceso lo constituyó la Semana de las Educaciones Alternartivas, evento que se celebró en Bogotá, en agosto de 2015. Desde la Secretaría de Educación de la ciudad, entonces bajo la gestión socialdemócrata del Polo Democrático, se destinaron ingentes partidas de fondos públicos, procedentes de los bolsillos de los ciudadanos, a sufragar el encuentro y la charlatanería de cierta “crema” del Reformismo Pedagógico. Esta suerte de “nomenclatura” de las educaciones renovadas está compuesta por gentes que se conocen entre sí, se congregan en foros semejantes a lo largo del año, en una u otra ciudad, hablan sin descanso de “sus” escuelas altenativas, o democráticas, o libertarias, o experimentales…, se mezclan con políticos de corte liberal-progresista, socialista o populista y, finalmente, son enviadas, entre honores y aplausos, casi como misioneros, a las escuelas “normales”, “reales”, mayoritarias. La tarea a la que se prestan, gustosos, cuando acuden a las instituciones educativas públicas, es inocultable: convencer a los docentes de la necesidad de un cambio, o de una modernización, en los patrones y en los métodos educativos. Tales eventos, siempre costosos (pues los prohombres de la Optimización de la Docencia viajan en avión, comen en restaurantes para élites y duermen en buenos hoteles), se encadenan a lo largo del año, saltando de continente en continente, con el objeto de forjar, desde arriba y siguiendo instrucciones de los macropoderes, un “clima” reivindicativo y un “estado de opinión” favorable a la petición, a la solicitud inducida, de Otra Escuela, una “escuela alternativa” de corte estrictamente demofascista.

2) «DA LUGAR A QUE TE LO RECLAME EL PUEBLO»
Tales congresos obedecen, literalmente, a consignas e instrucciones del Banco Mundial, del Fondo Monetario Internacional, de la UNESCO y de otras corporaciones internacionales celadoras de los intereses de las potencias hegemónicas, arropadas por una tecnocracia de pedagogos sobornados o echados a perder (me gusta citar, a propósito, a E. Morin y su obra “Los siete saberes necesarios para la educación del futuro”, publicada y difundida por la ONU sin escatimar medios), todos cantarines del Estado de Derecho y de la Ciudadanía Universal, de la globalización altericida del Capitalismo Occidental. Así se fragua un Nuevo Orden Educativo mundial… Los países “en ascenso”, o ávidos de reconocimiento internacional, como muchos Estados de América Latina, se muestran muy receptivos a tales proclamas; y multiplican sus esfuerzos para homologarse, en términos educacionales, al reformismo pedagógico de las administraciones occidentales.

Esta Nueva Axiomática Educativa Planetaria, ansiada por los gerentes del Capitalismo, no se pretende “imponer” o “decretar” sin más. Como si siguieran las máximas de Maquiavelo, los modernos Príncipes “suscitan” inteligentemente la demanda, “siembran” el motivo para la vindicación, reprimen teatralmente, incluso, a los descontentos y, finalmente, “conceden”, en un gesto de magnanimidad y generosidad, de consciencia cívica y amor a la libre voluntad de sus súbditos, aquellos que tanto anhelaban establecer. “¡Oh, Príncipe, no impongas nunca aquello que deseas o que te conviene; da lugar a que te lo reclame el Pueblo, despierta en él la voluntad de arrancártelo, y cede al final para obtener, al mismo tiempo, tu propósito y su simpatía, tu objetivo y su agradecimiento!”…

Para esta estrategia, que opera hoy en el ámbito de la “lucha” por la Nueva Educación, cabría recordar aquellas páginas de M. Foucault en torno a la “conflictividad conservadora”, a la “economía política de la desobediencia”. En “El irresponsable” aludí a ese proceso en los siguientes términos: “Encuadrar todo el ejército de los críticos, los lúcidos, los comprometidos…, y encomendarle las tareas decisivas de la Vieja Represión”. Que se repriman de hecho manifestaciones o actos públicos en favor de “una educación pública gratuita y de calidad”, que enventualmente se lance a la policía contra los estudiantes y los profesores hermanados en dichas movilizaciones, como ha ocurrido recientemente en Chile o en Argentina, no debe, por ello, sorprendernos en absoluto. Todos los “momentos meramente traviesos de la lucha”, todos los episodios de la “transgresión tolerada” y todas las prácticas de la “contestación reproductiva” serán combatidos escenográficamente, reprimidos de un modo chinesco, aún cuando la Administración los haya fomentado y comparta secretamente sus finalidades.

3) SUCIO RÉDITO, LAMENTABLE BENEFICIO
No faltan gentes que, a partir de cierta edad, aunque en ocasiones también muy jóvenes, cuando ya enterraron sus ideales del corazón pero aún no desterraron sus signos de inconformismo, sueñan con obtener un sucio rédito, un lamentable beneficio, de aquellos principios que ya no están a la altura de sus vidas si bien todavía pueden servir al hambre de euros de sus bolsillos. Y fundan “escuelitas”, “escuelas libres”, “escuelas convivenciales”, “escuelas democráticas”; y organizan encuentros para hablar de la “educación alternativa”, siempre con la calculadora en mano. Son el Sistema en su actualización más temible. Huelen a sepulcro restaurado, dorado, perfumado. Refrescadores de tumbas…

Fundar una escuela, una institución educativa de nueva planta, revistiéndola de un contenido pedagógico “particular”, supuestamente distanciado del dominante en la escuela pública, no deja de constituir una iniciativa empresarial, un acto de emprendimiento crematístico, una manera entre otras de encumbrarse en la vida y de acumular capital y poder. Licenciados en paro, educadores sin empleo, trabajadores y activistas sociales en busca de una remuneración, etcétera, pueden acceder de un modo u otro a un local y “armar” una escuela alternativa -vale decir, un centro educativo privado, sufragado por esos progenitores que gozan de los medios necesarios para extraer a sus hijos de la enseñanza pública y “distinguirlos” con el galardón de la “nueva educación”. A estas escuelas de privilegiados, de élites, a tales engendros para la clase media acomodada y para la clase alta, les cabe, con frecuencia, ostentar un carácter netamente “confesional”: es el caso de las “escuelas libertarias” difusoras de los valores y principios del anarquismo, de tantas “escuelas experimentales” impregnadas de retórica socialista revolucionaria, de las “escuelas democráticas” regidas por los idearios del radicalismo liberal,…

Desde hace años, y partiendo de mi propia experiencia como profesor antiautoritario, he venido desmontando el mito de la “disensión” pedagógica, de la “diferencia” didáctica, entre las Nuevas Escuelas privadas y las escuelas del Estado. En el área occidental, en el ámbito de los países hegemónicos o en ascenso, es bien visible la coincidencia en los modelos seguidos por las escuelas alternativas y las escuelas públicas reformadas. La enseñanza oficial, “pública”, promovida hoy en Europa por los legisladores y por los inspectores de educación, al socaire de un tecnocracia pedagógica transnacional, converge con los proyectos esgrimidos desde las escuelas de inspiración libertaria; y esa afinidad, esa identificación, se manifiesta en asuntos máximamente concretos: cómo controlar la asistencia a clase, qué currículum fijar y de qué manera elaborarlo, qué métodos y qué dinámicas desplegar en las aulas y también fuera de ellas, cómo calificar y a qué agentes encargar la tarea evaluadora, qué tipo de gobierno de la institución establecer, cómo sancionar los comportamientos disruptivos… En “Artificio para domar” desarrollé esa cuestión sistemáticamente, mostrando cómo convergían sustantivamente los tres ámbitos del Reformismo Pedagógico: la educación pública modernizada, los esfuerzos individuales de los profesores “inquietos” que trabajan para la Administración y las experiencias escolares alternativas de filiación libertaria.

4) TALLER DE REPARACIONES
La “alternatividad” se convierte, una vez más, en el taller de reparaciones de la máquina escolar, en el dispositivo optimizador de su rendimiento sociopolítico, ideológico y caracteriológico. La “educación prohibida” de ayer se erige, por su concurso, en la “educación promovida”, inmediatamente “oficial”, consagrada y casi sacralizada por la institucionalidad. Al lado de la “educación alternativa”, tan promocionada, encontraremos siempre las “educaciones abolidas”, sobre las que nada se dirá, todas no-escolares, todas a un paso de la aniquilación, muchas de ellas más cerca de la oralidad que de la escritura -educación comunitaria indígena, educación clánica de los pueblos nómadas, educación tradicional de los entornos rural-marginales, etcétera.

Hace unos años, John Gray, paladín del Pensamiento Único remozado, escribió: “No hay alternativa defendible para las instituciones del capitalismo liberal, aún cuando deban ser reformadas”. Para expresarse así, la “alternatividad” todavía debía pensarse como una puerta hacia la otredad, hacia la diferencia cualitativa, hacia la transformación sustancial. Lo alternativo aparecía aún como una llave… Pero transcurrieron los años y la llave se convirtió en candado, porque hoy llamamos “alternativa” al reajuste en sí, a la reparación misma, a la readaptación de lo establecido. Donde se dibuja hoy la “alternativa”, muere la alteridad, la Diferencia inquietante se diluye en Diversidad amable y el verbo “transformar” cede su puesto a la conjugación del verbo “reformar”.

Y tenemos entonces “energías alternativas”, que también destruyen la biosfera y acaban con la autonomía personal y comunitaria, como denunció I. Illich en “Energía y equidad”; y aparecen los “medios de comunicación alternativos”, en los que se sigue administrando la doxa, el pensamiento dictado, la opinión heterónoma; y surgen “mercados alternativos”, donde la vileza del comercio se enmascara tras la supuesta calidad del producto (“eco”, “bio”, “orgánico”, de “comercio justo”,…), para que determinadas élites presuman de su consciencia dietético-social al tiempo que redundan en un consumo de aristócratas; y sobrevienen las “educaciones alternativas”, dando pie a cientos de empresas capitalistas, a una sofisticación del control institucional de las subjetividades y a una nueva figura de la policía social y cultural.

Y no, no sigo, que no estoy ya para enhebrar razones. Fatiga acumular argumentos contra quienes, conscientes de todo, perseveran en la infamia, forjando escuelas. Que la “industria de la alterno-escolaridad” es un negocio, un dispositivo político-ideológico y una simiente de muerte para la inteligencia indómita es una verdad que clama al cielo. Clama para nada y clama a un cielo que ya se ha vendido o alquilado por parcelas.

Se acabó. Algo se ha roto para siempre de la mano de los neo-escolarizadores y los desescolarizadores blandos. Para la salud del más dañino de los Sistemas, algo venenoso y emponzoñador se ha instalado para siempre en la sangre, en el espíritu y en las vísceras del pseudo-antagonismo escolar mercantil.

(Asfixia)

http://www.pedrogarciaolivo.wordpress.com

laborfest1

Industria 1

Industria 2

Industria 3

Industria 4

Pedro García Olivo, Alto Juliana, Aldea Sesga, Ademuz, Valencia, 12 de julio de 2020

EL “CAPITALISMO DE ROSTRO HUMANO” Y SUS PALABRAS

Posted in Activismo desesperado, Autor mendicante, Breve nota bio-bibliográfica, Crítica de las sociedades democráticas occidentales, Indigenismo with tags , , , , , , , , , , , , on mayo 21, 2018 by Pedro García Olivo

“Globalización” como “occidentalización”

“El discurso no es simplemente aquello que traduce las luchas o los sistemas de dominación, sino aquello por lo que, y por medio de lo cual, se lucha; aquel poder del que quiere uno adueñarse”, se ha dicho. Y se da, entonces, una conflagración por las palabras, contra las palabras y en las palabras. Nos robaron expresiones ayer beligerantes, como “revolución”, “igualdad”, “libertad”, “fraternidad”, “comunidad”, “autonomía”, etcétera, y las re-semantizaron para hacerlas servir a la justificación de lo establecido y, en ocasiones, a este o aquel negocio, a una u otra forma de mercado.

“Revolución” es el nombre de un montón de cafés y restaurantes en Europa, de varias tiendas de ropa en el mundo, de decenas de canciones… Se sabe que es una “marca” rentable. Aparece también en las siglas de minúsculos partidos de izquierda, organizaciones sostenidas por grupos de acomodados que anhelan lavar su sucia y mala consciencia de integración en el capitalismo con el jabón de de expresiones extremosas (palabras ayer incendiarias, habitadas por muchos, que hoy ya no se dejan caminar, que en absoluto cabe vivir). Aunque las manchas quedan…

Nos roban palabras, desde siempre; pero también nos envenenan con nuevos vocablos, altamente contaminantes en el ámbito político e ideológico. Si nos acostumbramos a usarlos, aceptamos sin darnos cuenta su terreno de juego (conservador o meramente reformista). Nos intoxican con conceptos que connotan mucho más de lo que denotan, términos que han sido pensados para tachar otros, para hacernos olvidar otros. Es el caso de “globalización”, invención léxica que procuro evitar en mis trabajos. Hace años, y para despedirme de ella, compuse el siguiente texto, que obedecía a una ambición desenmascaradora:

“Globalización” como “occidentalización”
1)
La palabra…
Si, desde el punto de vista que he adoptado, la docilidad de la ciudadanía y la disolución de la Diferencia en inofensiva Diversidad constituyen los dos rasgos capitales de Occidente, conviene añadir enseguida que esos dos preocupantes caracteres se hallan hoy en proceso de globalización, ya que nuestra Cultura avanza decididamente hacia su hegemonía planetaria -Occidente se va a “universalizar”: esta es la verdad y el contenido principal del término globalización. “Globalización” es “occidentalización” (mundialización del Capitalismo liberal), o no es nada…
Globalización aparece, pues, como una nueva palabra para aludir a una realidad ya vieja, designada por otras palabras: la realidad de la occidentalización del Planeta, de la hegemonía universal del Capitalismo. Pero no es una palabra inocente, y su función consiste en tachar lo que “occidentalización” e “imperialismo económico y cultural” sugieren. Produce la impresión de un ‘convivencia en armonía’, de una ‘coexistencia pacífica y enriquecedora’, entre partes distintas situadas al mismo nivel de fortaleza. Global… Hablar de “occidentalización” supone, por el contrario, señalar una imposición, una generalización coactiva; y subrayar una pérdida, una reducción complementaria de lo no-occidental. Mientras la palabra globalización desiste de delatarnos, de acusarnos, el término “occidentalización” nos identifica como representantes de una cultura avasalladora, irrespetuosa con lo extraño, con lo diferente. Globalización alimenta aún la engañifa del diálogo intercultural, la mentira de una suma de civilizaciones; es, por utilizar una expresión antigua, un término “ideológico”…

2)
El negocio…
Pero aún más: “Occidentalización” no renta como “Globalización”… En tanto término ‘económico’, inversión lexicográfica, soporte de un negocio editorial, de unas ventas de libros que lo incluyen en sus títulos, de un encadenamiento de conferencias retribuidas, de congresos, debates, intervenciones televisivas, etc., “Globalización” se erige en un nuevo estímulo, una nueva ocasión para la revitalización de la factoría cultural -de la máquina universitaria. “Occidentalización”, “imperialismo”, etc., se habían gastado; hacía falta una nueva palabra para seguir produciendo, para continuar vendiendo, rentabilizando…
“Globalización” emerge, sin duda, como un fenómeno de moda cultural, de ambiente filosófico pasajero, como lo fueron el de la “crisis de la Razón”, el de la “muerte del Hombre” (o del Sujeto), el de la “Postmodernidad”, el del “Fin de casi todo” (Fin de la Historia, Final de la Ideología, Fin de la Educación, Final de lo Social, Fin del Tiempo, etc.). Grandes montajes económico-culturales con escasa aportación analítica y teórica detrás… Temas que polarizan la atención de los autores y de los lectores, de los creadores y del público, durante unos años, con un apoyo mediático considerable y con el propósito inconfesado de reanimar la producción y el mercado cultural, surtiendo a la vez títulos de justificación (de legitimación) al orden político-social vigente. Y esto es, quizás, lo más importante…

3)
El servilismo político-ideológico de la nueva literatura…
La literatura de la globalización está sirviendo para un rearme ideológico del Capitalismo; está proporcionando una nueva ‘legitimidad’ al orden económico-político dominante. Trabaja, pues, para la conservación de lo dado y para la obstrucción de los afanes de la crítica. Desde un enfoque antiguo, se diría que es una temática regresiva, reaccionaria… Expresiones como “Retos de la Globalización”, “Desafíos de la Globalización”, “Tareas de la Globalización”, etc., (títulos de ensayos, de ‘reflexiones’, que invaden las revistas, los Congresos, las portadas de los libros, las charlas televisivas, las conferencias universitarias,…) connotan, una vez más, la perspectiva reformista -cuando no inmovilista- de que, estando ya bajo el umbral de Lo Inevitable, Lo Intocable, Lo Incuestionable (la sociedad ‘globalizada’; es decir, la implantación universal del modelo burgués de sociedad), solo cabe, en lo sucesivo, aspirar a corregir excesos, afrontar desafíos, superar retos, emprender tareas reparadoras, enmendar errores concretos, subsanar pequeñas anomalías, matizar los perfiles de unos procesos de todas formas irreversibles, etc.

4)
Pensando en el “nuevo mundo globalizado”, Galbraith apuesta por un Capitalismo de rostro humano. Ese es el sistema por cuya universalización declama… A. Giddens, testimoniando la incorporación de la izquierda anglo-americana a esta retórica, aboga por unos gobiernos de “centro-izquierda” para la sociedad globalizada; unos gobiernos inspirados en el laborismo inglés, pero “más avanzados” -habla de “alentar una renovación social y económica”, de “prestar atención a las inquietudes ecologistas”, de “reformar el mercado laboral”, de “limar desigualdades”, de “resolver los problemas de las mujeres”, de “revisar los modelos dados de familia”, etc. “La desigualdad -nos dice- es disfuncional para la prosperidad económica en el mercado mundial. En conjunto, las sociedades más desiguales parecen menos prósperas (y menos sólidas) que las sociedades con menos desigualdades. ¿Por qué no lanzar una ofensiva concertada contra la pobreza dentro de una estrategia para incrementar la competitividad económica ‘global’?”. Resulta que, desde el nuevo punto de vista, la desigualdad y la pobreza ya han dejado de ser ‘males’ en sí mismas, lacras objetivas, y ahora aparecen solo como ‘pequeñas deficiencias’ que habría que subsanar en beneficio de la competitividad económica global, de la prosperidad del mercado global. Aquí se percibe cómo la literatura de la globalización parte de una aceptación implícita, y en ocasiones explícita, de lo establecido, y solo se abre -en los autores que aún se presentan como “de izquierdas”- a un timorato reformismo conservador. Subsiste, en la base de estos planteamientos, una fetichización del crecimiento económico, de la competitividad material, convertidos en bienes absolutos, nuevos dioses laicos, lógicas eternas e inmutables, fin de todos los fines… Todo ha de disponerse para que este novísimo motor de la historia funcione como debe funcionar…
Giddens suspira, significativamente, por lo que llama centro radical. “El centro-izquierda no excluye el radicalismo -nos cuenta-, de hecho persigue desarrollar la idea del centro radical (…). Quiero decir, con esto, que existen problemas políticos necesitados de soluciones radicales, pero para los que se puede recurrir a un amplio consenso interclasista”. La misma postura reaparece en John Gray, que también se incursiona por estas temáticas de los retos de la Globalización. En el nuevo contexto del mundo globalizado, de la actual “globalización del mercado de trabajo y de los mercados de capitales”, las prácticas socialdemócratas -apunta- se revelan tan inoperantes e inviables como las prácticas neoliberales puras. Se precisa, entonces, otra cosa, algo muy parecido al “centro-izquierda” (o “centro radical”) de Giddens: “Habrá que idear -explica- instituciones y políticas que moderen los riesgos a los que la gente se ve sometida, y que le hagan más fácil conciliar en sus vidas la necesidad de relaciones duraderas con los imperativos de la supervivencia económica. Habrá que hacer más equitativa la distribución de conocimientos especializados y de oportunidades”. Gray se inclina, de forma vaga y vaporosa, hacia un sutil intervencionismo del Estado, pero en sentido no-socialdemócrata; y hacia una humanización de las instituciones y de las prácticas liberales (“A menos que sean reformadas de manera que su funcionamiento sea más tolerable en términos humanos, las instituciones liberales de mercado sufrirán una merma de legitimidad política”, concluye). Su punto de partida coincide con el de Giddens, con el de Galbraith (y de Rorty, y de Taylor, y de Habermas, y de Walzer, y de Rawls, y de casi todos los autores hoy ‘en candelero’, las cabezas visibles del Pensamiento Único…): “No hay alternativa defendible a las instituciones del capitalismo liberal, aún cuando hayan de ser reformadas”.
El Capitalismo de Rostro Humano: he aquí la meta; he aquí la última, y acobardada, utopía. (Que el Capitalismo cambie mañana de rostro, ¿no constituye, aunque disminuida y casi indigna de su nombre, una “utopía”, la más miserable y desmadejada de las conocidas hasta hoy? ¿Dónde está el cirujano, dónde la técnica plástica? ¿Cómo soñar, después de haber vivido un día, abiertos los ojos, que el Capitalismo puede hermanarse de corazón al Humanismo? El Capitalismo será siempre lo que ha sido hasta ayer, lo que está siendo hoy mismo. ¡Terrible patraña, la de alegar que podemos hacerlo otro sin que deje de ser él mismo! Como ha señalado Emil M. Cioran, el liberalismo constituye una farsa sangrienta que inauguró su historia con una soberbia campaña de matanzas -el Terror francés- y que, desde entonces, siempre ha guardado una guillotina en su trastienda).

5)
En España, Adela Cortina, por ejemplo, propone también como una de “las grandes tareas de nuestro tiempo”, y ante el “imparable proceso de globalización”, una “transformación ética de la economía” (“economía social”), para “hacerla capaz de asumir sus responsabilidades” y a fin de que no quede “socialmente deslegitimada”… Darle rostro humano a la economía capitalista, en resumidas cuentas, para que no se nos torne ‘odiosa’ en su proceso de globalización… Como los autores anteriores, aboga por un “Estado limitado”, que no puede abandonar por completo a los individuos pero que tampoco ha de acabar con su esfera de autonomía, como ocurriera bajo el comunismo. Y, en la línea de Walzer, deposita su fe en “el potencial transformador de la sociedad civil” (organizaciones voluntarias, asociaciones, opinión pública, cultura social, nuevos movimientos ciudadanos, revitalización de las profesiones,…). En definitiva, ante los retos de la Globalización, un poco de trabajo para el Estado (“social”) y mucha confianza en lo que pueda dar de sí la “sociedad civil”; todo ello, por supuesto, dentro de las coordenadas de este Capitalismo que hay que humanizar, reformar, pero que ya no cabe rebasar…
A la sombra de Rawls y Habermas, J. de Lucas convierte los “Derechos Humanos” y “la fuerza del Mejor Argumento” (el argumento ‘más razonable’) en el tribunal competente para dirimir los conflictos entre las diferentes concepciones, tradiciones culturales y pretensiones valorativas que el “proceso de globalización” pondrá irremediablemente sobre la mesa. Los “Derechos Humanos” no son considerados, por este autor, como una mera realización occidental (algo que incluso el conservador Rorty ha tenido que admitir), sino como “el producto de la conciencia histórica de justicia y de las luchas sociales en pos de la libertad y de la igualdad” -una especie de conquista de la Humanidad, un valor universal, incondicional, eterno. Pensando en el correlato jurídico del Nuevo Mundo Globalizado, en los usos de justicia a los que deberá someterse la Humanidad toda, De Lucas ‘decreta’ que “todo lo que resulte incompatible con los Derechos Humanos habrá de renunciar a encontrar cobertura jurídica”. Y así resume su postura, ingenua, idealista y racionalizadora de la pretendida excelencia de Occidente: “Que el pluralismo sea en sí un valor no significa necesariamente que haya que poner en pie de igualdad todas y cada una de las distintas ideologías, tradiciones culturales y pretensiones valorativas, sobre todo cuando se trata de extraer pautas de conducta, deberes y derechos. La preferencia entre ellas (…) debe obedecer a lo que nos parece como más razonable después de argumentar (…). Hay que distinguir entre pretensiones que resultan razonablemente dignas de la protección y garantía que comporta su reconocimiento como derechos, y las que no se hacen acreedoras a ese instrumento”. Detrás de la “indiscutibilidad” de los Derechos Humanos y de la “fuerza del Mejor Argumento” se esconde sin duda Occidente (formación que encarna esos “derechos” y que presumiblemente “argumenta” mejor), con su complejo de superioridad, parte y juez, contendiente y árbitro, de los conflictos y discusiones interculturales en el mundo ‘globalizado’…
Pero, ¿qué es, en realidad, un “derecho humano”? El Islamismo político conceptúa el interés bancario, ya lo he anotado, como un flagrante atentado contra el “derecho humano” a obtener, en caso de necesidad, un préstamo sin recargo, un dinero a salvo de la usura. ¿Qué diría de eso Occidente, tan orgulloso del poder de sus bancos? Y, ante una controversia que involucra principios filosóficos, cuestiones de hondura, y ya no solo matices de opinión, ¿dónde está y donde no está el “mejor argumento”? Las tesis de J. de Lucas, que no constituyen más que una retranscripción de las de Habermas y Rawls, entre otros, basadas en apriorismos, peticiones de principio, valores genéricos, etc. -de hecho, se insertan en la tradición kantiana-, aparecen hoy como un mero artefacto metafísico para justificar y legitimar la occidentalización ético-jurídica del Planeta. No de otra forma cabe entender, como veremos, el “Derecho de Gentes” de Rawls o la “Sociedad Liberal de Grandes Dimensiones” de Taylor…

6)
Al repasar toda esta literatura de la Globalización, se tiene la impresión de que, ante la certeza del inminente exterminio de la diferencia cultural, los filósofos de Occidente han empezado ya a lavarse las manos, cuando no a justificar cínicamente lo injustificable. Sabedores de que se está produciendo un choque, una batalla cultural, no ignoran qué formación se hará con la victoria. Nada temen, pues. Pertenecen al bando que ha de triunfar; y eso les garantiza que sus propias realizaciones, sus libros, sus tesis, podrán asimismo ‘globalizarse’, imponerse planetariamente. Les irá bien…
Pero son “filósofos”, y no les está permitido mirar a otra parte. Algo deben decir, algo han de aconsejar (a los poderes políticos, al común de las gentes, a sus estudiantes). Arrancando de la tradición kantiana, y recalando en los trabajos recientes de Habermas, Apel, Rawls, etc., ya es posible justificar la mundialización de las ideas ‘occidentales’ de Justicia, Razón, Democracia,… Estos autores parten siempre de cláusulas supuestamente transculturales, de categorías pretendidamente universales, y las conclusiones que alcanzan en Occidente (las conclusiones a que ha llegado Occidente) las consideran perfectamente extensibles a todo el Planeta. Los “pragmáticos” tipo Rorty, anti-kantianos, alardeando de un sano empirismo, no pueden hablar el mismo lenguaje, y se revelan más relativistas, más contextualistas. Pero su celebrado pragmatismo les conduce a no hacer nada “por adelantado”: será lo que tenga que ser y, sobre la marcha, haremos lo que juzguemos oportuno…
“No podemos dejar de ser Occidentales y leales con los nuestros”, advierte Rorty. Y enseguida llegan los subterfugios: “No impondremos nada a las otras culturas, pero ‘propondremos’. Les diremos: esto nos ha ido bien a nosotros, mirad si a vosotros también os funciona (…). Creo que la retórica que nosotros los occidentales empleamos al intentar que toda otra comunidad se asemeje más a la nuestra se vería mejorada si nuestro etnocentrismo fuera más franco y nuestro supuesto universalismo menor. Sería preferible afirmar: he aquí lo que, en Occidente, consideramos resultado de abolir la esclavitud, de escolarizar a las mujeres, de separar la Iglesia y el Estado, etc. Y he aquí lo ocurrido tras empezar a tratar ciertas distinciones interpersonales como algo arbitrario y no como algo cargado de significado moral. Puede que, si intentáis darle este tratamiento a vuestros problemas, os gusten los resultados”. Subterfugio grosero, no cabe duda, pues Rorty sabe que nuestros criterios se van a implantar bajo coacción (en lugar de ser ‘libremente adoptados’); y porque raya en la infamia estimar que el Otro puede aproximarse de ese modo, sin temor, sereno y reflexivo, al “ejemplo” que le suministra Occidente, a la “propuesta” que le dejamos caer tan desinteresadamente, como si lo pusiéramos todo en sus manos. Rorty se olvida de la lógica económica de dependencia que deja a ese ‘otro’ a nuestra merced, del poder de los medios de comunicación occidentalizadores, de la fascinación de los modelos aristocráticos (hoy euro-americanos) subrayada hace años por G. Duby,… Se olvida del interés concretísimo de las llamadas “burguesías externas”, de la orientación de sus gobiernos (tan a menudo dirigidos por nuestras multinacionales),… Se olvida de la situación económica, se olvida de los procesos ideológicos, se olvida de la historia,… En realidad, no se olvida de nada: finge olvidarse, y quisiera que a sus lectores les flaqueara al respecto la memoria… “Desechar la retórica racionalista heredada de la Ilustración permitiría a Occidente aproximarse a las sociedades no-occidentales como si obrase con ‘una historia instructiva que relatar’, y no representando el papel de alguien que pretende estar empleando mejor una capacidad universal”, nos dice. ¿Una historia instructiva que relatar?
Rorty, en el fondo, pugna por dulcificar y llevar de la mejor manera, más elegantemente, la occidentalización de la Tierra. Apuesta por un acercamiento al Otro menos arrogante, pero con las mismas intenciones… No en balde es un filósofo conservador, feroz partidario de la “democracia representativa” -y nunca “participativa”: “En términos políticos, la idea de democracia participativa me parece un objetivo muy poco realista. Podríamos considerarnos afortunados si conseguimos generalizar la democracia representativa como realidad política”.
Esta postura de Rorty (el pragmatismo) nos demuestra que la crítica contemporánea de la metafísica, el antilogocentrismo ambiente, el anti-racionalismo, la negación del Proyecto Moderno y de los mitos de la Ilustración, etc., han sido también absorbidos, recuperados, por el pensamiento conservador -por una fracción ‘renovadora’ del mismo-, en la línea de lo que Foster y Jameson llamaron Postmodernismo de reacción.
Hay, pues, dos modos de legitimar la occidentalización del Planeta, una “idealista” y otra “pragmatista”. Así las ha definido el propio Rorty:
“Cuando las sociedades liberales de Occidente piden a las del resto del mundo que emprendan ciertas reformas, ¿lo hacen en nombre de algo que no es puramente occidental -en nombre de la moralidad, de la humanidad o la racionalidad? ¿O son simplemente expresiones de lealtad hacia ciertas concepciones locales, occidentales, de justicia? Habermas respondería afirmativamente a la primera pregunta. Yo diría que son expresiones de lealtad hacia cierta concepción occidental de justicia, y que no por ello son peores. Creo que deberíamos abstenernos de afirmar que el Occidente liberal es mejor conocedor de la racionalidad y de la justicia. Es preferible afirmar que, al instar a las sociedades no-liberales a emprender esas reformas, lo único que hacen las sociedades liberales de Occidente es ser fieles a sí mismas”. Parece convincente este “relativismo” de Rorty, pero oculta lo fundamental: con la invitación (irritante eufemismo, pues deberíamos decir “forzamiento”) a las ‘reformas’ no hacemos solo un acto de fidelidad a nosotros mismos; sino que procuramos sentar las bases del dominio político-militar y de la explotación económica de las mencionadas sociedades por los países del Norte… Paralelamente, la apelación al “mejor argumento” y la noción de “razonabilidad” de Rawls “limitan la pertenencia a la Sociedad de las Gentes a aquellas sociedades cuyas instituciones incorporan la mayoría de las conquistas obtenidas por Occidente desde la Ilustración, tras dos siglos de esfuerzos” (R. Rorty).
Al final, Rorty comparte con Rawls, con Habermas, etc., el “complejo de superioridad de la cultura occidental”, y es también un apóstol de la occidentalización -solo que por vías más astutas, sutiles, casi insuperablemente pérfidas: “No niego que las sociedades no-occidentales hayan de adoptar costumbres occidentales contemporáneas, como abolir la esclavitud, practicar la tolerancia religiosa, escolarizar a las mujeres, permitir los matrimonios entre miembros de distintas razas, tolerar la homosexualidad y la objeción de conciencia ante la guerra, etc. Como alguien leal a Occidente, estoy convencido de que han de hacer todas esas cosas. Coincido con Rawls acerca de qué cosas han de contar como razonables, y qué tipo de sociedades hemos de aceptar, en cuanto occidentales, como miembros de una comunidad moral de carácter global”. Resulta que la “occidentalización jurídica y moral” de todo el globo se justifica como mera consecuencia de la lealtad a la propia comunidad -que es la más poderosa-; y que la llamada “comunidad moral de carácter global” se fundamenta en nuestra particular visión de la moralidad y de la justicia. No solo se globaliza la moral de Occidente, sino que se profundiza el potencial represivo de dicha disposición ética: abolir la esclavitud, pero para afianzar la nueva servidumbre del trabajo asalariado; practicar la tolerancia religiosa, pero asegurándose de que subsistan las iglesias, esas “hermanas de la sanguijuela” (por utilizar una expresión de Lautréamont); escolarizar a las mujeres, para moldear también, en el conformismo y en la indistinción, la subjetividad femenina; permitir los matrimonios entre distintas razas, de modo que el color de la piel no sea un obstáculo para ese “fin de la experiencia” (Lawrence) que la institución familiar garantiza; tolerar la homosexualidad, pero siempre señalándola con el dedo y con una mueca de asco en el rostro; permitir la objeción de conciencia, pero solo ante la guerra (¿por qué no ante la Escuela, por ejemplo?); etc.
“La justicia como lealtad extensiva” (título de un trabajo de Rorty) quiere decir, para este autor, en definitiva, que ‘hoy’ es perfectamente “fiel” a Occidente -y se muestra convencido de la preferencia, de las ventajas comparativas de nuestras prácticas e instituciones-, y que ‘mañana’ podrá ser suficientemente “fiel” (leal) a la Comunidad Moral Global en la medida en que esta incorpore las conquistas ético-jurídicas de Occidente. Se trata de llegar al mismo destino de Rawls, Habermas y Apel, pero por trayectorias no-kantianas: de ahí la necesidad de un nuevo concepto, el de lealtad extensiva, a fin de evitar las ‘incondicionalidades’ de los alemanes y del inglés. Pero la meta es la misma: glorificar una Sociedad de las Gentes que coincide con la nuestra universalizada…

7)
El neo-pragmatismo norteamericano, que halla en Rorty uno de sus voceros más carismáticos y en Dewey un venerado inspirador, proclama abiertamente que “la democracia (representativa) tiene prioridad sobre la filosofía”: la reflexión ha de partir de la Democracia, sus exigencias, sus posibilidades, sus expectativas; y no de un ‘apriori’ filosófico, de un supuesto externo, ajeno a la misma. Se piensa para la Democracia… “Cuando una concepción filosófica ha querido fundamentar un proyecto político, las consecuencias se han demostrado nefastas”, pontifica Rorty. El pensador pragmatista lleva, como Dewey, como Rorty, una doble vida: una como filósofo y otra como comentarista político; carece de todo programa político, pues es “un experimentalista, atento a los cambios de la situación y dispuesto a avanzar nuevas propuestas, a acometer la nueva problemática intentando algo distinto, sin aferrarse a grandes principios ideológicos” (Rorty). Esta prioridad de la democracia y esta ausencia de grandes principios ideológicos, lleva a fundar la ‘bondad’ del régimen liberal ya no en algo exterior, como un criterio teorético o un concepto filosófico, sino exclusivamente en sus “ventajas comparativas” respecto a las restantes formas de organización política. “Los filósofos han ansiado desde siempre ‘comprender’ los conceptos, mientras que para un pragmatista sería preferible ‘transformarlos’ de manera que sirvan mejor a nuestros intereses comunes”, concluye Rorty.
Como se apreciará, el pragmatismo procede siempre desde la aceptación de la democracia (representativa) como un bien absoluto; para justificar esa alabanza se alude a “mejorías objetivas” frente a otras formas de organización, lo que de nuevo evidencia aquella autocomplacencia enfermiza de la sociedad capitalista. Considera que la filosofía debe estar al servicio de la generalización de la Democracia; y que no puede ir “por delante”, examinándola, reorientándola, cuestionándola de acuerdo a principios externos. Con ello, se invalida la filosofía como herramienta de la crítica político-social y de la transformación ético-jurídica. De un modo efectista, Rorty reprocha a los filósofos admitir sin excepciones alguna forma de autoridad, y no ser lo bastante parricidas (por subordinarse a la idea de Dios, de Progreso, de Razón,…); pero el pragmatismo tiene también su propio Dios, su propio forma de autoridad, su propio Padre: la Democracia Liberal. He aquí el tremendo conservadurismo de un autor y de una corriente supuestamente iconoclastas: derivan de la aceptación de lo existente y disponen todos sus argumentos en la línea de un reforzamiento y una generalización (universalización) de lo instituido en Occidente -esos “nuestros intereses comunes”. Frente a las filosofías europeas, el pragmatismo se propone como el pensamiento a globalizar por excelencia, pues su vínculo con la democracia liberal y el tipo de sociedad que esta protege es más transparente, más cristalino, más límpido… Constituirá la “apuesta americana” para la filosofía del Planeta…
Me he detenido en el neopragmatismo norteamericano porque, involucrado en todas las temáticas de la Globalización, aparece como una de las vías más francas de justificación de la occidentalización en curso. La tradición kantiana alemana se presenta como una segunda vía, muy transitada hoy. Como si miraran hacia otro lado, pero legitimando también el imperialismo político-cultural de Occidente, las literaturas de la sociedad civil y los posicionamientos ecléctico-moralizantes de los filósofos ex-contestatarios (ex-marxistas, ex-socialistas, ex-izquierdistas radicales,…) completan de algún modo el panorama contemporáneo de las narrativas centradas en la mítica de la globalización”.

Pedro García Olivo
http://www.pedrogarciaolivo.wordpress.com
Buenos Aires, 21 de mayo de 2018.

(El camión rojo de la Coca-Cola entrando en el territorio autónomo zapatista, donde “manda el pueblo y el gobierno obedece”. Bajo el auspicio del EZLN, las comunidades decidieron, en asambleas, prohibir el consumo de bebidas y de sustancias embriagantes, aunque fueran tradicionales. Pero ni el Ejército de Liberación Nacional ni el indigenismo zapatista pusieron freno a la Coca Cola… Fotografía tomada en Roberto Barrios, caracol zapatista de la Selva Norte, Chiapas, 2005)

¿Eres la noche?

Para perdidos y reinventados

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